¿Cuánto tiempo sigue uno invirtiendo en fracasos? ¿Cuánto esfuerzo pone uno en revivir un cadáver? ¿Cuándo puede uno, o tiene permitido, probar algo diferente? El difunto líder rebelde sudanés John Garang solía decir que el régimen en Sudán estaba «demasiado deformado como para ser reformado» (aunque este realizo un trato con dicho régimen, por el bien de la paz y murió trágicamente antes de ver las consecuencias).

En una región repleta de regímenes podridos y no-funcionales en lo absoluto, el diminuto Líbano se ha convertido en algo así como advertencia sobre una implosión y corrupción a nivel mundial. El Banco Mundial describió la situación de «muy probablemente se ubique en los primeros 10, posiblemente en los primeros 3, de los episodios de crisis más graves a nivel mundial desde mediados del siglo 19».[1] Y esta situación ha ido desmoronándose ante nuestros ojos durante casi dos años, aparentemente en cámara lenta para los observadores externos, e insoportable para los libaneses que sufren de tanta crueldad y privaciones.

Y mientras la comunidad internacional – en realidad Francia y los Estados Unidos – ha tratado de engatusar a la élite gobernante libanesa, la misma clase que en primer lugar causó esta crisis, tomando medidas urgentes para permitir que Occidente ayude, la tal élite se resiste. Ellos tienen otras prioridades, tales como permanecer en el poder, dividir el ya disminuido botín, maniobrar para ocupar cargos futuros, especialmente por la tema de quién será el presidente del Líbano luego que el tambaleante Michel Aoun abandone la escena. ¿Será otro colaborador de Hezbolá o un retorno a otro agente de Damasco en el palacio de Baabda? Aoun, el actual jefe de estado del país, es una metáfora perfecta del momento político de la élite – inconsciente, complaciente, alternando entre astucia y senilidad.

El Líbano es, por supuesto, único junto a su distintiva historia y su mezcla de sectas. El desastre también es único. Muchos estados han tenido economías que han implosionado junto a corrupción y élites podridas, pero en el Líbano todo esto sucede con el contexto de un país gobernado indirectamente por un grupo terrorista iraní a través de esa élite podrida y sus instituciones. Hezbolá es técnicamente una organización libanesa, sus miembros son ciudadanos libaneses, pero en sentido real funciona como una extensión del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI). Es una fuerza de ocupación cuyos ocupantes son ciudadanos locales, similar a los viejos tiempos cuando las potencias imperiales levantaban fuerzas locales subalternas para en su lugar vigilar a sus colonias.

A pesar de las probabilidades aparentemente insuperables del cambio sistémico en el Líbano, existen soñadores que articulan un camino muy diferente. Los grupos de la sociedad civil y el buen gobierno asociados al Thawra del 2019, golpeados y debilitados, aún sobreviven. El Patriarca católico maronita del Líbano ha impulsado la idea de que el Líbano debería ser neutral y separarse de los conflictos regionales (la guerra con Israel es la razón por la que Hezbolá existe como fuerza armada, por supuesto).

Algunos de estos soñadores han ido aún más lejos, cuestionando la propia naturaleza del estado y pidiendo un Líbano federal dividido en cuatro «cantones» geográficos construidos alrededor de las cuatro principales sectas religiosas del país – sunitas, chiitas, cristianos y drusos.[2] Yo hallo el concepto que Iyad Boustany ha descrito, el cual incorpora cualidades tales como «subsidiariedad, auto-gobierno y localismo» extremadamente atractivo, no solo para el Líbano sino para otros lugares. La subsidiariedad, ese principio de que las decisiones sociales y políticas son mejor tratadas a un nivel menor y más locales, junto a ecos del Papa León 13, De Tocqueville, Belloc y Chesterton, parece ser mucho más urgente en un mundo donde, a pesar de la tentadora promesa de las redes sociales: el verdadero poder pareciera estar más centralizado que nunca.[3] El Líbano posee su élite depredadora y pareciera que cada vez más surgen en otros lugares élites similares, que combinan el poder político, cultural y económico en la misma clase permanente.[4]

Boustany ve un sistema federal como la última y mejor esperanza para la ya menguante y acosada población cristiana del Líbano. Este recientemente escribió que sin un cambio radical, «los cristianos del Líbano pronto dejarán de existir. Su civilización lentamente llegará a su fin. No en una masacre muy publicitada, ni tampoco en una última batalla heroica. La historia no recordará una fecha fatal ni tampoco un nombre glorioso: ningún 29 de mayo de 1453, ningún paleólogo Constantino… y sin embargo, las luces de la iglesia Santa Sofía terminaran apagándose. Lentamente agotada por el tiempo y la demografía y envuelta en la vergüenza de un sistema corrupto, al igual que ver un choque de trenes en cámara lenta, nuestra civilización históricamente muy pronto estará de salida».[5]

Un Líbano confederado no parece ser «ni farsa ni panacea», sino más bien una de esas ideas reformistas e hipotéticas que nunca llegarán muy lejos porque los que están en el poder – en particular Hezbolá, pero también sus facilitadores, incluyendo a cristianos libanes – nunca renunciarán voluntariamente ni a una pizca de poder, actual o potencial, que estos poseen. Donde tal idea va de lo fantástico a lo meramente improbable es lo que sucede si la debacle del Líbano continúa donde lo que queda de un destartalado estado colapsa y hombres armados levantan barricadas para proteger su distrito y vecindarios de las manos de saqueadores externos.[6] Uno pudiera poseer cantones o federalismo por defecto, o simplemente el caos total. Obviamente, un colapso y desintegración de tal tipo pudieran evitarse con unas Fuerzas Armadas Libanesas (FAL) bien armadas (en su mayoría estadounidenses), suponiendo que las FAL en sí mismas no colapsen – al servicio de cualquier debilucha autoridad que quede de pie. Y es muy probable que esa autoridad esté asociada a Hezbolá. Parece ser que el Líbano debe hundirse más profundamente antes de que tenga una remota posibilidad de surgir y nada de esto es del todo seguro.[7]

La situación del Líbano es relativamente única y singular, aunque Irán trabaja para darle forma al modelo de Hezbolá en otros lugares, principalmente en Irak, donde intenta gobernar indirectamente a través de partidos corruptos y escuadrones de la muerte locales todos empoderados e integrados. Otros elementos de la catástrofe libanesa no son tan singulares y se han acelerado con el tiempo: la pérdida de control sobre las fronteras y las instituciones supuestamente soberanas; una clase dominante depredadora permanente; un colapso de la moneda y del sistema económico/hiperinflación; una degradación constante de ambos el medio ambiente construido y el natural; y un énfasis en la identidad y lealtad de los subgrupos sobre la propia nación. Nosotros vemos el incipiente peligro de algunos o todos estos elementos en otros lugares, incluso en Occidente.[8]

No somos el Líbano, pero parecemos cada vez más inoperantes, divididos y desamparados. Para la maltratada y abusada población del Líbano, el tener una situación como esa en cualquier país occidental, con su miríada de males, sería una clara mejoría. Ellos entonces podrán comprar algo de alimento y medicinas. Al país se le ve mucho más descompuesto que nunca y con menos posibilidades de lograr un resultado positivo realista un año después de la fuerte explosión ocurrida en el puerto de Beirut.[9]

En este punto desolador, uno solo puede esperar que algún día aquellos libaneses soñadores – federalistas, defensores de lo neutral, esos estudiantes que triunfan en elecciones universitarias contra los partidos gobernantes y ante periodistas valientes – tengan una posibilidad realista de encontrar algo mejor, más humano y digno. Y que en nuestra torpeza y falta de visión, un Occidente superficial y extremadamente distraído no solo potencia la última versión simplista y facilona del arraigado estatus quo en el Año Cero del Líbano.

*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.


[1] Worldbank.org/en/news/press-release/2021/05/01/lebanon-sinking-into-one-of-the-most-severe-global-crises-episodios, 1 de junio, 2021.

[2] Today.lorientlejour.com/article/1266103/federalism-in-lebanon-a-cure-all-or-a-sham.html, 23 de junio, 2021.

[3] Theimaginativeconservative.org/2014/06/what-is-distributism.html, 12 de junio, 2014.

[4] Tabletmag.com/sections/news/articles/american-elite-tom-friedman, 4 de enero, 2021.

[5] Medium.com/@iboustany_51445/from-the-roman-legions-to-federal-lebanon-an-essay-into-the-roots-of-devolution-bef5eba5900c, 2 de julio, 2021.

[6] Youtube.com/watch?v=_a2HmAzuGzI, 9 de marzo, 2021.

[7] Nowlebanon.com/death-has-majesty, 3 de agosto, 2021.

[8] Unherd.com/2021/08/america-is-turning-into-the-soviet-union, 3 de agosto, 2021.

[9] Aljumhuriya.net/en/content/one-year-beirut%E2%80%99s-explosion-lebanon-more-broken-ever, 3 de agosto, 2021.