En un artículo que este publicó en el diario de Londres Al-Hayat, el periodista jordano Muhammad Barhouma afirmó que, desde los comienzos de la historia hasta hoy, los países árabes se han visto afectados por tres enfermedades: la tiranía, la corrupción y el extremismo religioso. Este escribe que estas enfermedades se alimentan unas a otras e impiden el desarrollo de la democracia y la aceptación del otro y por lo tanto, incluso si las organizaciones terroristas sunitas y chiitas en el mundo árabe fuesen aniquiladas, no conduciría aún a la estabilidad en el mundo árabe y estos no se transformaran en democracias iluminadas. Barhouma pidió a los árabes aprender de la experiencia de Occidente en las guerras y el renacimiento y de las reformas emprendidas por el cristianismo y el judaísmo a lo largo de los años junto a reevaluar el renacimiento árabe del siglo 19, que según él fue detenido en una etapa temprana por el imperialismo de Occidente, para de esta manera adaptarse a la era moderna y avanzar en la democracia dentro del mundo árabe.

Muhammad Barhouma (Imagen: alintemaa.net, 20 de abril, 2016)

Lo siguiente son extractos del artículo.[1]

«¿Qué pasaría si desaparecieran el Estado Islámico [EIIS] y Al-Qaeda, así como también las milicias chiitas en el mundo árabe? ¿Disminuirían los imposibles problemas y crisis en nuestra región? ¿Despertaríamos y descubriríamos sociedades unidas y países decentes que gobiernan de acuerdo a la ley y defienden las libertades? ¿Y prevalecería la estabilidad y renovación en nuestra región?

«Es claro que la respuesta a estas preguntas es un rotundo no, ya que nuestro problema no es exclusivamente con el terrorismo, aunque causa un inmenso daño, que todos debemos esforzarnos con todas nuestras fuerzas para vencerlo. El terrorismo es [solo] una parte del triángulo destructivo en nuestra región. Los otros dos lados son la tiranía y la corrupción. En la historia árabe moderna y en la historia islámica existe una conexión orgánica entre estos tres lados: los déspotas árabes crearon una cultura religiosa y nacional que apoya su tiranía y su autoridad, excluyendo interpretaciones que difieren de las suyos y [no se ajustan] a sus intereses, de modo que la interpretación de la religión por parte del régimen se convirtió en la interpretación principal con mayor fuerza, que corrompió la mente y la sociedad.

«Por lo tanto, si tuviera que evaluar cuál de los tres de estos [lados] es la peor, diría que la tiranía, seguida de la corrupción y [solo] después el extremismo junto al terrorismo.

«El principal problema de este triángulo está enraizado en los valores, ya que el corrupto, el tirano y el extremista no le atribuyen importancia a la libertad y a la dignidad del hombre, ni a la justicia, la compasión, el amor o a la belleza[2] – tanto en las escrituras de los pioneros del siglo 19 como en la experiencia de Muhammad Ali Pasha[3] – ha habido poco interés en redefinir valores e ideales [árabes] y reformarlos… [aunque respecto a las] innovaciones tecnológicas y los temas mundanos [el interés fue] inmensamente mayor… La violencia inherente en el tirano, el corrupto y el extremista venció, e incluso casi eliminó todos los esfuerzos en otorgarle máxima prioridad al aseguramiento de las libertades e igualdad de derechos para todos…

«En la historia occidental, la población aprendió de sus errores tras sacrificar a [numerosas] víctimas a la codicia del feudalismo y la corrupción de los clérigos y dictadores. Y dado que el Renacimiento árabe no está exento de la necesidad de [aprender de] la experiencia de los renacimientos occidentales y las guerras que [los occidentales] combatieron unos contra otros, [nosotros] debemos considerar tres puntos:

«Lo primero es una evaluación exhaustiva y cuidadosa y nuevo examen a la narrativa del Islam político sobre la reforma religiosa en el cristianismo y el judaísmo. Esta [reforma] fue integral, teniendo en cuenta debidamente las circunstancias de la era moderna y los cambios que tuvieron lugar [en dicha era], mientras favorecía la ciencia moderna en la interpretación de fenómenos. Este tipo de reforma profunda requiere de una interpretación positiva [del texto religioso] y una negativa a rendirse a la narrativa de las corrientes extremistas islámicas, [que ven dicha reforma como] falsa y como una desviación de lo correcto y escueto.

«El segundo punto es una reevaluación de los esfuerzos de los pioneros del Renacimiento árabe en el siglo 19, cuya singularidad, según [el historiador y novelista marroquí] Abdallah Al-‘Arawi [Abdallah Laroui] es que el programa del Renacimiento comenzó a unirse incluso antes de la toma imperialista de los países árabes, en oposición a lo que sucedió con otras naciones, como Japón. La importancia de esto para los árabes fue que [el imperialismo occidental de hecho] detuvo la consolidación del programa renacentista. El imperialismo aniquiló los primeros esfuerzos de reforma y peor aún, se creó una conexión en la mente árabe entre el modernismo y el imperialismo.

«El tercer punto es que los estados [árabes] que obtuvieron la independencia [en el siglo 20] no pudieron acomodar institucionalmente la rica diversidad de los pueblos que viven dentro de ellos y comprender anticipadamente la necesidad de manejar esta diversidad, lo que resultó en una sociedad que permanece enferma hasta el día de hoy. Las ideas tales como federación, confederación y autonomía fueron caracterizadas como crímenes o fracasaron debido a las luchas de poder [entre diferentes sectores] y su deseo de devorarse mutuamente. Naturalmente, el resultado de estos valores defectuosos fue la incapacidad de aceptar [la idea de la] democracia en nuestros países…

«Es por eso que nadie espera que la derrota ocurrida al EIIS produzca un renacimiento en Irak o Siria, debido a que los países y las sociedades [árabes] están siendo afectados por la tiranía, la corrupción [y el extremismo] y el remedio es derrotar este triángulo, [cuyas partes] se alimentan unas a otras».


[1] Al-Hayat (Londres), 30 de septiembre, 2017.

[2] El Renacimiento árabe (Al-Nahda) fue un renacimiento cultural que ocurrió a mediados del siglo 19 y comienzos del siglo 20, que jugó un papel importante en la configuración de las perspectivas y visiones árabes. Este implicó un encuentro entre la cultura y los valores árabes y los del mundo occidental, que produjo una tremenda apreciación de los logros tecnológicos y culturales de Occidente, junto a un sentido de necesidad urgente de preservación de la cultura árabe.

[3] Muhammad Ali Pasha (1769-1848) fue gobernador del Egipto otomano entre los años de 1805 y 1848. Es considerado el fundador del Egipto moderno debido a sus dramáticas reformas militares, económicas y culturales.