Lo siguiente son extractos de una serie en Hamas TV acerca de las negociaciones de Teodoro Herzl y el Sultán otomano, el cual fue presentado en Al-Aqsa TV el 16 de noviembre, 2010:

Herzl: «Recuperaremos [Palestina], gústele o no al mundo»

Sultan Abdul Hamid II: «¿Pueden la judíos establecerse en otro lugar que no sea Palestina?»

Lewinsky: «Si fracasan en tomar Palestina, tratarán de ir a la Argentina».

Sultan Abdul Hamid II: «¿Por qué no allí y eso será el fin de todo?»

Lewinsky: «Todavía no han fracasado en hacer de Palestina su patria».

Sultan Abdul Hamid II: «Así que eso es lo que tu amigo Herzl quiere»

Lewinsky: «Sí, señor, lo único que quiere es que usted le venda Palestina. Usted percibirá mucho dinero. Podrá pagar sus deudas y establecer instituciones, universidades y mezquitas, así como el riego y proyectos agrícolas. El mundo entero le será leal a usted».

Sultan Abdul Hamid II: «Entonces dígale a Herzl…

Lewinsky:… Que usted está de acuerdo»?

Sultan Abdul Hamid II: «Escuche, Lewinsky Si Herzl es su amigo tanto como lo es usted de mi, aconséjele no seguir adelante con esto. No venderé ni una sola pulgada del país, porque no es mío – le pertenece a todos los musulmanes. Pagaron por este imperio con su sangre y lo vamos a redimir con nuestra sangre. Deje que los judíos se queden con sus millones. Si el imperio es dividido, pueden tener Palestina regalada, pero eso sucederá sobre nuestros cadáveres».

Lewinsky: «Pero mi señor…»

Sultan Abdul Hamid II: «He sido claro. No hay necesidad de explicación. Ellos piensan que yo no entiendo sus intenciones. Hágales saber que cada persona en nuestro imperio seguirá odiándolos, siempre y cuando estas sean sus intenciones. Diles que se olviden de la idea de establecer un estado en Palestina, porque sigo siendo su mayor enemigo. Perdóname, amigo mío, pero el Sultan Abdul Hamid no es un hombre que toma a la ligera la tierra de los musulmanes».

Lewinsky: «Perdóneme por hablarle a usted acerca de esto. Sólo soy el mensajero».

Sultan Abdul Hamid II: «Permítame ofrecerle mi hospitalidad. Usted es un amigo apreciado».

Teodoro Herzl: «Entonces así es como es. El Sultan Abdul Hamid no aprecia las consecuencias. Si tan sólo fuera tan inteligente como he escuchado que es, no habría rechazado mi oferta».

Lewinsky: «Escucha, Herzl, el Sultan Abdul Hamid es un hombre de fe. Tales hombres no se pueden comprar».

Teodoro Herzl: «Somos hombres de fe, no él. El es lo suficientemente inteligente como para ser más astuto que tu Lewinsky, en una reunión».

Lewinsky: «Conozco a Abdul Hamid, así como te conozco a ti. Cuando renuncies a tu idea, este podría olvidarse de esta también».

Teodoro Herzl: «Entonces no conoces a Herzl».

Lewinsky: «Tú eres el que no conoce al Sultan Abdul Hamid. No es una cuestión de ser inteligente, sino una cuestión de honor. Incluso si le da el peso de Palestina en oro, este no le dará ni una pulgada a cambio».

Teodoro Herzl: «Parece que lo admiras».

Lewinsky: «Tanto como te admiro a ti. Me pregunto por qué no resuelves este asunto buscando un lugar distinto que Palestina».

Teodoro Herzl: «Palestina es lo que los judíos sueñan. Es nuestra tierra y la tierra de nuestros antepasados. Es lo que Dios nos prometió. La vamos a recuperar, así al mundo le guste o no….»

Lewinsky: «La tierra de sus antepasados?»

Teodoro Herzl: «Sí».

Lewinsky: «. Si no conociera a mi amigo Herzl tan bien, casi me pudiera creer lo que estás diciendo»

Teodoro Herzl: «Mi amigo, el mundo debe saber que Palestina es la tierra prometida, la tierra de los judíos. Todos aquellos que persiguieron y torturaron a los judíos deben reconocer esto, con el fin de expiar sus hechos».

Lewinsky: «Tú sabes que no me gustan las mentiras y el engaño. Espero vivas para realizar tus sueños».

Teodoro Herzl: «Palestina es nuestra y la vamos a tomar incluso así nos cueste todo lo que tenemos – incluso si tenemos que poner de cabeza a la historia. Apretare la soga alrededor de tu cuello, tu… enfermizo, hasta que me tome Palestina sin poner un céntimo». […]

Teodoro Herzl: «Dilo, mi señor».

Lewinsky: «Dilo y todo el mundo estará contigo».

Teodoro Herzl: «Todos tus sueños se harán realidad, mi señor».

Lewinsky: «Europa en su totalidad estará junto a ti».

Teodoro Herzl: «El mundo entero atestiguará de que has llevado a cabo una revolución histórica».

Lewinsky: «No más amenazas, no más rumores, no más deudas».

Teodoro Herzl: «Harás feliz a tu país y serás recordado por toda la eternidad».

Lewinsky: «Estaremos contigo en contra de tus oponentes».

Teodoro Herzl: «Tu nombre será venerado, mi señor, un pequeño país como Palestina no tiene sentido comparado con todo lo que posees, mi señor».

Lewinsky: «Pondremos a nuestros diarios y escritores a tu servicio».

Teodoro Herzl: «Palestina es la tierra prometida. Eso es lo que Dios prometió».

Lewinsky: «Dilo, mi señor».

Teodoro Herzl: «Dilo, mi señor».

El Sultan Abdul Hamid II se despierta de una pesadilla

Sultan Abdul Hamid II: «Me refugio en Allá del maldito Satanás».

Este bebe un poco de agua de una jarra junto a la cama

Sultan Abdul Hamid II: «Me refugio en Alá del maldito Satanás. No deberían ni siquiera soñar con Palestina, mientras yo vida, mientras el Señor es mi testigo».

Se escucha en el fondo al muecín llamando a los rezos

Sultan Abdul Hamid II: «Alá Akbar». […]

Kaiser Guillermo II: «Ustedes judíos – Su codicia no tiene límites»

Teodoro Herzl: «Emperador Wilhelm…»

Kaiser Guillermo II: «Hola, Herzl».

Teodoro Herzl: «Sé que su tiempo es valioso, señor, pero…»

Kaiser Guillermo II: «Sé por qué está aquí, Herzl y exactamente lo que quiere. Usted sabe que el Sultan Abdul Hamid me visitó y por lo que visto usted ha venido a saber el por qué. Además, quiere convencer al Sultan de su causa».

Teodoro Herzl: «. Señor, eso es lo que esperamos de usted. Después de todo, usted es nuestro benefactor. Lo único que esperamos es que imparta su bondad al pueblo judío».

Kaiser Guillermo II: «Ustedes judíos – su avaricia no tiene límites… ¿Están molestos por lo que dije? Quise decir que su ambición no tiene límites. Ustedes saben que somos el único aliado europeo del estado otomano, pero lo que nos conecta con el estado otomano excede nuestro apoyo por ustedes».

Teodoro Herzl: «Mi señor, Kaiser Wilhelm, no estamos pidiendo el apoyo de Su Alteza. Usted ya nos está apoyando. Todo lo que queremos es que interceda por nosotros con el Sultan Abdul Hamid, de modo que venda una pequeña parte de la tierra bajo su dominio a un pueblo sin tierra. ¿Es eso mucho pedir? O tal vez usted podría persuadirlo a que se reúna conmigo y yo lo convenceré».

Kaiser Guillermo II: «Usted es muy ambicioso, Herzl. Si todos los judíos fueran como usted, estarían mejor».

Miembro de la delegación judía. «Esta es nuestra petición, señor. Nunca olvidaré su generosidad. No queremos que usted sea hostil al estado otomano. Nosotros los judíos amamos al Sultan Abdual Hamid y le deseamos lo mejor. Si concede, estaremos a su servicio durante el tiempo que vivamos».

Kaiser Guillermo II: «Tratare de persuadir a Abdul Hamid a que se reúna con usted. El resto depende de usted».

Teodoro Herzl: «Gracias, señor. Eso es todo lo que queremos».

Kaiser Guillermo II: «Pero con una condición».

Teodoro Herzl: «Sí, señor?»

Kaiser Guillermo II: «Debe dejar de atacarle en los diarios y detener la propagación de rumores acerca de él».

Teodoro Herzl: «¿Quién, nosotros?»

Kaiser Guillermo II: «No tiene sentido agredirlo en un momento en que lo necesitas».

Teodoro Herzl: «Voy a ejercer toda mi autoridad, tiene mi palabra». […]

Herzl: «Todo el capital de Europa está en nuestras manos y también lo están todos los diarios»

Gran Visir: «Herzl está en la puerta, señor».

Sultan Abdul Hamid II: «Dígale que entre, Gran Visir y no deje entrar a nadie después que él entre».

Gran Visir: «A sus órdenes, mi señor, el Sultan».

Sultan Abdul Hamid II: «Puede levantar la cabeza, Herzl – al Sultan Abdul Hamid no le gusta ver cabezas inclinándose ante él. Tome asiento».

Teodoro Herzl: «Esta es una muestra de su hospitalidad, señor».

Sultan Abdul Hamid II: «Creo que usted no ha venido hasta aquí sólo para alabar la humildad y la hospitalidad del Sultan».

Teodoro Herzl: «Eso es cierto, señor, pero mis alabanzas están lejos de ser mera adulación».

Sultan Abdul Hamid II: «Si Kaiser Wilhelm no hubiese hablado en su nombre una y otra vez, usted nunca hubiera ganado una cita conmigo ni en sus sueños más salvajes. Vamos al grano ¿Qué quiere, Herzl?»

Teodoro Herzl: «Palestina, señor. Quiero Palestina».

Sultan Abdul Hamid II: «¿No recibió usted el mensaje que le envié con Lewinsky?»

Teodoro Herzl: «Eso fue hace un año. Las circunstancias han cambiado».

Sultan Abdul Hamid II: «Para usted, tal vez».

Teodoro Herzl: «La situación de los judíos en todo el mundo ha cambiado. Todo el capital de Europa está en nuestras manos, y también todos los diarios. He venido a ti y no quiero andar con rodeos: Quiero Palestina, a cualquier precio».

Sultan Abdul Hamid II: «¿Cuánto quiere pagar, Herzl?»

Teodoro Herzl: «¿Cómo unos 150 millones de liras en oro?»

Sultan Abdul Hamid II: «150 millones de liras en oro!? Esa es una gran suma. Escucha, Herzl. Incluso si me pagaras el peso de la Tierra en oro, nunca estaría de acuerdo. Nunca avergonzaría a los musulmanes y a mis antepasados, los sultanes y califas otomanos».

Teodoro Herzel: «Pero, Señor…»

Sultan Abdul Hamid II: «Dime, Herzl ¿Sabe usted cuántos musulmanes hay en el mundo?»

Teodoro Herzl: «Sé que hay muchos, señor».

Sultan Abdul Hamid II: «Si quieres comprar Palestina, sabes que el precio es la sangre de todos los musulmanes».

Teodoro Herzl: «Entonces deje que los judíos se establezcan allí, señor».

Sultan Abdul Hamid II: «Usted es tan astuto como un zorro. Le dije que no a soñara siquiera con Palestina. Los judíos pueden vivir en cualquier parte del Imperio Otomano, excepto Palestina. Si yo estuviera de acuerdo, sería condenar a mis hermanos en el Islam a muerte. Me entiende?» […]

Herzl alienta a dispararle al Sultan turco

Líder revolucionario turco: «Hemos utilizado todos los medios pacíficos para persuadir al Sultan Abdul Hamid a que cambie de opinión, pero fue en vano. Por lo tanto, hemos decidido elaborar un plan para deshacernos de este terco Sultan».

Teodoro Herzl: «Señores, triste decir que el Sultan Abdul Hamid no le importa el estado otomano. Lo único que le importa son sus intereses personales, no los intereses de su pueblo o en el resto de los pueblos».

Líder revolucionario turco: «Sin embargo, sus intereses personales requieren que encuentre una solución al problema de nuestros hermanos judíos en el mundo».

Conspirador judío: «Los judíos no son enemigos de nadie. Dondequiera que vayan, el amor, la paz, la fraternidad prevalecen».

Otro conspirador judío: «Herzl ha recibido respuestas muy positivas de Europa respecto a la eliminación del Sultan del poder, Europa en su totalidad acordó por simpatías hacia el pueblo judío».

Teodoro Herzl: «Así que hemos ideado un plan para deshacernos del Sultan Abdul Hamid. Todo lo que tiene que hacer es empezar a implementarlo».

Líder revolucionario turco: «Estamos dispuestos a llevar a cabo este plan. Mañana, escuchará noticias que le harán feliz».

Teodoro Herzl: «Por nuestra parte, cubriremos sus deudas y le aseguro que las relaciones del estado otomano con el resto del mundo serán las mejores de todas»

Los supuestos asesinos le disparan al Sultan mientras salía de una mezquita

Guardaespaldas del Sultan: «Por allá!»

El Sultan herido es trasladado a un sitio seguro por el entorno

Sultan Abdul Hamid II: «Ha llegado a esto?! Al [intento] de asesinar al Sultan? No puedo creerlo ¿Y por qué!?»

Gran Visir: «Mi señor!»

Sultan Abdul Hamid II: «No, no puede haber ninguna excusa por lo que sucedió. [Tratar de] asesinar al Sultan. Yo no tengo enemigos, que no sean los enemigos del Islam y los musulmanes. No he tenido ningún motivo oculto desde que ascendí a este trono». […]

Gran Visir: «Puede ver, mi señor que nuestras deudas se están acumulando y el estado está cada vez más débil»

Sultan Abdul Hamid II: «Los judíos han hecho lo suyo, pero deberían saber de que soy su mayor enemigo. Incluso si pierdo mi trono, es mejor que venderles una sola pulgada de Palestina».

Gran Visir: «Vea, Señor, están conspirando con algunos partidos políticos, con el fin de reducir y debilitar al estado».

Sultan Abdul Hamid II: «Que hagan lo que quieran».

Gran Visir: «Señor, no le dejarán ser hasta que consigan lo que quieren».

Sultan Abdul Hamid II: «Escucha, no estoy de acuerdo, le dije a Herzl y a sus mediadores y se lo estoy diciendo ahora a todos. Deje que Chaim Weizmann lo escuche: No daré ni una sola pulgada de Palestina a nadie. La tierra le pertenece a su pueblo. Dejen que la tomen sobre sus cuerpos sin vida. Nunca renunciaremos a esta. ¡Nunca! ¿Entiende?»

Gran Visir: «Pueda Alá protegerle, Señor». […]

Narrador: «Los años pasaron rápidamente. Las manos de la masonería han sacudido a las manos sucias de los hipócritas – del Partido Unión y Progreso, por ejemplo: una conspiración siguió a otra, hasta que un golpe de estado tuvo lugar. El golpe de estado puso fin al mandato del Sultan Abdul Hamid II, el 10 de marzo, 1909. El mayor obstáculo fue removido del camino de los judíos. Las mentes judías y manos contaminadas han colapsado al califato y una nueva etapa en el conflicto ha comenzado». […]