Hace unos meses, debido a las repetidas calamidades del Presidente Trump frente a las principales provocaciones iraníes, yo escribí un mordaz artículo titulado «Ni principios, ni dignidad, ni poderío ni disuasión»,[1] en el que argumentaba que aparentemente el entender de que los principios, la dignidad y el poder se traducen en disuasión y evitan una escalada mucho mayor en una guerra más costosa, era algo que iba más allá del entendimiento de Trump como gran empresario hotelero. Hoy debo saludarle; este claramente ha sufrido un cambio importante. Hoy, parece entender que el liderazgo no es hacer tratos y en particular, no realizar tratos con el mal. Finalmente, este entiende que el arte en acordar solo le pertenece al mundo comercial y como líder de la única superpotencia responsable de la seguridad del mundo libre, debe mantenerse dentro de estos principios, sí, incluso por encima de la dignidad y su disposición de aplicar todo el poder cuando este sea absolutamente necesario.
En la operación para eliminar a Qassem Soleimani, Trump revirtió todos los elementos de debilidad que caracterizaron su conducta anterior. Esta vez, el equipo de seguridad nacional que dirigió mostró inteligencia, superioridad tecnológica y política y sorprendió políticamente al adversario iraní y todo esto se combinó en disuasión. El asustado y disuadido régimen iraní fue extremadamente cuidadoso en no asesinar estadounidenses en su respuesta, lo cual merece un premio de innovación global por librar una guerra sin víctimas (excepto por la vajilla de plástico rota).[2] Así como los iraníes no se atrevieron a cumplir sus amenazas, el ‘Hombre Cohete’ de Pyongyang no se atrevió a jugar a Papá Noel con su prometido regalito de Navidad – este también temía una «respuesta desproporcionada» de Trump.
Aquellos guiados por el historial anterior de Trump ven su dramático ataque a Soleimani como otra señal de su caprichoso comportamiento. Ellos en tono burlón: Simplemente se despertó del lado izquierdo de la cama; necesitaba comenzar su campaña electoral y mil cosas más. Se niegan a atribuirle el crédito por haber logrado realizar un cambio en profundidad.
Solo la respuesta de Trump a futuras crisis dirá si la operación Soleimani se basó en una respuesta instintiva y no en asumir responsabilidad y liderazgo por parte del presidente. Sin embargo, las acciones a seguir de Trump luego de la crisis, dan fe a un cambio genuino. Por ejemplo, la política de combinar un alto al fuego por una mayor escalada, con una fuerte resistencia a cada demanda y amenaza iraní. Ayer (12 de enero, 2020) este tuiteó: «En realidad, no pudiera importarme menos si negocian o no»,[3] mostrando su profunda comprensión de que negociar con el mal es algo inútil y contraproducente.
Trump, como es bien sabido, está listo para renunciar tanto a Irak como a Afganistán, pero no como una potencia derrotada como lo deseaba Soleimani y como buscan los talibanes. Desde que se inició la crisis, no escuchamos a Trump hablando de un acuerdo con un Irán que atacó a la embajada estadounidense en Bagdad y que estuvieron a punto de capturarlo y tomar de rehenes al personal de la embajada o algo peor. En cambio, Trump alienta a los manifestantes que buscan la caída del régimen dictatorial». Al valiente y sufrido pueblo de Irán: he estado con ustedes desde el comienzo de mi Presidencia y mi administración continuará apoyándolos. Seguimos muy de cerca sus protestas y nos inspira su coraje».[4] Trump lo entiende: La confrontación con el mal es inevitable porque el mal te persigue incluso si intentas evitarlo. La elección es entre levantarse o el salir humillantemente derrotado y el Presidente Trump rechaza totalmente la derrota.
En mi crítico artículo anterior, cuestioné el gesto de Trump de restaurar el busto de Churchill, que Barack Obama había desterrado de la Oficina Oval porque creía en la paz por vías del apaciguamiento. En ese momento, el gesto de Trump me pareció algo vacio, ya que su verdadera política era todo lo opuesto a las formas de hacer política al estilo Churchill. Sin embargo, en la forma en que manejó la actual crisis contra Irán, este intuitivamente comenzó a mostrar principios al estilo Churchill. La disuasión que logró se extiende mucho más allá de Irán a otros líderes corruptos en el Medio Oriente y alrededor del mundo. Quien tuvo el coraje de acabar con Soleimani aparentemente está dispuesto a enfrentarse a otros matones. Trump estableció los puntos de no-retorno y a diferencia de su predecesor, se apegó a ellos.
El éxito de Trump en la confrontación con Irán es una experiencia de aprendizaje a su presidencia y para los adversarios y amigos de los Estados Unidos. Esto pudiera marcar plenamente la metamorfosis personal de Trump, desde celebrar un acuerdo donde no existe ningún acuerdo por realizar, hasta convertirse en el ente mismo en combatir contra el mal, que incluso en la victoria es un protagonismo desgarrador y trágico para un presidente y líder del mundo libre.
[1] Véase la serie de MEMRI Informe Diario No. 198 – Ni Principios, ni dignidad, ni poder ni disuasión, 19 de septiembre, 2019.
[2] Una referencia al ridículo acumulado sobre el tema Irán por la organización islamista Hay’at Tahrir Al-Sham (HTS): «Las pérdidas en una base estadounidense como resultado de los ataques iraníes incluyen: 12 tazas de té, 6 platos de plástico, 6 tenedores, 5 cucharas, una estufa de gas, un par de zapatillas de plástico (pueda Alá honrarlas), medio kilo de azúcar, dos lonjas de pan y dos latas de sardinas compradas a crédito en la tienda de Salih Al-Samman».
[3] Twitter.com/realdonaldtrump, 11 de enero, 2020.
[4] Twitter.com/realdonaldtrump, 12 de enero, 2020.