Los sucesos del 11 de Septiembre del 2001 provocaron el interés global en el Islam: ¿En qué consiste esta religión, en cuyo nombre dicen actuar estos terroristas?. Las imágenes televisadas de musulmanes en masa echándose a la calle por todo el mundo musulmán para celebrar la destrucción del World Trade Center han hecho que esta pregunta sea aún más acuciante.

Este escrito está diseñado para introducir al lector en el fenómeno del Islam radical, o Islamismo, y ponerlo en su contexto histórico y religioso apropiados. Tras una introducción general en el tema, la primera mitad del escrito presenta un esbozo de los sucesos modernos en el pensamiento y comportamiento islámicos en el contexto de los sucesos históricos en el mundo árabe, centrándose en los salafiyya de Egipto, los Wahhabiyya de Arabia Saudí, y su ascendencia común entre las organizaciones terroristas apátridas. La segunda mitad del escrito echa un vistazo a la ideología jihadista del Islamismo. Analiza los dos conceptos fundamentales de la jihad (guerra santa) y la shahada (martirio), tanto en la normativa tradicional del Islam como en el léxico islamista. Finalmente, el escrito describe a algunos de los críticos árabes del Islamismo, sus ideas de reforma, y su lugar en el marco general del pensamiento islámico moderno.

Introducción: ¿Qué es el islamismo?

Los términos «Islam fundamentalista», «Islam militante» «Islam radical» e «Islamismo» son sinónimos. [1] Ninguno, sin embargo, es utilizado por estos musulmanes para referirse a sí mismos; simplemente usan el término «musulmanes» o, en ciertos contextos, mujahidun, es decir, «guerreros de la jihad «. Llaman a su movimiento «el despertar islámico» ( al-Sahwa al-Islamiyya ), «el Movimiento de la jihad » o simplemente al-Da’wa, un término que puede traducirse como «el llamamiento [al Islam]» o «la propagación del Islam».

El tema de este escrito es el fundamentalismo islámico dirigido hacia el exterior, contra los no musulmanes. Para asegurarse, el Islam fundamentalista no sólo se dirige hacia lo externo, contra aquellos que ven como infieles, sino que está igualmente preocupado por la propia sociedad musulmana, con el deseo de establecer una sociedad «verdaderamente» musulmana. Y según la doctrina islamista, ninguna sociedad puede ser verdaderamente musulmana si no hace de la jihad – la guerra contra los enemigos del Islam – su primera prioridad.

Las facetas del Islam fundamentalista dirigidas hacia el interior – tan importante como puedan ser en sí mismas y para sí mismas – está más allá del alcance de este escrito. Cuando conocemos la observación estricta del ayuno musulmán en Ramadán, la abstinencia de vino y alcohol, o la imposición del hijab a las mujeres musulmanas, puede que lo veamos como fanatismo religioso, pero no como un tema de preocupación. Igualmente, los duros castigos que promulga la ley islámica en Arabia Saudí – como apedrear a las condenadas por adulterio, amputar las manos de los ladrones, azotar a los que beben alcohol – despiertan repulsión y horror en los países occidentales y generan protestas de las organizaciones de derechos humanos, pero no son percibidos como una amenaza para la paz mundial. Pero el 11 de Septiembre es un tema completamente distinto. La hostilidad y la beligerancia hacia los no musulmanes son lo que hace del islamismo un problema global.

Debería destacarse que los musulmanes no siempre han tratado a los no musulmanes de este modo. Si revisamos los 1400 años de historia del Islam encontramos bastantes ejemplos de períodos en los que los no musulmanes fueron tratados con tolerancia, igual que hubo tiempos de odio y persecución. [2] En este escrito, nos centraremos en la situación de hoy.

Una restricción adicional al alcance de este escrito es proporcionada por el hecho de que el Islam se ha extendido por todo el globo hoy. Mientras que hace una generación se consideraba que el mundo islámico se extendía «desde Indonesia en oriente hasta Marruecos en occidente «, hoy existen 1.300.000.000 de musulmanes que viven en innumerables comunidades mundiales, millones en Europa y en América del Norte y del Sur. El escrito por consiguiente se centrará en «el corazón del Islam», es decir, el mundo árabe. Mahoma, el profeta del Islam, fue un árabe y reveló la palabra de Dios – el Corán – en árabe. Las primeras conquistas del Islam fueron llevadas a cabo por ejércitos árabes. El idioma de oración de todos los musulmanes a lo largo y ancho del mundo es el árabe. Todos estos factores han forjado un lazo inseparable y polifacético entre el Islam y los árabes. Aunque los árabes constituyen menos de una tercera parte de los musulmanes del mundo hoy, su papel en el Islam es crucial. De ahí que una doctrina islámica de peso, y diseminada en árabe afectará finalmente a todos los musulmanes.

Bin Laden y el poeta de la jihad: Ver el Islam radical en su contexto

Muy a menudo la totalidad del debate sobre el Islam radical y el terrorismo es impedido por la falta de familiaridad con el contexto histórico – religioso relevante. El ejemplo siguiente es un caso puntual.

El 16 de febrero del 2003, un sermón escrito y pronunciado por Osama bin Laden fue colocado en una página web islamista. El sermón, que generó gran interés en los medios de comunicación, contenía algunas líneas de un poema que era particularmente curioso y, quizá, también bastante alarmante:

«Oh Señor, cuando la muerte llegue, no permitas que caiga sobre un féretro cubierto con mantos verdes.

«En su lugar, permite que mi tumba sea el vientre de un águila, majestuosa en el cielo, entre águilas al acecho».

Aparecieron varios comentarios en los medios de comunicación de expertos en varias materias – como especialistas en Oriente Medio, expertos de inteligencia, en contraterrorismo y similares – que propusieron diferentes interpretaciones. Algunos sugirieron que estas palabras indicaban un ataque aéreo inminente, en la línea del 11 de Septiembre, simbolizando el águila los aviones secuestrados conteniendo a los terroristas suicidas. Otros sostuvieron que el águila no simbolizaba propiamente el ataque sino el objetivo del ataque, – no el avión, sino Estados Unidos. Algunos denominaron a este sermón «El testamento de bin Laden» basándose en la referencia aparente al deseo expreso de ser enterrado «en el vientre de un águila».

Estas interpretaciones, sin embargo, están muy lejos de acercarse. Cuando tradujimos el sermón entero en el MEMRI, quedó claro que bin Laden no se refería ni a un águila norteamericana ni a un avión secuestrado. El poeta citado por bin Laden anhela la muerte de un héroe como shahid (mártir) en el campo de batalla y ser devorado por un águila, que después le llevaría al cielo, donde alcanzaría el trono de Alá. El autor árabe del poema del siglo octavo al que se debe el poema era miembro de una secta militante fanática del Islam. [3]

La elección de esta cita por Osama bin Laden para su sermón resalta una característica esencial del Islam fundamentalista: la identificación con las primeras generaciones del Islam. El islamismo contemporáneo no puede entenderse sin el conocimiento de sus raíces en los albores del Islam. Los islamistas consideran los días del Profeta Mahoma y de sus sucesores inmediatos – la era de las grandes conquistas del Islam – como la era ejemplar del Islam y la fuente de su inspiración. De hecho, incluso en el Islam común se exige a todos los musulmanes continuar la tradición del Profeta y buscar guía en la conducta de sus compañeros y sucesores. Los islamistas, sin embargo, se centran en un aspecto particular de esa tradición: la jihad, «combatir por la causa de Alá».

El desarrollo histórico del Islamismo


El Islam y Occidente en la Edad Moderna: Crisis política y reacción religiosa

El Islamismo, como lo conocemos hoy, es un fenómeno de la historia moderna. Paradójicamente, tanto el Islamismo, la rama fanática del Islam, como su antítesis, la rama reformista, emergieron como respuesta al desafío que la cultura occidental y el poder planteaban a los árabes y a otros pueblos musulmanes.

Este desafío era el producto de la superioridad militar y política de Europa sobre los estados musulmanes, y especialmente del Imperio otomano. La invasión de Egipto de 1798 por Napoleón reflejó esta superioridad y anunció el proceso de conquista e influencia occidentales sobre el mundo árabe y musulmán.

Para poder apreciar plenamente la importancia de la conquista e influencia occidentales, como fue experimentada por los musulmanes, debemos tener en cuenta el punto de vista musulmán del Islam y su lugar en el mundo. Desde su concepción, el Islam no era meramente una religión, sino también una comunidad política, la nación del Islam ( ummat al-Islam ). Mahoma no fue simplemente un profeta que comunicaba la palabra de Dios, sino un líder político. De ahí que cualquier victoria del ejército de un estado musulmán sobre no musulmanes sea percibida como una victoria del propio Islam.

Según el Islam, Alá prometió la victoria y la superioridad a los musulmanes sobre todas las demás religiones del mundo. Alá validó este mensaje con la victoria militar de los musulmanes, a las órdenes de Mahoma, en la batalla de Badr, en Ramadán del 624 DC. En Badr (a unos 300 Km. al norte de La Meca), 300 guerreros musulmanes vencieron al poderoso ejército de 950 hombres de la tribu de Quraysh, en una derrota militar que jugó un papel crucial en la forma de la conciencia islámica.

Esta victoria no fue un suceso aislado. Fue más el comienzo de una serie de victorias impresionantes que llevaron al ascenso del imperio musulmán, que se extendía desde La India hasta el Océano Atlántico. Así, la noción de superioridad islámica se encajó en la consciencia religiosa musulmana. Uno podría, claro, argumentar que esto fue una ilusión; no obstante, era una creencia que iba a permanecer inamovible durante muchos siglos.

Esta noción implícita de superioridad musulmana se vio sacudida seriamente durante el siglo XIX, cuando el Imperio Otomano sufrió una serie de derrotas a manos de los rusos, y cuando varias tierras de mandato musulmán cayeron bajo el mandato no musulmán: Argelia y Túnez fueron conquistados por los franceses, Egipto y Sudán por los británicos y la mayor parte de los países balcánicos lograron la independencia de los otomanos. En la Primera Guerra Mundial, el Imperio otomano fue totalmente derrotado por poderes cristianos y posteriormente, en 1924, el líder secular reformista de Turquía, Kemal Ataturk, abolió el califato. A ojos musulmanes, parecía que la historia se había desviado de su curso predestinado. [4]

Por consiguiente, los musulmanes del mundo moderno sufren una enfermedad perversa que resulta del contraste entre la fe islámica en su supremacía otorgada por dios y el estado de atraso, pobreza e impotencia de los países musulmanes.

Fue el perturbador reconocimiento de que el poder musulmán era inferior al de Europa, Occidente o la cristiandad (sin embargo se percibe «el otro lado») lo que modeló la perspectiva de los intelectuales musulmanes modernos, ya sean extremistas o moderados. La pregunta a la que se enfrentan – y continúan enfrentando – los intelectuales árabes y los líderes políticos es cómo pueden recobrar los pueblos árabes su lugar justo en la historia.

Al-Afgani, Abduh, reformismo y fanatismo

A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, los líderes intelectuales más prominentes de la reforma islámica eran Jamal al-Din al-Afgani (1839-1897) y Mohammed ‘Abduh (1849-1905), que llamaron conjuntamente a la unidad panislámica contra los poderes coloniales europeos. También hicieron un llamamiento a la reforma interna en un esfuerzo por purgar el Islam de «intereses perjudiciales extranjeros».

Afgani y ‘Abduh formularon la máxima que desde entonces suscriben todos los apólogos musulmanes: «No existen fallos en el Islam; la imperfección yace en los musulmanes». Según ellos, cuando los musulmanes vuelvan al Islam puro y original, todos los males de la sociedad musulmana desaparecerán. Afgani y ‘Abduh dirigieron muchas de sus críticas contra el sufismo (misticismo islámico), al que consideraban una desviación del Islam ortodoxo y una fuente de degeneración y atraso.

El motivo subyacente de su oposición al sufismo merece explicación. Dado que el sufismo exige a sus adeptos adoptar una posición de completa confianza en Alá ( tawakkul ), los reformistas consideraron el enfoque tranquilo del sufismo como una fuente de decadencia y un obstáculo para la reforma. [5] En su oposición al sufismo, los reformistas modernos, incluyendo a Afgani y a ‘Abduh, utilizaron las enseñanzas del gran académico islámico medieval Ibn Taymiyya (1263-1328), que había denunciado a los sufíes como desviados del Islam. Debe destacarse que los islamistas contemporáneos ven a Ibn Taymiyya como su mentor y le llaman jeque al-Islam al-Akbar («el gran maestro del Islam»).

Fueron Afgani y ‘Abduh los que legaron al pensamiento islámico del siglo XX sus rasgos característicos:

* Actitud ambivalente hacia Occidente – hostilidad y admiración.
* Tendencia a la apología – no existe fallo en el Islam; la imperfección está en los musulmanes». Además, cada idea valiosa occidental puede encontrarse en el Corán y en el Hadith – si éstos son leídos e interpretados apropiadamente.
* La sociedad musulmana recobrará su poder y prosperidad originales una vez que los musulmanes vuelvan al camino de «los piadosos antepasados» ( al-salaf al-salih ) – el Profeta Mahoma y sus compañeros.
* Fuerte oposición al sufismo, como se ha explicado previamente.
* Énfasis en el papel vital de los árabes a la hora de llevar a efecto la reforma islámica.

Estos son los rasgos del movimiento salafí, que pide enmendar el Islam según el ejemplo de los primeros musulmanes, al-salaf al-salih.

A pesar de su cooperación durante muchos años, Afgani y ‘Abduh eran muy distintos uno del otro tanto en personalidad como en orientación. Afgani era un revolucionario y un propagandista político que enfatizaba la necesidad de unidad política panislámica para luchar contra el colonialismo europeo, mientras que ‘Abduh predicaba la reforma interna pragmática. La preocupación de Abduh por la reforma interna se hizo particularmente patente tras su nombramiento en 1899 en el puesto religioso más alto de Egipto, el de muftí del estado.

Mohammed ‘Abduh era un ejemplo de reformista moderado. En su comentario acerca del Corán y en su libro sobre teología, intentó interpretar el Islam de modo que se adaptara al mundo moderno. Inter alia, hizo un llamamiento a prohibir la poligamia en el Islam, basando sus argumentos en su interpretación de versos relevantes del Corán. [6] Desafortunadamente, la interpretación progresista de ‘Abduh encontró un éxito limitado y hasta la fecha, la poligamia es legal en todos los países árabes excepto en Túnez.

Igualmente desafortunado, el enfoque moderado iluminado de ‘Abduh ha demostrado tener menos atractivo para la mayoría de sus seguidores y las masas musulmanas que el desafiante activismo político de su antiguo mentor y colaborador, Afgani.

El discípulo más destacado de ‘Abduh durante sus últimos años, el clérigo sirio Rashid Ridha (1865-1935), continuó desarrollando y promoviendo el salafismo, al tiempo que lo orientaba en una dirección bastante diferente de la de ‘Abduh, a quien decía seguir. Ridha dio énfasis a los objetivos políticos: el anti-colonialismo, la solidaridad islámica y la unidad árabe y, por supuesto, la oposición a la «invasión» judía de Palestina.

De entre los discípulos de Rashid Ridha, destacaba Hajj Amin al-Husseini, quien más tarde lograría notoriedad como el Muftí de Jerusalén que colaboró con la Alemania Nazi y con ‘Izz al-Din al-Qassam, un clérigo sirio que se mudo a Palestina en 1920 tras huir de las autoridades francesas en Siria. Allí organizó un grupo de fanáticos musulmanes, que asesinaron arbitrariamente a «infieles» judíos y británicos y fue asesinado finalmente en un encuentro con soldados británicos en 1935. Su nombre ha sido adoptado por las unidades armadas de Hamas, las Brigadas de ‘Izz al-Din al-Qassam, y se le ha dado el nombre a los misiles Qassam, que son disparados desde la Franja de Gaza contra pueblos israelíes.

Otro discípulo de ‘Abduh, el jeque ‘Ali ‘Abd al-Raziq, que dio clase en la Universidad Al-Azhar durante los años veinte, desarrolló una posición mucho más moderada, llamando a la reforma fundamental y profunda e incluso abordando la cuestión clave de las relaciones entre la religión y el poder político en el Islam. En su libro, El Islam y las bases del gobierno (1925), ‘Abd al-Raziq argumenta que el vínculo entre religión y política en el Islam no era esencial, sino más un fenómeno único de los días del Profeta Mahoma. La publicación de su libro causó una conmoción en el estamento religioso de Egipto; ‘Abd al-Raziq fue despedido de la Universidad al-Azhar, se le prohibió enseñar en cualquier parte y su libro «hereje» fue retirado de las bibliotecas.

Aunque el camino de reforma moderada de ‘Abd al-Raziq se vio, desafortunadamente, bloqueado y silenciado, la orientación fundamentalista del salafismo, tal como fue predicado por Rashid Ridha, ganó ímpetu. El movimiento de la Hermandad Musulmana, fundado en Alejandría, Egipto, en 1928, promovió el rejuvenecimiento del Islam con el espíritu del salafismo. La Hermandad Musulmana, bajo el lema «El Islam es la solución» ( al-Islam huwa al-hall ), hizo un llamamiento a que se adoptara la ley islámica como ley de a pie y a que Egipto fuera convertido en un estado islámico. Fue vehementemente hostil a los británicos, las autoridades egipcias y los judíos.

Originalmente, debería destacarse que la Hermandad Musulmana egipcia ha jugado un papel fundamental a la hora de diseminar el fundamentalismo islámico: el movimiento palestino Hamas, fundado en Gaza, es uno de sus vástagos. Ayman al-Zawahiri, representante de Osama bin Laden, fue en su juventud miembro de la Hermandad Musulmana, antes de unirse al movimiento de la Jihad Islámica egipcia.

El fracaso del pan-arabismo y ascenso del islamismo

Bajo la influencia de Occidente, el concepto moderno de nacionalismo echó raíces en el mundo árabe, asumiendo dos formas distintas: el nacionalismo local, definido por el país, y el nacionalismo pan-árabe, basado en la unidad del idioma y la cultura a lo largo del mundo árabe. El nacionalismo pan-árabe transciende así los límites de países árabes específicos, sosteniendo la unidad árabe como su meta última. Debido a la estrecha conexión entre la identidad árabe y el Islam, el nacionalismo pan-árabe tuvo un atractivo mucho mayor que la ideología rival del nacionalismo local (es decir, el egipcio).

Los intelectuales árabes seculares que buscaban modernizar sus sociedades se vieron arrastrados hacia una forma de identidad colectiva basada en el nacionalismo, en lugar de la religión. Las masas conservadoras podían igualmente identificarse bien con el nacionalismo pan-árabe, dado que conservaba bastante del legado islámico. El término umma, utilizado tradicionalmente para referirse a la nación islámica ( ummat al-Islam ), fue adoptado por los nacionalistas árabes para referirse a la nación árabe ( al-umma al -‘arabiyya ). Sus llamamientos a la jihad contra los enemigos de la nación árabe evocaban los llamamientos familiares a la jihad contra los infieles, dado que estos enemigos – ya fuesen judíos, ingleses, franceses o norteamericanos – eran en la práctica infieles. Así, el nacionalismo pan-árabe fue un vehículo apropiado tanto para los intelectuales modernos como para las masas aún religiosas.

Sin embargo, para los clérigos musulmanes que apoyaban a la Hermandad Musulmana en Egipto y Siria, el nacionalismo pan-árabe fue un adversario, y una vez que el Nasserismo y el partido Ba’th tomaron el control, se convirtió en un enemigo real.

El éxito e influencia del pan-arabismo alcanzó su clímax en los años cincuenta y sesenta. Durante esos años, el presidente egipcio Gamal ‘Abd al-Nasser dio a los árabes la sensación de que habían recobrado su lugar propio en la historia del mundo. Aunque Nasser en Egipto, como el presidente Hafez al-Assad en Siria, reprimían a la Hermandad Musulmana, los dos líderes se cuidaron de mostrar respeto por el Islam en público. Una fotografía muy conocida muestra a Nasser con su túnica blanca de peregrino, realizando el ritual de hajj (peregrinación a La Meca), obligatorio para todo buen musulmán.

La Guerra de los Seis Días de 1967, acompañada del colapso de la visión nasserista, fue un cataclismo para los árabes: una derrota absoluta, que naturalmente tuvo importancia religiosa. En lo que concierne a la Hermandad Musulmana y a otros islamistas, el colapso de los ejércitos árabes, aunque doloroso, era comprensible e incluso justificable. A sus ojos, era el castigo a los árabes por haber abandonado el Islam, y ofrecía una ventana de arrepentimiento y rectificación. Para los islamistas, el desastre militar de 1967 puso al desnudo la inutilidad del nacionalismo árabe secular, nasseristas y Ba’athistas por igual. La máxima «El Islam es la solución» era ahora proclamada con mayor fuerza. Las ideas y escritos de Sayyid Qutb, el líder de la Hermandad Musulmana, ahorcado por orden de Nasser el 29 de agosto de 1966, fueron ampliamente diseminadas.

Sayyid Qutb, que se había ganado cierta reputación como crítico literario en Egipto en los años cuarenta, era un adepto del nacionalismo egipcio, más que del nacionalismo pan-árabe. Sus escritos de la época tampoco muestran predilección alguna por la identidad islámica. Sin embargo, tras dos años y medio de estudios en Estados Unidos (de 1948 a 1950), Qutb cambió radicalmente su visión del mundo y se unió a la Hermandad Musulmana. Pasó nueve años (1955-1964) en la cárcel, bajo cargos de incitación subversiva, y tras otro encarcelamiento, fue juzgado y ejecutado por conspiración sediciosa.

Qutb escribió incansablemente desde su celda de la prisión; entre sus trabajos se cuentan un profuso comentario acerca del Corán, titulado Fi Zilal al-Qur’an («A la sombra del Corán»). Albergó un odio extremo contra los judíos, y no deja pasar oportunidad alguna de denunciar su omnipresente maldad y corrupción en sus comentarios. Acusó a los judíos de trazar un complot para tomar el mundo entero, haciéndose eco de los notorios Protocolos de los Sabios de Sión.

Qutb no sólo llamó a instituir la ley islámica, sino que también abanderó la jihad. Según Qutb, la jihadno debería emprenderse sólo contra los enemigos externos del Islam, sino contra sus enemigos internos, es decir, los mandatarios presuntamente musulmanes que son de hecho anti-islámicos. Como Rashid Ridha antes que él, se basó extensamente en los trabajos del académico del siglo XIV Ibn Taymiyya. Según Ibn Taymiyya, un gobernante musulmán que comete graves pecados o aplica leyes extranjeras (es decir, leyes no islámicas) no es mejor que un apóstata ( murtadd ) y debe dársele muerte. Así, emprender la jihad contra tales gobernantes es un deber religioso.

Qutb explica que los musulmanes de los tiempos modernos se encuentran a sí mismos, igual que el Profeta Mahoma y sus primeros compañeros hace unos 1400 años, en un ambiente pagano hostil – aunque vivan en un país ostensiblemente musulmán. La influencia maligna de la cultura occidental, con todas sus manifestaciones negativas – materialismo, permisividad sexual y explotación económica – ha generado una situación cultural y moral que definió como un nuevo Jahiliyya (es decir, barbarismo pagano), idéntico al estado de Jahiliyya que prevalecía antes del advenimiento del Islam.

Los Wahabíes

Para completar nuestra explicación de las raíces del islamismo actual, debemos remontarnos en la historia hasta mediados del siglo XVIII y volver nuestra mirada hacia el este, a la Península Arábiga, donde una corriente temprana de reforma islámica emergió unos 150 años antes del movimiento salafí de Egipto. En el oasis de al-‘Uyayna, en el corazón de Arabia, un joven académico musulmán, Mohammed ibn ‘Abd al-Wahhab (1703-1792), tras estudiar en Irak e Irán, llegó a la conclusión de que el Islam se había deteriorado y corrompido con toda clase de innovaciones prohibidas ( bida ‘) y añadidos extranjeros. Influenciado por los trabajos de su predecesor, cuatrocientos años antes, Ibn Taymiyya, creyó que para que el Islam recobrara su poder, los musulmanes debían adherirse a sus textos fundamentales – el Corán y el Hadith – y seguir el modelo de los «antepasados piadosos» ( al-salaf al-salih ). Formó una alianza con un gobernante local menor, Mohammed ibn Saud, fundador de la casa de Saud; así nació la unión entre el reino del desierto y el movimiento religioso que buscaba devolver al Islam su poder original.

No es coincidencia que ambos movimientos llamen al renacimiento islámico – los wahabíes del siglo XVIII y la Hermandad Musulmana egipcia del siglo XX – se basan en última instancia en la doctrina al-salaf al-salih de Ibn Taymiyya. Tampoco es ninguna coincidencia que encontremos la descendencia de ambos movimientos en la cúpula de al-Qa’ida: el saudí Osama bin Laden, producto de la educación Wahabí, y su representante egipcio, Ayman al-Zawahiri, que absorbió la ideología de la Hermandad Musulmana antes de unirse al movimiento egipcio de la Jihad Islámica.

El Islam fundamentalista de hoy

La toma de la embajada norteamericana y toma de rehenes por estudiantes iraníes el 4 de noviembre de 1979 fue un suceso celebrado por todo el mundo musulmán como una victoria del Islam sobre los infieles. Los estudiantes iraníes lograban humillar a la gran superpotencia norteamericana – una confirmación de la fe islamista en que si se actúa audazmente en nombre del Islam, los musulmanes podían derrotar a los infieles. El hecho de que ésta fuera una victoria de los chiíes, un grupo minoritario del mundo islámico, no le restó sentido al logro entre los musulmanes en general. En la gran división del mundo en dos bandos – creyentes e infieles – existía una solidaridad musulmana casi universal con el Irán de Jomeini.

Para el régimen saudí, sin embargo, el prestigio logrado por la Revolución Islámica de Irán suponía un problema. Después de todo, era la casa de Saud, la Defensora de los Dos Lugares Santos (es decir, La Meca y Medina), la que debería ser legítimamente la guardiana del verdadero Islam – es decir, el Islam sunní según la doctrina wahabí. Bajo su punto de vista, ellos eran los que merecían liderar el despertar islámico – no el hereje ayatolá chií Jomeini, a quien no consideraban mejor que un infiel. El aura religiosa de la casa de Saud era un bien político en el escenario pan-árabe e internacional, e incluso más dentro de su propio reino. Para preservar su estatus religioso, tenían que luchar por la primacía como paladines del Islam en todo el mundo. Era una lucha por el corazón y el alma de todos los musulmanes.

Por consiguiente, en respuesta al desafío que la Revolución Iraní suponía, los saudíes adoptaron un curso de acción dual: se embarcaron en la jihad contra la invasión soviética de Afganistán en 1979 e iniciaron una operación a largo plazo para la propagación del Islam. Con este fin, invirtieron billones de dólares en todas las organizaciones islámicas de caridad para construir mezquitas y seminarios religiosos ( madrazas ) en todo el mundo. Obviamente, estas madrazas y mezquitas eran territorios del wahabismo, diseminando la doctrina de Ibn Taymiyya. La propagación del Islam wahabí por el mundo sirvió también para un propósito interno, oponerse a las acusaciones de laxitud moral dirigidas contra el régimen saudí.

No sería una exageración decir que los últimos 25 años han atestiguado un proceso de «wahabización» del mundo. Aunque este proceso no puede cuantificarse, sus efectos son evidentes en las grandes comunidades musulmanas, desde Manchester a San Diego, desde Shangai a Oslo.

La debacle soviética de 1989 en Afganistán fue una gran victoria para el islamismo. Una década después de la revolución islámica de Jomeini en Irán, el Islam sunní triunfaba sobre el poder comunista infiel. La creencia norteamericana de la época era que habían manipulado con éxito el Islam para asestar un golpe a los soviéticos, pero para los islamistas esta era simplemente una batalla en el drama global que se libraría hasta la victoria final del Islam, que incluiría someter a Estados Unidos.

Una serie de operaciones terroristas durante los años noventa, apuntan en la dirección de la actividad islamista. Estos ataques incluyeron:

* 26 de febrero de 1993: Atentado contra el World Trade Center, Nueva York – seis muertos;
* Marzo de 1993: Asesinato de diplomáticos norteamericanos en Pakistán;
* Noviembre de 1995: Ataque contra la base militar saudí en Riad – decenas de muertos;
* Junio de 1996: Ataque contra las Torres Khobar, un complejo residencial para personal militar norteamericano, en Dhahrán, Arabia Saudí – decenas de muertos y cientos de heridos;
* Agosto de 1998: Ataque simultáneo contra la embajada norteamericana de Nairobi – 12 norteamericanos y 280 keniatas muertos – y la embajada norteamericana de Dar es- Salaam – un norteamericano y 10 tanzanianos muertos;
* Octubre del 2000: Ataque contra el USS Cole cerca de Aden – 17 marineros muertos y decenas de heridos.

El 23 de febrero, 1998, Osama bin Laden y cuatro de sus ayudantes, Ayman al-Zawahiri incluido, decretaron su «Declaración de jihad contra los cruzados y los judíos», una declaración de guerra santa a vida o muerte contra Estados Unidos y sus aliados. «Matar a norteamericanos y a sus aliados – tanto civiles como personal militar – es un deber religioso de cada musulmán que pueda, en cualquier país». [7] La importancia única de esta declaración descansa en el hecho de que bin Laden y sus asociados declararon esta jihad la obligación personal de cada musulmán en todo el mundo. Basaron su veredicto en las enseñanzas de autoridades musulmanas medievales, Ibn Taymiyya principalmente, afirmando que las circunstancias en las que los musulmanes se encuentran hoy garantizan esta decisión poco usual.

La jihad islamista tiene dos metas, ambas globales. Una de ellas es el derrocamiento de los regímenes malvados de los países musulmanes, porque sus líderes son musulmanes sólo en apariencia. Combatirlos es por esto una obligación religiosa, deponerlos, y establecer un régimen verdaderamente islámico en su lugar. El otro objetivo es emprender la guerra contra el poder infiel principal, Estados Unidos, y todos sus aliados.

Israel y los judíos son señalados en la declaración de jihad de bin Laden. Presenta la Guerra del Golfo de 1991 como una operación de «la alianza cruzado-sionista». Afirma más tarde que una de las metas de Estados Unidos en sus campañas en Oriente Medio es «ayudar al pequeño estado judío y distraer la atención del hecho de que ocupa Jerusalén y asesina a musulmanes».

La declaración de jihad de Osama bin Laden no es un documento aislado. Llamamientos similares – y hasta más radicales – son diseminados regularmente a través de sermones del viernes que son emitidos en directo por las televisiones árabes del mundo árabe y musulmán, e incluso de Occidente. Estos sermones incluyen exhortaciones a masacrar a judíos y norteamericanos, porque «Alá ha ordenado la matanza de infieles». [8]

Resumiendo, desde la perspectiva islamista, los musulmanes están en una guerra sin cuartel de jihad. Hemos visto cómo el encuentro traumático del Islam con la cultura occidental en el siglo XIX y a comienzos del XX condujo al ascenso del salafismo y, a la sazón, a la formación del movimiento de la Hermandad Musulmana y de otros grupos similares. También hemos visto cómo dos movimientos islámicos que emergieron con dos siglos de diferencia – la Hermandad Musulmana y sus vástagos, por una parte, y el wahabismo, por otra – comparten el padre espiritual de Ibn Taymiyya y se han unido en una guerra santa común, con intención de cambiar el mundo.

La ideología jihadista del Islamismo

El Islam y la jihad

El Islam se declara a si misma como la única religión verdadera revelada por Dios a través de profetas sucesivos, de los que los más prominentes fueron: Abraham, Moisés, Jesús, y finalmente Mahoma, el sello de los Profetas. La humanidad se divide así en dos – los creyentes, es decir, los seguidores del Islam, y los infieles, es decir, todos los no musulmanes – y queda implícito que toda la humanidad debe aceptar finalmente el verdadero credo de Alá, y es el deber de la nación islámica el propagar la fe y luchar por este objetivo. Entre los infieles, el Islam distingue dos grupos principales: idólatras o politeístas ( al-mushrikun ) y el «Pueblo del Libro» ( ahl al-kitab ), es decir, judíos y cristianos.

Los politeístas deben ser combatidos hasta que acepten la imposición del Islam o la muerte. Esto es impuesto por el Corán, en lo que se ha conocido como «el verso de la espada». [9] En cuanto al Pueblo del Libro, el Islam reconoce que judíos y cristianos han recibido la revelación divina y leyes divinas, pero sostiene que han distorsionado la palabra de Dios y las santas escrituras, y son así infieles. Sin embargo, debido a que han recibido revelación divina, se les da una elección que no está disponible para los politeístas: vivir como comunidad de siervos bajo el mandato y control del Islam ( ahl al-dhimma ). Se ordena a los musulmanes combatirlos hasta que escojan entre aceptar el Islam o pagar un impuesto ( Jizya ), que es tanto una precondición para ser dhimmis tolerados y protegidos, como una señal de su humillación. Esto está estipulado en el Corán en «el verso de la Jizya «. [10]

El mundo mismo se divide también en dos – la morada del Islam ( dar al-Islam ), región bajo mandato musulmán, y la morada de la guerra ( dar al-harb ), que se refiere a todas las tierras no conquistadas aún. Es un deber musulmán librar la jihad para incorporar estas tierras a la morada del Islam.

Para establecer el significado general del término jihad, basta examinar lo que se enseña hoy sobre este concepto en las escuelas árabes. Un libro de texto utilizado en undécimo curso en todos los institutos de Jordania y la Autoridad Palestina reza:

«Jihad es el término islámico equivalente a la palabra ‘guerra’ entre otras naciones. La diferencia es que la ‘jihad’ es [guerra] por la causa de objetivos nobles y exaltados y por la causa de Alá… mientras que las guerras de otras naciones son guerras del mal por la causa de la ocupación de territorios y captura de recursos naturales y otras metas materialistas y otras aspiraciones bajas». [11]

La jihad, al contrario de «los cinco pilares del Islam» – la declaración de fe ( shahada ), la oración, el ayuno, la peregrinación y el pago del zakat (tributo de caridad) – no es usualmente una obligación personal. La jihad es una obligación colectiva de toda la nación islámica y sólo bajo condiciones específicas, la jihad se convierte en la obligación personal de cada musulmán. Hay dos de tales circunstancias: cuando un gobernante musulmán declara la jihad, ésta se convierte en una obligación personal de aquellos a los que ordena tomar parte en la guerra.

También se convierte en una obligación personal cuando los no musulmanes atacan a musulmanes o invaden un país musulmán. Bin Laden y los adeptos del Islam fundamentalista afirman que ésta es la situación hoy: el Islam está bajo ataque, tanto física como ideológicamente. Los infieles – cristianos y judíos – invaden tierras del Islam: Arabia Saudí, Palestina y Chechenia. Por consiguiente, sostienen que emprender la jihad se ha convertido en una obligación personal de todos los musulmanes, dondequiera que se encuentren.

El Islam y la shahada (martirio)

La idea del auto sacrificio en la batalla por la causa de Alá ( shahada ) [12] está íntimamente vinculada. Cualquiera que fallezca en el curso de una guerra contra no musulmanes es un shahid (mártir), ya sea como consecuencia del combate activo o no. Cada musulmán, hombre, mujer o niño, cuya muerte sea consecuencia – directa o indirectamente – de las acciones de los enemigos del Islam es un shahid. Buscar activamente la muerte como mártir ( istishhad ) es especialmente encomiable.

El Corán promete al shahid una recompensa en el más allá. Esta fabulosa recompensa es descrita en detalle en varios versos, y está muy elaborada en la tradición islámica. La recompensa del shahid no es solamente la entrada directa al Paraíso, sin «el tormento de la tumba» ( ‘adhab al-qabr ) y sin esperar al Día del Juicio, sino también el privilegio de llevar 70 de sus parientes y amigos al Paraíso.

Este aspecto de la recompensa queda evidentemente patente en «la última voluntad y testamento» de Hanadi Jaradat, que llevó a cabo el atentado suicida de octubre del 2003 en el restaurante Maxim de Haifa. Este documento, publicado en la página web de la Jihad Islámica palestina, reza como sigue:

«En nombre de Alá, el Clemente y Misericordioso, que la paz y la palabra sean con el señor de la humanidad, nuestro señor Mahoma, que Alá le tenga en un seno y le de la paz.

El Exaltado dijo [en el Corán]: ‘No consideréis a aquellos que murieron por la causa de Alá como muertos, mejor como vivos, en presencia de su Señor’. [Corán 3:169] Verdaderamente las palabras de Alá son verdaderas.

«Estimada familia, a la que el Señor del mundo recompensará como Él nos prometió a todos en Su Libro Santo [con las palabras], ‘Dad alegres noticias a aquellos que perseveran’. [Corán 2:155] De hecho, Alá prometió el Paraíso a los que perseveran en todo lo que Él les ha traído – y qué buena morada es el Paraíso.

«Por consiguiente, que mi sacrificio anticipe la recompensa de Alá, alabado y adorado, para vosotros en el más allá. No debería ser demasiado valioso para sacrificarme por la religión de Alá. Siempre he creído en lo que se dice en el Santo Corán, y he anhelado siempre los ríos del Paraíso y ver la luz gloriosa de la cara de Alá. He anhelado todo esto desde que Alá me guió…».

La expresión «que mi sacrificio anticipe la recompensa de Alá» se repite cuatro veces en la carta de Jaradat – dirigida a la familia, sus seres amados, a su padre y a su madre.

Tras la muerte de un shahid, hay celebración en lugar de luto. La madre llora de felicidad, como en una boda, y se distribuyen dulces a los visitantes.

Para los occidentales, la jihade istishhad son fenómenos chocantes y absolutamente incomprensibles. En un intento por hacerlos inteligibles de alguna manera, muchos informadores recurren a explicaciones en términos comprensibles para un occidental moderno, afirmando que el terror islámico en Europa es la consecuencia de factores económicos y sociales, como la frustración, el desempleo o las penalidades económicas sufridas por la segunda y tercera generación de inmigrantes musulmanes en Europa.

Esta explicación, basada en conceptos familiares con el occidental secular, parece tener sentido y es por consiguiente aceptada fácilmente. Sin embargo, es absolutamente errónea. Cuando vemos los perfiles de los terroristas islámicos en Europa, Estados Unidos o de otra parte, vemos que no pertenecen a la población retratada en este razonamiento. Considérense los tres autores materiales del atentado del 11 de marzo del 2004. El líder, que se inmoló, era un inmigrante tunecino que asistía a una universidad española con una beca generosa del gobierno español y también poseía un negocio inmobiliario. Otro miembro del grupo, un inmigrante marroquí, poseía un negocio de telefonía móvil. Un tercer miembro, también marroquí, tenía un título en ingeniería química; un cuarto miembro era estudiante de arquitectura de Bosnia, que asistía a clase por una beca del gobierno español.

En consecuencia, la teoría de la «segunda generación frustrada» no explica este ataque o, de igual modo, cualquier otro ataque terrorista. ¿Cómo podría servir para explicar el ataque de abril del 2002 de Jerba, Túnez, el ataque de Casablanca de mayo del 2003, los ataques de Riad, o incluso el 11 de Septiembre?. De los diecinueve terroristas del 11 de Septiembre, ninguno era inmigrante frustrado o inmigrante de segunda generación; todos eran estudiantes árabes o profesionales (15 saudíes, tres egipcios y un libanés).

En otras palabras, sin reconocer que el sistema de fe islamista descansa en la raíz de todos estos actos terroristas, posiblemente no podamos entender la naturaleza de estos actos o los motivos de sus autores.

El terrorismo islamista se ha ganado la simpatía del mundo musulmán, pero el llamamiento islamista a la jihad universal sólo ha tenido éxito limitado. Todas las organizaciones fundamentalistas islámicas son clandestinas, y los regímenes árabes, en interés de la auto preservación, las combaten de varias maneras – incluyendo algunos intentos de deslegitimarlas desde el punto de vista religioso islámico. Tal deslegitimación, sin embargo, no es cosa fácil, porque la admiración por la primera generación del Islam – al-salaf al-salih – es compartida por todos los musulmanes, dificultando aún más el combate ideológico contra los islamistas, que invocan la autoridad de «los antepasados piadosos». Los regímenes árabes enfrentan una contradicción ideológica inherente: por una parte, sus fuerzas de seguridad combaten contra las organizaciones jihadistas, mientras por otro lado, las escuelas y mezquitas financiadas por el estado continúan diseminando la idea de la jihad por la causa de Alá.

El Islam moderado: comienzos valientes

El Islam moderado no es el diametralmente opuesto al Islam fundamentalista: el Islam moderado carece de doctrina sistemática alguna, y ninguna organización actúa en su nombre. Tiene un apoyo económico pobre y ningún apoyo gubernamental.

Mientras hay muchas voces musulmanas árabes moderadas hoy, aún es difícil trazar la estructura ideológica de lo que se podría llamar «la doctrina del Islam moderado.» Muy pocos de los que hablan en nombre de la reforma son clérigos musulmanes; la mayoría son periodistas o académicos. En consecuencia, es más exacto referirse a musulmanes moderados que a Islam moderado. Los reformistas se encuentran a sí mismos en un conflicto con dos frentes. Son amenazados y hasta atacados físicamente en ocasiones por los islamistas, y a veces son acosados o hasta perseguidos por los regímenes árabes debido a su crítica a la autocracia.

¿Qué opiniones son expresados por estos reformistas árabes?. Reivindican la democracia, los derechos de la mujer, y la libertad de expresión. Algunos critican la tendencia a construir teorías conspiratorias y a culpar a fuerzas externas (como el colonialismo o el sionismo) de todos los males de la sociedad musulmana árabe, una tendencia muy común en los medios de comunicación árabes y en el pensamiento político árabe.

Los críticos musulmanes del Islam fundamentalista se centran usualmente en sus acciones violentas – acciones que deshonran el Islam – pero para la mayor parte no responde a su fijación ideológica, y ciertamente no cuestionan el dogma de la naturaleza ejemplar de «los antepasados piadosos» ( al-salaf al-salih ). Hay, sin embargo, un número creciente de pensadores reformistas árabes que no dudan en tratar la crisis del Islam en el mundo moderno a su nivel más elemental. Las opiniones de cuatro de los reformistas más valientes y abiertos se destacan a continuación: [13]

Un clérigo anti-islamista es el jeque Dr. ‘Abd al-Hamid al-Ansari, ex-decano de la Facultad de Shari’a de la Universidad de Qatar. No sólo condena los crímenes de los talibanes, al-Qa’ida, y su prole, sino que también condena a sus homólogos clérigos y predicadores por su apoyo casi unánime a los poderes de la tiranía y del mal dentro del Islam y por su llamamiento a los jóvenes a ser voluntarios a la hora de emprender la jihad por los talibanes o por Saddam Hussein.

Gamal al-Bana (nacido en 1920), el hermano menor del fundador de la Hermandad Musulmana, Hasan al-Bana, fue una vez miembro de la Hermandad Musulmana, más tarde se convirtió en un líder laborista con puntos de vista socialistas. Hoy, habla sin miedo de la reforma religiosa, sosteniendo que los musulmanes hoy tienen el derecho – incluso la obligación – de reformular la ley islámica refiriéndose directamente a las dos fuentes fundamentales del Islam, el Corán y el Hadith, al tiempo que desecha totalmente la tradición entera de la exégesis y la jurisprudencia islámicas. En lugar de utilizar esta tradición, afirma, deberían interpretarse estas fuentes fundamentales según los dictados de la vida moderna y el sentido común. Según al-Bana, basarse en la tradición legal musulmana de 1400 años de antigüedad es un obstáculo para el progreso y se podría incluso decir que se opone a la intención original del Corán.

Otro musulmán moderado es el saudí Mansur al-Nuqeidan (nacido en 1970), que fue educado en un seminario religioso de Arabia Saudí y sirvió como imán de una mezquita de Riad. Como miembro de un grupo islamista, estuvo envuelto en actividades violentas; fue procesado por su papel en el incendio provocado de un videoclub y fue encarcelado durante varios años. Durante sus años en prisión, sufrió una profunda transformación ideológica y hoy es uno de los críticos más valientes del Islam fundamentalista. Al-Nuqeidan acusa al sistema educativo saudí de cultivar el propio terrorismo que el régimen saudí está combatiendo. Destaca la necesidad de separación entre la religión y el estado como condición previa a la verdadera reforma del mundo árabe. En una entrevista con el Financial Times, dijo: «Necesitamos un Ataturco». [14]

Shaker al-Nabulsi, quizás el más legible y sistemático en su acercamiento reformista, resumió los principios principales de su posición en un artículo reciente. [15] Afirma que el 11 de Septiembre marca un cisma en la historia del pensamiento islámico y árabe, y que la necesidad imperiosa de un nuevo pensamiento árabe liberal es una respuesta a este desafío crítico. Como si hablara en representación de Nuevos Árabes Liberales, al-Nabulsi remonta sus raíces ideológicas hasta los prominentes reformistas Afgani y ‘Abduh y otros pensadores árabes liberales posteriores.

Al-Nabulsi presenta su «manifiesto de Nuevos Árabes Liberales», enumerando sus líneas maestras. Entre sus exigencias fundamentales respecto a la religión están los llamamientos a la reforma de la educación religiosa «a la luz de la dominación del terrorismo religioso»; a combatir «todo tipo de terrorismo armado religioso pan-árabe, político y sangriento»; y a «someter los valores sagrados prevalecientes, tradiciones, legislaciones, y valores morales a escrutinio en profundidad». Rechaza la hostilidad hacia los no musulmanes como «el producto de las circunstancias políticas y sociales específicas que existieron hace 1500 años». Considera las leyes de la Shari’a como «dictadas en un momento y lugar específicos, y no como leyes de corte de la historia como los clérigos dicen». Afirma que el obstáculo para el pensamiento libre y el pensamiento científico hoy no es la religión tal como fue entregada al mismo Profeta, sino el pensamiento islámico como fue formulado por los teólogos y juristas musulmanes.

Se opone a la tendencia a rendir culto al pasado, haciendo un llamamiento a los árabes a liberarse a si mismos de su imagen ilusoria ideal del pasado en favor de un examen de la historia islámica «para poder entender el presente». Los nuevos reformistas, dice al-Nabulsi, deberían plantear todas las preguntas que evitan sus predecesores de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

En cuanto a la controvertida cuestión de si debería buscarse ayuda exterior para efectuar cambios, la posición de al-Nabulsi está clara: «no hay nada malo en pedir asistencia a fuerzas exteriores para vencer a la tiranía feroz, erradicar completamente el virus del despotismo, e implementar la democracia árabe a la luz de la incapacidad de la élite nacional y de los frágiles partidos políticos para derrotar esta dictadura e implementar tal democracia». Como precedente, cita el apoyo norte americano a Europa para combatir el Nazismo y el fascismo militar japonés de la Segunda Guerra Mundial.

Sobre el asunto del conflicto palestino-israelí, al-Nabulsi apoya una solución pacífica a través de las negociaciones, defendiendo la completa normalización de Israel, para beneficio de ambos bandos.

En lo que respecta a los derechos de la mujer, al-Nabulsi defiende la igualdad total, y hace un llamamiento «a la adopción del Código de Estatus Personal Tunecino de 1957, que se considera el modelo árabe ideal de emancipación de las mujeres árabes…»

Conclusiones

Resumiendo, el Islam fundamentalista, o islamismo, es una fuerza organizada con una doctrina legible y sin escasez de fondos. Sus adeptos son consumidos por una rabia enfurecida contra la cultura occidental, una creencia fanática en su misión, y la convicción inquebrantable de que ellos finalmente triunfarán. Esta es una fuerza que debe combatirse.

En contraste, los reformistas árabes no constituyen una fuerza organizada. Son individuos, a menudo aislados, con puntos de vista liberales divergentes. Muchos son perseguidos en sus países. Les falta apoyo político y financiero. Para que la reforma eche raíces en la sociedad árabe, Occidente debe escucharles, alentarles y apoyarles.

En pocas palabras, el Islam radical es una amenaza y un peligro; La reforma árabe ofrece posibilidades y esperanza.

* Menahem Milson es Profesor Emérito de Literatura Árabe en la Universidad Hebrea de Jerusalén y consejero académico de MEMRI. Este artículo se basa en una conferencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, el 31 de mayo del 2004.


[1] El término francés Islam intégriste es equivalente a «islamismo», que se ha convertido en el término aceptado para denotar el Islam fundamentalista.

[2] El Califa Abassid Al-Mutawakkil, a mediados del siglo IX, por ejemplo, ordenó que todos los cristianos y judíos que tenían el estatus de dhimmis, llevaran signos distintivos de vestir para humillarles y discriminarles, y les impuso restricciones adicionales. Los Murabitun (Almorávides) del siglo XI y los Muwahiddun (Almohades) del siglo XII en el norte de África y España persiguieron a los cristianos y a los judíos. A la inversa, bajo mandato otomano, los judíos y cristianos disfrutaron de relativa seguridad y tolerancia, a diferencia de las minorías en Europa por esa época.

[3] Ver MEMRI Despacho Especial No. 476 del 5 de marzo del 2003, ‘El Sermón de bin Laden para la Fiesta del Sacrificio’. El poeta citado es al-Tirrimah ibn al-Hakim al-Ta’i (660-743 DC).

[4] Obviamente, ya al principio del siglo XVIII, como resultado del acuerdo de Karlovitz de 1699, los otomanos no pudieron evitar notar que el equilibrio de poder entre los musulmanes y el mundo cristiano había cambiado contra ellos y que era necesaria una reforma en el sistema por consiguiente. En consecuencia, intentaron adoptar técnicas militares europeas. Sin embargo, la sensación de crisis no se extendió entre la élite musulmana hasta el comienzo del siglo XIX.

[5] Curiosamente, es precisamente el sufismo el que ha despertado el interés y la admiración de los occidentales, tanto entre los académicos del Islam como entre aquellos que buscan dar sentido espiritual a sus vidas.

[6] Corán, 4:3.

[7] Ver: www.fas.org/irp/world/para/docs/980223-fatwa.htm

[8] MEMRI Informe Especial No. 25 del 27 de enero del 2004, ‘La ideología islamista contemporánea que autoriza el genocidio’.

[9] «Después, cuando los meses sagrados hayan transcurrido, masacrad a los idólatras allá donde los encontréis, y hacedles cautivos, y sitiadlos, y dad cuenta de ellos en cada emboscada. Pero si se arrepienten y establecen el culto y pagan el zakat, entonces dejadlos libres. ¡Oh! Alá es misericordioso y piadoso [Corán 9:5]».

[10] «Combatid a aquellos que no creen en Alá ni en el Último Día, ni cumplen lo prohibido por Alá y Su Mensajero, ni reconocen la religión de la Verdad, los del Pueblo del Libro, hasta que paguen el Jizya, en señal de sumisión [Corán 9:29]».

[11] Al-Thaqafa al-Islamiyya (Educación Islámica), Ministerio de Educación, Autoridad Palestina, Ramala, 2003, p. 208.

[12] La Shahada, literalmente. «testimonio» o «dar testimonio», tiene dos significados: a) la pronunciación islámica de la fe; b) la «gran shahada «, auto sacrificio en la batalla por la causa de Alá, es decir, el martirio.

[13] Para ver cientos de documentos sobre reforma y reformistas en el mundo árabe y musulmán, véase el Proyecto de Reforma en el Mundo Musulmán del MEMRI, en: http://www2.memri.org/espanol/reforma.html.

[14] Financial Times, Semanario, 19 de julio del 2003, Pág. 22.

[15] Fue publicado en la página web liberal Elaph y en Al-Siyassa (Kuwait), Al-Mada (Irak), y Al-Ahdath Al-Maghribiya (Marruecos) el 22 de junio del 2004.

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