En un reciente artículo, el conocido autor pakistaní Syed Irfan Ashraf llamó la atención de la comunidad internacional sobre el trato que realizan los talibanes afganos a los disidentes, periodistas y mujeres. El Emirato Islámico de Afganistán (la organización yihadista de los talibanes afganos) tomó el poder el día 15 de agosto del 2021 y aún no ha sido reconocida por la comunidad internacional.

Syed Irfan Ashraf, autor del libro Dark Side of News Fixing: The Culture and Political Economy of Global Media in Pakistan and Afghanistan – El lado oscuro a la fijación de noticias: La cultura y economía política de los medios de comunicación globales en Pakistán y Afganistán, observó lo siguiente: «Lo que los talibanes necesitan es un paso en la dirección correcta: desarrollar la capacidad de transformar su militancia en un gobierno político. En lugar de buscar reconocimiento fuera del país… los líderes talibanes deben respetar la historia y derechos de los afganos».

Los talibanes azotaron severamente a Taqi Daryabi (izquierda) y al periodista Neamat Naqdi.
Los talibanes azotaron severamente a Taqi Daryabi (izquierda) y al periodista Neamat Naqdi.

Los siguientes son extractos del artículo:[1]

«En redadas al estilo Gestapo por parte de los talibanes afganos, los disidentes son atacados regularmente; los reporteros son golpeados a mansalva; las mujeres son agredidas por exigir sus derechos y algunas continúan desaparecidas»

«A pesar de estar ocho meses en el poder, los talibanes parecen no tener idea de qué tipo de espacio político desean crear en Afganistán. Un factor clave que contribuye a este enigma es el estilo de gobierno de los talibanes: pero, sin ninguna referencia válida en la historia, esta regla sólo puede evaluarse a través de las acciones del grupo y sus consecuencias. En este contexto, la intachable ortodoxia de los talibanes, que no da cabida a la libertad de expresión, ofrece muy pocas esperanzas.

«Una breve descripción de las libertades de prensa bajo la tutela de los talibanes puede ayudar a comprender en qué se ha convertido Afganistán bajo el nuevo régimen. Seis periodistas afganos perdieron la vida en los primeros 100 días del régimen talibán. Según informes, más de 300 medios de comunicación han cerrado hasta ahora. El señalar a las estaciones de radio como ‘los altavoces de Estados Unidos’, los soldados de infantería talibanes incineraron a muchas de estas estaciones en la zona sur del país. Más de 7.000 trabajadores de los medios de comunicación huyeron del país. Todo esto y los gobernantes no parecían en lo absoluto preocupados por ello.

Zabihullah Mujahid, el portavoz de los talibanes, se dirige ante una conferencia de prensa
Zabihullah Mujahid, el portavoz de los talibanes, se dirige ante una conferencia de prensa

«‘Alrededor de 200 a 300 personas murieron todos los días bajo la anterior administración de Kabul’, dijo recientemente Sohail Shaheen, el portavoz de los talibanes, durante una entrevista con un presentador de la televisión paquistaní. ‘La situación ha cambiado’, este sostuvo con indiferencia. Sin embargo, así como la mayoría de estas muertes ocurrieron en ataques perpetrados por los talibanes contra el gobierno anterior, la naturaleza distópica del nuevo régimen no puede esconderse detrás del término ‘cambio’.

«Mientras los medios de comunicación pakistaníes salvaron las apariencias de los talibanes, los periodistas afganos pusieron su granito de arena a fin de cuestionar la legitimidad de la ortodoxia. Luego de asumir el poder, el portavoz central de los talibanes Zabiullah Mujahid organizó una conferencia en Kabul en la que anunció una amnistía general para todos los afganos. Un reportero afgano tomó al portavoz por sorpresa: «¿Cree usted que los afganos también le perdonarán?» Fue un momento escalofriante para los periodistas presentes en el evento de alto perfil. ‘Esto sucede en la guerra’, respondió simplemente el portavoz.

«Sin embargo, la guerra continúa. En las redadas al estilo de la Gestapo, los disidentes son atacados con regularidad. Los periodistas reciben palizas a mansalva. Las mujeres son agredidas por exigir sus derechos y algunas siguen desaparecidas. Como periodistas locales estos no pueden plantear libremente sus voces contra estos abusos, la única opción disponible para ellos es conectarse con la diáspora afgana en la red. Pero compartir información sobre las atrocidades de los talibanes también los expone a una vigilancia sumamente estricta. En consecuencia, más de 500 periodistas afganos han huido de Kabul en los últimos cinco meses. Actualmente viviendo en los estados vecinos, muchos de ellos corren de un pilar a otro para buscar asilo en los países más seguros de Occidente».

«Empapados de miedo y terror, Afganistán no puede ser gobernado como una madraza yihadista: un lugar armado sin espacio para ninguno de los derechos políticos y culturales»

«Hablé con algunos de estos periodistas que me contaron sobre su dolorosa evacuación. Después de enviar desesperadas señales de ayuda a las organizaciones de derechos humanos, algunos de ellos recibieron llamadas telefónicas. ‘Al principio no compartí mis detalles’, dijo un periodista que pasó por muchos de estos problemas antes de obtener una segunda oportunidad. Deprimidos y viviendo en condiciones hostiles en un país vecino, estos periodistas desplazados temen que los talibanes los persigan hasta allí.

“La situación en Ucrania ha desviado la atención de su difícil situación. Sin embargo, estos reporteros no están dispuestos a detener su lucha sin importar a dónde vayan a vivir y las crecientes filas de periodistas afganos exiliados será un serio desafío para el régimen de los talibanes.

Syed Irfan Ashraf, autor del artículo (imagen cortesía: Dawn.com)
Syed Irfan Ashraf, autor del artículo (imagen cortesía: Dawn.com)

«Mientras tanto, adivinen quién ha reemplazado a estos periodistas de vuelta en casa? ‘Reporteros paracaidistas’ – periodistas llegados desde el exterior sin conocimiento de la cultura ni de la historia en el lugar. En un país donde el estado de derecho aún no ha sido definido, las políticas de poder prevalecen sobre los intereses públicos. El acceso y la movilidad, por lo tanto, son privilegios que solo unos pocos pueden disfrutar. Clarissa Ward, una célebre periodista de la cadena de noticias CNN, provocó la ira de la diáspora afgana luego que se atavió con un abaya que cubre todo el cuerpo para entrevistar a los talibanes. Para algunos afganos, la abaya no es solo una vestimenta; su asociación histórica con la ortodoxia talibán la ha convertido en un signo de opresión y por lo tanto, usarla fuera de contexto equivale a respaldar al gobierno talibán.

«En otro ejemplo, una periodista kiwi (Charlotte Bellis) invitó a realizar una infinidad de cobertura mediática luego de agradecerle a los talibanes por permitirle dar a luz a su hijo concebido fuera del matrimonio en suelo afgano. Pero la ironía no descansa en la afirmación de la periodista sobre la negativa de su propio país a darle entrada debido a las restricciones del Covid: lo que sí es único en la afirmación de la periodista es que los talibanes le pidieron que mantuviera en secreto su embarazo. ¿Qué pasaría si una mujer afgana fuese atrapada en condiciones similares? ¿Serían amables los talibanes lo suficiente como para relajar su sharia por ella? Con este doble discurso intacto, la soberanía de Afganistán sigue en duda…»

«Empapado de miedo y terror, Afganistán no puede ser gobernado como una madraza yihadista: un lugar armado sin espacio alguno para los derechos políticos y culturales. Lo que los talibanes necesitan es un paso en la dirección correcta: desarrollar la capacidad de transformar su militancia en un gobierno político. En otras palabras, en lugar de buscar el reconocimiento fuera del país, los líderes talibanes deben respetar la historia y los derechos de los afganos. De lo contrario, suprimir las voces locales, especialmente la de la mujer, o acosar a los periodistas locales para que salgan del país dará lugar solamente a un espacio engañoso – una esfera de gobierno ilegítimo que carece de carácter político democrático…»


[1] Dawn (Pakistán), 17 de marzo, 2022.