Con una única excepción, la administración Trump muy ciertamente no se distinguió a sí misma en lo que respecta a África.[1] Pero tal excepción, es decir Sudán, es importante. Con igual intensidad que una excavadora centrada en ayudar a hacer las paces entre Israel y sus vecinos árabes, a través de una aparentemente cruda presión junto a una creatividad muy torpe, la administración logró tres grandes resultados para el gobierno de transición de Jartum: eliminar a Sudán de la lista de promotores estatales del terrorismo, restaurar la inmunidad soberana de Sudán por verse en complicidad pasada con actos terroristas y proveer alivio a la deuda tanto bilateral como del Fondo Monetario Internacional que hará que Sudán pueda acceder más fácilmente a la ayuda internacional para países muy pobres. A cambio, Jartum tiene que avanzar en normalizar sus relaciones con Israel.[2]

Yo soy uno de los que criticaron a la administración por presionar demasiado para que el frágil gobierno de transición de Sudán se pusiera de acuerdo con Israel, aunque apoyo la normalización de relaciones, pero al final funcionó y, al igual que los otros acuerdos entre Israel y los estados árabes en los últimos meses, este es un logro diplomático muy sólido y respetable.

Sudán, después de 30 años de una brutal dictadura, se le ha dado una segunda oportunidad. Esa oportunidad la ha ganado principalmente el propio pueblo sudanés, que en los años 2018 y 2019 se alzó contra el régimen de Omar Al-Bashir y con la ayuda de partes clave de la institución militar sudanesa, puso fin al régimen. Pero muy ciertamente, la comunidad internacional también jugó un papel secundario muy útil. Y las segundas oportunidades en el mundo árabe no son nada despreciables, ya que vemos a varios países como el Líbano, Siria, Irak y Yemen envueltos en crisis existenciales profundas y aparentemente intratables. Sudán también se encuentra en crisis y sin embargo, uno solo puede compararlo con la situación en el Líbano y ver una esperanza verdadera y la posibilidad de progreso a las orillas de los Dos Nilos.

El problema más inmediato de Sudán es económico. La inflación superó el 200% en el año 2020, exacerbando aun más la pobreza y el hambre ya generalizadas. El suministro de combustible, alimentos, medicinas y electricidad son desafíos importantes. El PIB en el año 2020 disminuyó incluso más que en los últimos dos años como resultado de la pandemia del coronavirus. Casi la mitad de los sudaneses de edades entre los 15 y 64 años sufrieron de desnutrición en la niñez. Y con las libertades ganadas por la revolución sudanesa llega el derecho a manifestarse y quejarse a todo pulmón. Las expectativas y frustraciones son muy altas. El mayor desafío de Sudán durante los próximos dos años es encontrar una manera de mostrar un avance tangible hacia una vida mejor para su pueblo. De acuerdo a la Carta Magna para el Período de Transición del país, las elecciones democráticas se celebrarán a finales del año 2022; estas serían las primeras elecciones totalmente libres en Sudán desde el 1986.

El segundo desafío, no menos abrumador, que enfrenta Sudán es el de las relaciones entre la población civil y militar, específicamente el cómo controlar a una institución militar en expansión acostumbrada a los privilegios económicos y políticos. En Sudán, existen dos entidades militares, las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), las fuerzas paramilitares creadas por el régimen anterior partiendo del conflicto de Darfur y utilizadas como una especie de Guardia Pretoriana por Bashir en sus últimos años en el gobierno. Tanto las FAS como las FAR son mencionadas por su nombre en la Carta de Transición como «instituciones militares nacionales que protegen la unidad y la soberanía de la nación». Abdel Fattah al-Burhan de las FAS y el comandante de las FAR Muhammad Hamdan Dagalo (alias «Hemeti») son, respectivamente, presidente y vicepresidente del Consejo de Soberanía de Sudán.

Los continuos abusos contra los derechos humanos por parte de las FAR han dado lugar a reiterados llamados a su disolución e incorporación a las filas del ejército regular.[3] Incluso si las FAR y Dagalo estuviesen absolutamente limpios de culpa (no lo están), hubiese tensión, dado que en gran parte, esta fuerza es reclutada de la comunidad árabe de Darfur en Sudán, una pequeña parte de esta marginada de la población que nunca ha tenido un poder político verdadero.[4] La relación entre las FAR y las FAS y la relación entre ambos y el gobierno civil de transición y la sociedad civil activista de Sudán es un punto álgido importante que merece un seguimiento cuidadoso. Uno de los desafíos futuros de la comunidad internacional será ayudar a Sudán a gestionar estas relaciones. También es una oportunidad para que Estados Unidos trabaje junto a sus aliados árabes (Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos) en un compromiso constructivo para asegurarse de que la casta militar de Sudán se mantenga dentro de su carril. Este será un trabajo que requerirá mucho esfuerzo.

Cuando se procedan a realizar las elecciones en Sudán, los actuales líderes – incluyendo a al-Burhan, Hemeti y el primer ministro civil Abdallah Hamdok, no podrán postularse para ocupar altos cargos. Esto plantea el tema de quién exactamente participará en estas. Ya hemos visto a islamistas, ya sea estén conectados con el ahora disuelto Frente Nacional Islámico (FNI)/Partido del Congreso Nacional (PCN) de Bashir, o con el Partido del Congreso Popular (PCP) de su antiguo camarada Hassan al-Turabi – haciendo campaña por un papel en el proceso político. El jefe del antiguo grupo rebelde Movimiento Justicia e Igualdad (MJI), que tuvo vínculos con el PCP de al-Turabi, le dijo recientemente a Al-Jazeera que a los grupos islamistas debería permitírseles que reanuden sus actividades políticas dentro del país.[5] Los islamistas ya se encuentran activos.[6] El canal de televisión por satélite Al-Tayyiba, anteriormente pro-PCN, islamista sudanés, cerrado en Jartum, ahora opera desde Turquía, que se ha convertido en estos últimos años en refugio seguro para aquellos radiodifusores islamistas anti-regímenes árabes.[7]

El caso de Sudán y el Islam político es único y singular en el mundo árabe. Este no es un lugar, como muchos otros, donde los regímenes autoritarios, ostensiblemente laicos o izquierdistas o pro-Occidente reprimieron a la Hermandad Musulmana. Sudán es el país que fue gobernado directamente con mano de hierro – librando una guerra genocida y apoyando el terrorismo global – por los islamistas desde el año 1989 hasta el 2019 y donde los islamistas poseían un poder considerable inclusive antes, durante los últimos años de la dictadura de Nimeiry y el gobierno elegido democráticamente del difunto Sadeq al-Mahdi. Este fue el gobierno de Al-Mahdi apoyado por los Estados Unidos y no el PCN de Bashir, quien inició la práctica de dotar a aquellos miembros de la tribu Darfur con armas automáticas y alistarlos como milicias para ir en contra del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA/siglas en inglés). Estas son las raíces históricas del ejército privado de Hemeti de hoy día. Nimeiry (también un aliado estadounidense para ese momento) reinició la Guerra Civil contra los sudaneses del sur en el año de 1983 por el bien de la ley del sharia.[8]

Parecería ser una gran tragedia si, saliendo de tres décadas de dictadura islamista, un proceso democrático diera luz a otro experimento sudanés en la anti-liberal política islamista. Pero en una verdadera democracia, los resultados deben ser respetados. Independientemente de cuáles sean las reglas básicas, el próximo proceso político que conducirá a las elecciones del 2022 (y después) será algo mucho más complicado.

Es interés de los Estados Unidos y yo diría, para el pueblo sudanés que un futuro Sudán – en paz consigo mismo junto a sus vecinos y apoyado por Occidente, sería algo así como lo que se describe en la carta magna de transición del año 2019:

«La República de Sudán es un estado independiente, soberano, democrático, parlamentario, pluralista y descentralizado, donde los derechos y deberes están cimentados en la ciudadanía sin ningún tipo de discriminación por motivos de raza, religión, cultura, sexo, color, género, condición social o económica, u opinión política, discapacidad, afiliación regional o cualquier otro tipo de causa».[9]

Este es el último de los tres grandes desafíos – la crisis económica, las relaciones cívico-militares y el proceso político que conduce a las elecciones – que Sudán y aquellos miembros de la comunidad internacional que se preocupan por Sudán deben superar en los próximos dos años.

*Alberto M. Fernández es Vicepresidente de MEMRI y se desempeñó como diplomático en Sudán desde los años 2007 al 2009.


[1] Cfr.org/in-brief/trumps-africa-policy-better-it-looks, 21 de diciembre, 2020.

[2] Whitehouse.gov/briefings-statements/president-donald-j-trump-brokers-historic-peace-agreement-israel-sudan, 23 de octubre, 2020.

[3] Sudantribune.com/spip.php?article70293, 5 de enero, 2020.

[4] Informe Diario de MEMRI No. 182 – La asombrosa venganza del ex ‘Janjaweed’ de Sudán, 15 de abril, 2019.

[5] Aljazeera.net/news/politics/2020/12/30/%D8%AC%D8%A8%D8%B1%D9%8A%D9%84-%D8%A5%D8%A8%D8%B1 % D8% A7% D9% 87% D9% 8A% D9% 85-% D9% 84% D9% 84% D8% AC% D8% B2% D9% 8A% D8% B1% D8% A9-% D9% 86 % D8% AA-% D9% 84% D8% AF% D9% 8A% D9% 86% D8% A7-% D8% B1% D8% A4% D9% 8A% D8% A9, 12 de diciembre, 2020.

[6] Segmento de video del portal MEMRI TV No. 8591 – Imam sudanés Muhammad Al-Amin Ismail critica la inclusión de la obra ‘La creación de Adán’ de Miguel Ángel en un libro de texto nuevo de historia: ¡Cerremos nuestras escuelas!, 1 de enero, 2021.

[7] Youtube.com/user/taybasd.

[8] Africanarguments.org/2019/07/save-abas-death-sentence-sudan-legal-system, 3 de julio, 2019.

[9] Sudanreeves.org/2019/08/06/sudan-draft-constitutional-charter-for-the-2019-transitional-period, 6 de agosto, 2019.