Debido a la preocupación de Rusia con el tema Ucrania, han aparecido varios artículos en los medios de comunicación rusos comentando que la influencia rusa en Asia central se encuentra en peligro y está siendo cuestionada por Occidente y Turquía. Tal situación se refleja en el acuerdo de algunas capitales de Asia Central en aceptar las sanciones financieras impuestas a Rusia. Dado que esto puede ser considerado de crítica indirecta a la política de Putin, artículos tales como el del escritor e historiador Andrey Polonsky titulado «Central Asia Remains Ours/Asia Central sigue siendo nuestra». Occidente está muy lejos y Rusia está cerca. La experiencia soviética, con todos sus errores, todavía es considerada una experiencia liberadora del colonialismo y motor de progreso económico. Además, con Rusia, los líderes de Asia Central no deben temerle a una «revolución de color» tal como la que ocurrió en Ucrania y Georgia en nombre de una mayor democracia.
El artículo de Polonsky puede leerse a continuación:[1]
A mediados del mes de octubre, el Centro de Investigación del Congreso de los Estados Unidos emitió un informe sobre la cooperación con Kazajstán. Las conclusiones del informe son muy simples y predecibles. El objetivo de los estadounidenses es luchar, luchar y luchar contra la presencia rusa una vez más en todos los ámbitos y áreas, principalmente en el área de la economía, la actual política, cultura e ideología. Con este fin, los estadounidenses están dispuestos no solo a financiar, fomentar y nutrir a sus propios grupos influyentes en el gobierno, empresas y lo más importante, en la comunidad artística y académica y también en promover sentimientos anti-rusos más radicales entre los intelectuales nacionalistas, especialmente al sur del país.
En este momento, la tarea básica de los estadounidenses es perjudicar al máximo a Moscú y luego, a juzgar por el cómo van las cosas, arreglarán todo a conveniencia. Sabemos muy bien cuán exitosamente tratan estos casos, lo sabemos muy bien por los ejemplos de Afganistán, Irak y Libia. Pero el caso de Kazajistán es otra cosa. Este se encuentra conectado a Rusia por miles de ‘hilos’, e incluso Washington lo entiende. Por lo tanto, ellos se esfuerzan por actuar con un redoblado vigor.
En principio, Estados Unidos y sus aliados están implementando la misma tarea en toda Asia Central: expulsar a Rusia de la región es su sueño más atractivo. Y, al parecer, jugando al egoísmo y el ego herido de las élites del poder local, así como también con los conflictos entre las propias potencias de Asia Central, los estadounidenses pueden lograr ciertas preferencias.
Entonces, parecería que jugando con el egoísmo y el ego herido de las élites de poder locales, así como también con los conflictos entre las potencias de Asia Central, los estadounidenses pueden lograr determinadas preferencias.
Y, sin embargo, creo que las capacidades de nuestros oponentes geopolíticos siguen siendo muy limitadas.
En Astana, Alma-Ata, Tashkent, Bishkek, Samarcanda, Dushanbe e incluso en Khorog y Ashkhabad seguimos siendo «nuestros chicos», quizás no los más queridos, pero comprensibles y cercanos, mientras que en contraste «ellos», gente de Occidente, beneficios prometedores, atractivos y corteses son, sin lugar a dudas, remotos, no siempre comprensibles y peligrosos para las élites locales. Nadie en Asia sabe qué tipo de revolución de colores pueden ellos comenzar y cómo será su resultado.
Pero ellos saben con certeza que los rusos no provocarán problemas en vano, siempre que no se burlen de ellos en exceso. Esta sigue siendo nuestra Asia. Y es de fundamental importancia que la situación permanezca lo más inalterada posible.
Los propios estados de Asia Central, dentro de sus actuales fronteras, son producto de la historia soviética. Un mundo social especial creado en Asia Central, cuyo carácter único y singular se siente profundamente cada vez que uno cruza las fronteras de la antigua Unión Soviética, ingresando a la región desde la dirección del Este tradicional, fue únicamente el resultado de las transformaciones de la era soviética. Al cruzar la frontera, nos encontramos de inmediato en un entorno muy extraño que atravesó por la «era soviética» y experimentó una modernización, difícil de encajar en cualquier plantilla común familiar para los anglosajones.
El patrón por el cual los occidentales se han acostumbrado a escudriñar el Oriente siempre ha sido tosco y básico. Una vez estuvo de moda un «orientalismo» arrogante, ahora es un discurso pos-colonialista (especialmente en su versión liberal de izquierda). «Colonialismo», «descolonización», «renacimiento poscolonial» son los temas de moda de comienzos del siglo 21 que siguen siendo extremadamente relevantes para la agenda mundial, incluyendo a los Estados Unidos y Europa. Sobre ellos se están haciendo las apuestas ideológicas del gran discurso centroasiático (nuestros oponentes están dispuestos a jugar la misma carta con mayor o menor éxito en todo el espacio postsoviético).
Sin embargo, el hecho es que la historia rusa se ajusta mal a esta narrativa, lo que, no exagero, enfurece al enemigo. Hacen todo lo posible para demostrar que Rusia es una potencia colonial al igual que Gran Bretaña, Francia y otros, pero incluso peor. Ellos entienden que si logran imponer una falsa narrativa retrospectiva a las élites locales, la ruptura con Rusia se convertirá en un tema de estrategias políticas. Pero esto se encuentra en la superficie. El problema de Asia Central en sí es muchísimo más profundo.
Desde finales del siglo 18 en adelante, durante casi un siglo, Asia Central fue un área de feroces conflictos entre los imperios británico y ruso. Los británicos estaban aterrorizados por la aparición de los rusos en las fronteras de la India británica, en el Pamir, Tíbet y el Himalaya.
Su resistencia fue feroz pero en vano. Khiva Khoresm, Bukhara, Samarkand y Kokand khanatos uzbekos en Asia Central uno por uno cayeron bajo el gobierno del «Zar Blanco». El desarrollo ruso de Asia Central, la construcción de nuevas ciudades y vías férreas y luego las transformaciones soviéticas en las repúblicas asiáticas fueron un poderoso desafío para el sistema colonial británico. Y, lo que es más significativo, así es exactamente como se percibía a los rusos en el Oriente, los rusos, los soviéticos, traían la liberación a las dependencias coloniales.
Hoy día la gente trata de olvidar o ignorar este tema, pero para India, el Oriente árabe y otros países, incluso para Turquía, la Revolución de Octubre tuvo un significado connotativo. Esta, tal como les gustaba decir a los orientalistas soviéticos, «hizo despertar a los pueblos».
Y el recuerdo de que durante décadas Rusia trajo liberación y esperanzas, en lugar de esclavitud, sigue vivo en Asia Central y Meridional, a pesar del golpe que le asestaron los problemas de la historia soviética, las políticas de nuestros adversarios, el colapso de la URSS, la guerra de Afganistán y el radicalismo islámico. Los rusos no son colonizadores; no menosprecian a la población del Oriente. Esta última intuición sigue siendo el principal obstáculo a la influencia occidental en la región.
Nuestros enemigos entendían muy bien las capacidades de la URSS/Rusia en Oriente durante la era «clásica» de la Guerra Fría. Y a pesar de la enfermedad intelectual que repentinamente impactó sobre ellos, todavía la entienden con algún detalle. De ahí los «estudios», numerosos seminarios, proyectos de becas y todo lo que podamos imaginar de nuestra década de los años 1990 los cuales fueron financiados por ellos.
La única tarea de tal actividad pseudo-científica y pseudo-cultural (aquí yo deseo utilizar la palabra del argot «conmoción») es demostrar que la presencia rusa fue solo una colonización, es decir, estos se esfuerzan por eliminar y tergiversar la memoria histórica del siglo 20.
Pero los hechos son muchos y estos se resisten, ante la agenda occidental
Sea como fuere, no debemos tomar una postura defensiva.
Es necesario ser proactivos, hacer declaraciones muy claras y diáfanas, valorar a nuestros propios agentes de influencia y recordar los logros del pasado. Lo principal es no seguirle tontamente el juego al enemigo, considerando la emigración actual, en parte impredecible, de la «quinta columna» a Tashkent, Astana y Bishkek y en nuestra propia actitud hacia los inmigrantes laborales asiáticos, que han permanecido en Rusia (porque todos sus testimonios resuenan agudamente en Asia), en el uso del «poder blando», así como también en las decisiones políticas más específicas.
Uno no puede cometer errores. Los estados postsoviéticos de Asia Central siguen siendo de vital importancia para nosotros, especialmente si se considera que hablamos de un cambio euro-centrista a un mundo multipolar. Hasta ahora tenemos posturas muy fuertes basadas en fundamentos históricos verdaderos. No debemos permitir que estos sean destruidos.
[1] Vz.ru, 27 de octubre, 2022.