Hace exactamente un siglo, una Turquía victoriosa le impuso una especie de paz draconiana a una Armenia ya postrada. El 3 de diciembre de 1920 Armenia firmó el Tratado Alexandropol, entregando oficialmente una gran parte de lo que ahora es el noreste de Turquía, que los aliados les concedieron a los armenios. El tratado fue firmado por el canciller de una Armenia que había dejado de existir, ya que el día anterior los bolcheviques tomaron el poder. Armenia se vería postrada bajo el yugo soviético hasta el año de 1991.

Turquía fue uno de los países perdedores en la Primera Guerra Mundial, cediendo la mayor parte de su imperio en el Medio Oriente, pero le fue bastante bien en una serie de conflictos posguerra desde el año 1919 hasta 1923. Con el resultado de los victoriosos aliados en Occidente agotados o distraídos, la así llamada Guerra de Independencia de Turquía vio a los nacionalistas turcos bajo el régimen de Mustafa Kemal Atatürk derrotar a los armenios al este, a los franceses en el sur y a los griegos al oeste.

En reconocimiento al sufrimiento de los armenios durante el genocidio que se les infligió en la Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales decidieron que debería existir un estado armenio. De hecho, se propuso que la nueva Armenia estuviese bajo mandato estadounidense y el presidente de los Estados Unidos para ese momento Woodrow Wilson, trazó las fronteras del nuevo estado.[1] La misma Comisión King-Crane que recomendó un reino árabe independiente en Siria propuso un estado armenio más grande que se extendiera desde la actual Armenia hasta el Mar Negro.[2] Al final, un senado aislacionista estadounidense rechazó aceptar un mandato sobre Armenia.[3] Los vencedores por la timidez estadounidense fueron Turquía y Rusia. Los grandes perdedores fueron los armenios, que no solo perdieron un territorio que abarcaba parte de la Armenia histórica, sino que también estuvieron sujetos a décadas de un opresivo dominio ruso soviético.

Un siglo después, los paralelos son inquietantes. Una breve guerra sangrienta a finales del 2020 con Azerbaiyán, fuertemente apoyada por una Turquía irrendentista, conduce a la derrota de los armenios de Artsaj (Nagorno-Karabaj) y a la pérdida de más territorio[4]. Un draconiano acuerdo de alto el fuego, negociado por Rusia, es firmado a regañadientes por los armenios. Al igual que en el año 1920, los armenios firman porque saben que si no lo hacen, pueden perder aún más lo poco que les queda en sus manos.[5]

Dos mil soldados rusos deben asegurar la incómoda paz durante un mínimo de cinco años, un período que puede prorrogarse a menos que Armenia o Azerbaiyán notifiquen con seis meses de antelación que este está por finalizar. Si bien los resultados de la guerra parecen confirmarlo como otro de esos «conflictos congelados» rusos, muy posiblemente, en aproximadamente cuatro años y medio, una de las partes pudiera dar aviso a que el armisticio ha terminado y el conflicto ya abierto pudiera reanudarse nuevamente.[6] Ciertamente, la retórica triunfalista de Bakú indica un deseo de conquista aún mayor.[7]

¿Hay algo que los Estados Unidos de América puedan hacer en tal situación? La respuesta convencional es, no mucho. Estados Unidos ha sido miembro del a veces desafortunado Grupo Minsk encargado de hallar solución al problema de Nagorno-Karabaj desde el año 1992, pero Estados Unidos nunca igualará la atención e intensidad que otros actores – Rusia, Turquía y por supuesto Azerbaiyán y Armenia – aportan.

Irónicamente, las raíces del acuerdo de alto el fuego impuesto por Rusia en el 2020 son estadounidenses. Esta es una versión del antiguo «Plan Goble», llamado así en honor al ex-diplomático estadounidense Paul Goble, quien sugirió el reconocimiento mutuo de un puente terrestre de Azerbaiyán a través del sur de Armenia hasta el enclave azerí de Nakhichevan junto a un corredor en Lachin que conecta Nagorno-Karabakh con la República de Armenia.[8] El concepto fue presentado como parte de un acuerdo de paz por el entonces presidente de Azerbaiyán, el veterano general de la KGB Heydar Aliyev (padre del actual dictador de Azerbaiyán) hace ya más de 20 años, pero demostró ser demasiado cínico o inclinado hacia su propio régimen.

Tal como dejaron muy en claro los medios de comunicación del perro faldero del Presidente turco Erdogan, uno de los perdedores en este brutal y agudo conflicto fue el «Occidente pro-armenio». Los medios de comunicación turcos destacaron tanto a Turquía como a Rusia, junto a Azerbaiyán, como los ganadores: «Todos los estados pro-armenios también pueden contarse entre los perdedores de la guerra. Entre ellos, los países occidentales son los primeros… Estados Unidos y Francia, los países más pro-armenios de Occidente».[9]

En un mundo mucho más justo, el territorio restante de Nagorno-Karabaj ahora en manos de los armenios locales, junto al corredor Lachin, se convertirá en parte integral de la República de Armenia, las fronteras serán formalizadas y tanto Azerbaiyán como Armenia le darán prioridad al trabajo esencial de construir sus propios estados los cuales están acosados ​​por una gran cantidad de males sociales y económicos. Pero lo que puede ser justo a menudo es inconcebible. Mientras que la dictadura disfuncional de Azerbaiyán está repleta de riquezas por causa del petróleo, Armenia es un país cuyo censo de población es tratado como secreto de estado porque su terrible situación económica sigue provocando la huida de quienes pueden y son lo suficientemente talentosos como para emigrar.

La política estadounidense, incluso antes del mandato del Presidente Trump, se ha inclinado hacia Azerbaiyán, impulsada por los dos puntos de atracción de la riqueza petrolera de Bakú y el concepto tentador de «rodear» a Rusia con una serie de estados anti-rusos pro-occidentales. Durante la campaña presidencial en los Estados Unidos, el candidato demócrata Joe Biden publicó un documento con su posición en el que destacaba un mayor énfasis en ayudar a los armenios tanto en Armenia como en el área de Nagorno-Karabaj.[10]

Las promesas de campaña deberían, por supuesto, tomarse con mucha cautela. Estados Unidos no posee la capacidad de atención de trabajar para separar totalmente a Armenia de las esferas influyentes rusas (Rusia también busca expandir su influencia tanto en Turquía como en Azerbaiyán) incluso si lo intentara. Con tantos puntos críticos y crisis en otros lugares y con los hechos consumados causados ​​por la última guerra, el sur del Cáucaso simplemente no será un lugar prioritario para los estadounidenses.

Pero existe cierto espacio para accionar una política estadounidense hacia Armenia que tenga metas claras y humildes y que busque fortalecer la capacidad de este antiguo pueblo cristiano de permanecer arraigado y florecer en sus países de origen. Ese debería ser el enfoque. La política estadounidense hacia una Turquía agresiva obsesionada con el lebensraum también está lista para realizar una corrección de rumbo que ya se ha visto retrasada.[11] Dejarle en claro a Erdogan que Estados Unidos posee intereses en la supervivencia y el florecimiento de los armenios en el Cáucaso (y en la integridad territorial de Grecia y Chipre) sería un muy buen mensaje anticipado para enviarle.

En cuanto al victorioso Azerbaiyán, una política estadounidense inteligente buscaría lograr un compromiso positivo renovado, mientras que al mismo tiempo advertiría silenciosamente en contra de la renovada arrogancia militar y especialmente contra la instigación y contra una campaña orquestada con el propósito de borrar a los armenios de la historia y de la región.[12]

Alberto M. Fernández es Vicepresidente de MEMRI.


[1] Woodrowwilson.org/blog/2019/12/19/armenia, 19 de diciembre, 2019.

[2] Dcollections.oberlin.edu/digital/collection/kingcrane/id/2902/rec/1, agosto, 1919.

[3] Nytimes.com/1920/06/02/archives/senate-rejects-mandate-52-to-23-thirteen-democrats-vote-with.html, 2 de junio, 1920.

[4] Caucasuswatch.de/news/3306.html, 3 de diciembre, 2020.

[5] Armenianweekly.com/2020/11/23/putin-armenia-not-recognizing-artsakh-was-a-significant-factor, 23 de noviembre, 2020.

[6] Warsawinstitute.org/post-soviet-frozen-conflicts-challenge-european-security, 14 de marzo, 2019.

[7] Dailysabah.com/politics/diplomacy/azerbaijans-aliyev-vows-to-revive-liberated-nagorno-karabakh, 26 de noviembre, 2020.

[8] Haberturk.com/son-dakika-turk-dunyasi-icin-onemli-gelisme-nahcivan-dan-azerbaycan-a-koridor-haberler-2865989, 11 de noviembre, 2020.

[9] Dailysabah.com/opinion/columns/pro-armenian-west-is-net-loser-of-2nd-karabakh-war, 18 de noviembre, 2020.

[10] Armradio.am/2020/10/17/joe-biden-pledges-to-recognize-armenian-genocide-push-for-lasting-peace-in-the-region, 17 de octubre, 2020.

[11] Nordicmonitor.com/2020/02/erdogans-secret-keeper-says-lausanne-treaty-invalid-turkey-free-to-grab-resources, 24 de febrero, 2020.

[12] Evnreport.com/spotlight-karabakh/christianity-in-karabakh-azerbaijani-efforts-at-rewriting-history-are-not-new, 22 de noviembre, 2020.