En un informe que fue puesto al aire el 21 de diciembre del 2007, Al-Arabiya Tv examinó cómo la vida en las prisiones americanas en Irak es principalmente controlada por miembros de Al-Qaeda. Según el informe, «algunas de estas prisiones se han convertido en fábricas para convertir a gente inocente en extremistas». Un ex preso declaró, «Cuando uno entra en la prisión, o te vuelves uno de ellos, o te matan».
A continuación se presentan extractos de testimonios de ex presidiarios en referencia a las condiciones en las prisiones.
Para ver este segmento de video en MEMRI Tv, visite http://www.memritv.org/clip/en/1650.htm.
«Algunas de estas prisiones se han convertido en fábricas para convertir a gente inocente en extremistas»
Jeque Abd Al-Jabbar Abu Risha: «La prisión Campamento Bucca se ha convertido en una escuela para los partidarios del takfir. Cuando alguien inocente entra en la prisión de Bucca, regresa convertido en partidario del takfir, como resultado de su contacto con ellos. Existen varios pupilos en esa prisión que se oponen a los partidarios del takfir, y los dos grupos están emprendiendo una guerra dentro de la prisión. Cuando alguien es liberado, no dice: ‘Gracias a Dios estoy libre’. Dice: ‘Gracias a Dios estoy libre de los partidarios del takfir allá'».
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Narrador: «La mayoría de los presos no sabe nada de la ideología extremista. Ya que la mayoría de ellos fue arrestado sin ninguna razón, Al-Qaeda tiene una buena oportunidad de reclutarlos».
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Reportero: No existen cifras claras respecto al número de detenidos en Irak. Las cifras oficiales están alrededor de 20,000, mientras las cifras extraoficiales oscilan entre 70,000 a 100,000. De vez en cuando, existen iniciativas para liberar a los detenidos, pero las difíciles condiciones de seguridad son usadas para justificar la política de ‘arresten ahora, e interroguen después’. Desgraciadamente, algunas de estas prisiones se han convertido en fábricas para convertir a gente inocente en extremistas. Observemos los testimonios de algunos ex detenidos, que han acordado compartir su experiencia en prisión con nosotros».
«Nosotros también oramos y vamos a la mezquita – aunque bajo sus puntos de vista, somos infieles»
Rahman Al-Kubeisi: «Ellos me llevaron desde Abu Ghureib, desde dónde estuve retenido durante un mes. Las condiciones en Abu Ghureib eran algo mejores que [en Bucca]. En Abu Ghureib, vi cosas extrañas también, como un Emir a cargo de la ley religiosa y un Emir a cargo de asuntos militares, una prohibición en el fumar, y muchas cosas como esas. Pero cuando fui transferido a Bucca, vi cosas que nunca vi antes, y nunca veré de nuevo.
«El ejemplo más simple es que si uno estuviese sentado en la puerta de la caravana o la tienda, junto a dos o tres personas – porque hacia frío, e intentaba tomar un poquito de sol – alguien vendría y te diría: ‘Entra’. Si preguntabas por qué, sacaría algún verso, o inventaría algo, junto a las frases de: ‘No te sientes junto al camino’. Si hacías lo que dijo – bien. Si no, cuando el sol se ocultaba… Tienen trajes amarillos, que llaman ‘suniat’… Les suben los cierres a los trajes, y llevan puesta otra ropa, que usan para cubrir sus rostros. Ellos vienen, te cubren con una manta, y te golpean con un garrote o una vara de hierro.
«Todo esto se hace debido a algo trivial, como el sentarse fuera, pero si ven a alguien fumándose un cigarrillo – le rompen los huesos. Durante 32 días, no me duché. La razón era que cuando llegué, sólo tenía muy poca ropa, y cuando uno tomaba una ducha, tenía que llevar puesta ropa larga, hasta las rodillas. Ésa era la situación. En las duchas de la prisión, había 20 duchas que rocían agua sobre uno, así que no tenía otra alternativa sino quitarse sus pijamas o pantalones, pero esto te metería en problemas, y ellos te romperían los huesos.
«Había un tipo que era originalmente de Tikrit. Él vino de Al-‘Auja, en la provincia de Salah Al-Din. Lo atacaron por una razón trivial. Después de todo, no es que somos infieles y ellos son musulmanes. No, nosotros también rezamos y vamos a la mezquita, aun así a su manera de ver, somos infieles. Porque este tipo era de Al-‘Auja, cerca de Tikrit en la provincia de Salah Al-Din, Fabricaron alguna historia sobre él, entraron, lo cubrieron con una manta, y le quebraron los huesos. En la prisión, hay grandes extensiones de piedras pequeñas en el suelo. Llenaron un calcetín con estas, y lo usaron para pegarle, hasta que le rompieron el cráneo, y murió.» […]
«Cuando uno entra en la prisión, o te vuelves uno de ellos, o te matan»
Al-Kubeisi: «Cuando entras en la prisión, o te vuelves uno de ellos, o te matan. Nuestro imam, que solía guiarnos en los rezos y daba sus sermones, fue maestro de estudios islámicos. Lo conocí en Al-Ramadi. Su nombre era Sheikh Adnan. La gente siempre intentaba protegerlo – y yo sé de lo que estoy hablando, porque estuve detenido en la celda No. 2. La gente intentó protegerlo, debido a que los partidarios del takfir habían emitido una condena de muerte contra él. ¿Por qué querían asesinarlo? Yo estaba en prisión para el momento cuando la constitución fue delineada. Cualquiera que no quisiese la constitución podía votar en contra de esta. Nadie te obligaba a que votaras ‘sí’. Él dijo que todos debemos votar según sus convicciones, y se negó a emitir un fatwa contra esto. En Bucca, uno necesita un fatwa hasta para beber agua».
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Al-Kubeisi: «Un detenido de Al-Ramadi, de la región Al-Sufiya, entró en el retrete. Los retretes son pequeños y hechos de plástico. Son del tipo kuwaití, con los dos pasos que uno necesita subir. Así que entró en el retrete con su pie izquierdo… Perdón, con su pie derecho. Hicieron un gran alboroto, y le rompieron las piernas. Ellos dijeron: ‘Cómo te atreves a poner pie en el retrete con tu pie derecho?’ La prisión de Bucca es puerto seguro para los partidarios del takfir. Las fuerzas de la coalición no intervienen allí, a menos que, por ejemplo, una celda entera sea incendiada – nuestra celda fue incendiada – o en el caso de un asesinato. Sólo entonces hacen llegar ellos al escuadrón de protestas para tomar el cuerpo. Nadie se atreve a decir quién fue el asesino. A menudo, nosotros mismos no lo sabríamos, porque se cubrirían los rostros».
Con espadas y dagas, «pueden cortarte las manos o la cabeza»
Al-Kubeisi: «Ellos tienen muchas capacidades. Tienen espadas. Al principio, me reiría cuando me decían que un duelo de espadas tuvo lugar en cierta celda. Pero luego vi con mis propios ojos – las espadas y los cuchillos. No sé cómo las hicieron o las consiguieron, pero éstas eran verdaderas espadas de hierro. Algunos dicen que las hacen de los ductos de aire allí. Teníamos un sistema refrigerante con ductos de aire. Algunos dicen que rompen pedazos, los afilan, y hacen las espadas. Uno consigue espadas como las verdaderas, y las usan para matar».
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Ex presidiario del Campamento Bucca: «El padre de uno de ellos fumaba, pero su hijo no. Fumar estaba prohibido allí, y trataban a cualquiera que llevara consigo un paquete de cigarrillos como si estuviera cargando una botella de ‘arak. El hijo le dijo a su padre que dejara de fumar, y el padre dijo: ‘Cómo puedes pedirme que deje de fumar cuándo estoy metido en tal problema? El fumar me ayuda a aliviar un poco la presión psicológica’. El hijo insistió, un argumento se desarrolló, y el hijo acusó a su padre de herejía. ¿Qué le hacen a un hereje ahí? El hijo llamó al Emir, que le dijo al [padre]: ‘Cometiste herejía’. El padre juró que no. El Emir decidió que debía ser golpeado 800 veces con un zapato. El Emir era tan despreciable que decidió que el castigo debería ser llevado a cabo por el más cercano a él, y su hijo dijo que él lo haría. Delante de aproximadamente 250 personas, ató a su padre a la caravana, y lo golpeó 83 veces con un zapato. El padre gritó: ‘Mi hijo, esto no es lo que nuestra religión ordena’, pero le pegó 83 veces hasta que todo su cuerpo se tornó rojo de sangre».
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Abu Nur: «Cuando llegué a Bucca, el escuadrón de anti-protestas entró. Excavaron en la tierra y sacaron las espadas – cada espada de medio metro o de un metro de largo. Espadas y dagas. Las usaban contra ex policías o miembros de la tribu de Abu Risha. Al comienzo, [Al-Qaeda] estaba combatiendo a la tribu de Abu Risha. Cuando estuve allí, oculté mi verdadera identidad. No dije que yo era de la tribu Abu Risha, porque había una guerra en contra de nosotros. En cualquier momento, de 12 a 16 hombres enmascarados podrían entrar en la caravana. Vendrían tarde por la noche, mientras todos estábamos dormidos. En cada caravana, había 26, 28, o 30 hombres. En cada celda, había 30 caravanas. De 12 a 16 hombres vendrían. Ocho resguardarían la puerta, y los otros entrarían con las espadas y dagas. Conseguirían sostener al tipo y llevarían a cabo el castigo. Le cortaban las manos o la cabeza. Había un funcionario de Tikrit. Le clavaron una estaca en la cabeza, matándolo al instante».