Traición no es la cruz en la tragedia de Afganistán. Potencias mayores como los Estados Unidos e incluso países pequeños como Israel han traicionado y seguirán traicionando a sus aliados si estos pensaran que sus propios intereses exigían tal traición. Es un hecho triste pero histórico de la vida: Realpolitik en su peor momento. Sin embargo, al final, incluso aquellos que fueron traicionados lo entienden y, aun sabiéndolo de antemano, regresan ante sus fallidos protectores cuando creen que sus propios intereses lo dictan. Tomemos, por ejemplo, a los kurdos quienes a menudo han sido traicionados. Por lo tanto, los juicios morales sobre la retirada de Afganistán son irrelevantes. Nadie puede esperar o querer que su país sacrifique sus propios intereses por el bien de los demás. Es hora de invocar el siguiente aforismo, «es peor que un crimen, es una pifia» – atribuido al diplomático francés Talleyrand. La traición de los Estados Unidos a su aliado, el gobierno democráticamente electo de Afganistán, tanto por las administraciones Trump como por la de Biden, debería ser condenada menos por su fracaso moral y más por el daño que la mal concebida retirada le infligió a los intereses estratégicos estadounidenses.
Si intereses estratégicos superiores impulsaron la retirada, esta pudiera muy bien estar justificada. Desafortunadamente, los afganos fueron evidentemente traicionados por ambas administraciones estadounidenses debido a consideraciones políticas internas. Cuando Biden justifica la retirada diciendo: «Fuimos a Afganistán por causas de un terrible ataque que ocurrió hace 20 años. Eso no puede explicar el por qué deberíamos permanecer allí en el 2021. En lugar de retornar a la guerra con los talibanes, tenemos que centrarnos en la desafíos que tenemos ante nosotros»[1], este o está siendo engañoso o está practicando el auto-engaño. Aunque Estados Unidos capturó Afganistán en respuesta al 11-S, los intereses estadounidenses en ese país son anteriores a los ataques terroristas. El valor de Afganistán siempre fue un interés estratégico sin referencias al terrorismo.
Afganistán, desde los días del Gran Juego entre Rusia y Gran Bretaña y continuando durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS, fue considerado como el premio estratégico y por esta razón las superpotencias rivales invirtieron tanto en Afganistán. Actualmente, el valor estratégico de Afganistán es exponencialmente más alto, porque la presencia estadounidense es un hueso incrustado en las gargantas de Rusia, China e Irán. Sin embargo, los líderes occidentales prefieren las consideraciones internas ante los intereses estratégicos generales. Biden ha declarado públicamente que Estados Unidos compite con Rusia y China, pero su decisión ha debilitado a Estados Unidos en esta competencia. Además, la mecánica de cómo fue manejado el verdadero retiro solo ha empeorado la situación. Rusia, China e Irán pueden respirar aliviados ahora que su principal adversario ha abandonado el terreno.
Por lo tanto, la verdadera pregunta vendría a ser: ¿Pudo Estados Unidos haber mantenido su postura en Afganistán según lo dictaminado por la necesidad estratégica más allá de dicha ocupación de dos décadas? La respuesta es definitivamente afirmativa; Estados Unidos podía haber mantenido su presencia sin botas en el terreno al delegarle responsabilidad a un régimen aliado comprensivo que hubiese disfrutado de un apoyo militar, político y económico total, tales como el apoyo aéreo, de inteligencia y el logístico. Cuando este apoyo fue cancelado apresuradamente, ocurrió el colapso del ejército afgano, al igual que colapsó el ARVN (Ejército de Vietnam del Sur) cuando Estados Unidos le desconectó dicho apoyo.
Mantener viable a nuestro representante local no hubiese sido tan fácil por las razones que se enumeran a continuación, pero sin embargo era una opción muy factible, siempre que dicha política estuviese basada en la familiaridad con el terreno y la voluntad de hacerle frente a las dificultades. Entonces hubiese sido una forma natural de retirar a los soldados de Afganistán. Sin embargo, las dos últimas administraciones eligieron el camino opuesto: eligieron la opción innovadora de abdicar del poder y el control a su enemigo: los talibanes.[2]
Durante dos años consecutivos, la administración Trump llevó a cabo negociaciones sobre la retirada de Estados Unidos y el futuro de Afganistán no con el gobierno afgano legítimo, que fue excluido de las conversaciones, sino con el movimiento terrorista Talibán. Estados Unidos incluso obligó al gobierno afgano, entre otras cosas, a liberar a miles de terroristas talibanes de las cárceles del gobierno. Biden no se vio limitado por el acuerdo Trump con los talibanes. Este pudo haberlo descartado o ajustado como lo ha hecho en muchos otros casos en todos los ámbitos, incluso en acuerdos internacionales.
¿Cuáles serían las dificultades que hubiese tenido que superar si Estados Unidos hubiera optado por perseguir sus intereses estratégicos en Afganistán? La primera dificultad fue que Estados Unidos tuvo que enfrentarse a una insurgencia terrorista Talibán que mató y silenció a numerosos estadounidenses durante los últimos 20 años. Lo más inexplicable es que en todos esos años que Estados Unidos le hizo frente a esta dificultad, nunca se ocupó del problema en su origen, es decir, que los talibanes fueron la creación de aquellos que pretendían ser aliados: el servicio interno de inteligencia de Pakistán. (SII).
El hecho de que Estados Unidos ignore tal razón confronta la propia locura. No siempre fue así. Después del 11-S, el entonces subsecretario de Estado Richard Armitage le advirtió claramente al teniente general Mahmud Ahmed, el entonces director del SII paquistaní: «Esté preparado para ser bombardeado. Esté preparado para volver a la edad de piedra».[3] El jefe del SII visitaba Washington en ese momento, tal como recordó Armitage en una entrevista.[4] Pakistán pensó detenidamente y si bien no interfirió abiertamente con la invasión estadounidense de Afganistán, confidencialmente sostuvo que los talibanes son un grupo insurgente y activo. En algún momento de los años 2007-08, el presidente Bush incluso suspendió la cooperación de inteligencia con los paquistaníes, pero pronto retornó a ello.[5] Ahora, el SII saborea su dulce venganza ante los Estados Unidos, a través de su agente-estado talibán expulsó a los Estados Unidos de Afganistán y a través de este agente-estado, tiene esperanzas de gobernarlo.
El segundo problema que Estados Unidos tuvo que superar era que la estrategia de mantener una presencia sin botas en el terreno requería de una fuerza política nacional afgana respaldada por una mayoría decisiva que constituiría un núcleo efectivo para una alianza duradera entre Estados Unidos y Afganistán. Pero Afganistán no es un país o un pueblo, ni siquiera una zona delimitada por un idioma común. Es una construcción artificial de la rivalidad británico-rusa del siglo 19. Es una coalición ad hoc de diversos grupos étnicos que comprende una mayoría pastún, chiitas hazara y otras minorías étnicas. Este problema, por muy difícil que sea, también pudo haberse superado si los Estados Unidos hubiesen comprendido mejor los componentes étnicos del régimen y hubiese basado su política bajo estos términos.
Estados Unidos pudo haber construido Afganistán sobre la base de una mayoría pashtún y el nacionalismo pashtún para competir con éxito con los talibanes, que también son pashtunes y combinan el nacionalismo pashtún con la opción islámica. Ashraf Ghani, el presidente electo, era de origen pashtún y con su cooperación se pudiera haber construido un estado pashtún moderno en contraste con la alternativa islámica, los talibanes. Esto hubiese requerido diferentes acciones a nivel local y de aldea por parte de los estadounidenses, cooptando con el islam tradicional pastún en lugar de la construcción de una democracia al estilo mano dura supervisada por los contratistas de USAID. Sin embargo, Estados Unidos eligió dos caminos vacíos, contradictorios y autodestructivos. Por un lado, trató a Afganistán como un estado moderno que solo requería de una ayuda democrática al estilo occidental para hacerlo sostenible y no como coalición ad hoc de tribus y grupos étnicos. Por el otro lado, prefirió serle hipócrita a Ghani y alentar la opción islámica talibán. ¿Qué pensaron ellos? ¿Que los talibanes se convertirían en aliados? ¿Podían realmente esperar domesticar a los talibanes y aliarse con este movimiento islamista-yihadista?
Donald Trump pensó que podía hacer lo imposible, influenciado por el consejo del viejo amigo talibán Zalmay Khalilzad[6] y el gran campeón de los talibanes: Qatar. Trump marginó al régimen afgano creado y apoyado por los propios estadounidenses y ahora Qatar y Pakistán celebran su victoria sobre los Estados Unidos. Esta victoria es especialmente gratificante para Doha, ya que no solo ayudaron a expulsar a los Estados Unidos de Afganistán, sino que la despistada administración les agradece día y noche por su ayuda en expulsarlos de Afganistán.
La incapacidad de Estados Unidos para distinguir entre un amigo y un enemigo se mostró cruelmente desde Biden hasta Antony Blinken y también con los desventurados generales. Los principales estrategas estadounidenses no logran comprender lo que incluso un niño en la región de AfPak sabe, es decir, que los talibanes que asesinaron a estadounidenses durante años fueron creados, financiados, entrenados y dirigidos por el SII del aliado hipócrita estadounidense, Pakistán.[7] Cada invierno, las fuerzas de los talibanes se retiraban a sus refugios paquistaníes para prepararse para los combates de primavera. Los estadounidenses sabían que el Consejo Shura de los talibanes está ubicado en Quetta, no muy lejos de la base Shamsi de la CIA – ambos en la provincia paquistaní de Baluchistán.[8]
Ahora, incluso aquellos en el Medio Oriente que están dispuestos a aliarse con Estados Unidos se mantienen a una distancia segura porque una alianza con un país tan obtuso es un peligro potencial para su supervivencia.
El caso de Qatar es mucho más esclarecedor ya que Doha, al proveerle a los Estados Unidos una base aérea importante, se ha asegurado el estatus de aliado, utilizándolo como una forma de exonerar con el fin de apoyar a cualquier organización terrorista islamista en el mundo islámico y más allá. Esto incluye la historia más incriminatoria de todas: Khalid Sheikh Muhammad, el cerebro del 11-S, quien halló santuario en el departamento de tratamiento de agua municipal en Doha cinco años antes. Cuando el FBI fue a arrestarlo en 1996 e informó personalmente al Emir, KSM desapareció esa misma noche. Richard Clarke, el principal asesor antiterrorista del Consejo de Seguridad Nacional de Bill Clinton escribió: «Si los qataríes nos hubieran entregado a KSM tal como fue solicitado en 1996, el mundo pudo haber sido un lugar muy diferente».[9]
Es dudoso que alguien en la administración estadounidense se dé cuenta de que Qatar está proveyendo la base aérea no para pagar su camino como aliado de los Estados Unidos, sino para asegurar su propia supervivencia, ya que sin la presencia estadounidense, el emirato de la familia de Qatar hubiese dejado de existir hace mucho tiempo.
Además, los Estados Unidos pudieran muy bien haber obtenido instalaciones iguales o superiores en los Emiratos Árabes Unidos o en el Reino de Arabia Saudita. Pero aquí entra en juego el «hospitalario» objetivo de Qatar que compra la buena voluntad de altos funcionarios, los altos mandos y los medios y expertos influyentes. Estos se sienten lo suficientemente comprometidos como para dejar de lado la lógica estratégica y pasar por alto casos claros de criminalidad de Qatar en apoyo a organizaciones terroristas, para sus propios beneficios personales y organizativos.[10] Qatar ha realizado un despliegue de fuera diplomático: es el pirómano el que persuade a todos a creer que es un guardián de incendios que merece reconocimiento y gratitud internacional. Es justicia poética que la Embajada de los Estados Unidos en Kabul se haya trasladado a Doha, ya que la política afgana estadounidense en su totalidad fue degradada a Doha, para tratar solamente con temas de terrorismo y abdicar nuevamente ante los intereses estratégicos globales de Estados Unidos para así enfrentar a China, Rusia e Irán.[11]
Aún no es demasiado tarde. Estados Unidos debe abrir los ojos y desprenderse de las cadenas de su propia locura para que de esta manera recupere el estatus que le corresponde a una superpotencia en Afganistán, confrontando, tal como afirma, a Rusia y China. Para hacerlo, tendrá que distinguir entre sus verdaderos amigos y sus enemigos y presionar directamente a Pakistán y a Qatar, responsabilizándolos por la toma de control de Afganistán por los talibanes. Actualmente, esta perspectiva parece ser totalmente fantasiosa, pero la realidad impondrá esta elección a Estados Unidos a menos que esté dispuesto a aceptar ser relegado a un estatus de potencia regional, un término que Barack Obama utilizó burlonamente para describir a Rusia. En el año 2011, Estados Unidos retiró sus tropas de Irak solo para que regresaran en el año 2014 y combatir contra el EIIS. Este ahora espera hacer el trabajo de alguna manera desde el horizonte.[12] Como superpotencia, Estados Unidos debe proyectar poder, asegurar aliados y acobardar a sus enemigos. Este debe estar presente en ubicaciones estratégicas, al menos a través de una representación de agentes-estado, de lo contrario, también descenderá al estatus de potencia regional. La retirada de Afganistán en favor de los talibanes es el primer paso en esta resbaladiza pendiente.
*Yigal Carmon es el presidente de MEMRI.
[1] Whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2021/04/14/remarks-by-president-biden-on-the-way-forward-in-afghanistan, 14 de abril, 2021.
[2] Israel posee los derechos de autor de este innovador enfoque autodestructivo cuando transfirió el control de los territorios ocupados a su enemigo, la OLP.
[3] Posteriormente, en el año 2006 el gobernante paquistaní General Pervez Musharraf, recordó la amenaza que realizó Armitage de enviar a Pakistán hacia la edad de piedra en una entrevista Theguardian.com/world/2006/sep/22/pakistan.usa, 22 de septiembre, 2006.
[4] Pbs.org/wgbh/pages/frontline/shows/campaign/interviews/armitage.html, consultado el 1 de septiembre, 2021.
[5] George W. Bush ordenó la creación de una red de inteligencia humana paralela en la región tribal paquistaní luego que Estados Unidos sintiera que el servicio interno de inteligencia (SII) del ejército paquistaní compartía información sobre los inminentes ataques utilizando drones con los terroristas como objetivos, ayudándolos a escapar. En el año 2008, Bush expresó su disgusto por el doble papel realizado por el SII durante una reunión en Washington con el primer ministro pakistaní quien se encontraba de visita Yousaf Raza Gilani. Archive.indianexpress.com/news/annoyed-by-isi-information-leak-bush-asks-gilani-who-s-in-control/343043, 1 de agosto, 2008.
[6] Qatar: El ‘sigiloso’ desestabilizador pro-islamista, 15 de julio, 2021.
[7] Durante los años posteriores a la invasión estadounidense de Afganistán, los principales líderes talibanes afganos mantuvieron su escondite en Quetta, la capital de la provincia de Baluchistán en Pakistán, donde arribaron para recibir tratamiento médico y recuperarse y desde donde dirigían la Quetta Shura, el principal organismo de decisión. El embajador especial de Estados Unidos en Afganistán y Pakistán Richard Holbrooke, observó lo siguiente: «Quetta parece ser la sede de los líderes de los talibanes». Ctc.usma.edu/wp-content/uploads/2010/06/Vol2Iss5-Art2.pdf, junio del 2010.
[8] Es imposible que Estados Unidos, que mantenía la base aérea secreta Shamsi en Baluchistán, la provincia cuya capital albergaba a los líderes talibanes, no supiera sobre la existencia de Quetta Shura y la colaboración con el SII y los líderes talibanes afganos. Nytimes.com/2011/12/12/world/asia/cia-leaves-pakistan-base-used-for-drone-strikes.html, 11 de diciembre, 2011.
[9] Nydailynews.com/opinion/knew-qatar-trouble-article-1.3306729, 6 de julio, 2017.
[10] Para obtener más información sobre el papel de Qatar ante las organizaciones terroristas islamistas internacionales, consulte los informes y los BMD de MEMRI: Negociaciones entre los Estados Unidos y los talibanes: Trampa mortal de Qatar, 1 de septiembre, 2019; Qatar y el síndrome americano, 9 de marzo, 2018; – Qatar, el emirato que los engaña a todos y a sus facilitadores, 18 de enero, 2018; el Qatar de dos caras se retuerce, pero no deberían ser los únicos, 2 de junio, 2017; los currículos escolares de Qatar promueven el yihad y el martirio, 25 de mayo, 2021. Qatar: El sigiloso ‘desestabilizador’ pro-islamista, 15 de julio, 2021.
[11] Msn.com/en-in/news/world/a-new-chapter-has-begun-us-suspends-diplomatic-mission-in-afghanistan-moves-embassy-to-qatar/ar-AANUUYc, agosto 31 de diciembre, 2021.
[12] Washingtonpost.com/politics/2021/08/17/daily-202-withdrawal-symptoms-biden-gambles-over-horizon-afghanistan, 17 de agosto, 2021.