En un artículo en el diario saudí en Londres Al-Hayat, el editor en jefe Ghassan Charbel escribió rabiosamente sobre las dificultades de un refugiado sirio cuya búsqueda de un lugar donde enterrar adecuadamente a su madre en el país del Medio Oriente que los acoge llegó a la nada. Con este relato, Charbel describe la lamentable situación de los ciudadanos árabes afectados por las guerras en la región, ante la indiferencia de los países árabes y la comunidad internacional. Enumerando los «hiroshimas» árabes – por ejemplo, la Hiroshima del fanatismo, la Hiroshima de la tiranía y la Hiroshima del atraso y la pobreza – este argumenta que el número de víctimas de las guerras sin fin en Irak y Siria, el colapso de Libia y los cismas en Yemen, Sudán y Somalia son iguales a la de muchos hiroshimas.
Lo siguiente son extractos de su artículo:[1]
Ghassan Charbel (Imagen: Al-Hayat, Londres)
«Óyeme tú, periodista árabe – no escribas sobre la visita de Barack Obama a Hiroshima – no tienes derecho a hacerlo. Tú tienes más que suficientes hiroshimas [propios]: La Hiroshima de la tiranía, la del takfir, la Hiroshima de las milicias perfeccionadas [para la batalla]… la Hiroshima de las minorías [y] el Hiroshima del fanatismo, el atraso y la pobreza.
«Simplemente te voy a preguntar: ¿Cuántas hiroshimas igualan a las interminables guerras en Irak? Las masacres abiertas en Siria? El total colapso en Libia? Los cismas en Sudán, Yemen y Somalia?
«Dejando de lado a Hiroshima, aquí te relato la historia [de un refugiado cuya madre murió] que se me dio permiso para transmitirla, siempre y cuando no identifique donde sucedió. El problema no fue que su madre falleció – no me refiero a que no estaba de duelo, porque se sabe que el amor de una madre lo abarca todo… se sintió algo culpable porque cuando su madre murió pensó, ‘Ahora por fin puede descansar’, ya que la muerte es [a veces] preferible a cierto tipo de vida. Sin mencionar que la había visto morir muchas veces, continuamente, en sus últimos meses de vida, mientras el dolor le cerraba sus ojos y las arrugas aparecieron rápidamente en su rostro – como si se diera cuenta de que no iba a regresar al país que la había expulsado. Este le ocultó a ella el hecho de que la llave de la [casa] que ella cargaba ahora era una llave sin casa… él podía sentir su frustración. Ella le miraba y luego hacia sus manos, para asegurarse que había traído algo para saciar el hambre de sus nietos.
«Muchos [refugiados] al igual que ella su replegaron hacia el Líbano, Jordania y Turquía. Se dispersaron a lo largo de los márgenes de la patria siria, con la esperanza de volver. Las estaciones cambiaron y la patria solamente se vio más distante. Ella le preguntaría: cuando [vamos a regresar]? Él le mentiría y a sí mismo.
«El problema no fue que su madre murió – era qué hacer con el cuerpo de su madre. Inmediatamente después de su muerte, su hermano fue a buscar un lugar para ella, en el cementerio de la localidad donde alojaban a algunos de los refugiados. Se le dijo, cortésmente, ‘no’. Los cementerios están reservados [para los locales] y no están abiertos a los extranjeros. Por otra parte, [al parecer] mezclar los huesos [de los locales y extranjeros] es de gran preocupación, ya que es como mezclar historias. Este no culpa a los aldeanos, que en realidad acogieron a [los refugiados]. Pensaban que sus penosas experiencias no durarían mucho y que los [refugiados] no tardarían en salir. Esta guerra, que comprende varias guerras locales, regionales, e internacionales, les engañó. Tal vez los dueños de la tierra [es decir, los locales] temían que los cuerpos de los extranjeros se convertirían en raíces [en la tierra de ellos] y que si hubiese [demasiados] huesos extranjeros, las identidades se confundirían. Ya que estamos en el Medio Oriente – en un lugar que odia a los vivos y le teme a los muertos.
«Su hermano trató de hallar una solución, tal como cavar un hoyo pequeño en un lugar aislado. Pero a una tumba se le considera un mal presagio para el medio ambiente y rebaja el valor a la propiedad. La única persona que mostró flexibilidad ofreció retener el cuerpo por un número limitado de días a cambio de una [suma de dinero en] dólares. [El hermano] casi ríe, porque este buscaba un hoyo para enterrar los huesos de su madre, no un hotel para alojarla – y dónde conseguiría dólares el hijo de un refugiado? ¿Qué pasara cuando el trato con el terrateniente expire? Qué terrible es cuando un refugiado es incapaz de hacer algo por el cuerpo de su madre[!]
«Extraños pensamientos le sobrevinieron: ¿Qué sucedería si tuviera que colocar su cuerpo en una pila de ramas secas y le prendiera fuego? Este inmediatamente desterró este pensamiento, ya que la religión lo prohíbe ¿Qué hay de dejar que se descomponga a la intemperie, en protesta contra la brutalidad de este mundo? Este pensamiento lo desterró [también]. Este consideró subir por la madrugada, llevando el cuerpo en su espalda y yendo por la frontera [siria] mientras lo cargaba. Pero si su país tuviese piedad por los cadáveres, le tendría piedad de los vivos [también]. No existe ningún reconocimiento a un derecho a retornar, ni siquiera para los muertos.
«[Incluso] pensamientos [extraños] entraron en su mente. No tenía sentido enviar el cuerpo a la Casa Blanca, porque Obama no puede encargarse de la estabilidad en el Medio Oriente. No podía ser enviado al Kremlin tampoco, porque al zar [Putin] no le importa y produce cadáveres [por su propia cuenta] sin pestañear. Quién sabe, tal vez [el canciller ruso] Lavrov acuse a los difuntos de conspirar con el [terrorismo] takfiri?
«Qué terrible es dejar indefenso a un refugiado para que [entierre] el cuerpo de su madre[!]
«Este continuó alucinando: Tal vez le enviara el cuerpo al elegante y muy educado enviado especial Staffan de Mistura, con una recomendación de que debe incluir en sus documentos un plan para poder pasar de manera segura a fallecidos que regresan de Jordania, Turquía, Líbano e Irak. Pero el pobre de Mistura está bastante ocupado, perdido entre los pantanales de Kerry y las mentiras de Lavrov – este cadáver es árabe y la Liga árabe, que está a punto de expirar debido al aburrimiento, debería organizar con urgencia las tumbas para muchos árabes.
«Ese envidiaba a los [refugiados] que cruzaron el mar, ya que si su madre hubiese muerto en Alemania, le hubiesen encontrado a ella un hueco – y lo mismo sucede en Suecia. Esos países son mucho más misericordiosos que nuestras patrias retorcidas, que nos dan de mala fe [nuestra] libertad, honor y seguridad mientras estamos vivos y luego se lamenta [cuando estamos muertos].
«Él no enviará su [cuerpo] a ningún lugar, bajo ninguna circunstancia. Cuando cae la noche, éste la llevara lejos y buscara un pozo abandonado y la esconderá allí. Tales son nuestros países – perdemos nuestra vida allí y nuestros cuerpos se pierden en las márgenes.
«El terrible Medio Oriente [es igual a] 1.000 hiroshimas».
[1] Al-Hayat (Londres), 30 de mayo, 2016.