En un artículo titulado «Rescaten a sus Descendientes, no Venguen a sus Antepasados» en el diario saudita de Londres Al-Sharq Al-Awsat, el editor en jefe del diario Ghassan Charbel, escribió que en lugar de aferrarse a los gloriosos logros de la historia musulmana, los árabes deben aprender de los países de Europa que, tras dos guerras mundiales que los destruyeron, eligen una coexistencia pacífica y cooperar mutuamente, logrando así prosperidad y estabilidad política. Este prosiguió llamando a permitir que los jóvenes árabes se beneficien de los grandes desarrollos tecnológicos de nuestra era por el bien de la economía y estabilidad de sus propios países, en lugar de desgastarlos enviándolos a combatir guerras que no tienen sentido.

Ghassan Charbel (Fuente: Al-Sharq Al-Awsat, 9 de abril, 2018)

Lo siguiente son extractos traducidos del artículo de Charbel:[1]

«Cuanto más intentan escapar de ello, [ya que se encuentran] en ruta desde San Francisco a París, más les surge la pregunta: ‘¿Cuándo tendrán los árabes una ciudad moderna y contemporánea que participe en la creación de su futuro? ¿Cuándo tendremos nosotros una ciudad repleta de vida, que posea una economía desarrollada, un sistema educativo y servicios, una ciudad [en la que] el ciudadano pueda vivir una vida común, que satisfaga sus necesidades y les respete como seres humanos?

«En San Francisco, uno tiene la sensación de que el futuro del mundo se está construyendo aquí, con una inversión enorme, una imaginación desenfrenada y una capacidad excepcional para inventar y desarrollar. Es como si la gente de estas grandes sociedades fueran los poetas del mundo futuro, creando una realidad que antes parecía imposible, expandiendo las fronteras de la inteligencia y el conocimiento y cambiando la economía y las vidas de la población, la cultura y todos los aspectos de la vida sobre la faz del planeta.

«Las guerras futuristas son libradas agresivamente y sin concesiones, las cifras no tienen piedad, uno debe tener éxito y sacarles provecho. El fracaso significa abandonar la carrera. El fracaso de su sociedad significa que desaparecerá… Solo el mejor nadador y el creador de ideas evita [ahogarse en] las olas; no existe [espacio] para lo suave o la pereza…

«Una vez, fueron los generales del ejército quienes [redibujaron] los mapas y determinaron el destino de los países. Ese tiempo ya pasó. Hoy día, su destino está en manos de los generales del Silicon Valley: Apple, Facebook, Google, Microsoft, Oracle y otros. No traten de eludir beneficiarse [del progreso] con el pretexto de que ustedes pertenecen a un mundo diferente. Ustedes son parte de una aldea global, les guste o no. Cuanto más tarde duren en integrarse al torbellino del progreso, más les costará unirse [a este]. No tenemos más remedio que unirnos [al torbellino del progreso]. Cualquier otra opción significa que uno se convierte en una carga para el mundo, que a uno lo dejan varado en la plataforma, que sus economías son arcaicas y que sus ciudades envejecen aún más rápido. Sus países deben unirse a [este progreso], o todo lo que existe en este será rechazado, desde las universidades, a los hospitales y de las fuerzas armadas al servicio postal. Sería un gran error tratar de cubrir [el atraso tecnológico de los árabes] aferrándonos a los gloriosos logros de [nuestra] historia. El ganador será quien escriba la historia futura y no el que se aferra al pasado.

«No digo que esto será un viaje fácil y que el abordar el tren [del progreso] no conducirá a querellas [entre nosotros]. Pero existen experiencias de las que podemos aprender. Europa ya ha pasado por lo que el Medio Oriente está experimentando ahora. Surgieron algunos [en Europa] que se engañaron a sí mismos de que se les había [otorgado] autoridad absoluta por el espíritu de la nación o por lo profundo de la historia [de la nación]: una autoridad ilimitada que les permitía forzar su propio color sobre el planeta, para elevar una nación y abandonar otra, para repotenciar a una raza sobre el resto de las razas, para diseminar una cultura y erradicar a otra. Ellos pensaron que tenían autoridad para borrar fronteras internacionales y jugar con mapas y equilibrios demográficos, llevar a cabo operaciones quirúrgicas profundas en las ciudades y jugar con la función, con la historia y el presente de [estas ciudades]. [Esta] autoridad estuvo basaba en el subyugar o borrar al otro, porque [para ellos] la coexistencia era una obstáculo, o algo imposible.

«Europa vio cosas que no esperaba ver. Vio a Adolph Hitler mostrar su arrogancia en los Campos Elíseos, después de ver a los europeos apiñados [en España] y dividirse entre las barricadas de la Guerra Civil Española. [Vio] convoyes de inmigrantes y desplazados, barrios calcinados y ciudades capitales repletas de miedo y desorden, vio desde la represión, la opresión y el horror y el desgarramiento de países y familias. El antiguo continente [de Europa] fue arena de la chispa que generó dos guerras mundiales, pero el cañón finalmente fue acallado y de los montones de cadáveres y los ríos de sangre, el europeo tuvo que tomar una decisión sobre lo que le ayudaría a asegurarse de que no hubiese una repetición de esta tragedia. Este tiene que decidir si utilizar el armisticio para prepararse para una nueva guerra, u organizar las condiciones para la coexistencia. La coexistencia no neutraliza las disputas, sino prohíbe el uso de la guerra como medio para resolverlas.

«En siglos pasados, Europa vio todo tipo de guerras – guerras por roles y control [de las regiones], guerras religiosas y guerras entre escuelas religiosas de pensamiento y guerras de eliminación, desplazamiento y eliminación de identidades. Luego de las dos guerras mundiales más terribles, uno se dio cuenta de que el futuro no está edificado con piedras del pasado. Si se hubiera rendido a la lógica de la venganza abierta, la cascada de sangre francesa y alemana aún se estaría desbordando, si se hubiese rendido a la maldición de la memoria, los barcos franceses y británicos todavía estuvieran disparándose misiles entre sí, manchados con la sangre de los marineros.

«Europa se encontraba sumergida en sangre, lágrimas y montones [de cadáveres] y estaba llena de viudas, huérfanos y desempleados. Sus ciudades estaban muy dañadas y sus economías habían colapsado. La abrumadora sensación era que Europa no había aprendido nada de la Primera Guerra Mundial y de nuevo había descendido al Infierno. [Después de la Segunda Guerra Mundial], sus políticos, diplomáticos y escritores tuvieron que elegir la dirección en la que estos iban y decidieron despedirse del léxico que había generado la catástrofe. Estos escogieron la estabilidad, la rehabilitación y la coexistencia para el continente y dentro de sus países. A pesar de la división del continente luego de la [Segunda Guerra Mundial], los europeos no se permitieron caer en [otra] guerra que probablemente, destruiría de nuevo no solo a Europa sino al mundo en su totalidad

«Europa comenzó a desarrollar la opción de estabilidad y encontró prosperidad. Convirtió las fronteras internacionales en puertas al paso de personas, bienes e ideas, buscando cooperación económica, coordinación política y cooperación en abordar los problemas. Por lo tanto, sus vecinos ya no eran sus enemigos, sino sus compañeros y juntos se esforzaron por ampliar las áreas de cooperación… Esta es una solución de competencia en lugar de guerras, cooperación en lugar de enfrentamientos. Las disputas se resolvieron bajo la preservación cuidadosa de estabilidad y aspiraciones de prosperidad. Las políticas consideradas tomaron el lugar de una política de asalto desconsiderada…

«Solo existe una solución: Ustedes deben ser parte del mundo que va hacia el futuro. Deben aprender, practicar y adaptarse, deben permitir que sus dedos y su imaginación den rienda suelta, deben permitir que sus compatriotas se beneficien de los fenomenales desarrollos tecnológicos actuales, para que puedan mejorar sus economías, preserven su estabilidad y preparen las condiciones para su prosperidad, deben garantizar las capacidades de las generaciones más jóvenes y salvaguardarla de las guerras de la historia antigua y del desgaste inútil en estas.

«No traten de escapar de los desafíos refugiándose en los muy profundos recesos del tiempo. Otros poseen historias paralelas o que superan las suyas y si se hubiesen rendido a vivir en el pasado, Viena no sería Viena, Berlín no sería Berlín y París no sería París. Unirse al futuro salva su historia del olvido y lo convierte en combustible para el tren del progreso. No se demoren y no duden, esta es su batalla y ustedes deben rescatar a sus descendientes y no vengar a sus antepasados».


[1] Al-Sharq Al-Awsat (Londres), 9 de abril, 2018.