1972: Mujeres afganas en las calles de la ciudad de Kabul (imagen: Laurence Brun/Rapho).

Es un complot internacional contra los afganos, ideado en Doha pero de autoría estadounidense. Este es facilitado por el gobierno de Qatar y acabará con la libertad de la mujer afgana.

Hasta los años 70, la mujer afgana, vestía en minifaldas, respiraba aires de libertad, sostenía su individualismo personal, caminaba por las calles de Kabul, iba a la oficina, escuelas y universidades. Kabul era la ciudad más cosmopolita. Delhi era un pueblo ortodoxo, de ideas irracionales y obscurantistas. De Afganistán a Pakistán e India y más allá, la mujer afgana fue la primera que obtuvo el derecho al voto en el año de 1919. A la mujer norteamericana no se le permitía votar para esa época.

Luego la intervención militar rusa en 1979 desestabilizó el orden de la libertad afgana. Los muyahidín, respaldados por los Estados Unidos y Arabia Saudita, fueron guiados e instruidos por Pakistán, se consolidaron como victoriosos al final de los años 80. El Talibán son sus sucesores. Durante la época de los años 90, el Talibán tomó el poder y sacó a relucir sobre los afganos sus ideas ortodoxas y obscurantistas. La mujer afgana ataviada con el burka se convirtió en la imagen global de Afganistán. Benazir Bhutto, la líder de Pakistán en una visita a Washington D.C., llamó a los talibanes «nuestros hijos».

En el 2001, la historia ofreció a los afganos la oportunidad de redimir su pasado glorioso y liberal. Los soldados estadounidenses, que llegaron para vengar los ataques del 11-S, fueron vistos como precursores de los derechos democráticos, como una promesa de restablecer el orden de la libertad afgana. Pakistán, que había estado buscando durante décadas establecer un corredor islámico hacia Asia Central, albergó a los yihadistas talibanes que huían de Afganistán. Durante los siguientes 18 años, mientras los soldados estadounidenses combatían en Afganistán, Pakistán acogió a los comandantes talibanes, que se encontraban bajo vigilancia de Estados Unidos, en Quetta.

A medida que avanzamos hacia el año 2020, un complot internacional contra Afganistán, concebido en Doha, ha estado desarrollándose delante de nosotros. En los últimos años, los lugares de refugio de los talibanes en la ciudad paquistaní de Quetta y en la región de Waziristán se han mudado a Qatar – facilitados por los Estados Unidos y Pakistán. Es en Doha desde donde el liderazgo más importante de los talibanes conspira y dirige a los terroristas yihadistas en Afganistán. Mientras los lugares de refugio continúan existiendo en Pakistán, Doha se ha convertido en otro lugar refugio para los talibanes.

El 30 de diciembre, 2019 se supo que los Estados Unidos acordaron la liberación de 5.000 terroristas talibanes de las cárceles afganas como parte de un futuro acuerdo con el Emirato Islámico de Afganistán (la organización de los talibanes). Según un informe de la agencia Associated Press, la liberación de los prisioneros talibanes ha sido escrita en el borrador del acuerdo. La medida para liberar a 5.000 yihadistas talibanes es un complot de Doha para armar al Emirato Islámico y transformarlo en una formidable fuerza terrorista, que protegerá a Qatar, cuando fuese necesario, junto a las fuerzas militares turcas.

Es una tragedia – deseada por Qatar, facilitada por Estados Unidos, creada por Zalmay Khalilzad, el principal negociador estadounidense con los talibanes. Este ayuda a Pakistán. Perjudica a los afganos; Perjudica al gobierno democrático de Afganistán elegido por el pueblo hace solo unos meses. Limita los derechos y las libertades de la mujer; bloquea el camino a la libertad individual necesario para el avance de las tribus, comunidades y naciones. Si el único objetivo de Estados Unidos es retirar a sus soldados de Afganistán, este es libre de hacerlo sin entregarle tierras a los talibanes en un acuerdo de paz que estos de todos modos no acatarán.

El 27 de diciembre, 2019 informes en los medios de comunicación indicaron que algunos líderes talibanes estaban abiertos a un breve alto al fuego. Sin embargo, los talibanes son una fuerza yihadista, motivada por una perspectiva ideológica religiosa y no es del intereses de los afganos, especialmente la mujer y los grupos de la sociedad civil que forman la infraestructura de una sociedad moderna en cualquier país. No fue una sorpresa que Zabihullah Mujahid, el portavoz del Emirato Islámico, emitiera un comunicado diciendo que los talibanes no aceptarán un alto el fuego.

Zabihullah Mujahid describió los informes de los medios de comunicación en referencia al alto al fuego como «falsos e infundados» y como «propaganda» de las organizaciones mediáticas. Este escribió: «La realidad de la situación es que el Emirato Islámico no tiene ninguna intención de declarar un alto el fuego». A través de diez rondas de conversaciones entre los Estados Unidos y los talibanes, la estrategia de los talibanes ha sido utilizar Doha para mantener conversaciones internacionales y ganar legitimidad diplomática aparte de firmar un acuerdo en el que los talibanes sean iguales a los Estados Unidos sin comprometerse incluso a un alto el fuego.

Si Estados Unidos desea retirar sus tropas de Afganistán, simplemente debería retirarse y continuar apoyando al gobierno democráticamente electo de Afganistán sin poner sus botas sobre el terreno. La retirada de las tropas estadounidenses sin un alto el fuego controlado por una fuerza de paz perteneciente a las Naciones Unidas desatará una era de represión en contra de los afganos. El resultado de un pacto sombrío con la fuerza yihadista talibán no será nada diferente. El acuerdo Doha anunciará una nueva era sombría para los afganos y lo que es más preocupante, nuevamente armará hasta los dientes a los talibanes, para deleite de Pakistán y Qatar.

*Este artículo fue publicado por primera vez el 1 de enero, 2020 por la agencia de noticias afgana Khaama.com. Tufail Ahmad es miembro principal de la organización Iniciativa contra el Islamismo y Contra-radicalización en MEMRI.