El 5 de agosto, 2020 un día después de la masiva explosión en el puerto de Beirut, que causó una inmensa devastación y miles de muertos y heridos, el periodista libanés Nader Fawz escribió una mordaz columna en el diario independiente libanés en línea almodon.com en el que culpó al liderazgo del Líbano por el desastre ocurrido. Este escribió que «los asesinos en serie del Líbano, aquellos responsables de su seguridad, sus instituciones y su toma de decisiones, han completado su serie de asesinatos contra el pueblo» y agregó que ninguna maldición es lo suficientemente mala como para describir a estos «sanguijuelas asesinos».
Tras señalar que los libaneses han perdido fe en sus autoridades desde hace ya mucho tiempo, pero que esta explosión fue la gota que rebosó el vaso, Fawz agregó que las manos de los funcionarios estatales, principalmente el primer ministro Hassan Diab, están manchadas de sangre de las víctimas que murieron en esta explosión, así como también innumerables libaneses que murieron de hambre, enfermedades y de opresión. Estos funcionarios, concluyó, deben renunciar y pagar por sus crímenes, ya sea en los tribunales o de otras maneras.
Secuelas de la explosión en el puerto de Beirut (fuente: dailystar.com.lb, 4 de agosto, 2020)
Lo siguiente son extractos de su artículo:[1]
«El estado libanés creó una bomba de tiempo y la plantó en el puerto de Beirut, un área que todos los libaneses, de todas las regiones y sectas y afiliación política, visitan y ven. El estado causó daños a sus ciudadanos a través de la explosión de productos químicos almacenados en el puerto hace varios meses sin el más mínimo sentido de responsabilidad política o humana. Los asesinos en serie del Líbano, los responsables de su seguridad, sus instituciones y aquellos responsables de tomar las decisiones, han completado su serie de asesinatos contra el pueblo. Esta vez el asesinato se llevó a cabo directamente, en lugar de utilizar la asfixia económica o tortura que mina y desgasta la moral. Esta explosión fue planeada y premeditada, o al menos conocida de antemano. Este acto asesino no fue un incidente aislado. Es [parte de] un sistema, parte de un crimen organizado. Es un clarísimo acto de asesinato, una masacre llevada a cabo utilizando nitrato de amonio el cual fue almacenado en el puerto.
«El puerto de Beirut se ve como si un meteorito cayó en el lugar, iniciando una reacción en cadena visible a simple vista antes de que nos engullera, dejando destrucción, muerte y lesiones a su paso. Beirut es una capital afectada por el desastre, sus edificios en ruinas y sus residentes sin hogar. Las vitrinas de las tiendas fueron arrancadas de su lugar y la ciudad entera quedó reducida a un esqueleto. La ciudad había expirado lentamente durante varios meses [debido a la crisis económica]… dejando solo su cadáver… y luego vino esta explosión y destruyó la poca carne que todavía se aferraba [a sus huesos]. Los distritos de Al-Gemmayzeh, Badaro y Ras Beirut ahora se encuentran totalmente devastados. El número de víctimas aún se desconoce, pero la vista de cadáveres cubiertos de polvo en el puerto indica que el número es enorme. Algunos fueron enterrados donde se encontraron, otros quedaron atascados en sus oficinas, en sus sillas o en sus automóviles. Esta explosión perjudicó a todos, a toda la ciudad y al país.
«La explosión en el puerto fue el último clavo en el ataúd de Beirut, que murió cuando todo el estado murió, después de caer en manos de la pandilla que lo gobierna. No hay palabras para describir las atrocidades de esta [pandilla] Son unos asesinos que derramaron sangre en [tiempos de] guerra y en [tiempos de] paz, sanguijuelas chupasangres, mutantes que se convirtieron en bestias de presa como la naturaleza nunca ha visto. Ninguna maldición en el libro y ninguna expresión de maldad o corrupción es lo suficientemente fuerte como para describirlos. Lo primero que hicieron [después de la explosión] fue ponerse en contacto [entre sí] para ver si estaban [todos] bien. Algunos de ellos incluso se visitaron mutuamente, mientras que los cuerpos despedazados y el contenido de las casas todavía estaban desparramados por las calles. El estado libanés anunció un período de duelo por las víctimas que este había asesinado. [Luego] los funcionarios asistirán una vez más a los funerales de aquellos que asesinaron.
«Las milicias nunca perpetraron tal masacre en 15 años de guerra la cual se movió de un lugar a otro. El enemigo sionista no perpetró tal masacre en 45 años de guerra y hostilidad. El régimen criminal sirio no llevó a cabo tal masacre en los 30 años que lleva de patrocinio [sobre el Líbano]. Pero estos líderes de la milicia [del régimen libanés] se unieron, se organizaron y juntos perpetraron un crimen en nombre del estado libanés, el mayor crimen en la historia del Líbano. [El hecho de que este crimen] fue llevado a cabo por el estado libanés… constituye la admisión final de que el único recurso que le queda al libanés es recurrir a los gobiernos de países extranjeros, que puedan aceptarlos como refugiados o inmigrantes y así rescatarlos. [El libanés] está rodeado por un enemigo al sur [es decir, Israel] y un enemigo al este y norte [es decir, Siria] y [ahora] su [propio] estado ha detonado la [salida al] mar. Así que estos se sentarán en casa y esperarán por su inminente muerte.
«Había verdadera esperanza de que el escenario de la explosión causada por un ataque israelí sobre el puerto de Beirut demostrara ser correcto. El régimen y sus líderes nos dejaron esperanzados que esta masacre fue [de hecho] perpetrada por el enemigo israelí. Nosotros no amamos la muerte o el asesinato, pero si esta tiene que suceder, preferimos que sea a manos de un enemigo. Un asesinato perpetrado por nuestro propio estado significa que estamos aquí expuestos, somos presas fáciles en un campo de asesinatos incesantes donde todos apuntan hacia nuestra carne. Los libaneses ya habían perdido toda esperanza en sus partidos políticos y autoridades, pero este último crimen fue la prueba final.
«Hubo una triste escena final en la que apareció el Primer Ministro Hassan Diab y le dijo al pueblo libanés que ‘Beirut está privado de todo y que todo el Líbano es ahora una zona de desastre’. Diab les exigió a los libaneses unir fuerzas y hacer frente a las [horrendas] imágenes y vistas como una nación unida. Una vez más, el asesino se sienta junto a la víctima para consolar a la familia [de esta misma víctima]. En lugar de renunciar y dejar el cargo, escribió una lista de exigencias. La sangre de las víctimas de Beirut, cuyo número [ya] supera los 50, está en sus manos y en manos de los otros funcionarios estatales, al igual que la [sangre de] cientos de otras víctimas que mueren todos los días a causa de enfermedades, hambruna y opresión, así como los que caerán [en el futuro]: en unas pocas horas, en una semana o más tarde. La responsabilidad del desastre del 4 de agosto en Beirut recae en los funcionarios, que están ocupados degollando gente… Ellos son asesinos y tienen que irse ahora, hoy, no mañana, ya sea fácil o difícilmente. Ellos deben pagar caro por sus crímenes, dentro de la ley o fuera de esta, en el tribunal de justicia o en la calle. Son unos asesinos y es hora de expulsarlos, antes de que lamentemos otra masacre o [evento similar o peor]».
[1] Almodon.com, 5 de agosto, 2020.