Ayer, hace 30 años, el 26 de febrero de 1993, fue mi último día como asesor sobre la lucha contra el terrorismo de dos primeros ministros israelíes, primero Yitzhak Shamir y luego Yitzhak Rabin. Era un viernes claro y frío de invierno con cielos azules. Ese día, di una última sesión informativa en el Pentágono a la oficina de Operaciones Especiales y Conflictos de Baja Intensidad (SOLIC). En ese momento, «Conflicto de Baja Intensidad» era un eufemismo de lo que más tarde se conocería como actividades anti-Jihad.
Dediqué mi sesión informativa a la amenaza del fundamentalismo islámico. Empleando la metodología que unos años más tarde se convertiría en la base del Instituto de Investigación de Medios de Oriente Medio (MEMRI, que ahora celebra su 25° aniversario): cité, fuente tras fuente, a figuras musulmanas y árabes y líderes religiosos en varios países instando a sus seguidores a atacar objetivos de Estados Unidos. Por ejemplo, uno de los casos que cité fue una publicación llamada Al-Khilafah (El Califato) publicada por la organización Al-Muhajiroun con sede en el Reino Unido, que presentaba un artículo que decía que el capitalismo es un crimen contra el que se debe luchar.
Mis homólogos estadounidenses, con quienes había estado en contacto durante cinco años, me miraron con cierta incredulidad: pensaron que mi informe era exagerado. ¿Desde cuándo examinamos las palabras como causa de las acciones? Como si la historia de la Segunda Guerra Mundial no nos hubiera enseñado nada.
Un colega, tratando de ser cortés, me dijo: «Puede que estés más al tanto porque eres de Israel». Lo que quiso decir fue: «No confundas tu situación con la nuestra; esto no se aplica aquí en Estados Unidos».
Concluí mi sesión informativa diciendo: «El fundamentalismo islámico es una amenaza inminente para lEstados Unidos hoy». (Por «hoy», en realidad quise decir «en estos días»)
Dos horas y 24 minutos más tarde, mientras me dirigía al Aeropuerto JFK para tomar un vuelo de regreso a Jerusalén, islamistas radicales detonaron un camión bomba justo debajo de la Torre Norte del World Trade Center, el símbolo más visible del capitalismo norteamericano, en lo que se conocería como el primer atentado explosivo contra el World Trade Center.
Desde entonces, una y otra vez la historia nos ha enseñado, mediante ataques sangrientos motivados por el fanatismo ideológico, que los hechos no solo son guiados por las palabras, sino que las palabras pueden servir incluso como alertas tempranas de ataques.
*Y. Carmon es presidente de MEMRI.