En una columna titulada «China en vísperas de una gran batalla», Timofei Bordachev, director del programa del grupo de expertos pensantes (think tank) Club de discusión Valdai, afirmó que el choque entre China y los Estados Unidos ahora era inevitable. Lo que ocurría era simplemente maniobrar mientras ambos bandos buscaban posiciones de máxima ventaja. Según Bordachev, no existe ninguna posibilidad de reconciliación entre las partes y el incidente del globo resaltó la determinación china de enfrentarse a los estadounidenses.
Las acciones hacia tal confrontación complacerían a las autoridades rusas, ya que estos esperaban una participación china mucho más activa para ayudar a Rusia durante su actual conflicto con Occidente. Sin embargo, explica Bordachev, por mucho que a Rusia le gustaría ver una pronta respuesta china, su momento sería exclusivamente decisión de China, dado que Rusia no tiene forma de acelerar tal situación.
La columna de Bordachev puede leerse a continuación:[1]
Sería erróneo creer que la demora de las autoridades chinas en contraatacar a los Estados Unidos debería interpretarse como una demostración de su debilidad. La única pregunta es cuándo y bajo qué condiciones el Imperio celestial estará listo para desafiar a los estadounidenses de manera decisiva. Ambos actores en la segunda confrontación más importante del planeta ahora se dirigen hacia un enfrentamiento entre sí en pistas paralelas y solo piensan en iniciar la acción en las circunstancias más ventajosas para ellos.
En este sentido, las relaciones Estados Unidos-China se asemejan más a los clásicos preparativos para una gran confrontación de potencias: cualquier acción de mantenimiento de la paz significa solo otro aplazamiento de la guerra para tomar de hecho posiciones más ventajosas. Cada cumbre o conversaciones oficiales solo tiene sentido dentro del contexto de una inevitable colisión.
La política exterior de Pekín y Washington se asemeja a las acciones de dos ejércitos en vísperas de una gran batalla. Los comandantes saben que se encontrarán en batalla, pero maniobran, quieren que su posición esté en la cima de una colina mientras que la del enemigo esté en el valle, observan la posición del sol esperando que este ciegue al enemigo. Esperan llegue el viento más favorable en el tema de política internacional.
El compromiso entre las dos naciones es imposible, ya que tanto China como Estados Unidos pasaron esta etapa de relaciones hace una década. Pero más recientemente, antes de sucederse la pandemia del Covid-19, su confrontación era estática, donde ambas potencias esperaban su momento y sin preparación para una batalla. Tal es la naturaleza y sustancia de su relación.
Las cosas han cambiado en los últimos dos o tres años: las fuerzas de los dos países ahora están en movimiento y la cuenta regresiva hacia el conflicto ha comenzado. No podemos decir cuánto durará esta maniobra. Y lo más importante, es imposible predecir ahora cuándo será disparada la primera bala por alguno de los bandos. Rusia sabe muy bien por experiencia propia lo difícil que es ver la delgada línea entre un «todavía prematuro» y «demasiado tarde» en materia de guerra y paz.
Lo único que no sería del todo ingenuo esperar es entender dónde se encuentra el límite invisible, más allá del cual uno de los bandos se vería obligado a abrir fuego, o qué combinación de capacidades ofensivas les parecería suficiente a Washington o Pekín para iniciar una acción decisiva. Sin embargo, no hay ninguna duda de que la señal del «todo despejado» no llegará a sonar.
La causa más probable de conflicto directo es, naturalmente, la isla de Taiwán. Este es un territorio soberano chino, administrado por un gobierno independiente, que Estados Unidos se ha comprometido a defender con todas sus fuerzas disponibles. Washington está intimidando a China de todas las formas posibles y ha mostrado su voluntad de crear situaciones de riesgo.
Pekín es más restringido, acumulando su fuerza y haciendo que los observadores suspiren decepcionados cuando otra provocación por parte de los Estados Unidos recibe solo declaraciones amenazantes en respuesta. Muy recientemente, en el mes de agosto del 2022, todos fuimos testigos de la respuesta moderada de Pekín a una provocativa visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos Nancy Pelosi.
Es por ello que percibimos cada movimiento decisivo de China como signo de un punto de inflexión en su comportamiento. Seguramente, un estado tan poderoso debe cansarse de tantas provocaciones. Existen sentimientos encontrados sobre las maniobras de Pekín en Rusia: muchos, probablemente, incluso creen que deberíamos aprender de la moderación china.
El último episodio con el paso descarado de un globo meteorológico chino sobre territorio estadounidense sugiere que la política china es mucho más compleja de lo que parece. El gobierno chino puede actuar con decisión y crear situaciones muy dolorosas para los Estados Unidos. La reacción histérica de los medios de comunicación y políticos estadounidenses, así como también la caza teatral del globo por parte de todo un grupo de militares estadounidenses, sirvieron como indicativos de cuán doloroso fue el golpe que Washington no logro asestar.
En otras palabras, al enviar un globo meteorológico al espacio aéreo estadounidense, China ha logrado varias cosas. Primero, demostró al mundo que es capaz de realizar acciones audaces y puede hacer movimientos impredecibles contra los puntos más vulnerables de su adversario. Para los Estados Unidos, ese lugar es su sistema de defensa aérea que, según los expertos, estaba poco desarrollado debido a la preocupación por las expediciones coloniales. En segundo lugar, puso nerviosos e inquietos a los estadounidenses, es decir, los hizo «perder cara» ante una situación difícil. Y finalmente, demostró que la visita del secretario de estado estadounidense, pospuesta por el «incidente del globo», no significó nada para China.
Pero tal conducta difícilmente puede considerarse como la transición de China hacia una nueva calidad de política en su conflicto con los Estados Unidos. Primeramente, porque esta política ya es profundamente hostil y tiene como objetivo frenar las opciones estadounidenses en la medida de lo posible.
China no necesita decidir ahora sobre un conflicto con los estadounidenses. Esta decisión fue tomada cuando el presidente chino Xi Jinping, rechazó firmemente todos los intentos de Estados Unidos de entrometerse en los asuntos internos del reino medio. Recordamos bien el cómo hace varios años la propaganda occidental nos aseguraba que un líder en China no podía ocupar el cargo por más de dos mandatos. Esto resultó ser ficción, un engaño que fue desmentido por los pasos prácticos de las autoridades chinas.
No hay que olvidar que China es la potencia cuya experiencia en política exterior incluye el enfrentamiento militar directo con los estadounidenses. Durante la Guerra de Corea (1950-1953), decenas de miles de voluntarios chinos salvaron a Corea del Norte de la derrota y libraron batallas decisivas contra las fuerzas expedicionarias estadounidenses.
Rusia, por ejemplo, no posee tal experiencia, todavía no hemos tenido enfrentamientos militares masivos cara a cara con los estadounidenses. Sin duda, la política de reformas y apertura seguida por China desde mediados de la década de los años 1970 durante casi 40 años le ha dado mucha confianza a Estados Unidos en la idea de que es capaz de «dirigir» China. Incluso ahora, muchos en Washington creen que el Partido Comunista Chino está interesado en una paz con los Estados Unidos por el bien de mantener el crecimiento económico en el país.
Sin embargo, mucho, si no todo, ha cambiado en los últimos diez años. La llegada al poder de Xi Jinping fue, evalúan expertos en el país, un punto de inflexión, la elección de China a favor de la independencia y la presión sobre las posturas estadounidenses en todo el mundo. Durante los tres años de la pandemia del Covid-19, las autoridades chinas lograron consolidar seriamente a la sociedad internamente.
Los confinamientos y cuarentenas interminables han dañado gravemente la economía nacional, pero, al mismo tiempo, la capacidad de movilización ha crecido tremendamente; ha quedado muy en claro cuántas personas en China asocian su futuro con la globalización bajo el control de Estados Unidos. Si bien económicamente, la pandemia le ha traído muchos problemas a China, políticamente su voluntad de confrontar a los Estados Unidos ha aumentado considerablemente.
La respuesta estadounidense al «incidente del globo» fue negociar con Japón sobre el despliegue de misiles de mediano alcance, misiles de crucero y armas hipersónicas de largo alcance en su territorio. Esta decisión anula todos los resultados positivos, en términos de paz entre Estados Unidos y China, que fueron alcanzados en la cumbre celebrada por el presidente de los Estados Unidos y el líder chino en Bali en noviembre pasado. Washington afirma abiertamente que el despliegue planificado es una «medida defensiva contra China» que, tal como dice el chiste, ha posicionado su territorio demasiado cerca de las bases militares estadounidenses.
En respuesta, la parte china ha afirmado su derecho a una «respuesta estratégica» ante la amenaza. El «incidente del globo» o el despliegue de nuevas armas estadounidenses cerca de las costas chinas no son evidencia de un cambio en la relación entre estos países. Los dos han sido durante mucho tiempo adversarios.
Sin embargo, ambos hechos son signos de otro desplazamiento de las fuerzas hacia esa línea invisible tras la cual a Washington y Pekín sólo les queda combatir. E incluso si Rusia tuviese el menor interés en el pronto inicio de esta batalla, nuestra capacidad para influir seriamente en la velocidad de su acercamiento es muy limitada.
[1] Vz.ru/opinions/2023/2/8/1198398.html, 8 de febrero, 2023.