La cumbre de noviembre, 2017 de los presidentes de Rusia, Irán y Turquía en Sochi es comparable a una Conferencia de Yalta contemporánea, pero una en la que Washington fue relegado al papel de extra mientras Moscú gozó del mejor de los estatus. Así es como investigadores y comentaristas rusos pro-Kremlin[1] resumieron la cumbre de Sochi, en la que Putin presidió las conversaciones para decidir el futuro de Siria.

De hecho, el liderazgo de Rusia está experimentando emociones correctivas, imaginando que la derrota del EIIS (que, por cierto, aún no ha sido lograda) es equivalente a la derrota de las potencias del Eje y que el futuro asentamiento en Siria será una reproducción de la partición de Europa en la Conferencia de Yalta de 1945. Este liderazgo siente que el insulto y la vergüenza infligidos a la política del organismo soviético es decir, el desmembramiento de Yugoslavia por el poderío estadounidense/OTAN y el bombardeo de Belgrado, una capital eslava afín, mientras Rusia observaba impotente – ahora fue vengada.

Putin con Rouhani y Erdogan. (Fuente: Kremlin.ru)

La victoria sobre e EIIS celebrada por Irán, Siria y Rusia es una farsa en sí misma. Rusia y sus aliados en Damasco y Teherán no soportaron la peor parte de la lucha contra el EIIS. Fueron los aviones de guerra estadounidenses en el aire y las fuerzas de seguridad iraquíes y las fuerzas democráticas sirias, equipadas y asesoradas por Estados Unidos en el terreno, que derrotaron al EIIS en Fallujah, Ramadi, Mosul, Kobani y Raqqa. Mientras tanto, Rusia, Siria, Irán y Hezbolá pasaron gran parte de su tiempo peleando contra todos menos contra el EIIS.

Sin embargo, Rusia clama victoria ahora en Siria a fin de hacer alarde de su papel como potencia global en el escenario mundial. Incluso celebra el humillante eventual derrocamiento de los estadounidenses en Siria. Poco importa que Trump, ya sea en colusión o no, se ofrezca más o menos como voluntario para darle a Putin las concesiones que este desea.

Tales días felices para Rusia! Trump está de manera efectiva asegurando la reelección de Putin haciéndolo lucir como un héroe nacional. El actual liderazgo ruso, que juró no permitir más Kosovos y revoluciones de color y se autodenomina «el eje del orden», puede ahora afirmar que está implementando esta política en Siria. A esto se le denomina dulce venganza para un país que sufre de extrema debilidad e inferioridad militar y tecnológica y que, gracias a la gimnasia mental (gracias a dios por Trump), ahora puede visualizarse a sí misma como una inmensa potencia global.

Desafortunadamente para Rusia no es nada de esto. Para citar al General del Estado Mayor retirado ruso Coronel Mikhail Khodarenok: «Poseemos 200 aviones de combate mientras que la OTAN tiene solo 3800; tenemos 1600 vehículos blindados y APCs mientras que la OTAN posee más de 20,000 y la situación es similar en todos los demás dominios».[2] En la arena naval, la imagen de hecho es similar: los Estados Unidos tienen 19 portaaviones, 10 de los cuales son súper-portaaviones nucleares tipo Nimitz, mientras que Rusia posee un viejo portaaviones que arroja humo, el Almirante Kuznetsov.

Una vez que los rusos emerjan de su mundo imaginario, se verán obligados a reconocer la amarga realidad: de que Rusia no tiene el poder para imponer ninguna solución en Siria y que Turquía e Irán no son aliados sino rivales cuando se trata del futuro de Siria.[3] Además, Arabia Saudita ha establecido una nueva alianza de estados sunitas que apoya a la oposición anti-Assad e Israel amenaza con perforar todo el inflable si las fuerzas iraníes se acercan a sus fronteras. La última ironía es que Putin, el supremo constitucionalista, está tratando de empujar a Assad, quien también es un constitucionalista exigente, a que acepte una solución constitucional y elecciones libres en Siria y espera que Irán, que pagó un alto precio para exportar su revolución hacia Siria, consienta esto. Esta grotesca parodia pudiera transformarse en una tragedia aún mayor de lo que Siria ha experimentado hasta ahora, ya que los estados y ejércitos regulares asumen los papeles que hasta ahora desempeñaban los harapientos grupos terroristas.

El teatro político de Putin siempre es bueno para las sorpresas. En el tope de su aparente victoria y después que la declaración emitida por los «vencedores» en Sochi enfatizara solo el proceso de Astana, mediado por Rusia, Turquía e Irán, sin mencionar el proceso de Ginebra patrocinado por la ONU, el timonel Putin dio media vuelta y ahora desea regresar al proceso de Ginebra. ¿Qué gana Rusia en Ginebra? ¿Por qué no dejar que Assad permanezca en el poder con el consentimiento explícito de los europeos? ¿Por qué no permitir que Siria sea dividida en zonas de influencia turca e iraní? De esa forma, Rusia tendrá sus bases mediterráneas y ese será el final de la historia. Israel y los sauditas tendrán que aceptar la nueva realidad política, a menos que quieran desencadenar una guerra total por sí mismos y por Occidente (una acción que la tímida y distraída Occidente nunca les perdonará).

Tal cosa todavía puede ocurrir por defecto, pero Putin sin embargo está intentando otro enfoque que espera maximice lo ganado por Rusia. Lo que Rusia espera obtener es una oportunidad de cobrar sus fichas sirias a cambio de obtener ganancias en Europa. Rusia busca revivir su aspiración de hace un siglo de rediseñar el mapa de Europa según la visión de «Eurasia desde Lisboa hasta Vladivostok», tal como lo denominaron Putin y su ex-ministro de Asuntos Exteriores Sergey Lavrov. Es en Europa y solo Europa y no en el pantano del Medio Oriente, Rusia puede y desea restaurar su gloria pasada. El proceso de Ginebra puede servir para restablecer el estatus global de Rusia y como beneficio adicional, también puede desbloquear el dinero de reconstrucción dado por los europeos a Siria que Rusia no puede esperar suministrar por su propia cuenta.

La táctica rusa va más allá. A principios del 2017, en varios artículos, pensadores y analistas rusos pro-Kremlin dieron amplias pistas de que Rusia estaba ansiosa de alcanzar un gran acuerdo: renunciar a su alianza con Irán a cambio de eliminar lo que realmente le duele: las sanciones y la expansión hacia el este de la OTAN.[4] En aquel momento, el trato no pudo ser llevado a cabo. Sin embargo, a finales del 2017, desde su nueva postura como el vencedor en Siria, Rusia alimenta de nuevo esta idea, con la esperanza de que su habilitado estatus produzca un resultado diferente. Por ejemplo, Kirill Semyonov, jefe del Centro de Estudios Islámicos en el Instituto para el Desarrollo Innovador y analista en el Consejo Ruso para Asuntos Internacionales, comentó que la convergencia de intereses de Rusia e Irán es solo «temporal» y «aparente» y va conectada a la crisis con los Estados Unidos. Este recalcó que el acercamiento de Rusia con Irán no es «irreversible», ya que es meramente táctico y que la política de Moscú puede por lo tanto cambiar.[5] Pero lamentablemente para Rusia, tampoco es probable que la gran negociación se concrete en el 2018. Trump simplemente no puede cumplir con los bienes que Rusia necesita, por mucho que ansíe un acuerdo exitoso con Rusia. De hecho, Putin no podrá llegar a este acuerdo ni siquiera con los europeos, sin importar cuán profundamente estén tentados en aceptar este pacto-comedia.

Una Rusia desilusionada se verá obligada a regresar al pantano del Medio Oriente y será reducida a su verdadero tamaño como un régimen deshonesto y solitario alineado con otros regímenes deshonestos cuyas manos gotean la sangre de sus propios pueblos.

*Y. Carmon es fundador y Presidente de MEMRI.


 

[1] Véase el Despacho Especial No.7197 de MEMRI, Comentarios en los medios de comunicación rusos luego de la Cumbre tripartita de Sochi: Un nuevo Yalta que excluye a los estadounidenses, 27 de noviembre, 2017.

[2] Véase el Video No. 5902 de MEMRI, Coronel retirado ruso del Estado Mayor: Deberíamos detener el Saber-Rattling, 14 de febrero, 2017. 27 de noviembre, 2017

[3] Esto se refleja claramente en un artículo del 26 de noviembre, 2017 en el diario iraní Kayhan, en el que se afirma que cualquiera que piense que puede revocar las decisiones de Sochi en las conversaciones de Ginebra y eliminar a Assad del poder se encontrará con una situación no muy placentera. Esto, porque en la cumbre de Sochi, por primera vez desde el Acuerdo Sykes-Picot, Irán, Rusia y Turquía delinearon el futuro de Asia occidental basados en la doctrina del eje de la resistencia, sin la participación de Estados Unidos y Occidente.

[4] Véanse, por ejemplo, los siguientes informes de MEMRI: Despacho Especial No. 6821, Renombrado intelectual ruso Fyodor Lukyanov: «El acercamiento e interacción con Irán, China e India no son intrínsecamente valiosos para Rusia, sino una herramienta… para influir sobre Occidente», 9 de marzo, 2017; Despacho Especial No. 6742, Director General de grupo pensante financiado por el gobierno ruso: Las actuales relaciones entre Rusia e Irán no pueden ser llamadas Alianzas Estratégicas, un enemigo acérrimo pudiera convertirse fácilmente en un aliado futuro, 16 de enero, 2017; Despacho Especial No. 6808, Columnista del diario ruso ‘Kommersant’: ‘Moscú [entiende] que en Irán este tiene un socio realmente caprichoso e impredecible. Eso abre una cierta ventana de oportunidad para la diplomacia de Donald Trump’, 1 de marzo, 2017; Despacho Especial No. 6779, Pro-Kremlin Pravda.ru: ‘Irán se está convirtiendo en un importante problema, primero y ante todo para los intereses de Rusia’, 12 de febrero, 2017.

[5] News.ru, 1 de noviembre, 2017.