En un artículo publicado el 17 de febrero, 2017 en el portal en la Red Medio Oriente, el periodista chiita Khalil Ali Haidar escribió que muchos chiitas en Kuwait, Irak, Bahréin, el Líbano y Arabia Saudita sienten que la política iraní en el Medio Oriente y la interferencia que ejerce Irán sobre los asuntos de los países árabes no sólo no los representa, sino que los perjudica y aun así no se oponen abiertamente a ello. Haidar exhortó a los chiitas que viven en los países árabes a que se opongan abiertamente a las políticas iraníes y eviten así el odio y la hostilidad de sus compatriotas sunitas. Este dijo que «los chiitas ya han pagado un precio muy caro por su reputación, su seguridad, su bienestar y por el futuro de sus hijos, debido a su prolongado silencio» ante la política iraní y que la hora ha llegado para que sus voces sean escuchadas.
Lo siguiente son extractos del artículo:[1]
Khalil ‘Ali Haidar (imagen: Al-Qabas, Arabia Saudita)
¿Cómo es que el chiismo político, Hezbolá y la Revolución Islámica iraní conquistaron tan fácilmente a la opinión pública y las emociones de los chiitas en la región del Golfo y en las áreas árabes?, ¿por qué no escuchamos a los chiitas fuera de Irán oponerse a la política exterior iraní y específicamente a las posturas [iraníes] por las que estos pagan el precio… para que de esta manera todos comprendan que la política iraní no representa la opinión de todos los chiitas en el mundo árabe? Numerosos chiitas en Kuwait, Irak, Bahréin, el Líbano y Arabia Saudita creen que la política iraní en general no representa las opiniones de todos los chiitas. [De hecho, creen] que desde 1979 la política iraní ha puesto en peligro los intereses políticos de los chiitas en los países donde viven en el mundo árabe y en otros lugares y causaron su aislamiento en la comunidad e incluso los amenazaron con actos de venganza en su contra. Esto es manifestado en el incidente del husseiniyya en Arabia Saudita;[2] en la destrucción de las mezquitas chiitas en Pakistán;[3] en lo que leemos y vemos en la televisión, en Internet y en los diarios, así como también en los ataques terroristas en Beirut.[4]
«Sin embargo, [a pesar de lo anterior], casi nunca escuchamos ni un pio en protestas, oposición o críticas por parte de [chiitas] oponiéndose o con reservas [hacia la política iraní], o incluso advertencias al público chiita general sobre aquellos que lo conducen al fanatismo sectario peligroso.
«Como es bien sabido, entre este grupo de (chiitas) y específicamente entre la élite religiosa, política, económica, social y cultural [chiita], existen miles de médicos, ingenieros, cantantes, académicos, empresarios, clérigos, políticos, figuras culturales, autores y gente de los medios de comunicación. Sin embargo no levantan sus voces y no expresan su oposición o crítica a la política iraní, excepto en raras ocasiones y no importa cuánto perjudique sus intereses, su imagen política o relación con los demás ciudadanos o sectas, tal como puede verse en la región del Golfo, en el Líbano, en Siria, en Irak y en Bahréin en los últimos 20 años o más.
«¿Quién puede defender el principal error de Irán – el establecimiento de un ‘partido armado chiita’ en el Líbano [es decir, Hezbolá] en contra de la voluntad del gobierno y el pueblo libanes, que hoy día controla la estabilidad y el destino del Líbano y esto luego de involucrar al Líbano en una guerra contra Israel que perjudicó los intereses de todos los libaneses? ¿Quién puede encontrar justificativo en la jurisprudencia chiita al apoyo del régimen del partido Ba’th [en Siria] que ha gobernado sobre el pueblo [sirio] durante décadas, asesinándolo, despiadadamente destruyendo sus ciudades y dispersando a sus mujeres, chicos y ancianos hacia los campos de refugiados en Turquía, Líbano y Jordania? Y si Irán estableció a Hezbolá en el Líbano para enfrentarlo contra Israel, entonces ¿por qué lo obligó a operar como un poderío militar iraní en Siria, en contra de los intereses de los pueblos sirio y libanés y de una manera que avergonzó al resto de los chiitas en el mundo árabe, ante decenas de preguntas que no tienen respuestas y de una manera que condujo a una hostilidad sectaria y al odio por los chiitas, que pagarán por ello durante años en el futuro?
«¿Quién entre los iraníes, o todos los chiitas que apoyan la destructiva política iraní, se sentiría complacido si los sunitas [en Irán] – entre ellos los kurdos, los baluchis o algunos de los residentes del sur de Irán – fuesen a establecer un partido político armado en Irán, tal como Hezbolá en el Líbano, con engranajes militares pesados, vehículos blindados, tanques y misiles, que recibieran instrucciones y fondos de Turquía, por ejemplo, o de países del Golfo y del mundo árabe?
«Los chiitas ya han pagado un alto precio por su reputación, su seguridad, su bienestar y el futuro de sus hijos por su silencio prolongado [frente a la política iraní]. Sus rivales [los sunitas] les acusan de todo y de cualquier cosa y los tratan como un grupo que no posee posturas claras y no se preocupa por los intereses de los países en los que vive. ¿Sabe alguien de los peligros inherentes a tales acusaciones?
«Durante generaciones, los chiitas se han presentado como una minoría sitiada, privada de sus derechos, como representantes de los oprimidos, como defensores de todas las causas justas y como luchadores contra cualquier tipo de ilegitimidad, tiranía y dominación. Sin embargo la errónea política general y sus aventuras – las cuales se han ganado la simpatía chiita generalizada a través del engaño [por parte de Irán] y la explotación de varios sentimientos y temores chiitas, han llevado al aislamiento total de los chiitas en el Líbano, en los estados del Golfo, en Irak, en Yemen y quizá en todas partes.
«Además, todos los elementos neutrales creen que la política exterior de Irán es lo opuesto a su política interna y que interfiere en los asuntos árabes y del Golfo que no son de su incumbencia. También proclama consignas según sus caprichos donde este escoja, del Líbano a Siria, Bahréin, Yemen y otros lugares, independientemente de los intereses de las minorías chiitas [que viven allí] y sin tener en cuenta el balance político y los peligros sectarios y de que no existe ningún beneficio en esto para el propio pueblo iraní.
¿Por qué no puede Irán, o sus partidarios en Kuwait, en el Líbano, en Yemen y en Bahréin por ejemplo, explicarnos qué interés tienen los chiitas en estos países para apoyar a Hamas en Gaza, al gritar ‘Muerte a Estados Unidos’ en cada oportunidad posible, o en exigir el derrocamiento de varios de los regímenes del Golfo? ¿Por qué Irán no elige una política exterior equilibrada y detiene toda esta interferencia y el proferir condignas que en primer lugar perjudican los intereses supremos de Irán, de su pueblo y de su economía [?] [Estas también perjudican] la postura cultural de su pueblo y su reputación internacional y han obligado a su pueblo a vivir en pobreza durante estos últimos 35 años?
«¿Por qué Irán no se dedica a establecer una sociedad próspera, elevar el nivel de ingresos de su pueblo y a encontrar soluciones a sus diversos problemas de desarrollo, en lugar de embarcarse en estas costosas aventuras militares que le cuestan tanto a los iraníes y a los chiitas, donde quiera que estos se encuentren.
«Los chiitas en Kuwait y en los estados del Golfo han sufrido, en especial desde el año 1979, de una política de exportar la revolución iraní, de manifestaciones [que tuvieron lugar] durante la peregrinación [a La Meca], del establecimiento de las células de Hezbolá, del aprovechamiento [por parte de Irán] a la ingenuidad y las buenas intenciones de algunos de los jóvenes de entre las minorías, así como también del aprovecharse del respeto a la libertad sectaria y la apertura política de los países del Golfo. La segunda etapa comenzó, con el reclutamiento de los chiitas a las aventuras de Hezbolá con el objetivo de aprovechar la atmósfera creada en Irak tras la caída del régimen del partido Ba’th en el 2003. Luego, los partidarios de la política de Hezbolá e Irán se deterioraron [moralmente aún más] y celebraron una ceremonia conmemorativa en uno de sus husseniyyas en Kuwait por ‘Imad Mughniyeh [antiguo jefe militar de Hezbolá] a pesar de su infame pasado.[5] Y luego vino la fase clara y abierta de la interferencia [iraní] en Siria y, luego de eso el apoyo a la facción extremista en la oposición bahreiní… Nadie sabe ahora en qué tipo de laberinto se están metiendo los houthis en Yemen y qué tipo de reconciliación puede verse afectados entre los estados del Golfo e Irán ante los errores y esta peligrosa interferencia [por parte de Irán]. Por lo tanto, los chiitas de Kuwait y de otros países y en particular los clérigos, economistas, celebridades y académicos, hombres y mujeres por igual, no tienen más remedio que levantar sus voces, hablar racionalmente, expresar sus criticas y consolidar una postura nacional independiente frente a este deterioro sectario extremadamente peligroso».
[1] Middle-east-online.com, 17 de febrero, 2017.
[2] En octubre, 2015, un miembro del Estado Islámico atacó un husseiniyya (un centro que provee servicios religiosos, educativos y sociales a la comunidad chiita) en la región de Al-Qatif, al este de Arabia Saudita, asesinando a cinco chiitas e hiriendo a nueve.
[3] En noviembre, 2013, sunitas incendiaron dos mezquitas chiitas en la ciudad de Rawalpindi, cercanas a la capital de Islamabad, tras violentos enfrentamientos entre sunitas y chiitas. Siete sunitas murieron y 35 resultaron heridos.
[4] Entre el 2013-2015, varios ataques fueron perpetrados contra chiitas en el Dahiya, al sur de Beirut.
[5] En 1988, ‘Imad Mughniyeh secuestró un vuelo de Kuwait Airlines con el propósito de obligar a las autoridades kuwaitíes a liberar a su cuñado, el principal funcionario de Hezbolá Mustafa Badr Al-Din, quien había sido arrestado en 1983 en Kuwait y condenado a muerte por planificar siete ataques terroristas en el país. En 1990, Badr Al-Din logró escapar de la cárcel durante la invasión iraquí a Kuwait. En el 2008, luego que Mughniyeh fue asesinado en Damasco, los chiitas en Kuwait realizaron una ceremonia conmemorativa en uno de sus centros religiosos.