Por: Yigal Carmon y Anna Mahjar-Barducci*

Con la anticipada expulsión del Estado Islámico (EI) de Mosul y el posterior colapso de su fortaleza en Raqqa, gracias a la directiva estadounidense y participación militar, el Presidente Barack Obama habrá completado con éxito el proceso histórico iniciado por el Presidente George W. Bush con el desarraigo del dictador asesino Saddam Hussein y su régimen. La mayor secta militante dentro del Islam chiita, el Mandato del Jurisprudente de Irán (Velayat-e Faqih), obtendrá una histórica victoria sobre el Islam sunita. Irán se convertirá entonces en el poder hegemónico regional desde el Océano Índico hasta el Mar Mediterráneo, amenazando tanto a Turquía como a Arabia Saudita.

Poniendo fin a un milenio de dominación sunita en Irak

De hecho, la administración Bush, mientras concede a la mayoría chiita en Irak la ventaja que merecía según los principios democráticos, se esforzó por asegurarle a los sunitas su relativa participación en el gobierno. Pero este intento fue erosionado por los políticos chiitas, quienes fueron ayudados y controlados por Irán. No sólo los Estados Unidos no protegieron la cuota de poder de los sunitas, a pesar de que las tribus sunitas les ayudaron a combatir la insurgencia de Al-Qaeda en Irak, sino que se los entregó a manos del protegido chiita de Irán convertido iraquí primer ministro Nouri Al-Maliki, quien los despojó de todo poder y durante cuyo mandato fueron perseguidos. El liderazgo sunita mayormente establecido, en estado de shock por su rápida transformación, al cabo de unos pocos años, de su estatus percibido como soberano legítimo y divinamente empoderado hacia la minoría oprimida bajo la bota de sus antiguos súbditos, se le vio impotente ante el apoyo constante de los Estados Unidos al recrudecimiento iraquí-iraní.

El EIIS – Una realización violenta de la reacción de los sunitas a su pérdida de poder

A pesar de que la mayoría de los sunitas aborrecen las maneras y formas asesinas del EIIS, la aparición de la organización fue una encarnación violenta de la reacción sunita a esta pérdida total de poder hacia los chiitas, tal como lo facilitaron los Estados Unidos. Pero el Estado Islámico comenzó mucho antes de que Abu Bakr Al-Baghdadi declarara el Califato en junio del 2014. Este comenzó con Abu Mus’ab Al-Zarqawi, quien en el 2004-6 se centró en atacar a los chiitas, a quienes consideraba usurpadores del legítimo gobierno sunita de Irak y a los estadounidenses, a quienes vio como responsables de la desaparición de los sunitas iraquíes. En el 2006, Abu Omar Al-Baghdadi declaró el Estado Islámico de Irak (EII). En sus comienzos, el EIIS contaba con una mezcla de sunitas: islamistas, no islamistas y ba’athistas. También, a diferencia de Al-Qaeda que le otorga prioridad a la lucha contra Occidente, el EIIS inicialmente valoró territorio y el principio de la hégira (inmigración hacia el Oriente) por sobre el yihad contra Occidente, que por razones religiosas, ideológicas, estratégicas estaba al fondo de sus prioridades. Para el EIIS, los chiitas iraquíes e Irán eran objetivos mucho más importantes que Occidente; que, sin embargo, ha cambiado a medida que Occidente se ha comprometido cada vez más en la lucha contra este, tal como se refleja en todos los mensajes del EIIS a sus partidarios en Occidente.[1]

 

¿Puede perdurar la derrota estadounidense de una orden histórica milenaria?

¿Aceptarán su derrota los sunitas, que constituyen el 90% del mundo islámico, en Irak y aceptarán la nueva hegemonía geoestratégica autorizada de Irán desde el Océano Índico hasta el Mediterráneo?

Los líderes de Irán siempre enfatizan que nunca han atacado a otro país. Sin embargo, la razón de esto es que siempre han reconocido su debilidad en una confrontación directa con la mayoría sunita. Plenamente consciente de la relación de fuerzas, más allá de su propia propaganda auto-servicial, siempre se han abstenido del conflicto directo con el mundo sunita y cada vez que tenían que enfrentarse a elementos suníes, lo han hecho sólo a través de estados serviciales proxy árabes.

Dos países aparentemente no aceptarán la amenaza iraní emergente a su seguridad nacional: Turquía, cuyo ultranacionalista neo-otomano Presidente Erdogan no presagia conformidad a la nueva realidad dominada por chiitas y Arabia Saudita, que ya se siente amenazada, no sólo geoestratégicamente, por los rebeldes houthi apoyados por Irán en Yemen al sur, sino también religiosamente, por la creciente disputa iraní sobre el papel saudita como Custodio de los Santos Lugares. Por otra parte, el EIIS todavía puede resurgir en las zonas de mayoría sunita de Irak, donde puede esperar el apoyo de muchos en el mundo sunita. Además, el desarraigo del EIIS de su base territorial Siria-Irak significa que sus endurecidos combatientes extranjeros de los países occidentales volverán a sus países y buscaran venganza. Los objetivos primordiales de estos combatientes serán los Estados Unidos y otros países miembros de la coalición y chiitas dondequiera que se encuentren.

Estados Unidos se ha metido a sí misma en una situación en la que los sunitas iraquíes, Turquía, Arabia Saudita y otros en el mundo sunita lo percibirán como el mayor traidor que se pone de parte de los chiitas en Irak y con Irán. Lo que los sunitas ven es que los Estados Unidos, sea demócrata o republicano, no sólo pusieron fin al milenio de dominación sunita en lo que hoy día es Irak, sino que en lugar de castigar a Irán por sus intentos de obtener armas nucleares, negoció con este y terminaron reconociéndolo como una potencia nuclear y levantándole las sanciones sobre este – a pesar de que Irán continúa desarrollando misiles balísticos, patrocinando el terrorismo y violando los derechos humanos.[2]

¿Cómo sucedió todo esto?

¿Cómo fue que un país desde que el presidente Franklin Roosevelt lo creó y fue garante del orden mundial ha catalizado el desorden regional, que se esparcirá hacia Occidente? Alrededor de la época de la invasión de Irak en abril del 2003, tanto expertos como líderes políticos discutieron públicamente los muchos aspectos de tal acción: la evaluación, que resultó equivocada, de que Saddam poseía armas de destrucción masiva; sus violaciones a los derechos humanos, incluyendo el uso de armas químicas y otros métodos de asesinato en masa contra su propio pueblo; La problemática de lidiar con Irak como un estado deshonesto y truhán que ataca a sus vecinos; La erosión de las sanciones por el régimen contra este y, principalmente, el tema de instituir la democracia en el país. La única cuestión no discutida, sin embargo, fue el acto histórico de cambiar el mandato sunita a chiita. En el caso al desarraigo del EIIS de Mosul, también, lo que se discute hoy es el riesgo de que las fuerzas chiitas, tanto del gobierno como milicias, harán de la batalla de Mosul un festival de venganza contra la población sunita de la ciudad y no las ramificaciones a largo plazo de lo que sucederá después de que la operación haya concluido con éxito.

No es que la administración Bush no haya pensado en términos de cambios históricos. Lo hizo. Pero el cambio que pretendía era instituir una democracia en Irak, mientras que el cambio que casi fue ignorado fue que la eliminación de Saddam y el establecimiento de un consejo mandatario representativo pondrían fin a un milenio de estabilidad dominada por sunitas en la región.

Siempre existen razones convincentes y dignas, algunas estratégicas y otras morales, para desarraigar el mal y estas oscurecen la única consideración que siempre nos elude en el momento decisivo. Esa consideración es que la nueva realidad puede empeorar, lo cual sucedió y que puede empeorar aún más en un futuro próximo.

En alabanzas a un entender retrospectivo

Este artículo fue escrito en retrospectiva. Los autores no hacen ningún reclamo en el haber tenido tal visión para ese entonces. Algunos críticos, la mayoría europeos, veían la invasión como ilegítima, porque cambiaba la naturaleza y estructura del país. Al igual que otros, pensamos que este argumento era excesivamente legalista y creíamos no sólo que una invasión era legítima, sino que era moralmente mandatorio por parte de los Estados Unidos intervenir en favor de los que se enfrentaban al asesinato en masa.

Puesto que casi todos fracasaron en prever las consecuencias del cambio histórico provocado por la política de Bush-Obama, ya sea para instituir la democracia (Bush) o para establecer un nuevo equilibrio regional (Obama), surge la pregunta: ¿Cómo pueden los líderes evitar repeticiones de esta debacle, que vemos una y otra vez, no sólo en este caso sino también en otros? Parecería que la regla de oro que deben seguir los líderes para determinar un curso de acción es: No introducir cambios históricos.

El reto obvio es qué hacer frente al mal. Toda minoría en peligro de un asesinato en masa comprensiblemente, ora para que Estados Unidos se sienta moralmente obligado a luchar contra el mal. Sin embargo, este imperativo moral debería aplicarse sin introducir cambios estructurales. George Bush padre alcanzó este equilibrio en la Operación Tormenta del Desierto. Es decir, empujó a Saddam de Kuwait de vuelta a sus propias fronteras, dañó gravemente sus fuerzas militares e impuso sanciones – pero no expulsó a Saddam con el fin de introducir la democracia.

Las democracias del mundo pueden y deberían ayudar a pueblos bajo el yugo de una dictadura. Pero el peso del cambio estructural yace sobre los pueblos involucrados. Además, al apoyar a las fuerzas anti dictatoriales, se debe tener muchísimo cuidado en identificar apropiadamente y con precisión quiénes son demócratas y progresistas y merecedores del apoyo y quienes no, tal como hizo el Presidente Obama, ayudo a elementos tales como la Hermandad Musulmana en Egipto que no son ni democráticos ni progresistas. Este no fue el único error cometido por Obama; En la revuelta civil del 2009 en Irán, este se mantuvo del lado del régimen de la República Islámica mientras reprimía violentamente al democrático Movimiento Verde. De hecho, los expertos pueden ayudar a aplicar esta regla de abstenerse en introducir cambios estructurales en cada caso individual. Pero la responsabilidad final para sostener esta regla descansa únicamente sobre los líderes.

*Yigal Carmon es Presidente y Fundador de MEMRI. Anna Mahjar-Barducci es Directora del Proyecto de Estudios de Medios de Comunicación Rusos en MEMRI.

[1] El grado en que el EIIS considera el yihad contra Occidente al final de sus prioridades se refleja ampliamente en las declaraciones del portavoz del EIIS el fallecido Abu Muhammad Al-Adnani, quien en un mensaje a los combatientes del EIIS dijo: «El Estado Islámico no Lanzó una guerra contra ustedes, tal como afirman su mentiroso gobierno y sus medios de comunicación. Ustedes fueron quienes iniciaron las hostilidades contra nosotros. Y el bando que inició las hostilidades es el malvado. Ustedes pagarán muy caro por ello cuando sus economías colapsen. Cuando vuestros hijos sean enviados a combatirnos y ellos regresen lisiados y heridos, en ataúdes, o como lunáticos… Ustedes pagarán cuando cada uno de ustedes sienta miedo viajando al extranjero. Pagaran cuando caminen por las calles por temor a los musulmanes… No estarán a salvo en sus propias camas, pagarán el precio cuando fracase la guerra de los cruzados. Y entonces invadiremos el propio corazón de su país. Después de eso nunca volverán a ser agresivos con nadie. Dirigiéndose a los combatientes del EIIS, este continuó diciendo: «¿Por qué es que el mundo está unido en contra de ustedes? ¿Por qué las naciones de la incredulidad están arraigadas en contra de ustedes? ¿Qué amenaza plantea ustedes al lejano lugar de Australia, para que envíen sus legiones hacia ustedes? ¿Tiene Canadá algo que ver con ustedes? «Véase el informe del PSATY de MEMRI Respondiendo a la campaña liderada por Estados Unidos, el portavoz del EIIS llama a asesinar occidentales, incluyendo civiles, por cualquier medio posible, 22 de Septiembre, 2014.

[2] A pesar de todo lo que el Presidente Obama ha hecho por el régimen iraní, no sólo él y su administración no han recibió reconocimiento alguno por parte de Irán a sus esfuerzos para hacerlos salir de su aislamiento internacional, pero los Estados Unidos es el país más odiado por excelencia como el Gran Satán; También está sometido a diversos actos hostiles de carácter iraní, tales como el arresto de ciudadanos estadounidenses, el arresto y humillación de soldados estadounidenses, llamadas escaladas a «muerte a Estados Unidos» y el continuó incitamiento contra esta.