En un artículo el 13 de julio, 2007 en el portal liberal árabe Al-Awan, el poeta tunecino Basit Bin Hasan, quien es ex director del Instituto Árabe de Derechos Humanos con sede en Tunes, escribió que para algunos en la sociedad árabe el matar se ha convertido en una meta en sí misma, y que para combatir el fenómeno de los atentados suicidas y otras manifestaciones de desprecio a la vida humana, las sociedades árabes deben superar su «indolencia moral» y reconsiderar el significado de la vida y la muerte.

Lo siguiente son extractos del artículo: [1]

«La matanza de seres humanos con una violencia fría y calculada se ha convertido en una meta en sí misma»

«Esto está sucediendo en Irak, y en lugares cercanos a nosotros que ni siquiera imaginamos: los atacantes suicidas tienen como blanco los funerales de gente que fueron ellos mismos víctimas de anteriores ataques suicidas.

«De un solo golpe, y con extraña determinación, vuelan sus propios cuerpos entre los cuerpos de los que están vivos y los cuerpos de los que están muertos. En estos ataques tienen como objetivo no [sólo] las áreas de la vida; así como también el área que separa la vida del mundo por venir – el momento de la muerte y el luto. En este tipo de suicidios, ellos han unido el dar muerte a los que están vivos junto con el dar muerte a los que ya están muertos.

«Ellos perjudican nuestras concepciones morales de la vida y la muerte, y abren las puertas a un ‘nuevo’ tiempo – un tiempo de la nada, en donde los ataques suicidas se convierten en una trayectoria absoluta e ininterrumpida, divorciados de las metas históricas, y en donde la matanza de seres humanos con una violencia fría y calculada se convierte en una meta en sí misma.

«Así el dar muerte al que vive y al que ya está muerto en ataques suicidas que atentan a procesiones funerales es un fenómeno aterrador que hace vacilar a la mente, y qué, a estas alturas en la historia, llama a la atención penetrante intelectual y moral.

Nuestros intelectuales han recurrido a una lógica de justificación perpetua a los ataques suicidas

«Vale la pena vivir la vida? ¿Es la meta de la vida propagar nuevas y diferentes vidas y lograr una forma de felicidad colectiva en el mundo de los hombres? ¿O vale el hombre la destrucción de la humanidad a través de la destrucción de si mismo y de otros? ¿Y cuál es el lugar de la muerte en el camino al reconocimiento de la importancia de la vida?

«Muchas filosofías, ambas antiguas y modernas, han intentado considerar la política a través de estas cuestiones éticas fundamentales, [pero] nuestros intelectuales son especialistas en ignorarlas y marginalizarlas. Han persistido en sus débiles y monótonas discusiones de ataques suicidas y en haber recurrido a la lógica de justificación perpetua y tolerancia hacia lo intolerable.

«A veces, se basan a si mismos en un concepto absoluto de ‘resistencia’, sin ninguna reflexión profunda en los múltiples significados de este concepto y su especificidad histórica; en otras épocas, se basaban en si mismos en el hecho de que no existe una clara e internacionalmente aceptada definición de la palabra terrorismo… como si la ausencia de una definición a cualquier fenómeno dado pueda permitir el abrir las puertas de la absurdez moral…»

«El demonio en el hombre ha escapado de su botella»

«Los intelectuales árabes que han defendido los ataques suicidas, así sean abiertamente, o a través de una retórica furtiva y hábil, describiéndolos como un derecho absoluto que apunta a lograr metas políticas, no sólo han tomado parte en justificar crímenes de destrucción contra los seres vivientes; han también contribuido en mantener que [la pregunta del] significado de la vida y la muerte en nuestras sociedades no surja.

«La justificación de los ataques suicidas por intelectuales, quienes son considerados autoridades y a través de la autoridad del idioma y los medios de comunicación, han abierto las puertas del miedo que no se cerrarán antes de que nuestras sociedades sean llevadas a experimentar el significado de la nada y la eliminación en sus formas absolutas.

«[Ahora] todos podemos matar o ser muertos: el atacante suicida que se ‘resiste’ quien se ha movido del matar al enemigo a matar a todos; al político extremista, que se ha movido del combatir al que difiere políticamente de él a matar a la sociedad que discrepa con él; gente que mata a [otra] gente que intenta frenéticamente enfrentar las tragedias de la vida y [sus] estrechos apuros; y el estado, por sobre el que no existe vigilancia alguna y qué ha establecido un sistema para acechar a todos y asesinarlos, en instituciones que supervisan la vida diaria.

«Así el demonio en el hombre ha escapado de su botella, y todo se ha vuelto posible. El cuerpo humano, que solía estar gobernado por una memoria biológica que definió el camino desde el nacimiento hasta la muerte y por una memoria moral que definió el significado de su experiencia en la existencia, ha sido dejado en completa desnudez. Este se ha convertido en un cuerpo sin memoria, auto suficiente en si mismo, sin tener que luchar más por el gobierno de la memoria y zambullirse dentro de los riesgos de la vida, pero que más bien [existe] para destruirse así mismo y a otros. La destrucción se ha convertido en la vida del cuerpo y la absurdez que niega el significado de la vida y la muerte.

«Hoy día vemos que los ataques suicidas, los cuales nuestros intelectuales imaginaron fueron un medio temporal para lograr beneficio político, se han convertido en una institución propia fija, con su propia lógica particular, la cual es la muerte de toda lógica.

«El número de estos ataques se ha elevado en varios de nuestros países, y sus formas y métodos se han vuelto variados. Hombres y mujeres arrojan sus cuerpos despedazados sobre ejércitos armados con los últimos logros de la tecnología de armas destructivas. Los niños y los jóvenes son llevadas por los adultos a lugares dónde se matarán a si mismos y matarán a otros. Los inesperados atacantes suicidas atacarán cafés, hoteles, restaurantes, fiestas de compromiso, instituciones gubernamentales, los medios de comunicación, las mezquitas, iglesias, y medios de transporte.

«Ahora, los atentados son, a funerales, explorando regiones que nosotros ingenuamente ni imaginamos eran inexpugnables…. [Pero] algunos hijos de nuestras sociedades han transgredido todos los límites y han escrito en la tinta de sus cadáveres el terrible libro de la nada.

«La exteriorización del ego y al otro… es lo que hace cualquier crimen permisible»

«La exteriorización del ego y al otro, y el despojar a los seres de su humanidad, es lo que hace a cualquier crimen permisible, sin importar cuan horroroso o absurdo sea.

«Los atacantes suicidas se han, en este gran acto de exteriorización, convertido en nuevos dioses con el control absoluto sobre la vida y la muerte. Estos dioses negros, que han perdido sus lazos con la historia deciden, a través de la muerte de sus cuerpos lo cual ya no significa nada para ellos, el cuando y cómo las vidas de otros lleguen a un final.

«Ya no estamos más enfrentando a extremistas motivados por metas políticas y religiosas. Hemos entrado en una fase en que los atacantes suicidas narcisistas han ido más allá de las concepciones islámicas de la vida y la muerte.

«El fenómeno de los crecientes ataques suicidas y los grupos firmemente multiplicadores de atacantes suicidas es un apuro histórico que plantea graves cuestiones a la extensión de nuestro trato moral y responsable con los temas de la vida y la muerte en nuestras sociedades.

«Basta de esta locura destructiva»

«Enfrentados con el fenómeno de una matanza absoluta y una violencia que está barriendo a nuestras sociedades, algunos todavía están repitiendo que existen límites a la nada que nos rodea, y que nuestro deseo de [sobrevivir]… detendrá el colapso, y que una conciencia absoluta se elevará de nuestra oscura realidad y dirá ‘basta de esta locura destructiva’, y regresará el deseo de la sociedad por la vida…

«La tendencia destructiva a la que los ataques suicidas nos han llevado… es una entre varias otras manifestaciones que han tomado raíz en nuestras sociedades y que no son menos aterradoras…

«Estas manifestaciones, y otras [como ellas], solo nos conducen a una mayor preocupación que se ha establecido en lo que nosotros llamamos nuestras vidas – una preocupación sobre un futuro incierto, y una preocupación sobre nuestra incapacidad para definir las fuerzas que gobiernan nuestros destinos y decidir [los asuntos de] nuestra vida y muerte.

«Para comenzar a emerger del túnel [requiere] que confrontemos la indolencia moral general y abrir un diálogo a gran escala sobre el significado de la vida y la muerte en nuestras sociedades…»


[1] www.alawan.com, 13 de julio, 2007.