Gevorg Mirzayan, prolífico columnista, experto en temas del Medio Oriente y profesor en la Universidad Financiera de Rusia, criticó tal como se esperaba la reunión realizada en Liverpool entre los días 10 al 12 de diciembre del presente año 2021 de las cancillerías del G7 por su irresponsabilidad e irrelevancia. Incluso cuando participaron en postularse sobre quién pudiera ser más anti-ruso, los cancilleres no pudieron presentar sugerencias concretas para implementar sus declaradas políticas, aunque erróneas. Si Mirzayan hubiese terminado allí, su artículo de opinión se parecería a la línea enunciada por innumerables otros suplentes en el Kremlin. La escasez de liderazgo afecta no solo al G7 del cual Rusia ha sido excluida, sino también a los BRICS y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde Rusia posee cierta influencia. Dada la incapacidad de los líderes de hoy para tomar decisiones verdaderas y pragmáticas, el mundo descenderá de nuevo hacia el regionalismo o hacia «una espiral ingobernable de crisis y conflictos regionales». En otras palabras, Mirzayan no se siente satisfecho con lo que este percibe como la bancarrota del liderazgo occidental y de otros países, porque todo esto le priva a Rusia de interlocutores serios, que pueden actuar de manera creíble como una junta directiva global junto a Rusia.
El análisis de Mirzayan puede leerse a continuación:[1]
“Los chinos una vez llamaron a las reuniones del G7 ‘la’ cumbre de los selfies’. Naturalmente, muchos en Occidente estarían en desacuerdo con dicha tesis. Los expertos y periodistas perciben al G7 como, si no es el gobierno global, al menos es percibido como la junta directiva global. Este es el organismo que dirige a nuestro mundo hacia un futuro grandioso y brillante. Sin embargo, tal como dice el Evangelio, «Por sus frutos los conoceréis». El G7 no posee frutos, es un cero a la izquierda.
«Los días 11 y 12 de diciembre, los cancilleres de los estados miembros del G7 se reunieron nuevamente en Liverpool. Al parecer, deberían haber discutido la lucha contra el coronavirus, la cooperación en el tema de la vacunación mundial, la reconstrucción económica posterior a la pandemia, la crisis energética europea y superar las diferencias ideológicas entre las grandes potencias. Sin embargo, la cumbre del G7 deliberó sobre el cómo contener a China y lo más importante, a Rusia.
“Si uno observa los titulares de los medios de comunicación en Occidente, da la impresión de que los líderes de los estados miembros del G7 han organizado una competencia sobre quién hablará con más dureza ante la ‘inadmisibilidad de la agresión rusa contra Ucrania’. Y no solo más duro, sino que al hacerlo compitieron en quién será más irrelevante en las medidas específicas a ser introducidas contra Rusia (porque no lo decidirán los ‘6 pequeños’, sino los Estados Unidos).
«Tal contienda es irresponsable no tanto porque los líderes del G7 atemorizan al mundo con historias de horror, sino porque ellos mismos convierten estas historias de horror en realidad. Esto no es que Moscú se cansará de recibir acusaciones sin sentido y en principio hará cosas para que lo insensible tenga sentido. Kiev, simplemente, pudiera aprovechar la situación, atacar Donbass y recibir la entrada de las tropas rusas en represalia al DNR y LNR con el fin de proteger a los ciudadanos rusos y luego dirigirse a los socios occidentales de Ucrania. ‘Bien, ustedes prometieron actuar en caso de que ocurriese una agresión rusa, ¿no? Aquí les tenemos la agresión, actúen.
«Error dentro de un error
«Si los líderes responsables se hubiesen reunido en el G7, el tema ucraniano sonaría muy diferente. Primeramente, se hubiese trabajado en los errores. Según la portavoz de la cancillería de Rusia María Zakharova, se han acumulado bastantes errores». Estos incluyen: ‘Interferencia en los asuntos internos de Ucrania, lo que ha llevado a una división fatal en la sociedad; anulación manual de los procesos en alternancia de poder, que terminaron en un golpe de estado anti-constitucional (la descripción oficial rusa de las manifestaciones de Maidan en el año 2014); la falta de voluntad para ejercer influencia o, para decirlo simplemente, trabajar con Kiev con el fin de implementar las disposiciones en los acuerdos de Minsk, los cuales daban esperanzas de llevar el conflicto interno de Ucrania a una vía de negociaciones; traspasando la responsabilidad del trabajo fallido en Ucrania a Rusia’, dijo Zakharova.
«La situación en torno a Nord Stream 2 y el sector energético europeo en su conjunto es muy similar. En lugar de admitir sus propios errores en la forma de interrumpir los proyectos energéticos rusos y pedir una certificación más rápida posible de Nord Stream 2, las partes al G7 participando en una especie de ‘selfies de halcones anti-rusos’. Por ejemplo, la secretaria de Relaciones Exteriores británica Liz Truss (la misma persona que posó en un tanque que pasaba cerca de la frontera ruso-estonia) instó a desplegar todos los esfuerzos para que ‘las naciones europeas libres puedan tener alternativas al gas ruso’.
«Y todo esto a pesar del hecho de que Gran Bretaña ha hecho todo lo posible para garantizar que no exista tal alternativa. Después de todo, fue Londres (junto con París) quien destruyó el régimen de Muammar Gadafi en Libia, convirtiendo las tierras libias en un lugar de inestabilidad y por ende, redujeron drásticamente la fiabilidad del suministro de gas a la Unión Europea. Es Londres el que apoya activamente las iniciativas en política exterior del presidente turco Recep Erdogan, quien está tratando de hacer de Turquía un país de tránsito para todos los suministros de gas que sirven como alternativas al gas ruso dirigido a la Unión Europea desde la dirección este. Este se esfuerza no solo por recibir ingresos por tránsito, sino también por utilizar su postura con fines políticos.
«La colega alemana de la Sra. Truss Annalena Baerbock no se quedó atrás en su relato imaginativo. El canciller de Alemania (el país líder de la Unión Europea y al mismo tiempo, el principal beneficiario de Nord Stream 2) habló sobre el negarse a certificar el gasoducto, en caso de un «ataque ruso a Ucrania». Aparentemente, estas palabras fueron de gran sorpresa para el canciller alemán Olaf Scholz, quien (véase los argumentos antes mencionados sobre el ‘líder de la Unión Europea’ y ‘beneficiario’) generalmente evitaba vincular el destino del NSP2 a una posible guerra en Ucrania.
No existen reemplazos
“La lista de temas principales y el estilo de su discusión demostraron que el G7 ya no puede ser percibido ni siquiera como una ‘junta directiva’ nominal. En el mejor de los casos, se trata de un club de entretenimiento, en el que los jubilados políticos se reúnen para tomar una taza de café y compartir sus fantasías y temores sobre la realidad que los rodea. En este sentido, surgen dos preguntas muy típicas rusas: «¿quién tiene la culpa?» y ‘¿qué debe hacerse al respecto?’
«En cuanto a ‘¿quién tiene la culpa?’ todo está muy claro. Los problemas del G7 no radican tanto en la fuerza de los países no miembros del G7, como en la debilidad de sus verdaderos miembros. Esa debilidad no es de los países mismos, sino de sus líderes. Los estados europeos hoy día están gobernados por políticos extremadamente indecisos, capaces sólo de gestionar un sistema en funcionamiento, pero que no tienen la habilidad de «gestionar una crisis» (por lo que los líderes europeos de los años 70, 80 e incluso 90 fueron famosos).
«Estos políticos criados en las décadas de los años 1990 y 2000 (en un mundo unipolar no competitivo, donde Estados Unidos decidió todo para todos), temen demostrar responsabilidad y aún más el tomar decisiones pragmáticas innovadoras. Llegó el momento en que los deseos en política exterior ya no coinciden con las capacidades políticas y económicas, razón por la cual Estados Unidos participa activamente en la «optimización» de los costos en el área de política exterior.
«Mucho más importante es la segunda pregunta: ‘¿qué debe hacerse al respecto?’ El mundo circundante difícilmente se parece a una pequeña y antigua polis griega, donde los ciudadanos responsables pueden tomar decisiones a través del uso de la democracia directa. Los países necesitan una institución de gobierno más no un policía, sino un alguacil (quien posee mucha más legitimidad ante los ‘ciudadanos’. Los países necesitan no una reunión de pensionados, sino una junta directiva eficaz, capaz de responder con prontitud a todos los desafíos que la realidad circundante le plantea a los estados.
«Desafortunadamente, tal junta directiva no existe y no está próxima a llegar. Ni el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ni los BRICS, ni el mítico ‘Big 2’ (cuando las decisiones son aprobadas colegialmente por China y los Estados Unidos, tal concepto existió una vez) por diversas razones son incapaces de asumir responsabilidad global. Esto significa que, en el mejor de los casos, el mundo se regionalizará (cada parte tendrá su propia ‘junta directiva’ de poderes locales) y en el peor de los casos, pasará a una espiral ingobernable de crisis y conflictos regionales. Y entonces todos recordaremos con nostalgia las ‘cumbres de los selfies'».
[1] Vz.ru, 15 de diciembre, 2021.