A más de un año de haber transcurrido la administración Biden como gobierno, se espera que en algún momento del presente año 2022, los demócratas anuncien un candidato para al cargo de subsecretario de Estado en Diplomacia Pública y Asuntos Públicos. Existen seis «subsecretarios» en el estado, cargos muy altos y todos menos uno están actualmente integrados por funcionarios nominados por la Casa Blanca y confirmados por el Senado. Increíblemente, el cargo sénior en diplomacia pública (conocido como «R» en lenguaje particular del Departamento de Estado) ha estado vacante durante casi cuatro años. El último titular confirmado por el Senado, el republicano liberal Steve Goldstein, fue despedido por el presidente Trump en marzo del año 2018, junto a su jefe Rex Tillerson. Desde ese entonces, varios de los altos funcionarios de carrera o designados políticos de otras oficinas han ocupado cargos en ausencia.

‘Diplomacia pública’ es un término técnico dado a los esfuerzos del gobierno para informar e influir sobre las audiencias extranjeras, menos caritativamente descrito por algunos como propaganda, guerra política u operaciones de información e influencia. Este término puede ser tan profundo y simple como el que funcionarios de campo forjen relaciones de confianza y construyan puentes de entendimiento mutuo con las audiencias extranjeras o puede ser parte integral en campañas de alta política y dirigida centralmente a que recuerden la Guerra Fría y la Guerra Global contra el Terrorismo. A diferencia del trabajo realizado en este campo por otras agencias (la comunidad de los servicios de inteligencia o el Departamento de Defensa), el trabajo realizado por la diplomacia pública en el estado es mayormente visible, abierto. Y, por supuesto, enfocado únicamente a audiencias extranjeras y no (por estatutos) a las audiencias nacionales.

Según el portal del Departamento de Estado, Jennifer Hall Godfrey, funcionaria principal del Servicio Exterior, es actualmente la «funcionaria principal» a cargo (nota: Hall Godfrey trabajó para este servidor hace más de 20 años en Amman) en ausencia de un verdadero subsecretario.[1] Sorprendentemente, desde que fue creado el cargo en el año de 1999 con la fusión de la Agencia de Información de los Estados Unidos en el Departamento de Estado, este ha estado vacante más del 40 por ciento del tiempo.[2] Cuando estuvo ocupado, a menudo ha sido por personas que no pertenecen al mundo de la publicidad o a los medios de comunicación, quienes no tenían ni idea de cómo maniobrar de manera efectiva dentro de la burocracia gubernamental en expansión.

Habiendo pasado exactamente la mitad de mi carrera diplomática en la USIA y la otra mitad como funcionario en el área de la diplomacia pública en el Departamento de Estado, esto no es nada académico para mí y yo espero que la administración Biden encuentre pronto a alguien serio con habilidades de liderazgo para que ocupe dicho cargo. Los oficiales de los cuerpos policiales en diplomacia pública privados de voz en una burocracia superior merecen al menos eso.

Pero el vacío en diplomacia pública es mucho más amplio y profundo que el desafío bipartidista aparentemente insuperable de mantener ocupado un cargo de alto nivel y mucho menos ocupado por una persona competente. Existen tres desafíos masivos en el campo de la diplomacia pública que van mucho más allá de la persona que aparentemente sería su líder. El primero es técnico o burocrático. El tipo de trabajo que realizan las agencias gubernamentales en este campo ha crecido de forma generalizada, más allá de lo que hace el estado. Se gastaron una inmensa cantidad de fondos para influir sobre las audiencias en las debacles de Irak y Afganistán en donde, para decirlo diplomáticamente, se lograron resultados «mixtos». El estado debería realmente liderar tales esfuerzos, con esperanzas de obtener mejores resultados, pero no siempre lo hace así.

Dentro del propio estado, la cartera de las R (erres) parece reducida, con oficinas aparentemente todavía subordinadas como Asuntos Públicos Globales (APG) y Asuntos Educativos y Culturales (AEC) afirmando su autonomía (más fácil de hacer cuando el cargo del supuesto jefe se encuentra vacante). Una parte nueva y ágil de la cartera restante, el Centro Global de Compromiso (CGC), parece ser muy adecuado para las complejidades cambiantes de nuestros tiempos.[3] Pero cada vez más, este cargo de subsecretario se parece al de un general sin sus soldados.

El segundo desafío es que la marca que la diplomacia pública norteamericana «vende» se ha visto profundamente empañada. Durante la Guerra Fría e incluso en las primeras etapas de la guerra contra el terrorismo, hubo una narrativa que pudiera contarse de manera plausible (me refiero a las percepciones) acerca de que el tema Estados Unidos trata sobre la Libertad, punto final. «Nos odian por nuestra libertad», tal como dijo notoriamente George W. Bush luego de los eventos del 11-S. Quienes dudan señalarán una larga letanía de supuestos crímenes cometidos por los Estados Unidos desde su creación hasta el día de hoy, pero el hecho es que la idea de Estados Unidos como este lugar libre donde, con todos sus defectos y uno podía decir y hacer lo que quisiera, tenía una atracción real entre las audiencias extranjeras. Personalmente, vi ese poder a nivel individual varias veces en un mundo árabe conocido por su profunda antipatía hacia la política exterior estadounidense. Irak y Afganistán hicieron mella dicho atractivo pero, a mi manera de ver, lo que realmente le perjudicó fue una serie de eventos y tendencias en los últimos años que dieron la impresión de desorden, incompetencia, división y confusión entre los propios estadounidenses, de un Estados Unidos en desacuerdo consigo mismo.

En el Medio Oriente, muchos interlocutores solían contrastar la política estadounidense en el Medio Oriente – lo cual no les era de su agrado – con Estados Unidos dentro de Estados Unidos – lo cual si hicieron (Sayyid Qutb fue una excepción, lo odiaba todo).[4] Por supuesto, a decenas de millones de extranjeros les encantaría estar en un Estados Unidos que sigue siendo rico aunque cada vez más disfuncional. Ese no es el punto. Pero los ecos de las guerras políticas y culturales internas – (una política polarizada, una respuesta a la pandemia percibida como fallida, disturbios perpetrados por el grupo BLM, obsesión, especialmente por parte de las élites oligárquicas, con cruzadas raciales y de género las cuales están siendo exportadas) han hecho de las suyas a nivel internacional.

Mientras tanto, la desigualdad económica y la desesperación alcanzaron nuevos altos. Tal como observó recientemente el incisivo Chris Arnade, la derecha política estadounidense impulsó el tratar a «los trabajadores como costos a minimizar, haciendo casi imposible construir una comunidad estable», mientras que la izquierda se burlaba de «la fe, la familia y de la bandera, restándole a la gente del significado económico que no poseen».[5] El disidente chino Ai Weiwei ha señalado que Estados Unidos se está volviendo cada vez más autoritario (sin siquiera saberlo) mientras experimenta su propia ‘revolución cultural’.[6] En general, no es una narrativa muy atractiva impulsarla dentro o fuera de los Estados Unidos. Estados Unidos les parece a muchos hoy que no es ni poderoso ni tampoco bueno.[7]

El tercer gran desafío de la diplomacia pública es la naturaleza cambiante de las propias comunicaciones. Cuando hace años trabajé en contra-mensajes anti-EIIS, solíamos bromear diciendo que éramos «demasiado lentos para la yihadosfera y demasiado rápidos para el Foggy Bottom (frase para señalar informalmente al Departamento de Estado». Esa realidad solo se ha acelerado con el tiempo. La mayoría de los estadounidenses obtienen sus noticias de las redes sociales en sus teléfonos, el 90% de los saudíes hacen lo mismo. Todavía existen partes del mundo donde esto difiere (la radio sigue siendo importante en el África subsahariana y en otros lugares, la televisión en otros lugares es clave), pero la tendencia más amplia es la de un ciclo de noticias permanente e implacable, a través de múltiples plataformas, impulsada por múltiples influyentes, a menudo sorprendentes de manera agresiva. Uno de los impulsos de la ira reciente dirigida contra el estadounidense liberal Joe Rogan fue que tiene una audiencia más grande que algunos medios tradicionales favorecidos por la élite.[8] La desconfianza en el gobierno y en los medios de comunicación (por no hablar de los medios de comunicación gubernamentales) es un fenómeno global.[9]

En este Brave New World (valiente nuevo mundo) en combinación perfecta y sutil con noticias, opiniones, sentimientos, propaganda y desinformación, los esfuerzos del gobierno estadounidense (especialmente de Washington) a menudo se asemejan a nada más que los enormes esfuerzos torpes de los propios medios tradicionales heredados. Dada la confusión con la narrativa y con nuestras propias tentaciones autoritarias preocupantes, tal vez eso no sea algo malo en este momento.[10] El ex-director ejecutivo de McClatchy Co. Craig Forman, describió recientemente la decadencia en la industria de las noticias en parte debido a «una falla en el área imaginativa, una falla de innovación, incluso una falla de nervios», un epitafio que en estos días pudiera aplicarse ampliamente más allá de los medios de comunicación y de diplomacia pública.[11]

*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.


[1] State.gov/bureaus-offices/under-secretary-for-public-diplomacy-and-public-affairs, consultado el 9 de febrero, 2022.

[2] Mountainrunner.us/2020/12/whither_r, 3 de diciembre, 2020.

[3] State.gov/bureaus-offices/under-secretary-for-public-diplomacy-and-public-affairs/global-engagement-center, consultado el día 9 de febrero, 2022.

[4] Academia.edu/6541413/_The_America_That_I_Have_Seen_The_Effect_of_Sayyid_Qutbs_Colorado_Sojourn_on_the_Political_Islamist_Worldview, consultado el día 9 de febrero, 2022.

[5] Twitter.com/Chris_arnade/status/1491068634172895232, consultado el día 8 de febrero, 2022.

[6] Pbs.org/wnet/firing-line/video/ai-weiwei-1lcijj, consultado el día 8 de febrero, 2022.

[7] Newsweek.com/united-states-oligarchy-opinion-1575266, 10 de marzo, 2021.

[8] Outkick.com/legacy-media-substack-tucker, consultado el día 8 de febrero, 2022.

[9] Axios.com/distrust-in-political-media-and-business-leaders-sweeps-the-globe-f02f7cf0-9385-4067-abff-92c6b6392d02.html, 18 de enero, 2022.

[10] Theamericanconservative.com/articles/seeing-the-biomedical-security-state, 20 de septiembre, 2021.

[11] Hks.harvard.edu/faculty-research/policy-topics/media/blame-internet-challenges-facing-news-industry, 16 de noviembre, 2021.