En un artículo de opinión en el diario de Qatar Al-Arab, el columnista Sayyed Ahmad Al-Khader escribió que las alabanzas a los ejércitos de Túnez y Egipto por su apoyo a las revoluciones en sus respectivos países estuvieron totalmente injustificadas, porque en realidad estos ejércitos permanecieron leales a los gobernantes depuestos hasta el último minuto. Además dijo, no protegieron a los ciudadanos que protestaban de la violencia policial.

Este dijo que el ejército egipcio sigue aún el camino del derrocado presidente egipcio Hosni Mubarak y que tratará de frustrar la revolución con el fin de tomársela para sí misma, por ordenes de Mubarak, con el fin de gobernar al país, haciendo caso omiso a las demandas de sus ciudadanos.

Al-Khader también criticó a los ejércitos árabes, diciendo que durante décadas habían servido a gobernantes despóticos y este les ayudó a saquear la riqueza de los pueblos árabes y al mismo tiempo sólo habían traído la derrota y la vergüenza para sus países.

Lo siguiente son traducciones de extractos del articulo de opinión de Al-Khader. [1]

«El ejército quiere derrocar la revolución, [aunque] en realidad no puede hacerlo. Tal vez porque los pueblos árabes no han conocido [ninguna] institución nacional [que escuche] sus esperanzas y aspiraciones, nosotros [los árabes sentimos] esta cercana conexión con los ejércitos [y la necesidad de] hablar de sus actos de heroísmo, su amor por sus pueblos y muchas otras cosas por los que no existen pruebas, pero que [ambos] la historia y los [hechos] presentes en realidad lo refutan. La alegría de la victoria en Túnez y en Egipto no debe hacernos olvidar la verdad acerca de los ejércitos árabes, que acumulan una larga lista de derrotas y retrocesos y que siempre conspiraron contra los intereses de los pueblos y que apoyaron a presidentes que vendieron los asuntos de las naciones y despilfarraron todo su capital.

«Es una paradoja llamar a los líderes de los países de la región agentes [extranjeros], tiranos y ladrones, mientras al mismo tiempo alabamos a los ejércitos por lo que no han hecho. Es una mentira decir que son los baluartes y la ayuda de los ciudadanos y que es natural para ellos el que se apeguen junto a la escogencia [de los ciudadanos] en tiempos difíciles. ¿Hemos olvidado que la mayoría, si no todos, los presidentes tomaron el poder por la fuerza militar, que los ayudó a mantenerlos allí durante décadas y a veces aseguró incluso que [este poder] fuese transmitido a los hijos de [estos presidentes]? ¿Cómo pueden aquellos que cantan las alabanzas del ejército ignorar el hecho de que los altos oficiales son mucho más ricos que empresarios y que, en lugar de planificar guerras, los generales invierten en los medios de comunicación y adquieren acciones en las bolsas de valores del mundo?

«Los ejércitos de la región árabe, al igual que la policía, la prensa y los partidos políticos en la región, saben hacer sólo una cosa – servirle a la tiranía y mantener [el control] de la tiranía sobre el pueblo y sobre los recursos del país. Es injusto presumir sobre ejércitos que, a lo largo de su larga historia, han traído nada más que vergüenza y luego se niegan a perdonar a la policía, cuyos funcionarios manifiestan diariamente [junto al pueblo] el pesar por lo que se hizo en el pasado.

«Todo lo que necesitamos hacer es revisar los recientes acontecimientos para ver que los ejércitos árabes no son más que ayudantes de los gobernantes corruptos y que tan pronto como el aparato policial se desmorona, los ejércitos permanecen proporcionando protección para los presidentes y una oportunidad de transferir al [extranjero] el oro y la plata que se robaron. Este es el heroísmo de los ejércitos de que ustedes hablan. En Túnez, que fue testigo de una revolución sin precedentes en la historia árabe y la más importante en la historia moderna, el ejército no movió un dedo cuando la policía de Ben Ali asesinó a cientos de personas en el lapso de una semana. Y cuando los leales se desesperaron en [el intento] de rescatar a la policía de los jóvenes de la revolución digna de elogio, el ejército sacó [fuera del país] al tirano y su clan. Y luego nos dijeron que los militares habían defendido la revolución y no asesinaron civiles! ¿Han visto ustedes semejante tontería?

«La propaganda a favor del ejército fue aún más audaz en Egipto, donde los intelectuales y los medios de comunicación alabaron y glorificaron al ejército cuando este no tuvo ni una pizca que ver con el asunto… Se dijo que el ejército había decidido apoyar la calle y por haber fortalecido la revolución, creyendo que debía servir a la patria y a los ciudadanos… [Pero] nosotros hemos seguido los acontecimientos, minuto a minuto y [vimos] que el ejército no era más que el siervo de Hosni Mubarak, hasta su último aliento.

«Esto fue evidente en la «batalla del camello», cuando las pandillas del PND [montados sobre camellos] causaron estragos en la plaza Al-Tahrir y asesinaron a decenas de verdaderos héroes de Egipto, justo delante del ejército y sus tanques. Incluso después que los oficiales se enteraron de que su amo se había ido, estos insistieron en permanecer fieles a él, en su segundo comunicado, las fuerzas armadas destacaron que garantizarían la aplicación de las medidas que deberán decidirse por el Presidente Muhammad Hosni Mubarak!

«Y cuando llegó el momento que todos habíamos estado esperando, el ejército optó por humillar a los egipcios y a los millones de hombres libres que estaban junto a ellos, cuando [el vicepresidente ‘Omar] Suleiman dijo que el presidente había decidido renunciar y había entregado la dirección del país a las fuerzas armadas! ¿Quién es este presidente, que debería [tener el derecho] de decidir o asignar [tal tarea]? Las fuerzas armadas estuvieron junto a la arrogancia de Mubarak a expensas del gran pueblo de Egipto…

«Lo peor de todo es que el ejército quiere derrocar la revolución haciendo caso a [elementos] externos – ignorando las demandas de los egipcios, que no se conformarán con menos que enjuiciar a Mubarak, levantar la ley de emergencia y liberar a los presos políticos».


[1] Al-Arab (Qatar), 18 de febrero, 2011.