En una columna publicada el 30 de junio, 2013 en el diario del gobierno saudita ‘Okaz, titulada «¿Cuántos muertos [habrá] esta noche», el columnista liberal saudita Khalaf Al-Harbi lamentó la situación que presentan de los países árabes y la carnicería que tiene lugar dentro de ellos, así como también la indiferencia del mundo hacia estos eventos.

Lo siguiente son extractos de su columna:

«… No es necesaria una experiencia inusual para adivinar que hoy habrá muchos muertos y heridos en varias regiones en todo el mundo árabe: En Egipto, se esperan grandes enfrentamientos, y no hay manera de predecir el alcance de las fatalidades que serán causadas a su paso, en Irak, hay una alta probabilidad de atentados suicidas, cuyas víctimas serán personas que no tienen ninguna relación con la crisis sectaria y política que ha dividido al país durante más de una década, en el Líbano, una o más personas serán asesinadas porque el estado es un cero a la izquierda y totalmente impotente en tomar el control de las milicias armadas; en Siria, donde todas las ciudades y pueblos se están ahogando en un mar de sangre, la noticia informará decenas de muertos, y nadie reaccionara. Y esto viene a sumarse a los que pueden ser asesinados en Yemen o en Libia, [pero] no hay espacio en las noticias para informar sobre ellos.

«Este es un día árabe rojo, al igual que todos los días que han pasado y los que están por venir. [Es] una época gris, cuando los únicos que trabajan son los carpinteros que hacen ataúdes, y los vendedores de textiles que organizan mortajas blancas frente a sus puestos de venta. Este es un mundo árabe, que no valora la vida humana: un profesor va rumbo a su casa [y de repente] sus intestinos son volados en todas direcciones [por] un coche bomba – y nadie se dará cuenta sino sus hijos, que le esperan para almorzar, una mujer en Damasco frente a un bombardeo de artillería trata de ocultar a sus hijos bajo las escaleras, pero estas colapsan sobre ella – y esto no sacude la conciencia de nadie en el mundo, un vendedor ambulante deambula por el Cairo buscando un bollo de pan para sus hijos, pero se convierte en fatalidad [cuando se ve atrapado en] un amargo enfrentamiento entre dos bandas que luchan por el control [del país].

«Incluso el llanto de los niños que han perdido a sus padres y madres ya no se escucha, porque los gritos de los que incitan a las matanzas y la destrucción dominan todas las otras voces. Son las llamadas bárbaras de venganza que dominan los medios de comunicación y redes sociales. No hay tiempo para lágrimas. Además, todo el programa de noticias [es dedicado] a la sangre derramada en las calles. No queda espacio para intensas emociones personales – porque ese espacio está dedicado a las pasiones bárbaras y al ansia de venganza. [La nación árabe] es una nación que [le evita] a sus enemigos la molestia de abandonarla, porque se ha abandonado a sí misma.

«Esta noche, bajo ninguna circunstancia no iré voy a ninguna parte del mundo, me conformare con ver las noticias. Veré las cifras de muertos y heridos en los demás países árabes. Me imaginare las emociones de los niños que sufren la pérdida de miembros de su familia. Y preguntare: ¿Por qué los árabes no han descubierto un camino hacia la libertad que no implique la eliminación de su humanidad?

«Al igual que millones de la [tribu] Bani Ya’rab[1], me auto-engañare, y me uniré a ellos diciendo que toda esta devastación es el impuesto sobre los vientos de cambio. De nuevo digo, junto a ellos: Oh cuerpos carbonizados, [cómanse] esta libertad con un buen apetito!»


[1] Un apodo común que los árabes utilizan para el otro.