El rey de Jordania Abdulá II y su hijo, el príncipe heredero a la corona Hussein en Umra, Meca en el año 2018
Fue como demasiado atractivo para la élite estadounidense gobernante. En abril del año 2021, Jordania reveló información sobre un supuesto complot para derrocar al rey Abdulá II, un complot que involucraba incluso a su propio medio hermano hachemita, el príncipe Hamza. Mucho más importante para la parlanchina clase de D.C. fueron los supuestos villanos de la historia: el ex-presidente de los Estados Unidos Donald Trump, el ex-primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el príncipe heredero a la corona de Arabia Saudita Muhammad bin Salman (MBS). Esto es como la triple corona para las figuras vilipendiadas por la administración demócrata entrante de Joe Biden y para gran parte de los principales medios de comunicación. El momento fue hermoso y la alineación de malos actores solo podía haber sido mejorada si de alguna manera Putin también hubiese echado una mano.
Si el elenco de villanos fue irresistible, también lo fue el héroe. Aquí se hallaba ese valiente Abdulá de Jordania, con su «glamorosa» esposa y su impecable acento inglés, aliado cercano de Occidente – ¡incluso actuó de extra en un episodio de Star Trek: Voyager! Abdulá fue, en este relato, un hombre de principios amenazado por el yerno ridículamente aficionado del presidente del MAGA Jared Kushner y sus socios matones del Medio Oriente en Jerusalén y Riad.
Si uno lee atentamente las letras pequeñas del reportaje, en particular el artículo detallado escrito por el columnista del diario el Washington Post David Ignatius sobre las «intrigas del palacio en Jordania y un frustrado acuerdo del siglo», pudiéramos advertir peligros, pero se nos tranquilizara de que «Jordania está pagando favor» en Washington ahora, la supuestamente importantísima custodia hachemita de Al-Aqsa en Jerusalén se encuentra intacta y el complot fue interrumpido.[1] De hecho, dos de los tres principales culpables jordanos, el ex-alto funcionario del gobierno Bassem Awadallah y Sharif Hassan bin Zaid, pariente hachemita (de la rama de Meca) y ex-diplomático – fueron juzgados en Ammán comenzando a finales de junio del año 2021.[2]
Al leer la cobertura de este relato en los medios de comunicación de Occidente, algo me parecía extraño. No eran solo los comentarios hechos por muchos de los contactos jordanos que tenían sus dudas sobre gran parte de este relato, sino que lo que yo podía ver, obviamente, le faltaba al relato lo que parecía extraño. Por una parte, era extraño que, en un relato sobre el cómo los extranjeros – especialmente los estadounidenses – conspiraran para derrocar al rey Abdulá en los últimos años, de que no se reconociera que fueron los estadounidenses primeramente quienes supuestamente lo colocaron en el poder en el año 1999. Trabajé en Jordania poco después de que un rey Hussein con una enfermedad terminal desplazara a su hermano Hassan para convertir al joven Abdulá, quien apenas podía hablar árabe, en príncipe heredero, lo que se aseguró de que se convirtiera en rey unas semanas más tarde a la edad de 37 años.
La percepción generalizada entre muchos jordanos – en especial aquellos críticos al gobierno y particularmente los jordanos de la Ribera Oriental – en ese momento era que el ascenso de Abdulá fue diseñado por el embajador estadounidense William J. Burns y el jefe de la estación de la CIA Robert Richer, quienes convencieron al enfermo rey Hussein a que realizara el cambio. Tanto si fue cierto como si no lo fue, era una percepción muy generalizada y ferviente.
La razón por la que se llevó a cabo este supuesto golpe de estado varió con lo dicho para el momento. Algunos lo vieron como una acción de los servicios de inteligencia: «Los estadounidenses más inteligentes sabían que el príncipe Hassan no estaba a la altura del desafío de ser rey y querían a alguien mejor». Otros vieron una teoría de conspiración diferente: «Los estadounidenses querían colocar al semi-británico Abdulá con su avara esposa palestina en el trono para de esta manera ‘palestinizar’ a los hachemitas».
En el relato alterno de algunos jordanos ante el relato del golpe de estado hoy, los elementos clave siguen siendo sobre el poder, pero tanto – o más – sobre el poder y el dinero en Jordania tanto como lo es sobre el famoso «Acuerdo del Siglo» de Trump. Para estos jordanos, los detalles de este complot no pueden divorciarse de la infelicidad generalizada por la situación política y económica en Jordania, por la pobreza, el desempleo, las desigualdades y una fuerte sensación de que todo es culpa de un rey y una reina ambos corruptos. Para estos jordanos, el hecho de que Bassem Awadallah sea supuestamente parte de este complot es muy revelador.
Durante la primera década del gobierno del rey Abdulá, Awadallah fue figura clave, promocionada para eventualmente convertirse en primer ministro, visto como muy cercano a los estadounidenses y como un campeón de la «reforma», supuestamente racionalizando la administración jordana y reformándola según los lineamientos económicos neoliberales. Profundamente desconfiado por los jordanos de la Ribera Oriental debido a sus raíces palestinas, su caída en desgracia en el año 2009 (se rumoreaba que este agredió a su esposa) marcó el fin de los esfuerzos de reforma. Jordania era corrupta con la influencia de Awadallah y se volvería aún más corrupta sin su persona.
En el relato alterno de los recientes eventos jordanos, Awadallah es el desafortunado chivo expiatorio, manipulado para convertirse en el villano local del relato por la extremadamente capaz Dirección General de Inteligencia (DGI) de Jordania. De hecho, algunos ven toda la cadena de eventos como una «leyenda» muy aceitada de la DGI de comienzo a fin, combinando datos reales con una agenda política muy mal intencionada y engañosa.
La humillación pública a Awadallah como persona es un soplo para los descontentos banqueros de la zona este – pilares tradicionales del gobierno hachemita pero muy alienados hoy día. Arrogante y estrechamente conectado con el rey durante años y luego involucrado con los saudíes, lo que le convierte en un chivo expiatorio que distrae la ira por la corrupción percibida del rey y en especial de la reina Rania, en esos mismos círculos locales.
El papel en el complot revelado hasta ahora de Sharif bin Zaid también combina elementos verdaderos mientras ofusca información muy real. Existe una supuesta lucha interna por los ingresos adeudados (decenas de millones de dólares o mucho más) provenientes de las propiedades hachemitas en Meca. Los hachemitas de Meca sienten que es de ellos y estos ingresos no han sido pagados en su totalidad debido a la mala sangre y hostilidad entre MBS y el rey Abdulá. Al gobernante jordano le encantaría ser el destinatario de estas inesperadas ganancias.
La parte sobre la supuesta participación del príncipe Hamza es verdad, hasta cierto punto. La infelicidad con el rey ha perjudicado enormemente la reputación de su hijo y heredero e inversamente, ha aumentado la popularidad del impotente Hamza, especialmente entre los muchos jordanos que, a pesar de su descontento, todavía prefieren ver la continuación del gobierno hachemita de alguna forma y temen convertirse en otra república árabe disfuncional y fallida.
El incidente importante aquí no es algo hecho por gente que no pertenece al lugar, sino por el propio Hamza, en marzo del año 2021, cuando realizo una llamada para darles el pésame a los jordanos en la ciudad de Salt luego que pacientes del hospital infectados con Covid-19 murieran asfixiados debido a la escasez de oxígeno.[3] El rey Abdulá había prohibido explícitamente a aquellos miembros de la familia real que hicieran llamados de condolencia – excepto él y su hijo y heredero a la corona, el príncipe Hussein. La visita de Hamza eclipsó e interrumpió la sesión fotográfica planeada y preparada para su sobrino y rival. Tres semanas después, estalló el relato del golpe de estado.
En lugar de ver a Hamza disminuido por el escándalo político que aún se desarrolla – hasta ahora – algunos ven su estatus mejorado como una alternativa muy verdadera. Su propia impotencia y aislamiento y la tranquila dignidad con la que manejó la crisis, han mejorado su estatus. Aún está por determinarse si esta impresión sobrevive a un juicio orquestado de los otros «conspiradores».
El artículo de Ignatius, basado en un documento jordano compartido con él por «un muy informado ex-funcionario de inteligencia en Occidente», mientras promueve hasta quedar sin aliento también este complot Trump-Netanyahu-MBS, si uno mira de cerca, posee algunas salvedades importantes. Las acciones de los conspiradores «no equivalen a un golpe de estado en sentido legal y político» y «Trump, Netanyahu y MBS no parecen haber estado maquinando derrocar al rey».
El ángulo de Al-Aqsa también parece muy dudoso. Sí, existe una custodia histórica jordana, pero también una lucha entre Hamás y la Autoridad Palestina sobre el tema Jerusalén. Jordania tiene valores muy verdaderos allí, pero uno de los puntos de no-retorno en la política jordana es no dejarlos al final del día sosteniéndonos demasiado sobre el tema palestino. La influencia, atención y el dinero que proviene del dossier Jerusalén son tan bienvenidos como cualquier cosa que contribuya a la perniciosa idea de que «Jordania es Palestina» debe ser rechazada.
Si de hecho esto es de alguna manera un relato inventado por el DGI filtrado a los crédulos medios de comunicación estadounidenses, es uno de sus mayores logros en una larga historia secreta de operaciones exitosas.[4] De esta manera, el relato del golpe de estado ha ayudado al gobierno jordano de algunas maneras importantes – ciertamente lo ayudó en el Washington de Biden y reunió, al menos por el momento, el apoyo interno para el rey Abdulá en un momento y situación muy volátil, mientras que aparentemente hizo más amarga y duradera una posible futura querella de sucesión hachemita.
El conflicto de mayo, 2021 entre Hamás e Israel también fue recibido con alegría por las autoridades en Ammán ya que, al igual que la historia del golpe de estado, este permitió que aquellos descontentos se desahogaran, distrajo la atención de los problemas internos y subrayó la continua relevancia de Jordania a las políticas de la región. Y relevancia quiere decir dinero, ya sea de los regímenes en Occidente o árabes interesados ??en la estabilidad de la región. Jordania sigue siendo un caos confuso político y económico en ebullición, pero el régimen ha jugado bastante bien esta ronda de influencias, sin importar cuál sea la propia verdad. Hasta ahora.
*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.
[1] Washingtonpost.com/opinions/2021/06/11/jordan-saudi-trump-netanyahu-deal, 11 de junio, 2021.
[2] Albawaba.com/ar/%D8%A3%D8%AE%D8%A8%D8%A7%D8%B1/%D8%A7%D9%84%D8%A3%D8%B1%D8%AF%D9%86-%D8%A3%D9%88%D9%84%D9%89-%D8%AC%D9%84%D8%B3%D8%A7%D8%AA-%D9%85%D8%AD%D8%A7%D9%83%D9%85%D8%A9-%D8%A7%D9%84%D9%85%D8%AA%D9%87%D9%85%D9%8A%D9%86-%D8%A8%D9%82%D8%B6%D9%8A%D8%A9-%D8%A7%D9%84%D9%81%D8%AA%D9%86%D8%A9-%D8%AA%D8%A8%D8%AF%D8%A3-%D8%A7%D9%84%D8%A5%D8%AB%D9%86%D9%8A%D9%86-1434415, 20 de junio, 2021.
[3] Reuters.com/article/us-jordan-security-royals-rift-insight/the-sudden-visit-to-covid-victims-families-that-sparked-jordans-royal-rift-idUSKBN2BV374, 8 de abril, 2021.
[4] Foreignpolicy.com/2014/09/12/the-mouse-that-roars, 12 de septiembre, 2014.