Suena bien de lejos. Nuestros predecesores se extralimitaron, pero nosotros no haremos tal cosa, a pesar de que somos los mismos que se extralimitaron anteriormente. Ellos fueron «maximalistas», pero nosotros somos mucho más realistas. Ese vendría a ser un resumen dentro del concepto en política exterior de «retorno a lo más básico» de la administración Biden para el Medio Oriente, tal como lo anunció recientemente Brett McGurk, el Coordinador de la Casa Blanca de la administración Biden para el Medio Oriente.[1] Esta es una crítica bastante interesante ante las acciones estadounidenses pasadas y aún más interesante como especie de giro que busca presentar los objetivos de la nueva administración de más razonables que los realizados en el pasado. Un cínico diría que Biden es en realidad una imagen en negativo (viéndolo en términos fotográficos) de la política del presidente Trump, en donde la actual administración sustituye un enfoque maximalista a favor de Irán en lugar del enfoque maximalista de Trump en contra de Irán.

La percepción de lo que McGurk explicó también es muy interesante. Hoy día, en gran parte del mundo, la percepción es que Estados Unidos se está debilitando, de que está a la deriva, con un liderazgo bastante débil y una crisis existencial interna paralizante en múltiples niveles que puede llegar a ser fatal. Mi propia opinión es que Estados Unidos se encuentra de hecho en una profunda crisis, en muchos niveles, aunque las expectativas ante nuestra desaparición por parte de nuestros adversarios son algo prematuras. El tan publicitado ascenso de China no está exento de grandes desafíos y no es del todo inevitable.[2]

Aparte de Pekín y Moscú, quizás en ningún otro lugar la debacle estadounidense sea un tema de conversación mayor como lo es en el Medio Oriente. Esta sensación de decrepitud se ha visto alimentada por las acciones e infortunios de la administración Biden durante su primer año: retirar a los houties yemeníes de la lista terrorista, una política de máxima sumisión y respeto hacia Irán, la debacle abierta en la caída de Kabul, ser sorprendidos por el golpe de estado en Sudán, las discusiones difíciles hechas públicas con israelíes, saudíes y emiratíes. Yo no puedo pensar en un gobierno amigo en la región que esté sinceramente animado por las acciones realizadas por parte de esta nueva administración. Todos desconfían de Washington. Los regímenes de Damasco, Teherán, Ramala y Sana’a pueden sentirse aliviados hasta cierto punto con el esquema de ‘vuelta a lo más básico’, aunque apenas agradecidos con los Estados Unidos.[3]

El tumulto interno estadounidense durante los últimos dos años, desde disturbios masivos, retórica recalcitrada y el derribo de estatuas hasta una respuesta fallida a una pandemia, también han alimentado la narrativa global de la debacle estadounidense. Yo recuerdo que un alto funcionario del Medio Oriente me expresó su sorpresa al ver imágenes de la estatua del presidente Andrew Jackson, en Lafayette Park, frente a la Casa Blanca, con una soga colocada alrededor de su cuello, desfigurado por grafitis, mientras turbas violentas intentaban derribarla en junio del año 2020. Y, por esta vez, no fue Al-Jazeera o RT los que canalizaron estos temas tóxicos sobre los Estados Unidos – o no solo ellos – sino los propios estadounidenses.

Gobiernos regionales tan variados como Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos (que parecen haber reemplazado un logrado acuerdo de armas estadounidenses de $23 billones por uno francés de $19 billones)[4] buscan cada vez más acuerdos de energía y de seguridad en otros países.[5] China, Rusia, Turquía y Francia se beneficiaron por ser alternativas claras en lidiar con los temblorosos estadounidenses.

A Estados Unidos todavía le quedan algunas flechas en su cesto: un ejército todavía poderoso y omnipresente (aunque bastante empañado después de lo sucedido en Afganistán). Ciertamente, acuerdos de armas (con múltiples condiciones) y reabastecimiento de ventas de armas existentes en el pasado. Las sanciones estadounidenses todavía son algo que debe ser evitado, si es posible, dada la todavía potente hegemonía estadounidense sobre el sistema financiero mundial (solo pregúntenle a los sirios e iraníes). Luego están los proyectos no-militares masivos ocasionales tales como el acuerdo firmado en el año 2020 para que la empresa de construcción estadounidense Bechtel trabaje en el proyecto de ciudad Neom en Arabia Saudita (las empresas de otros países, incluyendo China, tienen sus propias fichas en este desarrollo masivo).[6] Miles de personas todavía desean cursar sus estudios en los Estados Unidos (la mayoría de los estudiantes universitarios internacionales en los Estados Unidos son oriundos de China e India, pero las cifras también incluyen a 30.000 estudiantes de los estados del Golfo Árabe).[7]

La política de la administración Biden hacia un Irán ambicioso pareciera ser extraordinariamente peligrosa, pero creo que algunas de las otras acciones que Estados Unidos ha tomado o no han sido tomadas pueden verse dentro del contexto de una corrección de rumbo frente a la obvia extralimitación imperial de los Estados Unidos – una corrección de rumbo que las tres últimas administraciones estadounidenses, con muchos pasos en falso y variaciones aquí y allá, han considerado con mucha razón de ser atrasada. Pero existen algunos problemas.

En primer lugar, describir la política actual de – a diferencia de las del pasado – no centrada en el cambio de régimen no es del todo exacto. Una política que empoderará aún más a Irán con dinero en mano e impunidad a cambio de una promesa nuclear ilusoria es de hecho en favor al cambio de régimen. Esta fortalecerá el cambio de régimen que Irán ya ha provocado en la región y le permitirá a Teherán continuar con sus esfuerzos de cambio de régimen en otras partes de la región. Recompensar a Irán es recompensar al líder de Hezbolá Hassan Nasrallah en el Líbano, a los escuadrones de la muerte iraquíes en deuda con Irán, a Hamás y al grupo Yihad Islámico palestino junto a los houties. Esto es apostar por más inestabilidad y no menos, así Irán logre o no obtener una bomba nuclear. «Escuchar a los aliados» por una parte y luego seguir un camino extraordinariamente volátil con la principal fuerza desestabilizadora en el Medio Oriente por la otra, es un enfoque desigual y transparente que no convence a nadie en la región.

En este sentido, la vuelta a lo más básico no es nada nuevo en lo absoluto y los resultados que describo anteriormente no son consecuencias involuntarias sino bastante intencionales, tal como lo describieron Mike Doran y Tony Badran a comienzos de este año en su mordaz artículo de «realineamiento».[8] Lo que se es vendido como «modesto» y «más estable», un retorno al realismo y al estatus quo después de años de mucha ambición, es todo lo contrario.

Aquellos que observan gran parte de la política estadounidense en las últimas décadas, en la región y en otros lugares, como costosa, agotadora y contraproducente, no se equivocan. Se necesitaba una corrección de rumbo y los presidentes Obama, Trump y Biden no se equivocaron al sentir tal situación. Con respecto a Irán, yo opino que Trump tenía razón y los apaciguadores estaban totalmente equivocados – algo que quedará aún más claro en los meses venideros.[9] Pero en muchos sentidos, los tres presidentes no fueron lo suficientemente audaces en las correcciones de rumbo realizadas por sus administraciones.[10]

Aún se espera por un reexamen mucho más amplio y despiadado ante las premisas básicas de la política exterior estadounidense, una que incorpore una mirada mucho más dura a nuestros propios desafíos económicos, sociales e ideológicos internos. Los mayores desastres recientes en política exterior cometidos por los Estados Unidos, desde dos costosas debacles militares en Irak y Afganistán hasta la «deslumbrante estupidez» de ayudar a empoderar a China, fueron situaciones auto-infligidas.[11] Un paso para apartarse de esta locura es dejar de escuchar a aquellos que estaban tan profundamente comprometidos en llevarnos hacia donde nos encontramos hoy.

*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.


[1] Thenationalnews.com/gulf-news/bahrain/2021/11/25/brett-mcgurk-us-going-back-to-basics-with-middle-east-policy, 3 de enero, 2022.

[2] Theguardian.com/business/2021/dec/28/from-economic-miracle-to-mirage-will-chinas-gdp-ever-overtake-the-us, 28 de diciembre, 2021.

[3] Serie de MEMRI Despacho Especial No. 9702 – Redactor iraquí: El acuerdo nuclear con Irán profundizará su control a la región y amenazará gravemente la paz regional, 29 de diciembre, 2021.

[4] Reuters.com/business/aerospace-defense/frances-macron-nears-uae-rafale-fighter-jet-deal-2021-12-03, 3 de diciembre, 3021.

[5] Oilprice.com/Energy/Energy-General/China-Tightens-Its-Grip-On-Qatar-With-New-LNG-Contract.html, 15 de diciembre, 2021.

[6] Globalconstructionreview.com/bechtel-hired-lay-foundations-saudi-arabias-500bn, 8 de diciembre, 2020.

[7] Statista.com/statistics/233880/international-students-in-the-us-by-country-of-origin, 17 de noviembre, 2021.

[8] Tabletmag.com/sections/israel-middle-east/articles/realignment-iran-biden-obama-michael-doran-tony-badran, 10 de mayo, 2021.

[9] Serie de MEMRI Investigación y Análisis No. 1614 – Séptima ronda en las conversaciones en materia nuclear de Viena: Irán 1, Estados Unidos 0, 20 de diciembre, 2021.

[10] Europeanconservative.com/reviews/an-autopsy-for-liberal-imperialism, 25 de noviembre, 2021.

[11] Serie de MEMRI Despacho Especial No. 9700 – Renombrado académico ruso Karaganov: ‘Estados Unidos ayudó a China a construir su actual fortaleza; cuando Estados Unidos entendió lo hecho ya era demasiado tarde’, 29 de diciembre, 2021.