Por el: Dr. Nimrod Raphaeli*
Hijo de refugiado sirio. Fuente: Dailymail.co.uk, 31 de marzo, 2015.
Introducción
En el 2015, las Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2020 para un Desarrollo Sostenible como una visión para transformar el desarrollo global en los próximos 15 años «con el propósito de construir un futuro más pacífico, próspero, sostenible e inclusivo». La agenda afirma que los jóvenes hombres y mujeres «son agentes críticos del cambio y fundamentales para lograr un desarrollo sostenible».
El informe bajo revisión, el sexto de una serie de informes sobre el desarrollo árabe emitido por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas,[1] fue dado a conocer el 29 de noviembre, 2016 en la Universidad Americana de Beirut.
La «Primavera Árabe» y sus consecuencias
Al presentar el informe, un funcionario del PNUD resaltó el hecho de que su publicación se produce cinco años después de los acontecimientos del 2011, al que se refirió de manera bastante optimista en su momento como «La Primavera Árabe». La contribución de los jóvenes en los acontecimientos prometedores del 2011 fue considerada por algunos como «una esperanza ligera para un nuevo renacimiento», mientras que otros lo consideraron «una influencia sediciosa que arrastra la región al caos y pone en peligro su futuro». El informe ofrece un análisis completo y detallado de los desafíos que los jóvenes enfrentan en términos del proceso de desarrollo humano y trata de hacer que estos jóvenes «regresen al centro política, económica y socialmente…
Aunque hubiéramos deseado lo contrario, al revisar el informe encontramos que los críticos de la «Primavera Árabe» eran más realistas en su evaluación de los acontecimientos del 2011 que aquellos que se inclinaban a observar estrellas brillantes en el cielo. En todo caso, los jóvenes árabes siguen estando sumidos en la pobreza; están políticamente marginados y sin voz, económicamente marginados y socialmente propensos a la radicalización y la violencia. La suya es una existencia frágil y a menudo volátil.
Visión general de la sociedad árabe
El informe destaca el hecho de que en la última década la región ha experimentado «el incremento más rápido en guerras y conflictos violentos» en comparación con otras regiones del mundo. El mundo árabe también tiene «la dudosa distinción» de abarcar el mayor número de estados fallidos que muestran una escala elevada de «fragilidad y fracaso», además de ser la fuente del mayor número de refugiados y desplazados. Si bien el informe no prevé el nivel de conflicto en la región, sí proyecta que el número de personas que viven en zonas de conflicto aumentará de 250 millones en el 2010 a más de 305 millones para el año 2020.
Gráfico 8.5 (anexo al Informe) muestra que el mundo árabe alberga el 5% de la población mundial, pero posee un 45% de los ataques terroristas globales en el 2014 y el 68,5% de las muertes relacionadas a batallas en ese mismo año.
La estructura demográfica
Demográficamente, la sociedad árabe es joven.[2] Jóvenes de 15-29 años constituyen aproximadamente el 30% de la población, o unos 105 millones de personas. El problema clave de la juventud es que forman parte de una sociedad que, en términos de índice de desarrollo humano, ha quedado rezagada en todas las demás regiones del mundo; para el año 2050, la sociedad árabe sólo sobrepasará a la África subsahariana.
Modelo económico fallido
Los países árabes han seguido un modelo económico que ha dependido de «formas ineficientes de intervención y redistribución que, para ser financiados, cuentan fuertemente con ingresos externos, incluyendo ayudas, remesas y rentas de los ingresos petroleros». A diferencia de los países asiáticos de rápido crecimiento que dependían en gran medida del sector manufacturero como vehículo para la creación de empleos, las economías árabes han registrado un crecimiento bajo, si no negativo.
En la mayoría de los países árabes, el sector público es el sector económico dominante y a menudo, ha obstaculizado el crecimiento del sector privado o ha forjado alianzas no competitivas y monopólicas. El informe también identifica otras restricciones al desarrollo del sector privado: políticas económicas equivocadas, falta de crédito, burocracia pesada, escaso acceso a los mercados externos, restricciones a la exportación y procesos aduaneros ineficientes. Estos factores «han dado como resultado un sector privado anémico que no crea un número suficiente de puestos de trabajo». Para sostener su legitimidad sin recurrir a las urnas, los estados árabes han utilizado la ayuda o, en el caso de los países productores de petróleo, los ingresos del petróleo, para asignar rentas a través de diversos medios y métodos a grupos e individuos para evitar que se desplomen. Como resultado, los ingresos y la riqueza no se derivan del «trabajo, la innovación y el tomar riesgos». Más bien, es la generosidad pública, que fomenta el amiguismo, la corrupción y la dependencia del donante de rentas.
La juventud árabe de hoy día
Una alta tasa de desempleo caracteriza la situación de los jóvenes en el mundo árabe. Según el informe del PNUD, desde comienzos del decenio de 1990 el desempleo entre los jóvenes árabes ha sido casi el doble de superior al de otras regiones mundiales. La Organización Internacional del Trabajo estima que el desempleo en la juventud seguirá aumentando, llegando a 29,1% para el 2019. Como resultado, el desempleo entre los solicitantes a empleo por primera vez «a menudo se mide en años, no en meses». Entre las mujeres árabes, las tasas de desempleo son las más altas del mundo, casi el doble de los hombres árabes, o el 48% frente al 23%. Lo que hace que el desempleo sea tan problemático es la ausencia de cualquier mecanismo de bienestar social que ayude a la juventud árabe en un momento crítico cuando intentan integrarse dentro del tejido económico de sus respectivos países.
Las cifras sobre el desempleo son a menudo engañosas, ya que las tasas reales son a menudo más altas. El informe del PNUD reconoce que el empleo entre los jóvenes es «a menudo precario e informal». Muchos participantes en el mercado de trabajo se conforman con empleos inseguros con bajos salarios en el sector informal (trabajos ocasionales, trabajos no remunerados [ayuda a la familia] y agricultura de subsistencia).
La creación de empleo sigue siendo una de las responsabilidades más desafiantes de los gobiernos árabes. A medida que la fuerza de trabajo sigue creciendo en consonancia con la alta tasa de natalidad, el informe identifica la necesidad de la creación de 60 millones de nuevos empleos en la próxima década para absorber el gran número de trabajadores que ingresan. Es una orden elevada por cualquier criterio que se le vea.
La migración como camino socorrista
Desilusionados con opciones escuetas, los jóvenes, tal como señalan los informes, «buscan en otros lugares espacio para respirar». Para los muchos jóvenes, en particular aquellos que son expertos o altamente cualificados, que no tuvieron la suerte de encontrar trabajo en sus países o han determinado que las perspectivas de un futuro crecimiento profesional son limitadas, si no inexistentes, la migración se ha convertido en el camino de salvación. Egipto, el mayor país árabe, es también la mayor fuente de emigración. Entre el 2010 y el 2014, 5,41 millones de egipcios abandonaron su país. El número total de emigrantes árabes durante el mismo lapso de tiempo se estima fue de 22 millones.
Según el informe, durante los años 2000 los países árabes «fueron los que estuvieron entre los más altos índices mundiales de emigración calificada». Por ejemplo, en el 2010, el 62% de los migrantes jordanos en el extranjero eran graduados universitarios. La proporción de tunecinos entre 15 y 29 años dispuestos a emigrar aumentó del 22% en 1995 al 76% en el 2005. Para muchos regímenes autoritarios, la emigración de jóvenes descontentos (y algunas mujeres) reduce los riesgos de una implosión social y política.
Obviamente, la pérdida de capital humano en los países árabes debe ser enorme. Sin embargo, existe una ventaja significativa para la emigración de árabes calificados: las remesas que envían a casa aumentan el PIB. En el 2012, las remesas de los países del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo) a países árabes seleccionados ascendieron a 17.340 millones de dólares, es decir, alrededor del 50% de las remesas totales del CCG. Tres países, Egipto, Líbano y Jordania, reciben la mayor parte de estas remesas, que ascienden a 20.515 dólares, 7.472 dólares y 3.643 millones respectivamente, por un total de 31.630 millones de dólares, es decir, el 89,9% del total de las remesas. En el 2013, las remesas de los emigrantes árabes como porcentaje del PIB fueron más altas en el Líbano (17,7%), seguidas de Palestina (14,0%), con Egipto y Marruecos con un 6,6%.
El reto de la radicalización violenta
Los datos basados en encuestas indican que la religión juega un papel importante en la vida de los ciudadanos de los países árabes, incluyendo los jóvenes. Las cifras para el 2014 identifican hasta un 96-99% de los encuestados en Egipto, Marruecos, Túnez y Yemen, diciendo que la religión juega un papel importante en sus vidas. En la Siria secular, la cifra fue de sólo el 75%. La Primavera Árabe en el 2011 provocó el colapso de varios regímenes árabes, creando un vacío político que invitó a los partidos islámicos a intervenir. La atracción del Islam político como valor trascendental, subraya el informe, no es diferente del marxismo clásico, ya que «provee un escape de la realidad opresiva a un mundo de esperanza».
El surgimiento de los movimientos políticos islamistas provocó un debate polémico sobre temas fundamentales de la sociedad: las relaciones entre la religión y política; El nexo entre fuerzas religiosas y civiles; y, lo que es más importante, si los partidos políticos islámicos son capaces de gobernar efectivamente.
Privados de una voz política o perspectivas de participación en el proceso político agravado por un sentido general de exclusión, la juventud árabe se ha vuelto susceptible a la radicalización. El informe del PNUD describe la radicalización como «un proceso mediante el cual un individuo o grupo adopta cada vez más ideas o aspiraciones políticas, sociales o religiosas que rechazan o socavan el estatus quo…» Existen muchos factores que conducen a la radicalización, de los cuales se encuentran aquellos fijados en la demografía y urbanización. Demográficamente, las tasas de crecimiento de la población árabe en los últimos 50 años estuvieron entre las más altas del mundo – el resultado de una alta fertilidad y la disminución de la mortalidad infantil. Como resultado, existe un gran capital de jóvenes para ser reclutados. Estos jóvenes se concentran en las zonas urbanas, en viviendas deficientes y en un entorno de vida muy áspero, lo que provee terreno fértil para el reclutamiento y la radicalización.
El informe señala que a pesar del surgimiento de grupos islámicos radicales, las opiniones de los jóvenes son «diversas y dinámicas». Los desencadenantes del 2011 representan un alejamiento de las ideologías del pasado y pueden estar «dando paso a una nueva época cultural en la región», aunque no hubo intento de los autores del informe de especular cómo esta época se desarrollara y qué dirección tomaría. Mientras tanto, los gobiernos árabes han aplicado en los últimos cuatro decenios diversos instrumentos de supresión para asegurar el «quietismo y la obediencia entre las poblaciones». Entre estos instrumentos se encuentran «autócratas, patriarcas, mezquitas, escuelas, medios de comunicación y los mukhabarat (servicios de inteligencia)…» Los instrumentos de opresión se ven reforzados por una alta tasa de desempleo y la fuga de perspectivas a una reforma genuina. No es de sorprender que el índice de satisfacción con la vida en los países árabes sea de 15 grados por debajo del de otros países con niveles similares de desarrollo.
Temas de salubridad
El informe dedica mucho espacio al tema de la salud, sobre la premisa sencilla de que «el bienestar de los jóvenes es en general un indicador del futuro bienestar de los adultos». El informe lamenta la ausencia o escasez de datos para medir el estado de salud, los riesgos a la salud y los factores de protección entre un grupo de 15 a 29 años. Sin embargo, enumera una lista de problemas que limitan la provisión de servicios de salud efectivos para los jóvenes, incluyendo recursos limitados y una infraestructura médica deficiente. Los servicios de salud mental y dental «están excluidos de la canasta de salud». La tasa de mortalidad de este grupo de jóvenes sigue siendo relativamente alta debido a las enfermedades diarreicas, infecciones en las vías respiratorias bajas, enfermedades cardiovasculares y circulatorias, trastornos mentales y del comportamiento, lesiones de transporte y tuberculosis, por mencionar unos cuantos.
Los conflictos prolongados también han afectado los estándares y servicios de salud, ya que muchos hospitales y clínicas han sido destruidos o saqueados. Muchos de los médicos que no pudieron escapar fueron asesinados, a menudo deliberadamente. Quizás uno de los resultados más fascinantes, aunque inquietantes, de los conflictos fue el hallazgo de que los chicos nacidos en zonas iraquíes afectadas por altos niveles de violencia son 0.8 cm más pequeños que los niños nacidos en zonas de baja violencia. Los conflictos violentos causan daños generalizados a la infraestructura básica, lo que provoca la ruptura de los sistemas de agua, transporte y saneamiento y la destrucción de las instalaciones de salud pública. Lo más significativo de todo esto es el desvío de recursos de la salud pública hacia la compra de armamento.
Conflictos y educación
Los conflictos prolongados en muchos estados árabes han afectado a estudiantes, maestros y escuelas. En Yemen, el lugar de una de las mayores crisis humanitarias del mundo, 1,8 millones de niños en edad escolar han perdido el acceso a las escuelas, con más de 3.500 escuelas, una cuarta parte de todas las escuelas, cerradas. Según el informe, en total, casi 3 millones, o el 47%, de los niños en edad escolar de Yemen se veían privados de educación. En Libia, un país en completo caos, los intensos combates han resultado en interrupciones prolongadas del sistema educativo y daños a las instalaciones escolares. En algunas partes del país, las escuelas se utilizan para acoger a personas internamente desplazadas.
En Siria, la situación está más allá de ser descrita, dado que más de 10 millones de sirios viven en campos de refugiados o son desplazados internamente. Antes de la guerra civil, Siria había alcanzado una tasa neta de matrícula del 93,1% en la educación primaria. Como resultado de la guerra civil, grandes segmentos de la población siria están destinados a crecer analfabetos. Según el informe, los desplazamientos a largo plazo «generan generaciones que carecen de acceso a una educación de calidad y por lo tanto, reproducen y profundizan los efectos negativos de los desplazamientos forzados». La situación es particularmente perjudicial para la educación en áreas donde el Estado Islámico (EIIS) ha introducido una educación orientada a los salafistas basada en la sharia islámico, que excluye deliberadamente a las mujeres de las escuelas.
El informe señala que los jóvenes de hoy día son más educados, urbanizados y están más conectados al conocimiento global que sus padres, pero disfrutan de menos oportunidades para aprovechar sus habilidades. Privados de serias perspectivas de empleo e ingresos, «la presencia de una población joven mayor y dinámica también está configurando el panorama de seguridad de la región». Las investigaciones indican que las poblaciones jóvenes son más propensas a participar en conflictos que las más antiguas y son más propensos a unirse a organizaciones radicales que los adultos.
Actos de terrorismo
Los ataques terroristas del 11 de Septiembre del 2001 y la mayoría de los ataques terroristas subsecuentes a través de las principales capitales y ciudades de Europa, estaban determinados a ser llevados a cabo por jóvenes musulmanes (y a veces mujeres). El informe, sin embargo, revela cifras asombrosas sobre los ataques terroristas en los países árabes. De esta forma, entre 1970 y el 2014, el cuadro es de violencia y de bajas. De los 141.966 ataques terroristas, 31.699, o el 22.3%, se llevaron a cabo en los países árabes, causando la muerte de 89.102 personas, o el 28.7% del total de muertos y 147.117, o el 37.15 por ciento del total de heridos. Según el informe, sólo en el 2014, el Medio Oriente representó casi el 45% de todos los ataques terroristas en todo el mundo. Estos ataques cobraron la vida de 21.000 personas.
Conclusión
Hoy los jóvenes árabes están en una condición mejor descrita como condición de anomia en el que la sociedad provee poca brújula moral al individuo. Anomía significa la pérdida de creencias políticas y morales. Sin amarras a que aferrarse, el individuo sucumbe a un malestar de intranquilidad, futilidad y desaliento. Es la ruptura entre el individuo y la comunidad, que da como resultado la fragmentación de la identidad social y el rechazo de los valores tradicionales. En su forma más severa, este malestar conduce a actos desesperados tales como la violencia y el terrorismo.
El atractivo del Islam político como valor trascendental no es diferente del marxismo, ya que provee un escape de la realidad opresiva a un mundo de esperanza. Pero es precisamente el Islam político el que ha servido de terreno fértil para el adoctrinamiento de la violencia y el extremismo.
Con el advenimiento de una tecnología que cambia rápidamente, el tren de la historia se está moviendo rápidamente, dejando atrás a millones de jóvenes árabes en un estado de impotencia y desesperación y aumentando el surgimiento de estados fallidos y estructuras sociales volátiles.
El futuro parece sombrío, y las perspectivas de cambio son un simple resplandor en el horizonte.
*El Dr. Nimrod Raphaeli es analista senior (emérito) en MEMRI.
[1] Las Naciones Unidas utilizan la ortografía británica en sus publicaciones.
[2] A efectos estadísticos, las Naciones Unidas define a los jóvenes como las personas de 15-24 años. El informe que se examina utiliza una clasificación diferente. La Iniciativa Juvenil del Medio Oriente define a los jóvenes como aquellos entre 15 a 29 años de edad. Este rango fue adoptado para reflejar las transiciones prolongadas hacia la edad adulta enfrentadas por muchos en la región.