En su columna en el diario de Londres Al-Sharq Al-Awsat, la columnista saudita Lamia Al-Swailem atacó la glorificación de la muerte en la cultura árabe, y examinó la diferencia entre el valor de la vida humana en el mundo árabe y en Occidente. Llamando en los árabes a no acusar a los occidentales por no valorar la vida árabe, les pide en su lugar examinar su propia cultura y exigir una rendición de cuentas a sus predicadores y políticos que devalúan la vida árabe exaltando las virtudes de sacrificar esta vida por la nación, la tierra, la lucha por el régimen, y así sucesivamente.
A continuación se presentan extractos de su columna:[1]
«Más que cualquier cosa, el mayor defecto de la humanidad es la diferenciación en el valor de la vida humana de acuerdo al color, raza o el sexo. Muchos en el mundo árabe sienten que sus vidas valen menos que las de los europeos o los estadounidenses – por ejemplo, el atentado a un autobús con 10 turistas en Egipto causa más dolor y rabia en todo el mundo que la muerte de cientos de ciudadanos egipcios en un accidente de tren. Este crea la impresión de que el mundo sólo se preocupa por los 10 turistas ya que son ciudadanos europeos, e ignora completamente a los otros fallecidos simplemente porque no tienen pasaportes que son, por ejemplo, estadounidenses…
«La cuestión moral aquí no es el por qué los estadounidenses lloran por la muerte de sus propios ciudadanos y no les importa la muerte de otros, sino más bien, ¿por qué [estos] otros no lloran por sus muertos tal como lo hicieron los norteamericanos?
«¿Por qué se percibe la muerte del ser humano en la sociedad árabe como un destino predestinado que no puede ser cuestionado, y por qué la vida humana en la sociedad árabe es vista como la carta más fácil de sacrificio por los principios y creencias, o en una lucha por el poder? La diferencia no radica en el doble discurso de algunos en Occidente respecto a sus sentimientos humanos y la empatía hacia sus propios ciudadanos en oposición a estos sentimientos para otros. Lo contrario es verdad: la verdadera diferencia yace en el doble discurso de la cultura árabe, que sacrifica incesantemente la vida humana para sus consignas políticas y religiosas, y luego expresa su indignación por la devaluación de la vida árabe en comparación con la vida en Occidente.
«El ciudadano estadounidense – cuyo pasaporte aumenta grandemente en valor si este es asesinado – no es responsable por los mensajes árabes que glorifican la muerte a diario, en todos los canales de televisión – ya sean oficiales o de oposición, en la mayoría de los espacios – ya sean públicos o privados, y en cada evento – ya sea alegre o triste.
«[Pero] la glorificación de la muerte es [meramente] un resultado, es el fruto recogido por los árabes por la cultura del sacrificio – [sacrificio] con sangre y espíritu. Una cultura que utiliza el sacrificio por el bien de los principios, valores, y creencias es una que exalta una muerte que sigue a un crimen por honor, porque [este último fue] un acto de purificar el deshonor y proteger la vida por venir de las impurezas de este mundo.
«El mundo occidental, a la que la sociedad árabe cree no le importa nada de eso, no es una organización de caridad plagada de buenas intenciones. Más bien, está formado por países que operan por motivos políticos y económicos, y [son impulsados por] intereses, influencias y poder – [países] que sólo se preocupan por sus propios ciudadanos. Restaurar el valor de la vida al individuo árabe no es una prioridad en lo absoluto para estos países, y no están tratando de cambiar a la cultura árabe, que glorifica la muerte como un boleto hacia el paraíso.
«El individuo árabe debería preguntarse sobre el valor de su vida en su propia cultura. Debería preguntarle a aquellos que tediosamente verborrean junto a las consignas infladas que resuenan constantemente en sus oídos cual es exactamente el por qué deben sacrificar su vida por la victoria de algún grupo. [Este debería preguntarles] por qué un hombre debe morir para que la tal llamada ‘nación’ deba vivir? Estas preguntas deben ser hechas de manera que pueda haber discusión sobre la cultura de las sociedades árabes y sus regímenes políticos. Debemos discutir la medida a fin de que los políticos reconozcan que la vida humana es un valor con que un país se regocija. Esta pregunta va dirigida a las millones de personas que ven el valor de la tierra como un objetivo [en sí mismo], en lugar de una condición para la existencia humana.
«La pregunta [entonces] salta hacia el discurso de los derechos humanos, que aviva el fuego al problema de los derechos políticos y democráticos, pero no incluye ni una sola declaración sobre el derecho a la vida. Este discurso renuncia a la vida del individuo [árabe] por el bien de la nación, del mismo modo que renuncia a la calidad de vida a causa del temor por los avances científicos y tecnológicos. Un árabe que siente que su vida vale poco no debería culpar al mundo [Occidental] al que no pertenece – sino más bien exigir una rendición de cuentas de su propio mundo, de la sociedad en que vive, de la cultura árabe que no valora su vida tanto como la vida de un norteamericano o un europeo.
«La cultura árabe, que porta el motivo del sacrificio por la sangre y por el espíritu, no ha logrado elevar [el valor de la vida árabe] por encima del valor de la tierra y el espacio físico. Por el contrario, ha devaluado la vida humana por partida doble. El discurso político y religioso árabe, que condena todas las formas de tiranía, no renuncia a la glorificación de la muerte por consignas y promesas para el futuro [es decir, el más allá]…
«La cultura [árabe], que ha prohibido el suicidio, es la misma cultura que ha permitido los atentados suicidas en nombre del ‘sacrificio’. Esta cultura le dice al individuo árabe: Ustedes no tienen derecho a poner fin a su vida por sí mismos, pero pueden hacerlo sobre la base de un mensaje subliminal o directo de su comandante o predicador. Este doble [discurso] respecto a la muerte yace en el corazón de las sociedades árabes. La vida no será [adecuadamente] valorada en una cultura que glorifica todo menos la dignidad humana».
[1] Al-Sharq Al-Awsat (Londres), 2 de febrero, 2014.