Por: Alberto M. Fernández

Gran parte de la reciente cobertura mediática de la nueva administración Trump posee un aire de histeria al respecto. Los bárbaros aparentemente están ante la puerta y en realidad están tomando su parte en el relevo, las luces se apagan en los Estados Unidos y están siendo reemplazadas por la oscuridad. Esta hipérbole parece extenderse por todas partes, incluyendo el especular sobre el curso futuro de la política exterior estadounidense y el funcionamiento del Departamento de Estado.

La cobertura sobre el Estado ha incluido algunas piezas ingenuas (o intencionalmente mal informadas) sobre la Administración entrante exigiendo que los embajadores políticos designados se marchen a más tardar el Día de la Inauguración y el equipo de transición Trump solicitando detalles sobre programas y personal relacionados a la lucha contra el extremismo violento o a temas relacionados con los sexos.[1] La mayor parte de esto ha sido presentado de maneras que parecen ser tanto alarmistas como a menudo ignorantes a la forma en que el gobierno funciona realmente y de cómo funcionan las administraciones entrantes.

Los funcionarios anónimos del servicio exterior no se han dado a sí mismos favores presentándose a través de varios medios de comunicación como delicadas flores de invernadero con sentimientos fácilmente heribles o como demócratas liberalmente monolíticos[2]. Esto parece ser una escueta caricatura del Servicio Exterior que una vez tuve la oportunidad de conocer.[3]

Una de las piezas más equilibradas y expansivas sobre el futuro estado de la diplomacia estadounidense bajo el Presidente Trump apareció en el portal de la revista Politico el 18 de enero, 2016.[4] A pesar de que este artículo estuvo mejor documentado que otros, también comenzó con un giro alarmista en el que una reestructuración del Departamento de Estado por parte de Trump con el fin de centrarse más en el área de contraterrorismo «pudiera reducir drásticamente el tiempo y los recursos dedicados al cambio climático, la promoción de la democracia en el extranjero y otros programas vistos como prioridades liberales».

No poseo una bola de cristal para saber qué es lo que la administración Trump realmente intenta hacer, pero el repensar sobre el Estado pudiera ser una idea muy buena y la mayoría de las ideas mencionadas en el artículo de Politico tienen en realidad sentido común. Desde hace ya mucho tiempo que el Departamento de Estado debió haber sido seriamente reevaluado, algo que se habló, pero que en realidad nunca se hizo bajo los dos nombramientos del Presidente Obama, Hillary Clinton y John Kerry. Ambos candidatos presidenciales fracasados a menudo parecían estar más preocupados por hacer grandes gestos de gran ambición, en lugar de centrarse en hacer más eficiente y enfocado el Departamento, dadas las realidades presupuestarias y políticas.

El enfoque general de los posibles cambios incluye un mayor énfasis en el área de contraterrorismo, reforzar las funciones de inteligencia del Estado (INR) y optimizar su función de refugiado (PRM), recortando a los enviados especiales y a aquellos con «prioridades liberales».

La idea parece ser en concentrarse en menos cosas, pero en las más importantes y esto es algo que debería ser acogido por los esforzados y sobrecargados diplomáticos estadounidenses, a menudo encargados en el pasado por Washington con lo último del entusiasmo progresista en boga. Recuerdo a un destacado funcionario de carrera que trabajó en África que se me quejaba en el 2014 ante un énfasis excesivo y politizado en la promoción de una agenda de defensa liberal en el continente que se distraía de las prioridades políticas que implicaban la guerra y la paz. El hecho de que el Departamento esté encargado de hacer demasiado lo que es marginal al trabajo fundamental de la diplomacia sólo ha subrayado la desventaja burocrática del Estado sobre entidades más grandes y mejor dotadas de personal y financiadas como por ejemplo el Departamento de Defensa.

En cuanto al cambio climático, esto es algo que tanto el Secretario Kerry como el Presidente Obama destacaron, por supuesto, pero que realmente involucró a muy pocas personas y oficinas en el Departamento. De hecho, algunos consideraron que este enfoque de lo general a lo particular sobre el cambio climático era algo así como una distracción del trabajo inmediato de diplomacia tradicional que involucraba las relaciones bilaterales y los desafíos políticos y de seguridad que enfrentamos en todo el mundo. Los altos funcionarios involucrados en áreas del mundo en llamas se miraban nerviosamente mientras Kerry se tornaba lirico sobre el aumento de las aguas en los mares.

También en juego se ve un mayor enfoque sobre el desafío del Islam radical.[5] Esto también se necesito, ya que la dimensión ideológica del salafismo-yihadismo y sus rivales supremacistas islámicos ha sido ignorada a menudo por el gobierno (no sólo por el Estado) y particularmente por la administración Obama.

La paciencia del presidente saliente al hablar sobre este tema se ha filtrado a menudo en las filas, a una cultura de corrección política y de inercia que aparentemente apuntaba más a complacer a los grupos progresistas que a influir sobre la audiencia pública musulmana extranjera. Varios contactos una vez me dijeron que utilizar palabras tales como «yihad» y «yihadismo» era algo mal visto, si no algo realmente prohibido, en el 2015-2016 en mi antigua oficina del Estado que se ocupaba del reto propagandístico de los yihadistas.

La pregunta más amplia a realizar es quizá si el estado puede aprender a «realizar ideologías», no sólo islamismo y yihadismo, de una manera inteligente y efectiva que tenga sentido dado los conocimientos y el presupuesto disponible en Foggy Bottom (antiguo vecindario en la ciudad de Washington). Reconocer la dimensión ideológica del problema y tratar de abordarlo es un paso en la dirección correcta, pero también es fácil ser grosero y torpe en una tarea tan altamente delicada.

Hay, por supuesto, muchos musulmanes árabes que claramente ven que existe un conflicto ideológico en el mundo musulmán y MEMRI ha documentado y traducido su valiente y continua lucha durante años.[6] Esto debería haber sido obvio para el gobierno hace mucho tiempo.

El articulo en la revista Politico parece implicar que la gente que apoya a Trump también puede tener una visión muy pobre sobre Diplomacia Pública (DP), descrita en el artículo como el «promover las artes y la cultura de los Estados Unidos» o «promover las artes y los grupos minoritarios». Esto realmente no es todo lo que la DP hace, pero es una descripción precisa de lo que a veces es destacado por el liderazgo político de la DP y que casi siempre ha sufrido consecuencias. Ciertamente, se espera un largo y duro examen a la labor de radiodifusión de la USG y la de los «Buros de la DP» en el Estado (ECA, IIP, PA), aunque esto represente solo una muy pequeña parte del presupuesto general del Departamento. No faltan estudios sobre el cómo «reformar» la Diplomacia Pública. Pero encontrar y perfeccionar «lo abstracto» de la DP es una necesidad en una época en la que gobiernos tales como Rusia y terroristas como el Estado Islámico (EIIS) utilizan la propaganda de manera efectiva y creativa para promover sus intereses[7].

Algunos liberales internacionalistas han expresado su preocupación de que un Departamento de Estado dirigido por Rex Tillerson no resista lo suficiente a la causa de los derechos humanos (la misma multitud, por supuesto, ha sido bastante silenciosa sobre los abusos de derechos humanos en Cuba, increíblemente representados como un «logro» de la administración Obama)».[8] La preocupación por los derechos humanos también ha motivado críticas por parte de los republicanos no liberales tales como el senador Marco Rubio en las audiencias de confirmación de Tillerson.

Pero incluso aquí, sin descartar masivamente la defensa de los derechos humanos, es posible que haya un replanteamiento cuidadoso y pragmático. Hay mucho en este campo que a veces parece ser burocrático y reactivo, sin tener en cuenta los intereses globales de los Estados Unidos. Por ejemplo, el prohibir, por motivos de derechos humanos, la venta de artículos de doble utilización – tales como helicópteros civiles puede hacer que la comunidad de defensores se sienta mejor, pero puede perjudicar los negocios y empleos estadounidenses y no sirve de mucho si el país en cuestión puede obtener artículos similares de China o Francia o Brasil. Y combatir el flagelo ideológico del salafismo-yihadismo es también un golpe muy duro para los derechos humanos y un servicio a la humanidad.

Es totalmente posible que un nuevo liderazgo dentro del Estado pueda no ser capaz de implementar una ambiciosa agenda de reformas en la primera agencia federal creada por George Washington en 1789. Ellos, puede no estén a la altura del desafío, o una burocracia atrincherada puede sofocar un cambio. Y el cambio mismo puede hacerse mal o ser contraproducente. O toda una gama de crisis de corta duración, largamente descuidadas, pueden consumir todas las energías del nuevo equipo de política exterior. Sin embargo, un reajuste en el Departamento de Estado es un esfuerzo que vale la pena intentar, para hacerlo más eficiente y más centrado en temas centrales, en intereses nacionales y amenazas inminentes, en lugar de buscar rehacer el mundo a la imagen de la elite del pasadizo Acela.

*Alberto Fernández es Vicepresidente de MEMRI.

[1] CNN.com, 24 de diciembre, 2016.

[2] Afsa.org/notes-new-administration, consultado el 23 de enero, 2017.

[3] Dailycaller.com, 16 de enero, 2017.

[4] Politico.com, 18 de enero, 2017.

[5] MEMRI TV Clip No. 5845, Investigador egipcio Tareq Abu Al-Saad: Las instituciones islámicas oficiales en todo el mundo árabe e islámico crean terreno fértil para el extremismo, el EIIS realiza la cosecha, 8 de diciembre, 2016.

[6] Véase Proyecto Reforma en MEMRI.

[7] Providencemag.com, 7 de septiembre, 2016.

[8] LAtimes.com, 12 de enero, 2017.