Por: Deepinder Singh*

El domingo 18 de septiembre, 2016, terroristas respaldados por Pakistán lanzaron un ataque al amanecer sobre una base logística militar hindú en el municipio Uri de Cachemira. En este ataque, 18 soldados hindúes murieron, al igual que los cuatro suicidas. Las investigaciones revelaron que este grupo estaba afiliado al grupo Jaish-e-Mohammed (JeM) en Bhawalpur, Pakistán. JeM ha estado involucrado en una serie de ataques en India en el pasado, uno de los más recientes es el ataque al campo aéreo Pathankot en enero, 2016. Sin embargo, este y otros grupos terroristas anti-India, tales como el grupo Hizbul Mujahideen (HuM) y Lashkar e-Taiba (LeT) – todas organizaciones terroristas designadas por Estados Unidos y en la Unión Europea – continúan recibiendo refugio seguro en Pakistán, donde disfrutan de un patrocinio encubierto y de apoyo moral por parte de Pakistán

Humo surge de la base logística militar Uri bajo el ataque.  Crédito: yahoo.com

Un movimiento «Intifada» hace quemar ligeramente al Valle

El valle de Cachemira se ha visto en ebullición desde hace meses, con individuos «lanza-piedras» que patrullan las calles, haciendo recordar a la primera intifada palestina. El detonante de este último estallido de violencia fue asentado por el asesinato de un terrorista buscado por la justicia Hizbul Muyahidin – Burhan Wani, un individuo de Cachemira, muerto a tiros en un encuentro con las fuerzas de seguridad hindúes (SF). Durante el funeral de Burhan Wani, en julio, 2016 miles de habitantes de Cachemira se echaron a las calles como muestra de solidaridad. Wani había sido extremadamente exitoso en movilizar a la juventud local para que se unan a los movimientos militantes.[1]

Muchos de los jóvenes que formaban parte del cortejo fúnebre dieron rienda suelta a crear disturbios e incendiar y se centraron en las fuerzas de seguridad hindúes. Las SF se las vieron difícil enfrentarse a las turbas volátiles que se dedicaban a lanzar piedras y a destruir las infraestructuras del gobierno, incluyendo las estaciones de policía. Ante las siguientes medidas de control por estas mafias, a las SF no le quedó otra opción que disparar perdigones en defensa propia.  Muchos de los manifestantes resultaron gravemente heridos, añadiéndole leña al fuego y esto ayudó a los separatistas Hurriyat a incitar aún más a las turbas.

Jóvenes kashmiri le arrojan piedras a las SF. Cortesía: rediff.com

Cortejo fúnebre de Burhan Wani.  Crédito: jandknow.com

Un toque de queda ha estado en vigor durante muchas semanas, afectando negativamente la vida de los ciudadanos comunes de Cachemira. Las escuelas y universidades han sido cerradas, y la educación ha sido afectada. Con fuertes restricciones en su lugar sobre la libre circulación, las empresas han sufrido y el turismo, uno de los principales medios de vida, se ha visto afectado. Desde el otro lado de la LoC (línea de control), Pakistán no cede ante sus intentos de mantener en llamas el valle de Cachemira.  La gente se siente abatida y pierden las esperanzas a una pronta solución.

Manifestantes de Cachemira se enfrentan con la policía. Crédito de la imagen: El Hindú

Lanzadores de piedras atacan a las fuerzas de seguridad.  Crédito de la imagen: hillpost.in

Intentos de infiltración por terroristas, entre ellos el grupo LeT, Hizbul Mujahideen y Jaish-e-Mohammed, han visto un marcado incremento en los últimos meses, culminando con el ataque a Uri.  Pakistán instiga todo esto con la ferviente esperanza de que las masas en Cachemira se alcen contra el estado hindú con el fin de unirse a Pakistán. Se están vertiendo una cantidad de fondos en Cachemira y el Hurriyat  sigue prestando apoyo tanto abierta y encubiertamente con el fin de mantener la situación en ebullición instigando a la juventud. Estos jóvenes radicalizados de Cachemira se les proveen de armas y entrenamiento en explosivos y están atacando los símbolos del estado hindú. Parecieran ser sólo peones, un producto imprescindible para el «Estado Profundo» pakistaní en su plan de arrebatarle el valle de Cachemira a India.

Pakistán aviva el fuego incendiando. Crédito: apherald.com.

Adhesión – Génesis del problema

Para el momento de la partición entre India y Pakistán en 1947, el Principado de Jammu y Cachemira (J&K), un estado de mayoría musulmana, era gobernado por el mandatario hindú Dogra Maharajá Hari Singh, a quien los británicos le dieron a elegir entre adherirse a uno de los dos países. El Maharaja no pudo decidir y esperaba seguir siendo independiente.

Incendiarios chocan con la policía. Crédito: Pioneer Cachemira

En octubre de 1947, Cachemira fue invadida por tribus pastunes de la provincia Fronteriza Noroeste y de Waziristán, con el apoyo del Ejército de Regulares de Pakistán. Ellos comenzaron a pillar y a saquear al estado.  Maharaja Hari Singh entró en pánico y pidió ayuda a India para defender a Cachemira y hacer retroceder a los invasores. El ejército hindú entró en Cachemira, a instancias del Maharaja, quien firmó el Instrumento de Adhesión cuando los invasores pastunes y regulares paquistaníes amenazaron a la propia capital Srinagar. Este por lo tanto fusionó su estado con India. El ejército de India, después de duras batallas, obligó a los miembros de la tribu y al ejército de Pakistán a retirarse de grandes partes del valle.  Por supuesto, Pakistán no aceptó esta adhesión, e inmediatamente las discutió. Estos afirmaron que el Maharajá había firmado bajo coacción y que no tenía derecho a firmar esta adhesión mientras el «acuerdo de suspensión de J & K» con Pakistán seguía vigente.

A comienzos de 1948, India solicitó una resolución al conflicto de Cachemira en la ONU. Una Comisión de las Naciones Unidas por India y Pakistán (CNUIP) fue creada y el Consejo de Seguridad aprobó la Resolución 47 del 21 de abril, 1948 y negoció un alto el fuego entre los dos vecinos. El alto al fuego resultó en una frontera temporal entre India y Pakistán, conocida como Línea de Cesación del Fuego, hoy Línea de Control (LdC) y esto dividió al estado en dos partes. Pakistán fue incapaz de conciliar esta adversidad y por lo tanto batalló tres guerras más inútiles para arrebatarles Cachemira por la fuerza y sufrió una derrota a manos del ejército hindú.

En 1988, Pakistán lanzó una guerra de poderes en Cachemira, de nombre código Operación Topac. Como parte de este esfuerzo, inició y apoyó a la militancia en el Valle entrenando y armando a la juventud de Cachemira. Al mismo tiempo, a través de una conspiración bien planeada, Pakistán también se inició el reemplazo de la cultura islámica sufí más tolerante prevalente en Cachemira con el Islam salafista más radical. El crecimiento de las mezquitas y madrazas salafistas sobre el paisaje de Cachemira cambió el modo de pensar de ciertos sectores de la juventud de Cachemira. Esta militancia fue convertida en una guerra de poder patrocinada por Pakistán respaldada por el terrorismo yihadista, con la participación activa del ejército paquistaní y el SII – el «Estado Alterno» – y muchos  muyahidín afganos se infiltraron en Cachemira. El despliegue del ejército hindú, por lo tanto, tuvo que ser reforzado para combatir contra los delineamientos de un vecino hostil.

Para ver el resto del despacho en inglés junto a las imágenes copie por favor el siguiente enlace en su ordenador: http://www.memri.org/report/en/0/0/0/0/0/0/9503.htm

*Deepinder Singh es Mayor Retirado del ejército hindú y miembro del Consejo Asesor de MEMRI.

[1] Huffington Post, 11 de julio de 2016.