Introducción

Altas figuras chinas, desde Xi Jinping hasta los líderes del Partido Comunista Chino (PCC) y los comandantes del Ejército Popular de Liberación (EPL), han estado reiterando durante años que Taiwán debe «reunificarse con el continente», y que esto sucederá, ya sea por vía pacífica o a modo de acción militar.

China ha estado llevando a cabo abiertamente ejercicios militares que simulan una invasión de Taiwán. Tras el discurso inaugural del presidente taiwanés Lai Ching-te, en el que se afirmó la soberanía de Taiwán, el EPL lanzó en la mañana del 23 de mayo de 2024 un ejercicio militar masivo de dos días de duración, denominado Joint Sword-2024A, que rodeó la isla de Taiwán (al norte, sur y este de Taiwán, así como áreas alrededor de las islas de Kinmen, Matsu, Wuqiu y Dongyin, que se encuentran en el Estrecho de Taiwán), simulando un ataque a la isla con buques de guerra navales y aviones de combate, bombarderos, helicópteros y sistemas de lanzamiento de cohetes. [1]

En comparación con los ejercicios anteriores de 2022, el Joint Sword-2024A cubrió regiones más amplias y el cerco del ejercicio en la isla principal de Taiwán se hizo más estrecho, con el objetivo de normalizar la presencia del EPL en el área en caso de una invasión real de la isla.

Vale la pena señalar que China también confía mucho en su capacidad para hacer frente a Estados Unidos y sus aliados en el Pacífico, como resulta evidente en la forma en que los expertos chinos describen el equilibrio de poder entre China y Estados Unidos.

A la luz de estas constantes amenazas, provocaciones y preparativos, ¿podría aún ser posible un ataque sorpresa chino?


Véase el video de MEMRI TV No. 11162 – El Comando Oriental del EPL chino publica un video que describe el lema para anular la independencia de Taiwán: avanzar, asediar, bloquear, atacar, destruir, aislar, 25 de mayo de 2024

Qué constituye una sorpresa: el ejemplo del ataque egipcio-sirio de 1973 contra Israel

La experiencia de Israel en la guerra de octubre de 1973 revela que, incluso cuando hay amenazas y provocaciones constantes, incluidas guerras limitadas (como la Guerra de Desgaste de 1967-1970), un ataque aún puede ser una sorpresa, como también lo demostró el ataque del 7 de octubre en el territorio de Israel.

En los años previos a la guerra, los dirigentes egipcios habían dejado claro en mensajes diplomáticos y declaraciones políticas que querían atacar a las fuerzas israelíes en la península del Sinaí y unir el Sinaí con Egipto. El gobierno israelí y sus agencias de inteligencia eran conscientes de ello.

Egipto también hizo evidentes preparativos militares. En el período previo a la invasión de la península del Sinaí, cuyo lanzamiento estaba previsto durante el mes islámico de Ramadán junto con una invasión siria de los Altos del Golán, el ejército egipcio llevó a cabo 20 ejercicios militares que simulaban un cruce del Canal de Suez. En un presagio del ataque planeado, estos ejercicios recibieron el nombre en código «Badr» en honor a la histórica Batalla de Badr, que tuvo lugar en Ramadán del año 632 EC entre los compañeros de Mahoma y la tribu de Quraish. Mientras tanto, Siria también llevó a cabo ejercicios militares en preparación para la invasión conjunta de Israel.

El conocimiento de las intenciones y preparativos de Egipto no llevó a los israelíes a evaluar que una invasión fuera inminente. Al contrario: los israelíes creían que el único objetivo militar de estos ejercicios era presionar y amenazar a Israel. Los israelíes asumieron que el objetivo de una invasión egipcia sería volver a ocupar toda la península del Sinaí. Dado que ambas partes sintieron que este objetivo era inalcanzable debido a la fuerza del ejército israelí, los israelíes concluyeron que una invasión egipcia era imposible. Israel no consideró la posibilidad de una invasión con un objetivo limitado, como cruzar el Canal de Suez y avanzar sólo hasta la mitad de la península del Sinaí, algo que estaba dentro de las capacidades del ejército egipcio.

Además, Israel confiaba en que su superioridad aérea haría inútil cualquier ataque egipcio, y el pobre desempeño de Egipto en la guerra de junio de 1967 fue una razón más para restar importancia a la probabilidad de un ataque.

Israel interpretó las amenazas, provocaciones y ejercicios militares de Egipto como propaganda dirigida al público egipcio y al mundo árabe y, al mismo tiempo, como forma de presión a Israel para que entablara negociaciones para retirarse de la península del Sinaí.

Debido a que pasó por alto por completo la posibilidad de una invasión a pequeña escala, Israel no utilizó recursos de emergencia que podrían haberle proporcionado información valiosa sobre el próximo ataque. Es decir, Israel podría haber utilizado la inteligencia estratégica necesaria, pero tenía demasiada confianza en sus evaluaciones como para utilizar estos activos.

Además, aunque una fuente egipcia proporcionó a Israel información de inteligencia sobre el próximo ataque con suficiente antelación para permitir que la Fuerza Aérea de Israel llevara a cabo un ataque preventivo, la primera ministra Golda Meir decidió no llevarlo a cabo. La mandataaria consideró que, si el informe resultaba erróneo, un ataque israelí contra Egipto sería totalmente injustificado y dañaría gravemente la posición de Israel.

Fundamentalmente, Israel subestimó enormemente la convicción ideológica de Egipto de que reconquistar el Sinaí era absolutamente imperativo.

En ese momento, yo servía como oficial subalterno en el Cuerpo de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel. Al recibir informes a primera hora de la mañana de que los sirios estaban limpiando campos minados que ellos mismos habían colocado para impedir una invasión israelí, uno de mis altos comandantes dijo estas inolvidables palabras: «Miren a esos tontos sirios. ¡Para un simulacro, en realidad están quitando las minas! » Así de exitosos fueron Egipto y Siria al engañar a Israel.

Egipto había realizado 20 ejercicios Badr sin incidentes. Así, los israelíes quedaron completamente desprevenidos cuando el 21º «ejercicio Badr” de Egipto resultó ser una verdadera invasión de la península del Sinaí. En la mañana de la celebración judía de Yom Kipur, que coincidió ese año con Ramadán, las fuerzas egipcias cruzaron el Canal de Suez hacia territorio controlado por Israel. Al mismo tiempo, las fuerzas sirias invadieron los Altos del Golán.

La experiencia de Israel en 1973 demuestra que las declaraciones políticas y las provocaciones militares pueden malinterpretarse, por claras y públicas que sean, en el sentido de algo distinto de lo que realmente transmiten. Un ataque sorpresa es posible incluso cuando hay indicios claros de que es inminente.


Fuerzas egipcias cruzando el Canal de Suez el 7 de octubre de 1973 (Fuente: imagen de dominio público de la CIA)

Pearl Harbor: otra crónica de un ataque sorpresa anunciado

Se puede aprender una lección similar analizando el ataque sorpresa japonés a Pearl Harbor.

A la luz de la Segunda Guerra Mundial y la guerra chino-japonesa, Estados Unidos tenía muchas razones para evaluar que Japón podría atacar objetivos estadounidenses, y los planificadores estadounidenses habían sido conscientes del fortalecimiento naval de Japón en el período anterior al ataque.

Los estadounidenses también sabían que Pearl Harbor era uno de sus activos más vulnerables en el Pacífico; las fuerzas estadounidenses en Hawái incluso recibieron prioridad presupuestaria sobre otros activos del Pacífico. El comandante de la flota estadounidense del Pacífico, almirante Husband Kimmel, que meses más tarde contemplaría impotente cómo los japoneses asaltaban Pearl Harbor, había dicho en febrero de 1941 que era posible un ataque al puesto naval estratégico. De hecho, muchos de los barcos hundidos en Pearl Harbor habían sido llevados a Hawái como elemento disuasorio para la expansión japonesa en Asia.

Sin embargo, incluso cuando los máximos dirigentes de Estados Unidos, incluido el propio presidente Roosevelt, tuvieron fuertes indicios de que un ataque japonés era inminente, no se actuó en consecuencia –y no se tomó ninguna medida preventiva– por temor a alarmar a la población y provocar a los japoneses.

Como resultado, aunque los estadounidenses tenían todos los indicios y pruebas necesarios y presumían que Japón atacaría objetivos estadounidenses en el Pacífico en algún momento, el ataque aéreo a Pearl Harbor fue una sorpresa total en términos de su magnitud y de la audacia y creatividad de Japón.

Un acorazado estadounidense se hunde durante el ataque a Pearl Harbor. (Fuente: Archivos Nacionales, Washington, DC)

Conclusión

Este artículo intenta afirmar que, si China decide emprender una acción militar agresiva para ocupar Taiwán, ese ataque aún podría sorprender a Occidente, aunque haya suficiente información sobre las intenciones y capacidades de China.

Puede ser que cualquier evaluación occidental, si la hay, sobre la improbabilidad de un ataque chino esté guiada por la suposición de que las consecuencias económicas para China serían lo suficientemente devastadoras como para disuadir a Xi de atacar a Taiwán.

Lo que no parece ser un elemento disuasorio suficiente contra China son las actuales capacidades militares de Estados Unidos. La producción industrial naval de China supera a la de Estados Unidos y sus aliados, y la tiranía de la distancia limita la capacidad de Estados Unidos para responder rápidamente a una invasión china de Taiwán.

En los casos de Pearl Harbor y la península del Sinaí, la disuasión militar también resultó insuficiente. Egipto asumió el riesgo estratégico de invadir el Sinaí, aunque no era vital para su existencia. De manera similar, Japón asumió el riesgo estratégico de atacar Pearl Harbor, aunque destruir la flota estadounidense no era vital para los planes militares de Japón.

Por lo tanto, basar una evaluación estratégica en la cuestión de si un territorio o un solo objetivo militar es lo suficientemente vital como para justificar el riesgo de consecuencias devastadoras resultó ser un error en 1941 y 1973, y puede resultar nuevamente un error en el caso de China. y Taiwán.

Además, cualquier represalia económica prevista por la invasión de Taiwán puede, en última instancia, resultar menos significativa y menos intimidante para China de lo esperado. Aún no está claro si la amenaza de represalias económicas es un elemento disuasorio lo suficientemente fuerte. En 1989, cuando Deng Xiaoping se enfrentaba al riesgo de sanciones económicas si utilizaba el EPL para reprimir las protestas de Tiananmen, Deng lo hizo. Deng arriesgó la economía de China, que era la piedra angular de su esfuerzo como líder del país, y sobrevivió.

Como ocurrió en 1941 y 1973, el imperativo ideológico detrás de la reunificación de Taiwán con China continental puede anular el riesgo de consecuencias para China, que en última instancia pueden incluso ser mínimas, y una invasión china de Taiwán puede convertirse en otro infame ataque sorpresa histórico.

 

* Y. Carmon es presidente de MEMRI; M. Reiter es investigador en MEMRI.

 

[1] Véase MEMRI Despacho Especial No. 11375,Todos los ojos puestos en Taiwán, 4 de junio, 2024