En un artículo del 1 de febrero, 2007 publicado en la edición en inglés del diario de Londres Al-Hayat, el redactor Hassan Haydar denunció la «cultura de muerte» que Irán está esparciendo en el mundo árabe por medio de los movimientos de resistencia en el Líbano y en palestina.

Lo siguiente son extractos del artículo, tal como aparecieron en inglés: [1]

«Según un informe de noticias de Reuters del lunes, una pequeña niña libanesa que apareció en un… programa para niños en el canal de televisión del Hezbollah Al-Manar – dijo que a menudo rezaba para que su padre fuese hecho mártir en batalla con Israel, y que estaba muy orgullosa de que haya muerto en la guerra el pasado julio, y que estaba ‘muy feliz por él’, porque sentía que Dios había escuchado sus plegarias.

«La madre del atacante suicida palestino quien se voló hace tres días en Eilat también le dijo a Agence France-Presse que estaba contenta que su hijo fue martirizado. Ella reveló que se había despedido [de él] antes de que partiera para su misión y le había deseado éxito, y que estaba contenta de que ‘Dios escuchó sus plegarias’.

«Estos dos ejemplos no son nada diferentes de las ‘olas humanas’ en donde las víctimas llevaban puestas las llaves del Paraíso alrededor de sus cuellos mientras marchaban a través de los campos minados iraquíes. Ellos también no son nada diferente de la mayoría de operaciones que han sido llevadas a cabo por los libaneses y los movimientos de resistencia islámicos palestinos durante las últimas dos décadas».

«[La cultura de muerte] refleja un estado de separación psicológica colectiva, en el que un niño puede celebrar la pérdida de un padre y una madre la pérdida de un hijo»

«Más importante aun, tales ejemplos confirman la creciente influencia que Teherán tiene hoy día, y hasta que punto la cultura de muerte y la glorificación del martirio han proliferado en más de un país árabe. [Teherán esparce esta cultura] aprovechándose de su afiliación sectaria… con los chi’itas en Irak y el Líbano, y [por medio de su apoyo al] Hamas palestino y los movimientos islámicos de jihad.

«La cultura [de muerte] no está limitada a combatientes profesionales locales comprometidos en el conflicto armado con un enemigo, sino que se ha esparcido para afectar a comunidades enteras – incluyendo a madres e hijos, escuelas y televisión, periódicos, poesía, arte y música. La importancia de esto [yace] en distorsionar el propio concepto de la lucha, negándole a la gente el derecho de escoger racionalmente y de una forma desarrollada, y degradando todo menos el martirio, incluyendo esfuerzos políticos y sociales apuntados a mejorar las condiciones de estas comunidades y las condiciones de vida de sus miembros.

«También es una cultura que refleja un estado de separación psicológica colectiva, en la que un niño puede celebrar la pérdida de un padre y una madre [puede celebrar] la pérdida de un hijo lo cual [va] en contra de la naturaleza y la cultura humana.

«Pero en severo contraste, los aparatos de los medios de comunicación de los mismos movimientos afiliados a Irán expresan admiración por los grupos anti-guerra americanos y por las madres de los soldados americanos que exigen el retorno de sus hijos, al igual que enfatizaron las protestas del último verano de las madres israelíes quienes se opusieron a la participación del ejército israelí en una guerra terrestre en el Líbano, alabando la influencia de tales acciones en la sociedad como un todo y en el proceso de toma de decisiones israelí.

«Haciendo esto, estos aparatos de los medios de comunicación condenan esencialmente los mismos conceptos que ellos intentan defender, ya que las protestas americanas e israelíes promueven la santidad de la vida y el deseo de proteger la vida ante todas las justificaciones de los gobiernos americanos e israelíes.

«La validez de las razones detrás de la animosidad hacia Israel no pueden ser disputadas, y oponerse a sus repetidas agresiones a menudo significa aceptar la eventualidad de la muerte y la destrucción. Surge un problema, sin embargo, cuando la muerte se convierte en la única arma y el único disuasivo, y una meta en sí misma, mientras [el tomar una] vida debería ser la última carta a acudir, y [debería acudírsele] sólo si el combatir es el único camino para mejorar los estándares de esta vida.

«Nosotros podríamos preguntar: ¿Cómo pudiera este niño, que fue educado para exaltar e idealizar la muerte, conformarse a las reglas de un lugar de trabajo, u obedecer la ley pública, o armonizar luego en la vida con una sociedad civil?

«Cómo puede tal niño ser capaz de apreciar el valor de un árbol, una casa, un campo, un camino, un puente, una plaza pública, o cualquiera de las cosas normales… que le rodean?

«Lo qué el Líbano experimentó el verano pasado y lo que está sucediendo actualmente en el corazón de Beirut y en sus calles – no son estos ejemplos de lo que un niño en la cultura de la muerte es capaz de hacer?»


[1] Al-Hayat, 1 de febrero, 2007. El texto ha sido editado para mayor claridad