Introducción
En un discurso en la Academia Militar estadounidense en West Point el 1 de diciembre, 2009, el Presidente de los Estados Unidos Barack Obama habló sobre el futuro de la participación militar de los Estados Unidos en Afganistán. Este anunció su decisión de aumentar las fuerzas militares estadounidenses a 30.000 soldados y afirmó que «nuestro éxito en Afganistán está inextricablemente ligado a nuestra asociación con Pakistán».
Obama subrayó además que «el ejército paquistaní ha lanzado una ofensiva en Swat y en Waziristán del Sur, y no existe ninguna duda de que los Estados Unidos y Pakistán comparten un enemigo común…. Estamos comprometidos a la cooperación con Pakistán la cual está construida sobre una base de respeto mutuo y confianza mutua. Fortaleceremos la capacidad de Pakistán en apuntar a los grupos que amenazan a nuestros países».
Si bien el refuerzo de la fuerza militar estadounidense en Afganistán puede ayudar en la lucha contra los talibanes, las declaraciones del Presidente respecto a Pakistán parecen eludir la causa de la crisis de Pakistán y Afganistán – es decir, el papel de Pakistán en las últimas tres décadas en la región en general y en Afganistán en particular. Por lo tanto, la nueva política estadounidense puede resultar ineficaz. El siguiente análisis examinará los principales factores en la crisis Pakistán-Afganistán y abordará la cuestión de las políticas de los Estados Unidos y su impacto.
Las causas fundamentales de la crisis de Pakistán-Afganistán y sus repercusiones a largo plazo
La situación actual en la región de Pakistán-Afganistán ha sido en gran medida moldeada por el apoyo del ejército paquistaní a las organizaciones militantes en las últimas tres décadas. Este apoyo permanente esta basado en la identidad de Pakistán y en la percepción de Pakistán de su papel como un estado islámico desde su creación en 1947.
Por más de la mitad de sus 62 años, Pakistán ha sido gobernado por militares del ejército. Pero incluso cuando fue gobernado por civiles, en el debate sobre la identidad de Pakistán, los seculares y las fuerzas liberales siempre han perdido, mientras que los militares y los grupos religiosos han marcado siempre la agenda de la nación y han definido su curso a futuro. [1] La forma en que los líderes pakistaníes ven su identidad define sus políticas internas y sus relaciones externas. La conformación de la identidad pakistaní en el camino islámico ha convertido en los últimos años a Pakistán en un estado expansionista, lo cual se ha traducido en una política militar de «profundidad estratégica». En términos prácticos, esta política significó un concertado esfuerzo constante por parte de las fuerzas armadas dirigidas por el establishment pakistaní liderado por el ejército a ir más allá de sus fronteras con India (no sólo en Cachemira, sino también en India continental) y en Afganistán a través de la utilización de grupos militantes.
Esta auto-percepción, responsabilidad e identidad del papel de Pakistán, es un genio que ha estado fuera de la botella durante décadas y no hay manera de hacer que entre de nuevo a ella, esto se ha convertido en el factor decisivo mayor en la historia de la región y política — tanto es así que cuando el gobernante militar pakistaní General Pervez Musharraf intentó después del 11 de Septiembre reversar, aunque a regañadientes, la política de utilizar las organizaciones militantes como «activos estratégicos», no fue capaz de hacerlo. De hecho, este genio es tan fuerte ahora que un número de jóvenes líderes militantes que han surgido en los últimos años y están impulsados más por la ideología están comenzando ahora a lanzar ataques contra las instituciones de seguridad paquistaníes, particularmente desde que los militares comenzaron a cooperar con los Estados Unidos.
Después de las elecciones de febrero del 2008 y la llegada de la administración Zardari-Gilani, las cosas sólo se deterioraron aún más. El ejército paquistaní continuó dictando las condiciones de la política exterior de Pakistán, sobre todo cuando el gobierno civil casi enfrentó cara a cara un golpe militar sobre el asunto de la legislación de ayuda Kerry-Lugar aprobada por el Congreso de los Estados Unidos. [2]. Si el presidente General Musharraf, quien salió de las filas de la institución militar y de los cuerpos del Servicio Intra-Inteligencia (SII), no pudo revertir los largos años de estrategia y no pudo controlar a los militantes, el gobierno civil no tiene ninguna posibilidad de hacerlo.
La intervención militar de los Estados Unidos en Afganistán, la cual ha llevado a una creciente presión sobre los militares paquistaníes para revertir las décadas de largas estrategias de Pakistán, no puede tener éxito en la consecución de sus objetivos, ya sea en Afganistán o Pakistán. El ejército paquistaní está obligado a aplicar una política que en general se extiende entre a) un doble juego con los grupos militantes donde por un lado los ataca, por otro lado les provee con alertas anticipadas y las rutas de escape durante varias operaciones de seguridad, y b) mimar a los grupos militantes como lo hacen con los comandantes militantes preferidos y las organizaciones jihadistas sunitas en la provincia de Punjab, a quien el ejército se abstiene de atacar. [3]
El papel y responsabilidad de los militares paquistaníes
La actual crisis afgana fue causada por el liderado cuerpo militar de los Servicios de Intra-Inteligencia (SII), el cual es el árbitro final de poder en Pakistán. A mediados de la década de 1990, el SII organizó y utilizó a los talibanes con el fin de eliminar a los aguerridos mujahideen afganos y señores de la guerra de Kabul, y servir como el brazo largo de Pakistán en Afganistán. Sin embargo, después del 11 de Septiembre, los Estados Unidos desalojaron a los talibanes de Afganistán, llevando la estrategia afgana de los militares paquistaníes en llevar a los militantes en Afganistán al caos. Los talibanes, y con ellos Al-Qaeda, se retiraron a su base de origen en Pakistán.
Entre el 2002 y el 2004, hubo una relativa paz en Afganistán, debido a que el ejército paquistaní no se atrevió a confrontar a los Estados Unidos después de su invasión de Afganistán seguido al 11 de Septiembre. Sin embargo, en el 2005, el SII, finalmente reanudó su política de profundidad estratégica. Los militantes talibanes y de Al-Qaeda comenzaron a moverse de nuevo en Afganistán a través de la región tribal de Pakistán. Como resultado, las muertes de militares estadounidenses en Afganistán aumentaron rápidamente. Las fatalidades estadounidenses en Afganistán fueron sólo 12 en el 2001. Entre el 2002 y el 2004, el número promedio de muertes de estadounidenses por año fue de alrededor 50, pero esta cifra se duplicó a 99 en el 2005, 98 en el 2006 y 117 en el 2007, triplicando a 155 en el 2008 y saltando a 298 en el 2009 (a partir de 30 de noviembre). [4]
Al día de hoy, es el ejército paquistaní el elemento clave a favor de los militantes en Afganistán. Los militantes siguen viajando libremente a través de la frontera entre Pakistán y Afganistán. Los principales grupos militantes en Afganistán, es decir, la Red de Haqqani, Al-Qaeda, Hizb-e-Islami y los talibanes afganos, han formado una sólida relación de trabajo, con la dirección de la estrategia de los militantes en Afganistán siendo controlados por el Taliban Shura de Quetta, que es el consejo ejecutivo dirigido por el Mullah Omar. Ese cuerpo está protegido por el SII y la inteligencia paquistaní. [5]
Algunos grupos militantes respaldados por el SII son también responsables por los ataques en India y Bangladesh. El Lashkar-e-Taiba, Lashkar-e-Jhangvi y Jaish-e-Muhammad están detrás de los ataques no sólo en la Cachemira hindú, sino que también están involucrados en una serie de ataques de militantes en India continental, en particular el ataque del 2001 al parlamento hindú. Con el apoyo del SII, estas organizaciones militantes han creado a los mujahideen hindúes tratando de atrapar de entre los jóvenes musulmanes descontentos hindúes. Lashkar-e-Taiba y Harakat ul-Jihad al-Islami, que tienen su sede en Pakistán, están estableciendo fuertes bases en Bangladesh con el fin de lograr el doble objetivo de controlar Bangladesh y crear vandalismo en India.
Una evaluación general de la batalla en Afganistán por un lado, y los ataques con aviones teledirigidos sin piloto de los Estados Unidos y el derroche de fuerza del ejército paquistaní contra los grupos militantes por otra parte, revela que los militantes no están definitivamente perdiendo terreno. De hecho, en Afganistán, los talibanes afganos, los militantes de Hizb-e-Islami y Al-Qaeda están presentes en todas las provincias. Por otra parte, en Pakistán, las organizaciones extremistas sunitas con sede en la provincia de Punjab, no se ven afectadas por los militares. En cambio, no sólo están creciendo en número y fuerza, sino que están comenzando a incubar complots terroristas internacionales. [6]
Opciones a menudo discutidas – funcionan?
El envío de más tropas a Afganistán para derrotar a los talibanes
Aun cuando el presidente Obama había autorizado el envío de 40.000 tropas estadounidenses solicitadas por el comandante militar norteamericano en Afganistán, e incluso si fueran a tener éxito en derrotar a los talibanes, la victoria sería de corta duración, ya que los talibanes se retirarían de nuevo a sus hogares en Pakistán tal como lo hicieron antes y después de que Estados Unidos invadió Afganistán seguido al 11 de Septiembre. Ellos luego reanudarán su infiltración hacia Afganistán, tal como antes en el 2005-06.
Comprar la salida de los talibanes y/o su inclusión en el proceso político
Estas no son opciones válidas. Los talibanes se conducen ideológicamente. Incluso si acuerdan tomar dinero y unirse al proceso político, trabajarán para sustituir la estructura democrática actual con un estado islámico. De hecho, los esfuerzos de una mediación secreta por Arabia Saudita a las conversaciones talibanes-Estados Unidos no han dado frutos.
Incluso algunos líderes del jihad afgano de la década de 1980 quienes se unieron al proceso político y se convirtieron en miembros del Parlamento afgano, tales como Burhanuddin Rabbani, han demostrado ser incapaces de servir de puente a los talibanes. [7] Gulbadin Hekmatyar, otro comandante de los mujahideen en la década de 1980, ha rechazado cualquier negociación mientras las tropas extranjeras estén presentes en Afganistán. [8]
Combatir únicamente a Al-Qaeda
Esta tampoco es una opción válida. Al-Qaeda está bien establecida en Afganistán, y colabora con el Shura Taliban con sede en Pakistán. [9] No hay forma práctica de llevar a cabo una lucha aislada sólo contra Al-Qaeda. De hecho, un examen detenido de las organizaciones extremistas sunitas con sede en la provincia pakistaní de Punjab – por ejemplo, Lashkar-e-Taiba, Jaish-e-Muhammad y Lashkar-e-Jhangvi – indica la estrecha interrelación que existe entre ellos. También se desprende que estas organizaciones han estado interactuando con el alto liderazgo de Al-Qaeda durante ya más de una década.
De hecho, Al-Qaeda puede ser un actor secundario ahora, mientras que los talibanes y los grupos con sede en Punjab están trabajando en conjunto con los demás, y forman la columna vertebral de Al-Qaeda.
Una retirada de las tropas estadounidenses de la zona de conflicto
Tal medida fortalecería considerablemente a los grupos militantes y, como resultado, mejorará la urgencia de los militares paquistaníes en usarlos para difundir el control más allá de las fronteras de Pakistán.
Esto a su vez, aumentará la amenaza a todo el Sur de Asia, en particular a India. Habida cuenta de los arsenales nucleares que Pakistán e India tienen, tal desarrollo podría poner en peligro a los propios Estados Unidos.
Conclusiones
Los Estados Unidos están bloqueados en un conflicto que no pueden ganar. Pero tiene que seguir combatiendo para evitar un mayor deterioro de la crisis, que podría poner en peligro a toda la región y al propio Estados Unidos.
La estrategia del Presidente Obama de construir sobre la colaboración con Pakistán a partir de una «confianza mutua» desafía la historia y la dura realidad de la crisis de Pakistán-Afganistán.
Abordar el papel de Pakistán es de hecho un tema delicado. Si se hace de una manera ofensiva, esta puede conducir a la alienación de cualquier cooperación media acorazonada que exista entre el ejército de Pakistán y los Estados Unidos.
Sin embargo, si los Estados Unidos pueden encontrar una forma de involucrar a los militares paquistaníes a asumir la responsabilidad por la situación, la amenaza puede ser contenida en su totalidad.
Evadir el papel de Pakistán, sin embargo, sólo puede impedir una estrategia de salida segura.
* Tufail Ahmad es Director del Proyecto Mediático Urdu-Pashtu en MEMRI; Yigal Carmon es el Presidente de MEMRI.
[1] Incluso la llegada de los talibanes al poder, respaldada por la inteligencia pakistaní, ocurrió en 1994 bajo observancia de Benazhir Butto, cuando fue primera ministro.
[2] Para un análisis de las recientes amenazas de los militares al gobierno civil, véase, «Debatiendo el Interés Nacional de Pakistán sobre el Proyecto de Ley Kerry-Lugar, Investigación & Análisis de MEMRI No. 553, 13 de octubre, 2009.
[3] Por ejemplo, se ha visto en recientes operaciones militares en Bajaur, distrito de Swat y en Waziristán del Sur que el ejército anunció primero sus planes para lanzar ataques y firmó acuerdos de paz con algunos comandantes favorecidos, creando rutas de escape para los militantes. En el caso de las organizaciones militantes con sede en Punjab tales como Lashkar-e-Taiba, Jaish-e-Mohammed y Lashkar-e-Jhangvi, el establishment liderado por los militares ha incluso descartado cualquier acción a realizar.
[4] www.icasualties.org, un portal independiente, supervisa las muertes de militares en Afganistán e Irak sobre una base diaria. Las fatalidades británicas también muestran un patrón similar, con 39 muertes en el 2006, 42 en el 2007, 51 en el 2008 y 99 en el 2009.
[5] El ejército paquistaní niega la existencia de Talibán Shura en Quetta, la capital de la provincia pakistaní de Baluchistán. Sin embargo, ellos son los únicos que lo hacen. La mayoría de las agencias de inteligencia y periodistas paquistaníes se relacionan a esta como conocimiento común.
[6] David C. Headley, un ciudadano estadounidense de origen paquistaní, detenido recientemente junto con un cómplice por el FBI en Chicago, se supo que ha viajado a través de India en una misión de reconocimiento de objetivos estratégicos de India para el Lashkar-e-Taiba.
[7] Algunos ex mujahideen que lucharon contra los soviéticos durante la década de 1980 están trabajando junto a los talibanes y Al-Qaeda tales como Gulbadin Hekmatyar, Maulana Jalaluddin Haqqani y su hijo Mohammad Yunus Khalis de Anwar al-Haq Mujahid, quien controla el Frente jihadista de Tora Bora. Otros líderes mujahideen, tales como Burhanuddin Rabbani y Abdul Rab Rasool Sayaf se han unido al proceso político.
[8] Esta postura ha sido sostenida por Gulbadin Hekmatyar de Hizb-e-Islami. Él ha llamado a un gobierno interino aceptable a todos los grupos militantes, pero sólo si los Estados Unidos pone en claro un itinerario para la retirada de las tropas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán.
[9] En un artículo en el diario en idioma pashtu Wrazpanra Wahdat del 17 de noviembre, 2009, el ex jefe del ejército de Pakistán General Aslam Baig estima que la Brigada Al-Qaeda’s 500 sola tiene unos 3.000 combatientes.