En respuesta al ataque en forma de arrollamientos el 17 de agosto, 2017 en Barcelona, ​​realizado por una célula del Estado islámico (EIIS) cuyos miembros son musulmanes de origen marroquí, varios artículos en los medios de comunicación árabes invitaron al mundo árabe a darle prioridad a la lucha contra el extremismo, dejar de justificar los ataques terroristas y tomar medidas para poner fin a la enseñanza del odio en las sociedades árabes. Ghassan Charbel, redactor del diario saudita Al-Sharq Al-Awsat, argumenta que la formulación de los ataques como respuesta a las injusticias occidentales contra los países árabes y el Islam tiene como objetivo ocultar el deseo al instinto de asesinar y que el mundo árabe todavía se aferra al pasado en lugar de acoger el futuro. Charbel pide un examen racional a los factores que provocan una cultura de odio hacia el mundo que produce nada más que asesinos.

Además, el antiguo columnista del diario jordano Al-Ghad Fahed Al-Khitan, escribe que los ataques terroristas alientan las llamas de odio en Occidente hacia el mundo árabe y el Islam y pide al mundo árabe que se oponga firmemente al terrorismo y rechace los fatuas que los terroristas utilizan para justificar sus acciones.

Lo siguiente son extractos de las columnas de Ghassan Charbel y Fahed Al-Khitan:

Escena del ataque terrorista del 17 de agosto, 2017 en Barcelona que puso fin a la vida de 13 personas e hirió por lo menos a 130 personas (Foto: almasdar.tn)

Editor de Al-Sharq Al-Awsat Ghassan Charbel: ¿Por qué estamos tentados a confrontar al mundo, en lugar de vivir con este y dentro de este?

«Cada vez que se escucha una explosión en cualquier ciudad del mundo, la misma escena se desarrolla: voy a la sala de noticias, veo ojos puestos sobre los últimos acontecimientos que aparecen en las pantallas y oigo a mis colegas murmurar: ‘Que el perpetrador de esto no sea árabe’; ‘No permitas que el atacante sea musulmán’; ‘No necesitamos más de estos dichosos [incidentes]’. Les escucho y comparto sus sentimientos, pero muy rápidamente la verdad nos clava la mirada directo al rostro, no es ningún secreto que atacar el mundo se ha convertido en nuestra terrible y exclusiva especialidad.

«Sé muy bien que el hombre que atropelló a los turistas en un lugar u otro no representa a su país de origen o a la secta a la que pertenece, de que no recibió autorización oficial para perpetrar el crimen, que era un individuo buscado en su país antes de que fuese agregado a las listas internacionales de criminales buscados y que plantea una mayor amenaza para su país de origen que para el lugar lejano donde cometió el crimen.

«Sé que el fanatismo no es el monopolio de una región, secta o país en particular… pero debemos reconocer inequívocamente que somos los dueños de la agresión dirigida al mundo y que hemos alcanzado un rango que no puede ser superado en el Libro Guinness de Registros Mundiales…

«La visión de los turistas sangrando hasta morir como resultado de una acción llevada a cabo por alguien de nuestro mundo me hace sentir muy avergonzado. ¿Por qué debería sentirme obligado a pedirle disculpas a la familia de un hombre oriundo de China, que sucedió estaba en Barcelona, o a un turista japonés que decidió pasar sus vacaciones en Niza, o a un alemán que visitó Luxor?

«Es espantoso. ¿Quién nos dio el derecho de atacar países y ciudades? ¿Quién nos dio derecho de asesinar a jóvenes que celebran la vida en Estambul? ¿Quién nos dio el derecho a asesinar gente en las Torres Gemelas en Nueva York? La utilización del argumento sobre la opresión que sufrimos en un lugar u otro como justificación es sólo un encubrimiento destinado a ocultar una profunda lujuria para así asesinar a los demás y un profundo deseo de acabar con cualquiera cuyas características o creencias no sean consistentes con la nuestra. Incluso si asumimos que estamos siendo maltratados, ¿deberíamos responder a eso causando un daño aún peor a gente inocente? La afirmación de que el mundo nos odia no es cierta. No se puede negar que a veces Occidente ha realizado algunas malas acciones en respuesta a nuestras malas acciones, pero ciertamente no alcanza el nivel de los asesinatos que organizamos en lugares distantes y variados. Quien esté familiarizado con Occidente sabe que la ley allí es soberana y tiene prioridad sobre todos y que protege incluso a aquellos que predican el odio. Mucha gente sabe que las comunidades árabes y musulmanas en Europa disfrutan de una libertad que a menudo se les niega en sus países de origen.

«¿Por qué atacamos al mundo?, ¿es porque optamos por avanzar hacia el futuro, mientras nos aferramos al pasado? ¿Es porque este inventó el avión en el que volamos y los autos que manejamos y la cura contra el cáncer que usamos en nuestros hospitales? ¿Cuál es la razón de este odio hacia Occidente, donde anhelamos ver a nuestros hijos y nietos graduarse en las universidades?

¿Por qué atacamos al mundo?, ¿es porque fracasamos en edificar a los países modernos, en su desarrollo, en la creación de empleo, en las garantías de las libertades personales y en el establecimiento del imperio de la ley? Vemos el progreso del otro como la derrota y amenaza a nuestra existencia? ¿Es la solución detonarlo todo allí [en Occidente], o salir de los túneles en los que hemos estado dispuestos a morar durante tanto tiempo? ¿Es cierto que estamos aterrorizados por la gama de colores, las oportunidades y posibilidades y que estamos ansiosos por [el destino de] un mundo monótono que en nuestra ilusión creemos es garantía de nuestra supervivencia y perpetuación de nuestra identidad, lejos de cualquier influencia [externa]…? ¿O es cierto que nos aterra cada vez que escuchamos el sonido de las campanas de la era moderna? Las campanas de la era de la ciencia, de la tecnología, de la medicina, de las ideas, de la cultura, de la educación y de la música.

«¿Por qué atacamos al mundo? ¿De dónde sacamos este inmenso peso de odio? ¿Por qué estamos tentados a enfrentarnos de manera tan horrible con el resto del mundo, en lugar de vivir con este y dentro de este? Por que preferimos una explosión a un diálogo? Muerte a la mutua influencia y compromiso? Las ruinas por vivir en casas compartidas? Polvo al pluralismo y darle la espalda a extender nuestra mano? Y el título de ‘asesino’ o ‘fallecido’ al diálogo y al reconocimiento mutuo del otro?

«No seremos capaces de seguir atacando al mundo, esta política provocará la destrucción de nuestras sociedades antes de que conduzca a la destrucción de un solo café, museo o torre, en el mundo del otro. Los asesinos que vagan [por el mundo] están asesinando a sus países de origen, mientras se engañan a sí mismos de que están asesinando a los otros. Estos países [en Occidente] que parecen frágiles, son capaces de vivir junto al peligro, ya que son países e instituciones que cometen errores y los corrigen, que examinan [sus percepciones] de nuevo y ofrecen alternativas.

«Ha llegado la hora de hacer de la guerra contra los extremistas nuestra máxima prioridad: el diccionario del extremismo en casa, en el vecindario, en la escuela y en los diversos planes de estudios debe cerrarse. Las transmisiones de odio en la televisión y en las redes sociales deben ser interrumpidas, debemos preguntarnos qué es esta cultura que crea la inclinación de atacar al mundo? En ausencia de una confrontación valiente y racional nos hundiremos cada vez más dentro de la baba y la sangre y le daremos vida a más y más asesinos errantes».[1]

Antiguo columnista de Al-Ghad Fahed Al-Khitan: Todavía dudamos en repudiar el terrorismo – y debemos demostrarle al mundo que si lo hacemos

«Miles de personas alrededor del mundo se han visto perjudicadas por los crímenes [del EIIS]. Algunos han sido asesinados o heridos, otros han perdido a un familiar o a un amigo. Al igual que ellos, cientos de miles de personas que viven en las ciudades [del mundo] han tenido esta amarga experiencia y han visto a sus ciudades heridas y sangrando profusamente. Estas personas nunca perdonarán o absolverán [al EIIS por esto]. Son ellos quienes probablemente consoliden nuestra imagen árabe ante el mundo. Puede que no seamos conscientes del daño a corto plazo, pero en un futuro próximo seremos testigos de cambios en el pensamiento de un amplio sector de la opinión pública occidental.

«El origen del odio [de los árabes] ha surgido con fuerza [en Occidente], en la forma del surgimiento de la derecha radical en todas las elecciones europeas, xenofobia – particularmente en lo que respecta a árabes y musulmanes – y en el ostracismo de los refugiados. Los liberales y aquellos izquierdistas en Occidente están combatiendo contra estos fenómenos, pero con cada ataque terrorista adicional, sus voces se vuelven más débiles y los signos de su desesperación y frustración se muestran [más claramente].

«Nuestra narrativa predominante, [es decir, de que estos terroristas constituyen una minoría poco representativa] no tendrá mucho agarre. Tendremos que demostrarle al mundo que una mayoría entre nosotros repudia el terrorismo». Hasta ahora, todavía dudamos. Tras cada frase de cuidadosas condenas de nuestra parte, se presenta un ‘pero’. Muchos de nosotros todavía estamos buscando una excusa por los asesinos y justificativos a sus crímenes. Todavía mantenemos sagrados los fatuas de los cuales los terroristas extraen [las sanciones por sus acciones]. Ya no tenemos más espacio para maniobrar o evadir tales situaciones.

 

«Debemos tomar una decisión firme, ya que si no lo hacemos, no será muy razonable preguntarnos por qué nos odian. El pozo de nuestro propio odio es más que suficiente para convertirnos en una nación rechazada por el mundo en su totalidad».[2]

[1] Al-Sharq Al-Awsat (Londres), 21 de agosto, 2017.

[2] Al-Ghad (Jordania), 19 de agosto, 2017.