En un artículo publicado el 14 de julio titulado «¿Puede la Hagia Sofía unir a rusos y turcos?», Petr Akopov, comentarista principal de la agencia de noticias rusa Ria.ru, argumentó que el Presidente turco Recep Tayyip Erdogan, liberó a Turquía del secularismo militante de Ataturk de la misma manera que Rusia se liberó del ateísmo militante del comunismo. Según Akopov, Ataturk, a quien describió como el «Lenin turco», fue el culpable de eliminar el Islam de la agenda pública y mantenerlo bajo total control del estado.

Opiniones similares fueron expresadas por el canal pro-militar en la aplicación Telegram «Mayor and General» que advirtió sería «muy tonto» que Rusia iniciara un «yihad ortodoxo» por causa de la Hagia Sofía y que Moscú no tenía ninguna razón para respaldar a los peones pro-Estados Unidos de la iglesia griega. El canal agregó que si Rusia hubiese intervenido en contra de la decisión de Erdogan, no hubiese respaldado la ortodoxia sino el laicismo y concluyó: «Y lo más importante: incluso las declaraciones más fuertes no afectarán la situación en lo absoluto. Entonces, ¿por qué sacrificar los intereses de Rusia a favor de un juego ya perdido, mientras no protege los valores de la ‘civilización rusa’ sino los ideales seculares de Ataturk»?[1]

Además, según Akopov, es un error pensar que Rusia debería haber intervenido y evitado que Erdogan cambiase el estatus de la Hagia Sofía. Este escribió: «Putin y Erdogan han desarrollado relaciones muy cercanas y de confianza, pero estas están basadas en el respeto mutuo y la no-injerencia en los asuntos del otro». Este hizo hincapié en que Rusia, firme defensor de la soberanía, debe respetar los derechos de Turquía a ejercer soberanía sobre sus asuntos internos.

El destacado intelectual en política exterior Fyodor Lukyanov estuvo de acuerdo. En comentarios sobre el nuevo estatus de la Hagia Sofía, este dijo: «Constantinopla cayó [en manos de los turcos] hace unos 500 años. Y, me disculpan el cinismo, pero tal vez es hora de acostumbrarse al hecho de que la Hagia Sofía no es un Iglesia ortodoxa. En realidad, hasta el año de 1934 era una mezquita. Estas son las dinámicas internas de Turquía… este es territorio turco y también una edificación turca. Por lo tanto, uno puede sentirse indignado, pero, estrictamente hablando, no existen motivos para las afirmaciones».[2]

También en su artículo, Akopov citó la carta panegírica de 1510 escrita por el monje ruso Philotheus (Filofey) de Pskov al Gran Duque Vasili III de Moscú, que proclamó: «Dos Roma han caído. La tercera se encuentra de pie. Y no habrá una cuarta. Nadie ¡reemplazará su Tsardom cristiano!» Este agregó que estas palabras deberían recordarnos de que ya no existe Constantinopla, sino Estambul.

Akopov concluyó afirmando que «el autoproclamado contendiente por el título de la ‘cuarta Roma'», es decir, los Estados Unidos, está entrando en la etapa final de su historia, mientras que Moscú, la Tercera Roma y ​​los turcos no tienen disputa alguna ahora. Luego afirmó que «las dos grandes civilizaciones [Rusia y Turquía] se han embarcado en el camino del renacimiento y ciertamente estos no tienen lugar en un museo».

A continuación se presentan extractos del artículo de Akopov:[3]

La caída de Constantinopla en 1453. Tropas de Mehmet II asaltan la capital del Imperio Bizantino Romano. Panorama Museum 1453, Estambul.

Petr Akopov (fuente: Facebook.com)

¿No pueden los turcos hacer lo que les plazca en su propio país?

«Los turcos convirtieron la catedral ortodoxa más importante del mundo, la Hagia Sofía en Constantinopla en una mezquita. ¡Entonces Rusia es el país que debe defender la fe cristiana y castigar a Turquía! Suena bien, ¿no?

«Sin embargo, los otomanos transformaron el templo en mezquita en 1453, después de conquistar Constantinopla y [crearon] en el lugar del antiguo Imperio Romano (Bizantino) el Imperio Otomano (Califato Otomano), que gobernó la mayor parte del mundo islámico hasta comienzos del siglo 20

«El Imperio Otomano cayó luego de finalizada la Primera Guerra Mundial; en sus ruinas, los turcos apenas lograron preservar al menos su estado nacional – la República de Turquía. En este estado secular y occidentalizado, la religión del Islam no experimentó las represiones y pogromos de la ortodoxia en Rusia. Sin embargo, el «Lenin turco», Ataturk, lo retiró de la agenda pública y lo mantuvo bajo control estatal. Una de las decisiones simbólicas importantes [de Ataturk] fue transformar la Hagia Sofía de mezquita en museo. Los frescos descubiertos en el lugar comenzaron a atraer a millones de turistas…

«Recep Erdogan, quien ha gobernado el país durante 17 años, está estableciendo gradualmente a Turquía como una potencia soberana islámica, siguiendo una política independiente tanto en el país como en el escenario mundial. Una decisión simbólica importante fue devolverle el estatus de mezquita a la Hagia Sofía…

«De hecho, tres cuartos de la población de Turquía apoya la decisión de Erdogan, a pesar de que su propia popularidad es mucho más baja. Entonces, ¿no pueden los turcos hacer lo que desean en su propio país?

«Resulta ser que la respuesta es ‘no’. Al principio, varios países trataron de evitar que Turquía diera este paso y luego expresaron su pesar y preocupación por la decisión de Erdogan. Los griegos, quienes se consideran herederos de Bizancio, le exigieron a la Unión Europea y a la comunidad internacional que sancione a Turquía, porque la Hagia Sofía no es un tema greco-turco, sino un tema global…»

Las relaciones Putin-Erdogan se basan en el respeto mutuo y la no-interferencia en los asuntos del otro

«La postura de la Iglesia Ortodoxa Rusa no podía ser diferente – Rusia se considera a sí misma la Tercera Roma, luego de la caída de la Segunda Roma [Constantinopla]. La Hagia Sofía permanecerá para siempre, para la [Iglesia] Ortodoxa, como un símbolo del gran imperio ortodoxo bizantino, el imperio construido por Constantino el Grande y la Santa Helena. Por lo tanto, proteger la Santa Sofía es deber natural de la Iglesia Ortodoxa Rusa, incluso si no existe posibilidad alguna de reconvertirla en una iglesia ortodoxa.

«Pero la postura del estado ruso es diferente: aunque el Kremlin está preocupado por el futuro de la Hagia Sofía, este no se siente con derecho a decirle a Turquía sobre el cómo comportarse, ni siquiera amenazarlo». Tal como dijo el vicecanciller ruso Sergei Vershinin. El lunes, ‘nosotros consideramos que [el tema de la Hagia Sofía] es uno interno de Turquía, en el que, naturalmente, ni nosotros ni los demás deberíamos interferir’…

«Es decir, Rusia presiona a Turquía, a pesar del hecho que, según la prensa europea, Vladimir Putin fue el único que pudo disuadir a Erdogan para que diera ese paso. Pero esta es una suposición bastante errónea: De hecho Putin y Erdogan realmente han desarrollado relaciones muy cercanas y de confianza, pero estas se basan en el respeto mutuo y la no-injerencia en los asuntos del otro. Por lo tanto, Putin, en principio, no podía decirle a Erdogan el cómo lidiar con la Hagia Sofía, aunque si discutieron el tema…

«En décadas recientes, las relaciones entre Turquía y Rusia han mejorado constantemente. Además, estamos hablando no solo de las relaciones bilaterales, sino también de acciones en el escenario mundial. Aunque en Siria nuestros países de hecho se encontraban en diferentes lados de las líneas frontales, el diálogo y la disposición a comprometerse fueron posibles por una simple razón: Putin y Erdogan son líderes estatales independientes y fuertes, que defienden los intereses de sus países y apuntan a fortalecerlos.

«Los objetivos estratégicos de Putin y Erdogan coinciden: tanto Turquía como Rusia se ven a sí mismos como participantes importantes en la construcción de un nuevo orden mundial, un mundo post-occidental. Por lo tanto, tratan de resolver incluso contradicciones objetivas y desacuerdos en interés de los dos países, porque Putin y Erdogan entienden que la interacción estratégica Rusia-Turquía beneficia a ambos países y puede fortalecer a cada uno de estos…»

Moscú se convirtió en la tercera Roma no solo para la ortodoxia, sino también para el resto del mundo

«Para los rusos, la Hagia Sofía siempre ha sido la parte más importante de nuestra identidad: la catedral fue símbolo de la fe ortodoxa. Durante muchos años [después de la caída de Constantinopla], la Hagia Sofía fue un símbolo del conflicto entre Rusia y Turquía: nosotros quisimos transformarla de nuevo en iglesia. Pero el pasado no puede ser traído de vuelta o cambiado. Además, el postulado fundamental de nuestra condición de estado dice que «dos Roma han caído. La tercera se mantiene. Y no habrá una cuarta». Es decir, ya no existe Constantinopla – existe Estambul, Moscú se convirtió en la Tercera Roma no solo para la ortodoxia, sino para el resto del mundo.

«El autoproclamado contendiente por el título de la ‘cuarta Roma’, Estados Unidos, está entrando ante nuestros propios ojos en la etapa final de su historia. Moscú – la Tercera Roma – y ​​los turcos, de cuyas manos cayó Constantinopla (aunque los sultanes se consideraban a sí mismos como los sucesores de los emperadores bizantinos), en general y en lo absoluto no tienen disputas por ahora.

«La Hagia Sofía puede dividirnos, o puede unirnos. Esta seguirá siendo para nosotros un recuerdo de nuestras raíces ortodoxas y para los turcos [será] un símbolo de sus victorias y de su fe. Dos grandes civilizaciones se han embarcado en el camino del renacimiento y estas muy ciertamente no tienen lugar en un museo».


[1] T.me/Mig41, 7 de julio, 2020.

[2] Echo.msk.ru, 15 de julio, 2020.

[3] Ria.ru, 14 de julio, 2020.