Tras la masacre del 1 de enero 2010 en la Iglesia de los Dos Santos en Alejandría, Hani Shukrallah, periodista egipcio de origen copto y jefe de redacción del semanario egipcio Al-Ahram, publicó un mordaz artículo de opinión en el portal en inglés del semanario, bajo el título «J’accuse», (Yo acuso)». En este, acusó al régimen egipcio de no luchar contra el extremismo islámico, e incluso de alimentar el Islam salafista con la esperanza de debilitar a la Hermandad Musulmana. También condenó a los «supuestos musulmanes moderados de Egipto» por hacerse cada vez fanáticos y hostiles hacia la comunidad cristiana y de aplicar un doble discurso: condenando fuertemente cualquier medida occidental que perciben como anti-musulmana, mientras se hacen la vista gorda a la flagrante persecución de los cristianos en su propio país. Por último, condenó a los liberales e intelectuales tanto musulmanes como cristianos por guardar silencio frente a la violencia contra los cristianos.

Lo siguiente son extractos del artículo, en su inglés original: [1]

Las condenas a la violencia son en su mayoría hipocresía y no tendrán validez

«Estamos por unirnos a un coro de condena. Conjuntamente musulmanes y cristianos, gobierno y la oposición, la Iglesia y las mezquitas, los clérigos y laicos – todos nos pondremos de pie y con una sola voz declararemos una denuncia inequívoca hacia Al-Qaeda, los militantes islámicos y los fanáticos musulmanes de todos los matices, tonos y colores y algunos de nosotros incluso iremos más allá para denunciar al Islam salafista, el fundamentalismo islámico en su conjunto y el Islam wahabí que, presumiblemente es totalmente de importación saudita, ajeno a nuestra cultura nacional egipcia.

«Y una vez más declararemos la unidad eterna de ‘los elementos individuales de la nación’, y escucharemos de nuevo [la] Revolución de 1919, con su bandera izada mostrando la media luna abrazando la cruz, y dándole una expresión simbólica a ese lazo inquebrantable.

«Gran parte de esta será pura hipocresía, una gran parte será matizada diversamente a fin de mantener justo debajo de la superficie, los montones de prejuicios de mente estrecha, el flagrante doble discurso y, de hecho, la intolerancia que sostiene en sus garras a tantos de los participantes en las condenas.

«Todo esto será en vano. Hemos estado aquí antes; Hemos hecho exactamente eso, pero aun así las matanzas continúan, cada una más horrible que la anterior y el fanatismo y la intolerancia se difunden más amplia y profundamente hacia todos los rincones de nuestra sociedad. No es fácil de vaciar a Egipto de sus cristianos, han estado aquí desde el tiempo que ha existido el cristianismo en el mundo. Casi un milenio y medio de dominación musulmana no erradicó a la comunidad cristiana de la nación, sino que más bien la mantiene lo suficientemente fuerte y lo suficientemente vigorosa para que juegue un papel crucial en la conformación de la identidad nacional, política y cultural del Egipto moderno.

«Sin embargo ahora, dos siglos después del nacimiento del moderno estado-nación egipcio y mientras nos embarcamos en la segunda década del siglo 21, lo anteriormente desconocido ya no parece inimaginable: un Egipto libre de cristianos, uno en la cruz que se haya salido del abrazo de la media luna y fuera de la bandera que simboliza nuestra identidad nacional moderna. Espero que si y cuando llegue ese día tendré mucho tiempo de haberme muerto, pero vivo o muerto, este será un Egipto que yo no reconozco y al que no tengo deseos de pertenecer».

«Acuso al anfitrión de los diputados y funcionarios del gobierno que no puede ayudar, sino [traer] a su propio personal fanático [al] parlamento»

«Yo no soy Zola, pero también puedo acusar. Y no son los sedientos de sangre criminales de Al-Qaeda o cualquier otra banda de matones que participan en el horror de Alejandría que me preocupa.

«Acuso a un gobierno que parece pensar que pujando por los islamistas también les hará flanquear.

«Acuso a la gran cantidad de diputados y funcionarios del gobierno que no pueden dejar de llevar su fanatismo personal al parlamento, o a la multitud de organismos gubernamentales, nacionales y locales, desde los cuales ejercen su brutal autoridad sin control, aunque al mismo tiempo irremediablemente inepta.

«Acuso a los órganos del estado que creen que mediante el fortalecimiento de la tendencia salafista están socavando a la Hermandad Musulmana y a quienes les gusta jugar de vez en cuando con los sentimientos fanáticos anti-coptos, presumiblemente como una excelente distracción de otros asuntos más graves del gobierno».

Acuso a los millones de supuestos musulmanes moderados entre nosotros… que se han prejuiciado cada vez más».

Pero sobre todo, acuso a los millones de musulmanes supuestamente moderados entre nosotros y los de mente estrecha que se han prejuiciado cada vez más con cada año que pasa.

«Acuso a aquellos entre nosotros que se levantaran en furia por la decisión de detener la construcción de un centro musulmán cerca de la zona cero en Nueva York, pero aplauden a la policía egipcia cuando paralizan la construcción de una escalera en una iglesia copta en el distrito Omranya del Gran Cairo.

«He recorrido caminos y los he escuchado hablar, en sus oficinas, en sus clubes, en sus fiestas: ‘A los coptos se les debe enseñar una lección’, ‘los coptos son cada vez más arrogantes’, ‘los coptos están celebrando conversiones secretas de musulmanes y de la misma manera, ‘los coptos impiden que las mujeres cristianas se conviertan al Islam, las secuestran y las encierran en monasterios.

«Los acuso a todos, porque en su ceguera fanática ni siquiera pueden ver la violencia que están cometiendo [contra] la lógica y el puro sentido común, [no pueden ver que, si bien] ustedes acusan a todo el mundo de utilizar un doble discurso contra nosotros, [son] totalmente incapaces de demostrar un mínimo de consciencia de su propio y evidente doble discurso».

«Acuso los intelectuales liberales, tanto musulmanes como cristianos»

«Y, por último, acuso a los intelectuales liberales, tanto musulmanes como cristianos, ya sean cómplices, asustados o simplemente no quieren hacer o decir nada que pueda disgustar a ‘las masas’, que se hicieron de lado, resultando suficiente para unirse a un coro inútil de denuncias… aun cuando las masacres se extendían ampliamente y se tornaban más horribles.

«Hace unos años escribí en el diario árabe Al-Hayat, comentando sobre un [artículo de un] columnista en uno de los diarios egipcios. El columnista, cuyo nombre ya he olvidado, elogió el patriotismo de un egipcio copto que había escrito que prefería morir a manos de sus hermanos musulmanes que buscar la intervención norteamericana para ser salvado.

«Dirigiéndome yo mismo al copto patriótica, le hice una pregunta sencilla: ¿de dónde viene su voluntad de sacrificarse por el bien de la nación? Dar su propia vida puede ser muy noble, incluso [un] esfuerzo muy loable, pero está también dispuesto a renunciar a la vida de sus hijos, su esposa, su madre? ¿Cuántos cristianos egipcios, le pregunté, ¿está usted dispuesto a sacrificar antes de pedir [una intervención exterior? Un millón, dos, tres, todos ellos?

«Nuestras opciones, lo dije entonces y lo seguiré diciendo hoy, no son [algunas] de… que estamos obligados a elegir entre tener coptos egipcios asesinados, individuamente o en masa y corriendo donde Tío Sam. ¿Es realmente tan difícil concebirnos nosotros mismos como seres humanos racionales, con un mínimo de columna vertebral, de manera que sirva para determinar nuestro destino, el destino de nuestra nación?

«Esa, de hecho, es la única opción que tenemos ante nosotros y mejor la agarramos, antes de que sea demasiado tarde».


[1] English.ahram.org, 1 de enero, 2011. El texto ha sido ligeramente editado para mayor claridad.