En una columna el 12 de septiembre, 2016 titulada «Nueva York… Sexo y la Ciudad», en el diario egipcio en inglés Egipto Independiente, la columnista Fatema Nouali relata sus impresiones a una reciente visita que realizó a la ciudad de Nueva York. Ella escribe que, debido a su familiaridad y amor por la serie de televisión estadounidense «Sexo y la Ciudad», ella esperaba hallar que las mujeres de Nueva York fuesen elegantes y preciosas» y atrajeran la atención de los hombres en las calles. Sin embargo, se sorprendió al descubrir que, a pesar de que las mujeres en Nueva York usan ropa reveladora por los estándares egipcios y se mezclar libremente con los hombres en lugares públicos, los hombres no le fijan la mirada y no experimentan el tipo de acoso sexual que prevalece en Egipto. Esto, dice ella, no se debe a ninguna diferencia inherente entre los hombres occidentales y los egipcios, sino sólo a las leyes, que en Occidente le otorgan a la gente la libertad de expresión y de acción a la vez que les obliga a respetar a los demás. 

Lo siguiente son extractos de su columna:[1]

Fatema Nouali (Imagen: Egyptindependent.com)

«Antes de arribar a la ciudad de Nueva York, viví los detalles de la vida en Nueva York a través de una comedia de la televisión estadounidense llamada Sexo y la Ciudad. Yo tuve una relación muy cercana con las protagonistas de la famosa serie de televisión. Viví con ellas los detalles de la vida de la mujer en nueva York – que parecía caracterizarse prominentemente por la libertad. Cuatro mujeres que tomaban todas las decisiones respecto a sus vidas, cada una con su propio carácter y objetivos, compartían la ciudad con hombres en igualdad de condiciones, de una manera que parecía inimaginable. Ellas viven los más mínimos detalles que transforman las cosas de la vida diaria en una esfera de autorrealización y ambición. Cuatro mujeres, cada una con su propio estilo de vida – pero esta diferencia no perjudica su amistad…

«La serie es narrada por la columnista sexy Carrie Bradshaw, quien relata la vida de estas mujeres en la ciudad que no duerme. El relato traza la vida de sus amigas: el carácter serio y racional de Miranda, abogada; Charlotte, una respetada comerciante de arte que una vez soñó tener su propia galería, el carácter romántico; y Samantha, la mayor y más confiada sexualmente de las cuatro.

«Samantha es una empresaria independiente. Es confiada y segura, fuerte y abierta y se auto-denomina ‘tri-sexual» (queriendo decir que intentará cualquier cosa al menos una vez).

«Viví con estas mujeres a través de la pantalla, siguiendo sus vidas, tan repletas de eventos ambos románticos y trágicos, incluyendo algunas cercanas a nuestras vidas como mujeres árabes y otras tan distantes que no hubiésemos podido imaginar que pudieran realizarse en público – por razones sociales o religiosas.

«Me vine a Nueva York suponiendo previamente de que las mujeres en la ciudad son elegante, encantadoras y placenteras, los ojos de los hombres siguen su belleza en la calle, las mujeres mientras tanto felices e invitando. Sin embargo, me sorprendió encontrar comportamientos totalmente diferentes.

«Aquí las mujeres no experimentan el tipo de acoso sexual tan a menudo practicado por los hombres. Su ropa es más que reveladora bajo nuestros estándares, pero sus cuerpos casi desnudos no necesariamente proveen provocación a los hombres, que simplemente se hacen la vista gorda. Espacios estrechos contienen ambos sexos en el metro, pero nadie observa a nadie, en pleno respeto a la privacidad.

«Yo era la única que observaba a gente de ambos sexos durante largos períodos, con mil preguntas que daban vueltas en mi cabeza y aún estoy en busca de una respuesta a una pregunta. Que hace que esta gente sea diferentes a nosotros a tal punto? Poseen los hombres aquí diferentes tipos de genes que nuestros hombres? ¿O es el hombre árabe más viril y masculino y deberíamos estar agradecidas a la naturaleza por concedernos este tipo de hombre?

«No me tomó mucho tiempo saber que la aversión de la propia mirada aquí no está motivada ideológica o religiosamente. Aquí la ley obliga a respetar a los demás y les garantiza la libertad de expresión, libertad de elegir la ropa y la libertad de acción – siempre y cuando sólo le afecte a uno, en lugar de incidir sobre la libertad de los demás.

«Siempre me he considerado libre, practicando mi libertad sin restricciones. Pero cuando he experimentado vivir con mujeres aquí y he seguido sus movimientos a través de la ciudad, me di cuenta de lo lejos que estamos a ese sentido de compartir el espacio público con la otra mitad de la sociedad.

«Aquí en Nueva York, el cuerpo no necesariamente se refiere a las relaciones sexuales. Las mujeres llevan puesto lo que deseen usar. Por otra parte, la dictadura de la belleza en las normas aceptadas para la mujer, que les obliga a cumplir con aptitudes físicas y feminidad, solo aplica a una minoría.

«Hallé una ciudad que le permite a la mujer vivir en dignidad, libertad, seguridad, coexistiendo con hombres – y ni una pizca de sexo o acoso sexual. Incluso los signos de expresar amor, tales como besos y abrazos entre los amantes, muy familiares en los países europeos, son casi inexistentes aquí. El amor y el sexo tienen su lugar en el dormitorio – y con el consentimiento de ambas partes».

[1] Egyptindependent.com, 12 de septiembre, 2016.