El 7 de septiembre, 2016 el escritor e intelectual qatarí Dr. Abd Al-Hamid Al-Ansari, ex decano en ley islámica en la Universidad de Qatar, escribió en su columna en el diario de los EAU Al-Ittihad que los árabes deben dejar de pensar que elementos externos tales como Occidente o problemas económicos son los culpables del extremismo religioso islámico. Los árabes, dijo, deberían examinarse a sí mismos y sus programas escolares, criar a las generaciones más jóvenes para que sean más tolerantes y abiertos, combatir contra el Islam político y evitar que los púlpitos de las mezquitas sean utilizados para propagar ideas extremistas. 

A continuación se presentan extractos de su columna:[1]

Dr. ‘Abd Al-Hamid Al-Ansari (imagen: Raya.com)

«El extremismo religioso no es, tal como muchos creen, un fenómeno nuevo o el resultado de los acontecimientos actuales. Este ha acompañado a las sociedades árabes a lo largo de la historia islámica, pero que [al principio] limitado a individuos y no a [todos] los grupos y organizaciones, hasta que el arbitraje entre ‘Ali y Muawiya, [que llevó] a la jariyitas’[2] a separarse [del Islam]. Estos fueron la primera organización terrorista armada y su violento ataque fue en contra de la mejor [de todas] las sociedades musulmanas – los califas justos y el estado califato justo – [y fue lanzado] bajo el lema de ‘no existe gobierno excepto el de Alá’. Este lema [jarijita] dio lugar a la adhesión a la percepción de hakimiyya Al-Mawdudi y luego la de Sayyid Qutb,[3] lo cual forma el eje ideológico de todas las subsecuentes organizaciones extremistas.

«Si los jarijitas hubiesen estado satisfechos con la rebelión armada, estos no hubieran acusado a los Compañeros del Profeta de apostasía e hicieran permisible [heredar] su sangre [es decir, sus vidas] y propiedades, hubiésemos dicho que eran como todos los grupos rebeldes separatistas que roen el cuerpo unido musulmán. Pero los jarijitas eran conocidos por su agresivo extremismo religioso que sólo acusaba a sus rivales políticos de apostasía, pero también declaraban [permisible] su sangre, propiedades y su honor – y hoy esto es a lo que llamamos terrorismo.

«Yo me opongo a la politización del extremismo religioso, o justificándolo por la opresión política, la represión de las libertades y la expansión de la tiranía. También me opongo a culpar al extremismo religioso por factores económicos tales como el desempleo y la pobreza, atribuyéndolos a los conflictos internacionales tales como los problemas de Palestina, Cachemira y Chechenia, o la presencia estadounidense en la región y la ocupación estadounidense en Irak, o [afirmar] que los musulmanes han sido objeto de un complot externo. Estas y otras excusas son esparcidas por varios medios de comunicación, una gran parte de los escritores e intelectuales, predicadores pan-arabistas, izquierdistas e islamistas y especialmente predicadores del Islam político, que justifican el extremismo religioso llamándolo una respuesta a la política internacional opresiva y el resultado de regímenes totalitarios árabes y una [profanación] secular de los símbolos religiosos. Ellos incluso vinculan el extremismo religioso a las torturas infligidas a [miembros] de la Hermandad Musulmana en las cárceles.

«A mi manera de ver las cosas, todas estas explicaciones y excusas cumplen un propósito: aprovechar políticamente el terrorismo en beneficio de las agendas partidarias de grupos (pan-arabistas, izquierdista e islamistas), conquistando a la opinión pública, Incitándolo en contra los regímenes.

«De esta manera, el extremismo, al igual que el fanatismo [religioso], es el resultado de causas internas y elementos arraigados en una educación equivocada, unilateral y cerrada que no fomenta el pensamiento crítico y no está abierta a culturas humanistas. [Es el resultado de] un discurso religioso dirigido estrictamente a representar al mundo como una conspiración en contra de los musulmanes, [el resultado de los] medios de comunicación que incitan contra el otro y siembra odio en los corazones y las mentes de los jóvenes y [el resultado de] una política que discrimina entre los ciudadanos y no logra establecer una ‘igualdad ciudadana’ para todos los elementos de la sociedad.

«¿Cómo lidiar con el extremismo religioso?

«Si queremos abordar las causas del extremismo religioso, primero debemos reexaminar los métodos de crianza de los primeros años de la infancia, porque tal como lo ha demostrado la educación y la psicología, la mayoría de los extremistas son producto de una educación fallida resultado del crecimiento [de la población] o la desintegración de la familia. Además debemos [revisar] los planes de estudios, los métodos de enseñanza y el entorno de enseñanza en su conjunto y no sólo desarrollar y mejorar los planes de estudio y los libros de texto… Una de las cosas más importantes en este contexto es eliminar a los extremistas y odiar a los predicadores del ambiente educativo… También debemos supervisar los púlpitos de los cuales se dan los sermones religiosos y clasificar como crimen su uso para cualquier propósito aparte de los legítimos roles que están destinados a jugar, tales como aprovecharse de estos por una agenda partidario o [para difundir] ideas extremistas.

«Los púlpitos de las mezquitas de todas las escuelas religiosas de pensamiento y de tendencias deben unirse y no dividirse, debemos destacar los puntos en común y fomentar los principios sublimes y los valores islámicos… Debemos también desarrollar el discurso religioso para que esté abierto al otro y compartir valores humanos y trabajar para limitar la influencia de la institución religiosa y romper su custodia de la sociedad… junto a la prohibición de fatuas que acusan a otros de apostasía, que incitan y que cuestionan las creencias de los demás.

«En última instancia, el extremismo es el síntoma de una enfermedad y si realmente queremos abordar el extremismo, primero debemos secar sus fuentes y eliminar sus raíces que alcanzan profundamente al suelo social, porque el fundamento del extremismo es una ideología que impulsa a sus proponentes a pensar que poseen la verdad última y que otros [creen] en temas erróneos…»

[1] Al-Ittihad (EAU), 7 de septiembre, 2016.

[2] En 657 CE, Muawiya I libró una batalla contra el Califa ‘Ali bin Abi Talib, en un intento por derrocarlo. Cuando la batalla terminó sin un vencedor claro, se decidió que los dos se someterían a un proceso de arbitraje para determinar al líder, luego de lo cual Muawiya fue nombrado califa. Un grupo de partidarios de Ali se opuso a los resultados del arbitraje, argumentando que la transferencia del liderazgo estaba solamente en manos de Alá. Por lo tanto, este grupo se diferenció del resto de los musulmanes y recibió el nombre de Khawarij (jariyitas).

[3] La visión de que el mandato es solo de Alá, lo cual no es el caso en las sociedades musulmanas modernas, que dependen de las leyes creadas por el hombre. Los padres ideológicos del Islam radical, tales como Al-Mawdudi y Sayyid Qutb afirmaron que la ausencia de hakimiyya lleva de nuevo a los musulmanes al período jahiliyya preislámico (ignorancia), en la que individuos no cumplan el mandato de Alá.