En un artículo reciente, el columnista del diario ruso Kommersant Maxim Yusin analizó las relaciones entre Rusia e Irán. Según Yusin, Irán ha actuado «consistentemente» como un «aliado in situ» de Moscú, pero esta «alianza situacional» entre los dos países en Siria no es «tan firme como parece». Este agregó que Moscú considera a Irán un socio «caprichoso» e «impredecible» y que esto pudiera abrirle una ventana de oportunidades a la diplomacia del Presidente Donald Trump.

A continuación se presentan extractos del artículo de Yusin:[1]

Maxim Yusin (Fuente: Kommersant.ru)

«Washington no le ofrece a [Rusia] ningún negocio geopolítico que pudiera compensar un posible enfriamiento de las relaciones con Teherán»

«Moscú se enfrenta a una difícil elección como resultado de las crecientes tensiones entre Washington y Teherán. Por una parte, en muchos conflictos regionales en el Medio Oriente – primero que nada en Siria, Teherán ha actuado constantemente como el aliado in situ de Moscú. Por otra parte, las conexiones entre Moscú y la administración Trump están comenzando a tomar forma y si cuando se presente la primera crisis grave Rusia no cumple con las expectativas del nuevo presidente y crea la percepción de ser un oponente en lugar de un socio que pondrá fin a todas las esperanzas de normalización de relaciones entre las dos superpotencias. Por razones obvias, Rusia no quiere poner en peligro sus vínculos con Irán, especialmente cuando Washington no le ofrece ningún «trato geopolítico» que pueda compensar un posible enfriamiento de las relaciones con Teherán, tal como el reconocimiento de las relaciones entre las dos superpotencias. El interés especial del Kremlin en el territorio post-soviético, las concesiones en Ucrania o el alivio de las sanciones.

«Existe otra razón del porque sería difícil que Moscú acordara con la postura de Washington en la disputa sobre el dossier nuclear de Irán. El hecho es que en las negociaciones con Teherán sobre estos temas que llevan muchos años siendo tratados por los seis mediadores – los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania – Rusia siempre ha sido un actor clave. Entre el 2005 y el 2013, cuando el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, adoptó posturas radicales, fue Moscú quien salvó las negociaciones. Rusia desempeñó esencialmente el papel de intermediario entre Teherán y el país. Y los funcionarios de la administración Obama que habían criticado duramente a Moscú en muchos otros temas, había enfatizado repetidamente su papel constructivo en las negociaciones sobre el dossier nuclear de Irán.

«El hecho de que Donald Trump haya cambiado dramáticamente la política estadounidense hacia Teherán no puede ser visto por Moscú como un argumento convincente para una revisión radical de su propia posición y para los socios de Rusia en la región, Un giro como este sería una sorpresa desagradable también, durante la crisis siria estos han llegado a confiar en que Rusia defienda firmemente sus principios y no realice concesiones, incluso bajo una fuerte presión».

«La ‘Alianza in Situ’ formada entre [Rusia e Irán] en Siria no es tan firme como pareciera ser»

Sin embargo, Irán tampoco puede contar con el apoyo incondicional de Moscú, especialmente si tomara medidas drásticas que minaran la seguridad en la región. «La alianza in situ» que se forma entre los dos países en Siria no es tan firme como parece ser. Tal como fui informado recientemente por una fuente conocedora en Moscú, «las quejas mutuas siguen acumulándose, aunque raramente se expresen en voz alta». Teherán, a quien los de línea dura de Damasco ven, está a favor de la guerra hasta su amargo fin: de que el ejército sirio recupere todo el territorio ocupado por las fuerzas de oposición. Para que los ayatolás iraníes observen el conflicto sirio a través de la confrontación chiita-sunita Teherán se opone a cualquier concesión a la oposición que une a los grupos sunitas y se muestra escéptico respecto de la participación de Turquía, su oponente tradicional, en el proceso de paz.

«Al mismo tiempo, los objetivos de Moscú son mucho menos maximalistas y más específicos: hacer la paz en condiciones aceptables a Damasco mientras tiene en cuenta los intereses de la oposición moderada, mantener a Bashar Assad en el poder y garantizar la continua presencia militar rusa en el país. A diferencia de Teherán y Damasco, Moscú evita cuidadosamente hacer declaraciones acerca de la victoria incondicional sobre los opositores del régimen y recapturar todo el territorio de las fuerzas de oposición.

 

«Las diferencias entre Rusia e Irán en sus aproximaciones al conflicto sirio son ocasionalmente emitidas en público. La última vez que esto sucedió fue en agosto pasado cuando Hossein Dehghan, ministro de defensa iraní, habló sobre Moscú con una dureza sin precedentes. Este lo acusó de ‘posturas’, ‘conducta impúdica’ y ‘de probar ser una superpotencia’ y como resultado, prohibió a los aviones rusos que participaban en operaciones militares en Siria utilizar el campo de aviación iraní en Hamadán. El escándalo fue finalmente silenciado, pero el sabor amargo permaneció, junto con el entendimiento de Moscú de que en Irán este posee un socio realmente caprichoso e impredecible. Esto abre una cierta ventana para la diplomacia de Donald Trump».

[1] Kommersant.ru, 14 de febrero, 2017.