El reciente nombramiento de Harjit Sajjan, sij de nacimiento en India, como nuevo ministro de defensa de Canadá fue recibido con gran interés en los medios de comunicación árabes. Jumana Ghanimat, editora del diario jordano Al-Ghad, escribió que este interés emana del anhelo árabe por una verdadera democracia en sus países, donde los principios de democracia nunca se han interiorizado y donde la confianza hacia el otro no ha madurado, ya que incluso las divisiones familiares, tribales y sectarias en sus sociedades todavía existen. Ella señaló que cuando los ciudadanos árabes van a las urnas, no votan por los candidatos que realmente quieren, sino por aquellos que representan a su secta, tribu o clan. Así el votante es cómplice en la creación de una realidad que no es la que realmente desea – y que, dijo, es la razón por el cual los ciudadanos árabes sólo pueden seguir soñando con una democracia estilo canadiense.
Jumana Ghanimat (Fuente: jn-news.com)
A continuación se presentan extractos de su artículo: [1]
«El nombramiento de un nuevo ministro de defensa canadiense fue inspirador para los árabes – no porque fue una acción democrática, sino porque un hombre nacido en India fue nombrado para este cargo sensible. Esto aparentemente refleja una aspiración árabe latente de deshacerse de todas las manifestaciones de división y disputa [entre ellos], así como también un anhelo [árabe] por una ciudadanía que no se invalida [aun] cuando emerjan signos de cismas y diferencias de opinión – tal como ocurre [en el mundo árabe].
«La democracia posee principios en los que nosotros no estamos bien versados. Hoy, Canadá nos dio un ejemplo [de tal principio], con el nombramiento de Harjit Sajjan como ministro de defensa – este nació y se crió en India antes de obtener la ciudadanía canadiense, y [sin embargo] se le otorgó [tal] cargo sensible. Los canadienses no cuestionan su lealtad, no hablan de su origen y no advierten contra su participación en los secretos más importantes de estado. Este es el elemento democrático cuya ausencia notamos [en el mundo árabe], estas son las prácticas cuya ausencia nos hemos lamentado durante mucho tiempo.
«En Canadá, la ciudadanía y la lealtad es encarnada en el servicio público, independientemente del origen y raza [de los ciudadanos]. Ningún elemento [en el estado] tiene una ventaja sobre otro elemento, excepto en lo que respecta a la medida en que contribuye a la construcción de la nación. Hoy, cuando nos fijamos en cualquier país árabe, vemos que lo que predomina en el discurso allí es el conflicto, la [no-aceptación] de desacuerdo [entre los componentes de la sociedad] y el rechazo al otro, en lugar de la convivencia. Nuestras sociedades han sido despedazadas por los políticos – a tal punto que nuestros países son ahora las arenas del caos, a pesar de que parte de la sociedad aún está haciendo un esfuerzo, aunque hasta ahora sin éxito, de unir las filas y restablecer la unidad nacional.
«Entonces ¿dónde está el problema? En las [propias] sociedades [árabes] o en los regímenes y los políticos? Todos son parte de la difícil situación en las sociedades árabes, debido a que estas sociedades no han tenido la conciencia suficiente de enfrentarse al [fenómeno de] los políticos que buscan el beneficio personal. La realidad creada por las partes interesadas y los regímenes durante décadas, manteniendo a distancia la verdadera democracia, ha contribuido a esto…
«La ausencia de una acción política verdadera, la abnegación de los derechos humanos y la debilidad del sistema legislativo – [es decir, la eliminación de los aparatos dirigidos a] darle al individuo un sentido de seguridad y pertenencia – además de las falsas promesas de establecer regímenes civiles en los países árabes, han empujado al individuo a buscar protección, de su secta, su raza, su tribu o en algún otro lugar. De esta manera, las sociedades se han subdividido en grupos más pequeños, en última instancia afectando el concepto de ciudadanía, que no puede ser actualizado sin las dos condiciones de derechos y obligaciones.
«En nuestras circunstancias, como árabes, es muy lamentable y peor aun porque en un futuro previsible no parece haber ninguna posibilidad de que los países árabes en conjunto vayan a salir de su crisis. La situación en ellos hoy es buena – pero solamente [si uno desea] un terreno fértil para todas las formas de extremismo; que parece están enfrentando muchos años difíciles por venir. Por lo tanto, el sueño de estabilidad y de construir estados democráticos permanece en la mente del ciudadano, que también pareciera esquizofrénico en su comportamiento. Es decir, mientras este se vea intrigado en teoría por un joven primer ministro (canadiense), en nuestros países, los jóvenes son marginados y están ausentes [de la política]. Así que cuando este ciudadano se encuentra ante las urnas electorales, este rechaza al [joven] funcionario o al político del cual este [en realidad] sueña y opta en cambio por el candidato que representa a su secta, tribu o clan – y así se hace cómplice en la creación de una realidad que es diferente de la que este desea – suponiendo, por supuesto, que nadie interfirió de una manera u otra con el contenido de las urnas electorales…
«Los ojos del ciudadano árabe seguirán brillando con el anhelo del joven modelo canadiense y con el deseo de poner en práctica esto en nuestro mundo [árabe]. Este nunca dejará de quejarse a otros por la ausencia de esta oportunidad. Pero la verdadera razón [de esta realidad] es la ausencia de normas de justicia y de igualdad de oportunidades, lo que deja abierta una gran brecha entre el sueño árabe y la realidad árabe».
[1] Al-Ghad (Jordania), 19 de noviembre, 2015.