El semanario del gobierno egipcio Akhbar Al-Yaum publicó recientemente una larga carta anónima de una mujer egipcia. El editor en jefe Ibrahim Sa’adeh escribió que había decidido publicar la carta después de que sus colegas le informaron que habían oído historias similares o peores. A continuación presentamos extractos de la carta:

«A Ibrahim Sa’adeh:»

«No sé porque le escribo, ni si tiene objeto que le escriba… Estoy indignada con los medios de comunicación árabes y egipcios porque actualmente todo lo que hacen es declarar que el fin del terrorismo y de los terroristas está cerca… La prensa árabe y los canales de televisión por satélite mostraron la alegría que llenó a Afganistán cuando el pueblo afgano fue liberado de la ignorancia y el fanatismo ciego… y cuando las mujeres afganas fueron liberadas de la rigidez de un régimen decidido a humillarlas, perseguirlas y denigrarlas despojándolas de todo lo que les concedió Alá… Sus labios nunca dejaron de elogiar la liberación de las mujeres afganas… pero nunca reportaron lo que está sucediendo en Egipto…»

La mujer continúa relatando su propia historia:

«Yo llevaba una vida normal, tuve una niñez feliz en el seno de una familia sencilla y religiosa que cumplía con los preceptos de nuestra religión tolerante. La suerte no me bendijo con belleza, pero no era infeliz, y nunca envidié a mis amigas bonitas de la escuela y la universidad… Mi familia me alentó para que tomara un empleo de acuerdo a mi educación. Mi familia no hace diferencia entre los hombres y las mujeres, especialmente con respecto al derecho a trabajar.»

Mi Matrimonio[1]

«Un joven pidió mi mano en matrimonio. Yo estaba impresionada por su personalidad fuerte y su decencia. Él era religioso, pero no fanático… así que no se opuso a que continuara desempeñando mi modesto trabajo en una compañía del sector privado, junto a docenas de hombres… Pero antes de que terminara nuestra luna de miel, me quedé atónita al descubrir a un hombre diferente al que había conocido… La sonrisa que alumbraba su rostro desapareció. Su tolerancia, con la que me había ganado durante los meses de nuestro noviazgo, se convirtió de la noche a la mañana en rigidez, dominio y tiranía… Una semana después de la boda, me pidió que me sentara junto a él y escuchara sus instrucciones»:

«‘Primero, dijo, debes renunciar a tu trabajo. No tienes que presentarte personalmente, solo deja de ir sin dar explicaciones. Después de 15 días te despedirán, de acuerdo con la ley, sin ningún derecho a compensación. No la necesitas.'»

«‘Segundo, obviamente no eres bonita y debes de admitir que el maquillaje no mejora tu rostro como te puedes dar cuenta. Confórmate con que te acepte como eres fea y gorda. Eso es suficiente para ti. Debes de deshacerte inmediatamente de todos tus pecados [maquillaje]. Te quiero como te creó Alá, sin embellecimiento falso ni artificial. Te acepté a pesar de tu fealdad, y de la forma de tu cuerpo; a cambio, espero que sigas mis órdenes cuidadosamente y que agradezcas que te haya aceptado. Te pude haber rechazado como todos los demás hombres.'»

«‘Tercero, sé que tu rostro no atrae a los hombres, pero existe la posibilidad de que todavía haya hombres hambrientos por poseer a cualquier mujer, sucia o limpia, fea o bonita, delgada o gorda, religiosa o secular, joven o vieja. Este tipo de hombre desgraciadamente es cada vez mas común en nuestra sociedad egipcia infiel… y te prohíbo despertar sus apetitos. La única forma de evitarlo es que te escondas de sus ojos adúlteros y te protejas de sus apetitos animales.'»

«‘Cuarto, durante tu niñez y juventud viviste con tu cara y tu cabello descubiertos. Este es un pecado por el cual tus padres y hermanos tendrán que responder a Alá, aun antes que tú… Alá es piadoso y perdona a sus siervos, y afortunadamente para ti, Alá te ha dado la oportunidad de tu vida – el que yo te pida que te cases conmigo para que te salve de los tormentos de Infierno, a los que seguramente hubieras sido condenada si te hubieras casado con un hombre de otras ideas…'»

«‘Desde este momento, debes romper tu ropa y quemar todas tus prendas y ropa interior de seda. Haré venir a una costurera que confeccionará para ti el único vestuario que necesita usar una mujer musulmana tanto dentro como fuera de su casa. Hay un código acerca de las características de la ropa islámica… desde los tiempos del Profeta. Este vestuario cubre el cuerpo de la mujer de pies a cabeza. No me conformaré con un velo que solo cubra la cabeza y que más que proteger a la mujer despierta instintos sexuales; no aceptaré ropa de color, únicamente negra. No permitiré que tengas las manos descubiertas… el vestuario islámico solo permite el Dharbat Mussa [i.e. la apertura rectangular en la Niqab, el atuendo usado por las mujeres religiosas], que mide lo mismo que el tamaño de los ojos, para permitirte ver y evitar que te tropieces con las cosas.'»

Mi Sumisión

«Me negué a cumplir estas órdenes y regresé a casa de mi familia quejándome de las terribles cosas que había oído… Mi familia estaba impresionada y furiosa… Mi padre y mi hermano mayor se encontraron con mi esposo y le dijeron lo que yo no me había atrevido a decirle… Cuando regresaron, mi padre me dijo que sus objeciones habían sorprendido a mi esposo; su reacción había sido tranquila y les dijo que el único propósito de sus cuatro órdenes era el de protegerme a mí y a mi fe religiosa. ¡Sin mas ni menos! …»

«No se enojen si reconozco que cuando regresé a su casa acepte las cuatro órdenes… Sin explicación, deje de trabajar… No respondí a las llamadas telefónicas ni a las cartas que me envió el gerente de la compañía – quien hasta el último momento me consideraba una empleada responsable. Finalmente, recibí una carta de despido para alegría de mi marido… Tire todo mi maquillaje a la basura y todo lo que hacía era lavarme la cara cinco veces al día antes de rezar. Regalé toda mi ropa a los necesitados… Mi esposo me trajo una costurera vestida en una Nigab, y a quien nunca le he visto la cara a pesar de que ha estado viniendo a mi casa desde hace 20 años y es mi única proveedora de atuendos religiosos que cumplen con la Shar’iah de Alá [ley islámica]. Como me dijo mi esposo – el se visualiza como mensajero de la Providencia de Alá, ¡cuya misión es salvar a las mujeres y niñas de sus pecados! Tengo muchos atuendos, todos cubren cada centímetro de mi cuerpo excepto por la Dharbat Mussa que tiene una apertura suficiente para que pueda ver, y todos ellos son de dos colores: ¡negro para la calle, y blanco para la casa!»

«He vivido con mi esposo por casi un cuarto de siglo, y juro que nunca en todo ese tiempo he tenido mas de una semana de felicidad… Tengo seis hijos, cuatro niñas y cuatro niños, y todos están en la escuela. Mi esposo piensa que la única razón para casarse es aumentar la población de la nación de Mahoma. Si no tuviera yo ya 55 años; él no se hubiera conformado con seis hijos; ¡si pudiera, hubiera multiplicado ese número varias veces!…» «Después de la luna de miel, mi esposo, que Alá lo perdone, me ordenó otra cosa: la risa estaba prohibida en nuestro departamento… ¡La risa, me dijo, es una trampa de Satanás, que solo busca corromper a los musulmanes creyentes!»

Educación Islámica

«Cuando terminó la luna de miel, la risa desapareció de mi cara y de la cara de mi marido. También les prohibimos a nuestros invitados que se rieran o siquiera sonrieran, para no ser desalojados del departamento… Imagínese señor, una casa llena de niños a quienes se les prohíbe reír o jugar… Mi esposo trajo a un jeque ciego, que les enseñaba el Corán a los niños toda la mañana – aun durante los breves momentos en los que nos reuníamos alrededor de la mesa para comer. Los niños, que todavía no habían empezado a asistir a la escuela primaria y que no sabían leer y escribir, tenían que memorizarse las palabras del jeque ciego, sin entender una sola palabra… hora tras hora.»

«Me horroricé cuando me exigió que le cubriera el cabello a mi hija cuando cumplió cuatro años, y que la vistiera con una Nigah cuando cumplió siete. ¡Me ordenó que usara una Nigab blanca en la casa, para darles un buen ejemplo a mis hijas y que no me la quitara ni cuando hiciera la limpieza – para no provocar que las niñas se quitaran la Nigab fuera de la casa, y lejos de su vista!»

«En nuestra casa no hay radio o televisión, porque el Islam los prohíbe y porque confunden a los niños y los distraen del único propósito para el que fueron creados. Nuestra casa solo tiene grabadoras, que funcionan todo el día hasta la hora de dormir. Mi esposo pone grabaciones de versos coránicos y de clérigos egipcios y árabes. Tenemos cientos de cassettes…»

«Mi esposo era un gran coleccionista de grabaciones de un conocido predicador… y frecuentemente nos reunía para escuchar sus sermones y comentarios… Frecuentemente premiaba a alguno de los niños por memorizarse los textos… con otro cassette del mismo predicador. Los años pasaron y el número de cassettes creció – hasta que un día mi esposo vino a casa deprimido y enojado maldiciendo al predicador.»

«Obviamente no nos atrevimos a preguntarle por qué… Después nos dijo: «No lo van a creer. Resulta que ese hombre es un delincuente y corrupto. ¡El Ministerio del Interior… lo sorprendió en una filmación que contenía escenas contrarias a la religión y a la moralidad, y debería de ser fusilado por eso en la plaza del pueblo! Cuando se le interrogó en la estación de policía, rompió en llanto y se hincó para besar los zapatos del oficial…» Mi esposo me ordenó que le trajera una olla grande de la cocina… y después le pidió a mi hijo mayor que trajera todos los cassettes del predicador… Cuando todos los cassettes estaban en la sala – se me olvidó mencionar que mi esposo vendió los sillones y sillas porque los ‘grandes ancestros’ se sentaban en el piso – separó los cassettes de acuerdo con las leyes de herencia religiosas – o sea el doble para los niños que para las niñas – y nos pidió que las tiráramos dentro de la olla. Entonces, le vertió kerosén encima y encendió un cerillo…»

«Ese año, mi esposo nos platicó acerca de un joven, graduado de la Universidad Americana de Cairo, que usaba la más moderna ropa europea, y que de pronto se convirtió en un predicador islámico. Él dijo que todas mas mujeres ricas estaban asistiendo a sus sermones para aprender la religión islámica. Mi esposo dijo: ‘¡Para nosotros, es suficiente que este muchacho sea graduado de la Universidad Americana para juzgarlo y decidir que es un agente norteamericano que intenta distorsionar la religión de su audiencia!… Para nosotros es suficiente saber que el joven es popular entre las mujeres, perfumadas y con sus rostros descubiertos… para saber que esto no es mas que adulterio’… Pero unos cuantos meses después, mi esposo nos sorprendió diciendo: ‘Evidentemente, fui injusto con el joven predicador. Descubrí que es sincero en su Yihad por la victoria de nuestra religión, y que su objetivo real es guiar a las jóvenes y a las mujeres… Actuó inteligentemente presentándose como europeo, usando traje y con su rostro rasurado, para que esas mujeres confiaran en él y escucharan sus sermones, que trataban principalmente de cosas permitidas y no de cosas prohibidas. Después de unas cuantas reuniones, cuando había ganado su confianza y se había apoderado de sus mentes, les reveló que era un predicador extremista islámico… Oí de docenas que mujeres que quemaron su ropa pecaminosa y se pusieron una Niqab [siguiendo sus enseñanzas]… Compré unos cuantos cassettes para que los escuchen y después discutiremos sus textos.'»

«Un día mi hija mayor le preguntó a su padre, ‘¿Por qué no nos traes cassettes de los grandes clérigos – el Jeque de Al-Azhar, el muftí egipcio, o de los profesores de la Universidad de Al-Azhar, a quienes alaba mi primo?’ La respuesta de mi esposo fue muy peculiar: ‘Ellos son agentes del gobierno infiel; hacen y dicen lo que les dicta el gobierno… No hay lugar en mi casa para cassettes de esa gente’…»[2]


[1] Subtítulos agregados por el traductor.

[2] Akhbar Al-Yaum (Egipto)o, Diciembre 29, 2001.

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