Hubo una época, hace ya muchas décadas, cuando las élites gobernantes en el Medio Oriente, me refiero en este punto principalmente al mundo árabe, no entendían del todo a los Estados Unidos. Hace casi 40 años, cuando pisé por primera vez la región como joven diplomático, se notaba la curiosidad y las ilusiones. Pero eso no fue cierto durante mucho tiempo. Ahora, cuando aparece un video en Twitter del presidente Biden aparentemente deambulando sin rumbo y confundido en un evento de la Casa Blanca, las élites de habla árabe no solo lo observan, sino que poseen sus propias opiniones al respecto.
Esta sensación de «saber exactamente lo que Estados Unidos está haciendo y de hecho, no es nada que podamos decir como bueno» informa de lleno sobre la formulación de políticas por parte de los estados árabes e Israel en los últimos meses. La esperanza simplista de que la nueva administración estadounidense «será como la de Obama pero tal vez algo mejor» ha sido reemplazada por el «como Obama pero incluso peor». La mentalidad que veía a Estados Unidos como una hegemonía distraída pero aun así generalmente benévola ha sido reemplazada por una mentalidad enojada y consternada que ve a Estados Unidos de ciertamente hostil a muchos estados árabes. Esto se debe principalmente y por supuesto a los temores de un acuerdo nuclear renovado entre Estados Unidos e Irán, uno que puede beneficiar a Estados Unidos pero que sin duda beneficiará y empoderará sin lugar a dudas a Irán (y por extensión, a Rusia). Los «perdedores» serían los estados árabes (particularmente Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos), Israel e incluso Turquía. Si bien Turquía ayudó a Irán a evadir las sanciones y hacer dinero, también compite contra Irán en otros campos.
Gran parte de las recientes actividades diplomáticas y políticas en la región puede verse en el contexto de prepararse para el peor de los casos a una confrontación más intensa con Irán que se convierta en una guerra regional abierta en un futuro próximo cercano:
Una parte de la motivación de los Acuerdos Abraham se debe a las preocupaciones respecto a la agresión iraní, ciertamente por parte de los estados del Golfo involucrados en estos acuerdos.
El intento de rehabilitar al brutal dictador sirio Bashar Al-Assad y su régimen consiste en tratar de separarlo, tanto como sea posible, del control iraní. Probablemente sea una causa perdida, pero un esfuerzo que los estados árabes consideran que vale la pena realizar.
La (relativa) apertura de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Israel para enmendar las relaciones con el recientemente adversario presidente turco Erdogan, ahora que enfrenta importantes desafíos económicos, también puede verse como parte de un esfuerzo por alinear a aliados potenciales o, al menos, a las filas menos cercanas entre los musulmanes sunitas regionales que se enfrentan a la amenaza iraní.
Los esfuerzos por llegar a los líderes iraquíes, en particular al primer ministro Mustafa Al-Kadhimi, también tienen sentido como parte de un esfuerzo mucho más amplio para reafirmar a las filas árabes tanto como sea posible ante una confrontación con Irán. Desafortunadamente, Al-Kadhimi posee una influencia limitada sobre las propias milicias de Irán y numerosos agentes incrustados dentro de la burocracia iraquí.
El contacto con Rusia y China, ambos socios de Irán y también sustitutos parciales de un Estados Unidos en el que no se le puede confiar plenamente, puede verse como parte de la misma preparación. Un Irán con misiles balísticos y drones y además incluso y muy posiblemente con una bomba nuclear tendrá que ser confrontado de la misma manera y ambos Moscú como Pekín pudieran ser útiles de esta manera para los estados árabes.
Incluso el apoyo de ciertos estados árabes a la odiosa dictadura militar en el lejano Sudán posee una dimensión potencial iraní. Las tropas sudanesas han combatido en guerras tanto en Yemen como en Libia y pudieran utilizarse en otros lugares si se les paga a los generales en Sudán. Los estados árabes también pueden recordar cuando un régimen sudanés en bancarrota y desesperado bajo la tutela de Omar Al-Bashir en realidad poseía vínculos de seguridad con Irán, a expensas de los árabes, hasta no hace mucho.
Existe, en la totalidad de la región, más que una esencia de agosto de 1914, cuando gran parte de Europa tenía vínculos a alianzas entrelazadas que provocaron que una confrontación en los Balcanes se convirtiera en una guerra continental en toda su extensión. Mientras los estados árabes e Israel buscan cerrar alianzas y suavizar tensiones pasadas, Irán ha buscado fortalecer el poder ofensivo de sus aliados en los diferentes frentes en Gaza, el Líbano, Yemen e Irak. La esperanza ahora es que, tal vez debido a la guerra en Ucrania y la codicia iraní, una nueva versión del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) del año 2015 no será implementado. Para una administración estadounidense ahora obsesionada con derrocar a Rusia, el hecho de que un nuevo acuerdo iraní recompense al régimen de Putin es, al menos pública y profundamente vergonzoso dada la histeria bélica que se extiende a través de las élites estadounidenses. La agresión de Putin en Ucrania puede haber impedido inadvertidamente que Irán obtuviese ganancias económicas inesperadas. Esto ciertamente ha retrasado el logro de un acuerdo.
Pero la sensación en la región es que, con el acuerdo PAIC-2 o no, la confrontación con un Irán ya envalentonado es casi inevitable, una confrontación más directa que la que se vio anteriormente en las guerras de poder pasadas – y a Estados Unidos no debe contársele totalmente de estar de parte del bando israelí/árabe. El resultado pudiera ser algo que no hayamos visto antes en la región, una especie de «guerra mundial regional» que involucra no solo ataques en contra o por parte de las milicias-agentes, sino entre varios estados y actores al mismo tiempo.
Todos cubren sus apuestas, posicionándose a sí mismos para un conflicto cuyos parámetros completos aún no pueden comprenderse en su totalidad. Turquía se acerca a los estados árabes sunitas, incluso enterrando el caso Khashoggi con la esperanza de una mejor relación con Riad. Mientras tanto, el nuevo «gran aliado no perteneciente a la OTAN» de Estados Unidos, Qatar, siempre en contra, se acerca a Irán y recibe al jefe de la Marina del CGRI en una acción que el Departamento de Estado de Biden calificó de «profundamente decepcionante». Otros estados árabes han tenido sus propias decepciones luego que Estados Unidos se negara a reconsiderar el volver a colocar a los houties yemeníes en la lista estadounidense de organizaciones y grupos terroristas a raíz de los ataques perpetrados por los houties contra objetivos civiles en los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. Con estas acciones, Irán demostró su capacidad para librar una guerra económica desestabilizadora en ambos estados – que busca rehacer y expandir sus economías, a través de los ataques que realizan sus milicias agentes-estado. Tanto los estados árabes como Israel han expresado su preocupación por el levantamiento de las sanciones estadounidenses contra el CGRI, pero esto es solo una pequeña parte de las muchas posibles concesiones a Irán previstas en las conversaciones en materia nuclear en Viena.
Los bloques contendientes están relativamente establecidos. Por una parte, Irán, el Líbano gobernado por Hezbolá, Gaza y las fuerzas de poder iraníes en Irak, Yemen y Siria. El régimen de Assad también está dentro de este bando, pero puede ser demasiado débil para ser más que un refugio seguro para las fuerzas lideradas por Irán. Qatar claramente se inclina hacia este bando, pero probablemente se resistirá a cualquier refriega verdadera si la confrontación llegase a cubrir esa etapa.
Contra ellos existe un bloque que incluye a Israel, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahréin, Egipto, Jordania y las fuerzas yemeníes que se oponen a los houties. Posiblemente Sudán. Turquía también es una posibilidad, pero puede que espere maximizar su postura (a menos que su aliado Azerbaiyán se vea arrastrado a una guerra con Irán). El papel estadounidense es bastante ambiguo, muy probable que se involucre a menos que sea atacado directamente, con Irán posiblemente jugando el papel de forzar a los estadounidenses a una guerra que deseen evitar, tal como sucedió con Japón y Alemania en el año de 1941. Esa sería la ironía suprema dado que es del interés de Irán que los estadounidenses terminen siendo meros espectadores.
Los planes han sido expuestos por ambos bandos. Hasta ahora reina una tensa calma sobre el tema Ramadán, el mes de las grandes batallas islámicas, con las festividades de la Pascua judía y la Pascua cristiana sobre el horizonte. ¿Estallará una guerra abierta en algún momento de este verano luego de un alto al fuego en Ucrania, después de un acuerdo en materia nuclear iraní, o en lugar de no haber una? Este es de hecho territorio desconocido.
*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.