En un artículo del diario londinense Al-Sharq Al-Awsat del 9 de octubre del 2004, Abd Al-Rahman Al-Rashed, director general del canal de TV Al-Arabiya y ex editor del diario, sopesa el denominador común entre los ataques terroristas recientes en todo el mundo. Lo siguiente son extractos del artículo:
«No se puede comprender la naturaleza del ataque en Taba, en Egipto, a menos que lo coloquemos en un contexto más amplio. Esa misma semana el mapa del mundo estaba empapado de sangre: el atentado [de Taba] fue precedido unas cuantas horas antes de una explosión en la capital francesa. La explosión golpeó la embajada de Indonesia, la nación islámica con la mayor población [musulmana], y como resultado hubo muchas víctimas. En Pakistán tuvieron lugar dos atentados – en el primero, un fundamentalista voló una mezquita llena de chiíes mientras rezaban, y unos días después otro fundamentalista atacó a un grupo de sunníes en respuesta. En ambos atentados mucha gente inocente fue asesinada. En el centro de la capital argelina, el grupo militante Salafí [es decir, Al-Jama’a Al-Salafiyya L i-Al-Da’wah Wa-Al-Qital] perpetró un ataque. Durante el intercambio de fuego, que duró dos horas, dos personas fueron abatidas y ocho resultaron heridas. Añádase esto a la larga lista de coches de suicidas, que llevaron a la muerte de centenares de iraquíes. [Los atentados con coche bomba] se repitieron en varias ciudades [de Irak] y tales noticias se han hecho rutinarias.
«En medio de esta destrucción en masa, sólo podemos entender la naturaleza del problema mirando [todos los ataques] desde el mismo punto de vista. Sin hacerlo, nunca será posible comprender la verdad. El problema puede resumirse en una palabra: fundamentalismo. Si no tratamos con el modo de pensar fundamentalista, que está al alza, tanto en términos de circulación como en términos de violencia, no podremos ver el horizonte de una situación segura…
«Puede que lo que ocurrido ayer en Egipto no sea más que [un acto] de grupos suicidas [no egipcios], que cruzaron el litoral. Esto no significa necesariamente que los fundamentalistas aplastados durante los años noventa se levanten de sus tumbas. Ese baño de sangre terminó con una verdadera derrota de la organización radical, y esto llevó a los fundamentalistas [de Egipto], que libraban batallas perdidas tanto a nivel de seguridad como a nivel ideológico, a salir de Egipto y huir a Sudán y a Afganistán y unirse a otros grupos en regiones en las que ellos consideran que es más fácil [operar].
«Mientras los intelectuales árabes y musulmanes no se convenzan de la realidad del problema, que es principal y primordialmente la existencia del fundamentalismo [y no estén convencidos de la necesidad] de combatirlo, ya sea ataviado de ropas nacionales o religiosas, este derramamiento de sangre, destrucción y miedo no cesará.
«Es inconcebible para nosotros justificar un atentado terrorista mientras se denuncia otro. [Los ataques terroristas] están vinculados ideológicamente, por no decir por la filiación de sus autores. Una solución única concerniente a la seguridad nunca puede tener éxito en detener el terrorismo. Esto arroja luz una vez más sobre [la posición de] los intelectuales árabes, que no sólo están callados sino que incluso justifican el terror, porque ellos en realidad proporcionan al terrorismo lo que éste más necesita – propaganda y legitimidad. Por consiguiente están avergonzados cuando [tales] incidentes tienen lugar en su propia tierra y están en aprietos al hacer distinciones y aclaraciones.
«El peligro del fundamentalismo amenaza a casi todas las sociedades árabes e islámicas. No existe ninguna diferencia entre los ataques suicidas de Kabul, Al-Anbar, Islamabad, Riad, Argelia, París, Damasco, Trípoli o Taba. Todos ellos representan una realidad: sus autores tienen puntos de vista fundamentalistas».