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Lo abstracto
En años recientes, el movimiento salafi ha visto el surgimiento de una nueva concepción, y base, para una autoridad religiosa. En el pasado, la autoridad religiosa dentro de este movimiento que proviene principalmente de las credenciales eruditas y la reputación del individuo.
Esto cambió con el advenimiento de un nuevo grupo, es decir el campo jihadi salafi. Caracterizado por una orientación militante extremista, este grupo perdonó los ataques del 11 de Septiembre así como también los actos de terrorismo dentro de la propia Arabia Saudita (incluyendo el atentado del 2003 a
Riad) – una postura que fue condenada ampliamente por los estudiosos no-jihadi salafi. Aunque los miembros de este movimiento no podían competir con los estudiosos de tradicionales salafi en conocimientos o devoción, ellos no obstante desearon obtener una autoridad religiosa. Por consiguiente, buscaron una nueva base para la autoridad religiosa que los incluiría dentro de su alcance.
Con este fin, los jihadistas comenzaron a promover la idea de que el carisma – un rasgo personal que dota a uno con cualidades extraordinarias e incluso sobrenaturales – también fue una base para la autoridad en los asuntos religiosos y sociales. Es más, los jihadistas modificaron el concepto prevaleciente de autoridad religiosa presentando a los mujahideen como infalibles (ma’sumin) – una cualidad que, en la tradición islámica sunni, es generalmente atribuida sólo a los profetas. En describir a los mujahideen como infalibles, los jihadi salafis los removieron del reino terrenal del aprender y el conocimiento – una esfera monopolizada por los estudiosos salafi tradicionales – y los elevó al nivel de individuos bendecidos con poderes espiritual sobrenaturales. Caracterizándolos así, a los mujahideen no sólo se convirtieron en objetos de admiración, sino que pueden exigir legitimidad socio-religiosa a pesar de la condena de los estudiosos de su ideología y sus actividades. Además, pueden adelantar argumentos legales innovadores para justificar su jihad.
Irónicamente, sin embargo, esta noción de autoridad basada en el carisma se ha convertido también en una fuente de fricción dentro del movimiento jihadi, que socava su unidad y de hecho amenaza con sumergirlo en anarquía.