Fawzia Zouari, feminista tunecina, autora, y periodista que reside en Francia, escribió un artículo que marca el 50 aniversario del código de estatus personal progresivo de Túnez, que fue promulgado en 1956 seguido a la independencia.

Lo siguiente son extractos de su artículo: [1]

«Estoy orgullosa de ser tunecina, orgullosa de haberle dado la espalda a siglos de oscuros harenes

«… Me siento lejos de mis hermanas ‘árabes’. Digo esto francamente y sin evasivos. Estoy orgullosa de ser tunecina. Orgullosa de haberle dado la espalda a siglos de oscuros harenes y a primos opresivos. Orgullosa de no viajar con un pasaporte estampado con las expresiones ‘Primera esposa’, ‘Esposa enésima’. Orgullosa de ya no expandir mi energía en intentar evadir la vigilancia de los hombres y en intentar robar unas migas de libertad. Orgullosa, sobre todo, de tener la ley de mi lado.

«Éste es de hecho el gran logro de la mujer tunecina: una ley que la protege contra la arbitrariedad masculina y la reconoce como una persona completa.

«Mientras es cierto que otras mujeres en el mundo árabe tienen muchos derechos, les faltan las leyes [eso les permite] decirlo. Mientras es indiscutible que ellas han hecho su entrada en la arena pública, uno teme que esta presencia sea nada más que una fachada. Yo, como tunecina, soy cauta de las atenuadas libertades y de vestirme viendo vitrinas».

«Enfrentadas con… argumentos [de que las mujeres del Golfo son liberadas], yo siempre saco mi arma tunecina: la ley, el recurso legal»

Todavía, a veces la gente me dice: ‘No te equivoques, las mujeres en el Golfo quizás puedan colocárseles el velo, pero se liberan tan pronto salen de sus países. Ellas son menores de edad ante la ley, pero hacen lo que les venga en gana’.

«Enfrentadas con estos argumentos, siempre saco mi arma tunecina: la ley, el recurso legal.

«Cómo puedo yo creer en la emancipación de las cantantes del Medio Oriente, aun si se menean medio desnudas, cuándo yo sé que nada las protege de la poligamia? ¿Cómo puedo yo permitir que me convenzan cuándo uno habla de la libertad de una mujer que es despojada de toda iniciativa pública, del derecho a votar, del derecho a conducir un automóvil?

«Tal mujer podría ser la propietaria de edificios en las avenidas más grandes del mundo. Ella podría coquetear con impunidad detrás de su balcón cerrado [moucharabieh]. [2] No obstante, permanece siendo una menor de edad.

«A esta artimaña que algunas personas han encontrado, por lo cual dan sus ‘segundas mitades’ de falsos pasaportes de libertad, yo digo que ‘no’, mil veces ‘no’. Para la ley, no puede haber ya ninguna cuestión en relegar una esposa a un segundo rango, ni de impedirle a una mujer casarse con el hombre de su escogencia, ni de repudiarla, ni mencionar echarla a la calle, en el caso de un divorcio».

«La modernidad de Túnez es… en este arsenal legal que… le otorga a cada mujer… la ciudadanía»

«La modernidad de Túnez está precisamente en esto: en este arsenal legal que preserva los logros, bloquea el fantasma de retroceder, y le da a cada mujer un certificado de… ciudadanía.

«De hecho, la verdadera revolución tunecina, qué supo como poner fin a la actual ‘gran disputa’ en el mundo musulmán acerca del estatus de las mujeres, habría instituido un código de estatus personal incomparable, en favor de las mujeres, medio siglo por delante de su época! En estos tiempos de fundamentalismo, es importante saludar a esta revolución silenciosa y a esta Túnez vanguardista.

«Cierto, la gente me dirá que en mi país la mentalidad masculina no siempre ha sido perfecta. Ellos apuntarán al resurgimiento del velo en las calles y bulevares de Túnez, junto con la apariencia de una nueva raza de cortesanas, que no se preocupan en lo absoluto por su condición. Pero yo no dejaré de creer que reconsiderar los logros pasados esta fuera de contexto».

«En Túnez, las mujeres se han vuelto tal como cualquier hombre»

«En Túnez, las mujeres se han vuelto iguales que cualquier hombre. Ellas han conquistado cada sector y cada puesto. Llevan puesto los pantalones dentro de [sus casas, y también] fuera de estas. Mantienen sus hogares y quieren a sus hijos [además de sus carreras.]

«Como prueba de este punto, yo estaba el otro día con mi peluquero. Una mujer de Libia con el velo puesto entró. Ella le aconsejó a la empleada tunecina, que se quejaba de estar cansada: ‘Has tal cual como yo’. [Ella contestó] ‘Referente?…’ ‘No trabajes. Encuentra a un marido que te mantenga, y vive la buena vida’. La indignada tunecina respondió, ‘Qué vida? No la vida real, con toda seguridad!’

«O tomen como ejemplo a la directora de la oficina de Telecom en Hammamet, que controla a sus empleados con puño de hierro, sin que nadie pueda reprocharla. Ella dice que el mantener esta antigua posición no le sorprende ya a nadie. Ella lo disparó, contemplativamente: ‘Existe la distancia de una civilización entre nosotras y otras mujeres en el mundo árabe’. Las civilizaciones no llegan simplemente del pasado; también deben ser construidas!»

«Mujeres tunecinas, que están acostumbradas a la libertad, no retornarán al hogar»

«De hecho, qué mujer tunecina aceptaría en el futuro dejar sus sueños de una carrera y la libertad? ¿Qué padre tunecino pensaría en no enviar a su pequeña a la escuela? ¿Qué esposa podría verse a si misma metida en su casa comiendo una delicia turca?

«El juego está servido. Hombres, mis queridos amigos, es demasiado tarde. Mujeres tunecinas, que están acostumbradas a la libertad, no regresarán al hogar. Ellas, que han aprendido a aventarse su propio destino al futuro de su país, no permitirán ser intimidadas por las sirenas del puritanismo, aun si triunfe en otra parte en las tierras del Islam. Aquéllos que mostraron el camino hace ya un siglo no tienen derecho a defraudar. A la cabeza de la procesión, las guías no tienen el derecho de retroceder, ni de tener ninguna duda sobre su destino, y menos retroceder en la historia».


[1] Revista de África (Francia), agosto-septiembre del 2006.

[2] Un moucharabieh es un balcón enrejado desde donde un observador puede observar la calle sin que sea visto.